TRADUCCIÓN
Porque un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado.
Estará el señorío sobre su hombro,
y se llamará su nombre «Maravilla de Consejero».
Cantad al Señor un canto nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Porque un niño nos ha nacido…
El Señor ha dado a conocer su salvación,
a los ojos de las naciones ha revelado su justicia.
Porque una criatura nos ha nacido...
(Isaia 9, 6 / Salmo 97, 1-2)
El
introito “Puer natus” es, sin duda alguna, una de las piezas más
conocidas del repertorio gregoriano y se ha convertido en símbolo de la
antigua tradición monódica navideña.
El "Graduale Romanum" lo
sitúa en la apertura de la misa del día, la tercera de las tres misas de
Navidad. Según una tradición que se remonta al siglo VI, efectivamente,
la Navidad conoce tres distintos formularios litúrgicos: la misa de la
noche, la de la aurora y la del día.
Sin embargo, la Iglesia de
Roma conocía en origen una sola eucaristía para la Navidad – celebrada
en la basílica de San Pedro – y, precisamente, la que se convirtió
seguidamente en la tercera misa “in die”.
La primera misa “in
nocte” se origina por el desarrollo de la vigilia nocturna que, bajo el
impulso del Concilio de Éfeso del 431 - que atribuyó a María el título
de “theotòkos”, madre de Dios –, concluía con una misa papal en la
basílica romana de Santa María la Mayor.
La misa "in aurora” se
incluyó posteriormente entre las dos porque el Papa, en su camino de
vuelta a San Pedro, introdujo la costumbre de celebrar una misa para los
griegos en la iglesia de Santa Anastasia.
Es interesante
observar, por tanto, que para la Navidad el grado de importancia de las
celebraciones litúrgicas está invertido respecto a la Pascua. En Navidad
la misa principal es la del día y las celebraciones nocturnas y
matutinas se añadieron más tarde. Al contrario, para la Pascua la
liturgia principal – a su vez centro de todo el año litúrgico – está
constituida por la vigilia nocturna, mientras que la misa del día la
completó más tarde.
Es útil recorrer el itinerario trazado por
los introitos de los tiempos de Adviento y Navidad también a la luz de
la evolución histórica que ahora hemos recordado.
Después de los
introitos del Adviento, que anuncian el “gran misterio” – como diría
Pablo – de una salvación para todos los pueblos e invocan la “lluvia”
del Justo y el “germen” del Salvador, he aquí por tanto los textos de
las tres liturgias navideñas, dispuestos sabiamente en un crescendo de
rara densidad expresiva, precisamente en preparación de ese “Puer natus”
que representa el momento culminante.
El introito de la primera
misa nocturna hace resonar un versículo mesiánico del salmo 2 que, en la
severa y descarnada traducción sonora gregoriana en segundo modo,
contempla el acontecimiento de la encarnación del Hijo resaltando la
relación divina con el Padre: “Dominus dixit ad me: Filius meus es tu,
ego hodie genui te” (El Señor me ha dicho: Tu eres mi Hijo, yo te he
engendrado hoy).
La segunda misa de Navidad inicia recordando una
profecía de Isaías 9 y pone inmediatamente el acento en el sustantivo
“lux”, clara alusión a la misa “in aurora”, que ve en el nacimiento de
Cristo la nueva luz, esperada durante mucho tiempo: “Lux fulgebit hodie
super nos, quia natus est nobis Dominus” (La luz resplandece hoy sobre
nosotros, porque una criatura nos ha nacido).
Y, finalmente, en
la misa del día, el Hijo engendrado por el Padre, nueva luz que
resplandece sobre nosotros, toma forma en el “Puer natus”.
Sigue
siendo Isaías 9 quien ofrece el texto a este introito, allí donde el
profeta anuncia el nacimiento de un “niño”: traducción correcta, ésta,
del término “puer” que resuena desde el primer momento con toda su
fuerza, pero que exige ser enriquecida de sentido. La impronta mesiánica
de ese “puer” invita, efectivamente, a dilatar su comprensión hacia una
perspectiva bastante más amplia que la atmósfera del pesebre. El mismo
“niño” es inmediatamente entendido como “siervo”, llamado a realizar el
plan salvífico del Padre y sobre cuyo hombro – como advierte la segunda
frase del mismo introito – ha sido situado todo el poder.
El
análisis del fraseo musical aclara y confirma dicha lectura exegética,
en verdad bastante distante de la idea corriente de los cantos de
Navidad.
Considerando la primera frase, podemos notar que el
verdadero énfasis está puesto en dos palabras: “puer”, al principio de
la pieza, y “datus”, en la segunda parte de la frase. Las sílabas de
acento de estas dos palabras están dotadas de figuras neumáticas – de
dos y tres notas respectivamente – que los estudios más recientes han
descubierto que son verdaderos puntos de fuerza del fraseo. El intervalo
de quinta entre las dos notas iniciales de valor alargado, por ejemplo,
representa para el canto gregoriano el máximo impulso melódico posible
entre dos notas consecutivas. De otra naturaleza melódica, pero de misma
densidad expresiva, aparece la sucesión de tres notas sobre el acento
de “dàtus”.
Por tanto, el corazón de esta primera frase se puede
resumir en el binomio “puer datus”. En sustancia, lo que se resalta es
la dimensión del don, de la entrega, que toda la humanidad ha recibido
con la encarnación del Hijo de Dios.
En un juego infinito de
recuerdos y de alusiones, que vivifican el tejido gregoriano, no podemos
olvidarnos que en la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de
febrero – conclusión ideal del tiempo navideño –, el introito empieza
precisamente con “Suscepimus, Deus, misericordiam tuam” (Hemos recibido,
oh Dios, tu misericordia), en cuyo incipit encontramos, no por
casualidad, esa especial fórmula de fuerte acentuación que había
caracterizado la apertura del introito “Rorate caeli” del cuarto domingo
de Adviento. La “misericordia" recibida es Cristo mismo, entregado como
don por su Padre a la humanidad (“Puer natus”) y ofrecido por la Virgen
María al anciano Simeón en el templo (“Suscepimus”).
Completando
el fraseo de la primera parte de nuestro introito, asombra el hecho de
que “nobis” reciba un énfasis decididamente menor al de "puer" y
"datus". Este “nobis”, que normalmente se traduce de manera apresurada
como “por nosotros”, significa más simple y literalmente “a nosotros”.
Los textos de la Navidad permanecen en esta lógica: el “pro nobis” (por
nosotros) pertenece a un desarrollo sucesivo que volveremos a encontrar
al inicio y dentro de la Semana Santa: “Christus factus est pro nobis
usque ad mortem”. Es sólo allí que el “por nosotros” – añadido por la
liturgia como tensión expresiva del texto original paulino – surgirá con
toda su fuerza.
La segunda frase del introito – “cuius imperium
super humerum eius” (estará el señorío sobre su hombro) – concreta el
sentido de la primera: el acento sobre “imperium” representa la cima
melódica de la pieza y, por esto, se convierte en el momento supremo del
discurso musical. Pero todo el proceso fluido de la melodía
circunstante atenúa y subordina dicho énfasis a la verdadera
“manifestación” de la realeza y de la potestad de Cristo, que se
realizará en la solemnidad de la Epifanía.
El recitativo sobre el
do agudo que sostiene la última frase “et vocabitur…” lo confirma. Los
valores de las figuras neumáticas – como se deduce de las notaciones
adistemáticas añadidas a la notación cuadrada – son en su totalidad
ligeros y la modalidad en "tetrardus auténtico" (séptimo modo),
perentoriamente declarada por el intervalo de quinta al inicio de la
pieza, se dobla hacia la conclusiva zona “plagal” (octavo modo),
decididamente más contenida y menos exuberante.
Tomado de
chiesa.espressonline.it