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jueves, 20 de mayo de 2010

LA HOMOSEXUALIDAD: ES UNA PERVERSIÓN ABOMINABLE

LOS MACHOS SOMOS UNA ESPECIE EN VIAS DE EXTINCIÓN, PRESERVEMOS ESTA ESPECIE.





Dibujo de El Bosco, alegórico de la sodomía, representada por el hombre que exhibe sus nalgas, mientras expulsa pájaros por su ano. Un bufón le golpea con un instrumento musical, simbolo de la lujuria.




La homosexualidad: una perversión abominable.

En los últimos tiempos la homosexualidad ha tenido una creciente aceptación social. Sin embargo, si hacemos un ligero repaso a la Biblia veremos que Dios la considera un acto abominable; un pecado de suma gravedad, no un estilo de vida como ahora los grupos de presión homosexuales quieren hacer ver.

1) La homosexualidad en el Antiguo Testamento.

La Biblia es muy clara al respecto: la homosexualidad es abominación a los ojos de Dios hasta el punto de que, en el Antiguo Testamento, era castigada con la muerte: “No te echarás con varón como con mujer; es abominación” (Levítico 18:22). Veamos otro pasaje: “Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron: ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre” (Levítico 20:13).

Conocida es la historia de Sodoma y Gomorra (puede leerla en Génesis 19); unas ciudades donde el homosexualismo estaba extendido entre todos los hombres, del más anciano al más joven (Génesis 19:4); tal fue su perversión que Dios decidió destruirlas enviando fuego y azufre.

Dios condena también la perversión del travestismo: “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace (Deuteronomio 22:5). Y advierte también sobre la sodomía: “No haya ramera entre las hijas de Israel, ni haya sodomita de entre los hijos de Israel. No traerás la paga de una ramera ni el precio de un perro a la casa de Jehová tu Dios por ningún voto; porque abominación es a Jehová tu Dios tanto lo uno como lo otro” (Deuteronomio 23:17-18).

2) La homosexualidad en el Nuevo Testamento.

¿Podría ser que la homosexualidad fuese considerada un pecado en la antigüedad y que ya no lo fuese actualmente, debido a que vivimos en tiempos modernos y nuestra sociedad del siglo XXI ya no es la de hace miles de años? Me inclino a pensar que para el Señor la pecaminosidad de este acto continua vigente hoy. Pensemos que no solamente se repudia en el Antiguo Testamento, sino también en el Nuevo. Veamos qué le decía el apóstol Pablo a los romanos:

“Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complace con los que las practican” (Romanos 1:24-32).

También Pablo, en su epístola a Timoteo, insiste: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado” (1 Timoteo 1:9-11).

Pablo advierte también a los corintios sobre el pecado sodomita: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis, ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:9-11).

No solamente Pablo, también el apóstol Judas recuerda la gravedad de este pecado: “También Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra la naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (Judas 7).

3) ¿Cuál es la verdadera voluntad de Dios?

El Señor Jesús siempre abogó por el matrimonio heterosexual como creado por Dios al principio, y nunca por el gaymonio y lesbimonio. Leámoslo: “Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne: lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:4-6)

La homosexualidad es abominación a los ojos de Dios. Su verdadera voluntad es que el hombre se uniera con la mujer y viceversa, no que sigan orientaciones sexuales que van contra natura.


La sodomía llegó a ser conocida como el crimen contra naturam, peccatus, crimen nefandum, pecado nefando, crimen cometido contra el orden natural, nefando pecado contra natura, el pecado, la sodomía, crimen atrocisimus. Y a un sodomita se le llamaba sodomita, sodomista, sodomético, sométicos, puto, marica, maricón o bujarrón


El fundamento divino del matrimonio está en la creación. Encontraremos el propósito
que Dios tiene para el matrimonio al observar los detalles de la creación del hombre y
la mujer.



Cuando los fariseos preguntaron al Señor Jesús sobre la permanencia y la
santidad del matrimonio (Mateo 19:3-12), Él respondió recordándoles la enseñanza
sobre la creación que tenemos en el libro de Génesis. Pudiera haber citado ideas
de los pensadores de aquellos tiempos. Hubiera sido natural repetir enseñanzas de
algunos rabinos, afirmando o refutándolas. Pudiera haber sorprendido a los fariseos
con su conocimiento de muchas y variadas tradiciones sobre el matrimonio que se
encuentran en diferentes sociedades humanas. Sin embargo, no hizo nada de eso.
Les relató como Dios creó al hombre y a la mujer. Su respuesta nos da el punto de
partida para encontrar la perspectiva bíblica del matrimonio y la familia.
EL MATRIMONIO A LA LUZ DE LA CREACIÓN
El primer pasaje que nuestro Señor citó en respuesta a la pregunta sobre el
matrimonio fue Génesis 1:27. No cabe duda que su respuesta sorprendió a sus
oyentes, pues muchos de ellos no verían una relación directa entre este pasaje
y el matrimonio. Sin embargo, el que el Señor usara este pasaje nos dice que
Génesis 1:27 es la clave para conocer el punto de vista divino del matrimonio.
Observemos lo que dice este versículo.
Primero, veamos la naturaleza de la obra creativa de Dios. Si el hombre es
meramente un animal avanzado, resultado de un largo proceso de evolución,
entonces el matrimonio es una institución imperfecta que va evolucionando. Pero
si el hombre es una creación especial, hecho a imagen y semejanza de Dios, todo
cambia. El hombre debe obedecer a su Creador, es moralmente responsable de
sus acciones y tendrá que rendir cuenta de ellas a su Dios. El libro de Génesis nos
enseña que el matrimonio fue parte del plan del Creador. El matrimonio no fue
un accidente. No fue idea del hombre juntarse con una mujer para vivir con ella.
Fue idea de Dios. Así que, el matrimonio, tal como lo describe la Biblia, es lo que
Dios quiere para la humanidad entera.


Segundo, es importante observar que Dios creó un hombre y una mujer. Dios
no creó un hombre y tres mujeres, dos hombres y dos mujeres o cualquier otra
combinación. Creó un hombre y una mujer y los unió en matrimonio.
Tercero, Dios se propuso crear al hombre y a la mujer como entidades
diferentes. A la luz de Génesis 1:27, podemos decir que si eres mujer es porque Dios
quiere que lo seas. Si eres hombre, es porque Dios así lo ha determinado. Vale la
pena recordar esto ya que hoy reina mucha confusión en lo que toca a diferencias
entre los sexos. La diferencia entre los sexos es parte necesaria del matrimonio
bíblico. Toda ideología que destruye la distinción de los sexos busca descomponer
el matrimonio bíblico.
La confusión y el resentimiento en lo que toca a la sexualidad propia no viene
de Dios. La enseñanza clara y consistente de la Biblia es que Dios creó la distinción
entre los sexos y que tanto los hombres como las mujeres son de igual estima y
valor. Sin embargo, Dios dispuso distintas funciones para hombres y mujeres en
el matrimonio y la vida familiar.
Génesis 1:28. En un mundo lleno de infelicidad y
tragedias maritales es bueno leer este versículo con frecuencia. Debemos recordar
que las primeras palabras de Dios al hombre y la mujer fueron para bendecirlos.
No hay indicio alguno en el resto de la Biblia que Dios haya cambiado su actitud
inicial. Dios quiere seguir bendiciendo el matrimonio de sus criaturas.
Sin embargo, esta bendición exige que cumplamos los propósitos de Dios y
acatemos su diseño. Dios es inmutable, sus actitudes no cambian. Él ha señalado
una senda en la cual derrama su bendición, pero podemos escoger caminar fuera de
ella y así perderla. Un propósito de este estudio es aumentar nuestra comprensión
del matrimonio e intensificar nuestro compromiso de acatar el diseño divino en
las relaciones con nuestra familia. Al hacer esto cosecharemos la bendición de DIOS

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