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domingo, 30 de mayo de 2010
Monseñor Scicluna advierte que a los curas pederastas les espera un infierno más terrible
La pederastia es un pecado gravísimo, más aún en el caso de religiosos y sacerdotes, quienes han hecho especial «profesión de santidad». Lo ha advertido Monseñor Charles Scicluna, quien, como promotor de Justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es el encargado de seguir los procesos canónicos contra sacerdotes pederastas. Y lo ha dicho durante la oración de reparación por el escándalo de pederastia que se celebró ayer sábado por la mañana en la Basílica de San Pedro en el Vaticano
(Agencias/InfoCatólica) El promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, monseñor Charles Scicluna, dirigió a los asistentes una meditación del Evangelio de Marcos, seguida de la bendición solemne con el Santísimo.
"El que escandalice a uno de estos pequeños, más le valdría que le pusieran al cuello una piedra de molino y fuera arrojado al mar", dijo monseñor Scicluna citando las palabras de Jesús en el pasaje de Marcos 9,42. Scicluna recordó también el comentario que hizo San Gregorio a estas palabras: "El que después de ser llevado a una profesión de santidad destruye a otros a través de la palabra, o con el ejemplo, sería mejor para él que sus malas acciones fuesen causa de muerte".
Según Scicluna, "la Iglesia ha tenido siempre cuidado de los niños y los débiles" y considera al niño "icono del discípulo que quiere ser grande: acogerlo en el Reino de Dios como un niño significa acogerlo con el corazón puro, con docilidad, abandono, confianza, entusiasmo, esperanza". Sin embargo reconoció, en los casos de abusos sexuales, "este icono tan santo es pisoteado, roto, enfangado, abusado, destruido".
Por ello, agregó, "sale del corazón de Jesús un grito de profundo eco: 'Dejad que los niños se acerquen a Mí. No lo impidáis, no dejéis que tropiecen en su camino hacia Mí, no obstaculicéis su progreso espiritual, no los dejéis seducir por el mal, no hagáis de los niños el objeto de vuestra impura codicia'".
Remedios radicales para gravísimos pecados
Monseñor Scicluna agregó que en los siguientes versículos de San Marcos, el mismo Jesús propone una "solución" radical: "Si tu mano derecha, tu ojo derecho, tu pie derecho te escandalizan, córtatelo; pues más te vale entrar en el Cielo manco, cojo, ciego, que ser arrojado al Infierno con las dos manos, pies, ojos" (Cf. Mc 9, 43-49). La mano, el ojo, el pie, significan para muchos Padres de la Iglesia las personas a las que nos unen vínculos de afecto y comunión, los amigos. Pero, añadió, "la amistad cristiana está sometida a la Ley de Dios", de modo que "si mi amigo, mi compañero, la persona querida es para mí ocasión de pecado, se convierte en un tropiezo en mi peregrinaje y no tengo otra elección que cortar esta unión", dijo.
Además, añadió, el Señor se refirió también a que cada uno será probado a fuego. Y vinculó el fuego a la Eucaristía, fuego de amor, así como al Espíritu Santo y a la Cruz, que purifican y santifican. Monseñor Scicluna citó las palabras de Benedicto XVI el día de Pentecostés: "No tengáis miedo. Debemos saber reconocer que perder algo, incluso a uno mismo por el verdadero Dios, el Dios del amor y de la vida, es en realidad ganar, reencontrarse más plenamente. (...) ¡Vale por tanto la pena dejarse tocar por el fuego del Espíritu Santo! El dolor que nos causa es necesario para nuestra transformación. Es la realidad de la cruz: por eso en el lenguaje de Jesús el “fuego” es sobre todo una representación del misterio de la cruz, sin el cual no existe el cristianismo. (...) ¡Ven, Espíritu Santo! ¡Enciende en nosotros el fuego de tu amor! Sabemos que ésta es una oración audaz, con la que pedimos ser tocados por la llama de Dios; pero sabemos sobre todo que esta llama, y sólo ésa tiene el poder de salvarnos. No queramos, por defender nuestra vida, perder la eterna que Dios nos quiere dar".
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