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sábado, 13 de marzo de 2010
EPISCOPADO DE LUJO
Episcopado de lujo
Publicado por Wanderer martes 9 de marzo de 2010 49 comentarios
El comentario de Ludovicus me trajo a la memoria una anécdota. Hace varios años conocí a un fiel miembro del Opus Dei que creía –pobre de él- que yo era un buen candidato para engrosar las filas de la prelatura y, por qué, si se daba el caso, de hacer alguna donación o prestar alguna firma. Con tal motivo, comenzó a visitarme con asiduidad. Hablábamos de las cosas que él creía que a mí me interesaban, y demostraba su interés por mis intereses culturales e intelectuales. Su presencia semanal se me hacía cada vez más insoportable, pero no encontraba el modo de sacármelo de encima con educación y caridad cristiana.
Una tarde, tomando un té, y más aburrido y exasperado que nunca, escucho que hace el siguiente comentario: “Los argentinos tenemos suerte. Tenemos un episcopado de lujo”. “Esta es la mía”, pensé, y sin ningún tipo de escrúpulos por la eventual falta de educación o falta de caridad, le espeté: “El episcopado argentino es una lacra”. Me miró con rostro de espanto y, demudado, terminó rápidamente su té para despedirse y, afortunadamente, nunca más volver. Supongo que se habrá felicitado de no haber sido el responsable de convocar a semejante monstruo a su cofradía.
Hoy, una vez más, sostengo que el episcopado argentino es una lacra o, peor aún, es inservible y dañino. Tenemos lobos con piel de ovejas, que sollozan y se rasgan las vestiduras por los escándalos del mundo, pero ellos mismos no dejan de escandalizar a sus fieles con sus actos, con sus palabras y con sus omisiones.
Están hoy reunidos, veinte de ellos, entretenidos en intercambios pastorales y debatiendo si conviene apoyar a Cristina K. o a la oposición dialogante, en el caso del uso de las reservas del Banco Central. Se autoerigen en opinólogos moralizantes de temas mundanos y coyunturales, convencidos como están la autoridad de su palabra, que es prestada y no propia. Se embriagarán estos días en el poder que les otorga su función y que los catapulta con cada palabra que dicen a los titulares de los diarios y a los temores o a las iras de los políticos.
Y, mientras tanto, los problemas profundos, que escandalizan la inocencia de muchas de sus ovejas y que preanuncian un derrotero imposible ya de frenar, pasan frente a sus narices sin que ellos se dignen, o se animen, a decir algo.
Saben, astutos y cobardes como son, que no tienen sino un solo modo de pronunciarse acerca de ellos, y es con la claridad y la crudeza del Evangelio. Pero no están dispuestos a asumir el riesgo, porque ciertamente aparecerán en los titulares de los diarios, pero en este caso para ser denostados por la prensa hostil, por sostener posiciones retrógradas y reaccionarias.
Han prevaricado de su función y son ahora los laicos quienes han debido tomar bajo su cargo la defensa de la verdad y de la vida. Y ellos, mientras se consuma el segundo putimonio, callan. Y ellos, mientras se propone debatir ya con fuerza el asesinato de infantes, callan. O mejor, se dedican a intercambios pastorales y a determinar a qué bando les convendrá jugar sus fichas.
Lo peor de todo es que no hay remedio, a menos que se suspenda por un rato el quinto mandamiento.
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