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sábado, 21 de agosto de 2010

¿Defender el “Estado laico”?

Las acusaciones del Cardenal Sandoval al Jefe de Gobierno del Distrito Federal y a los Ministros de la Suprema Corte de Justicia mexicana, utilizando una expresión coloquial también muy mexicana, de que el primero había “maiceado” a los segundos para que aprobaran la adopción de niños por parejas homosexuales, casadas conforme al deformado Código Civil para el Distrito Federal, generó un gran rasgadero de vestiduras, comenzado por Marcelo Ebrard.
Lo que alegan los “ofendidos”, directos o indirectos, del gobierno de la ciudad capital, personeros de su partido y simpatizantes de una vida social torcida, es que amén de defenderse de las para ellos “calumnias” cardenalicias, defienden, dicen, al Estado laico ante los “ataques” de la Iglesia, pero ¿quién ataca al Estado laico?
Muy mal podríamos decir que andan, si no fuera porque muchos saben que tuercen la verdad, creando una oportunidad de atacar a la jerarquía católica en general y publicitarse políticamente. Los que no saben lo que dicen, lo hacen por ignorancia inaceptable, ya que la información científica está disponible sobre los perjuicios que causa a los niños vivir con parejas adultas homosexuales.
Bien y repetidamente voceros católicos, de la jerarquía o seglares, y miembros de otras religiones cristianas y no-cristianas, han aclarado la razón de fondo para oponerse a las medidas legales que el perredismo encabezado por Marcelo han puesto a su antojo en el Código Civil de la Ciudad de México. La defensa de la familia y el matrimonio verdaderos, y de una sana sexualidad, es asunto de derechos y valores humanos fundamentales, lo de la religión es concomitante.
Estas personas que quieren cambiar el concepto multi-milenario de familia y matrimonio, y de una sana sexualidad entre las personas humanas, lo que quieren hacer creer a la ciudadanía es que están haciendo “progreso”, que son “progresistas” según ellos, pero la realidad es que son perfectos retrógrados, quieren retroceder a la sociedad a la época de las cavernas.
Un matrimonio, de acuerdo a las ciencias sociales, es la unión de un hombre y una mujer para determinados fines, resumidos en “formar una familia”. Y una familia es un grupo humano considerado la célula de la sociedad, de cualquier sociedad humana, compuesta esencialmente por un varón, una mujer y sus hijos. En sentido extendido, amplio, la familia incluye a parientes en línea recta ascendente y descendente es decir abuelos y nietos, y los colaterales: tíos, primos y sobrinos.
Cambiar estos conceptos simplemente porque les da la gana, para torcer su significado incluyendo seres humanos que tienen relaciones sexuales contra-natura, no cambia la verdad de las ciencias sociales. La unión entre sí de dos varones o dos mujeres ambos homosexuales, no es ni matrimonio ni familia.
Conforme a estos conceptos, lo que defienden las personas de recta formación social (y también religiosa, en su caso) es el conservar en todo su valor estas tradiciones que la humanidad descubrió desde muchos siglos atrás. Intentar cambiarlos a capricho, para dar a los homosexuales una supuesta igualdad de derechos no es progreso, es RETROCESO.
De las mismas rectas concepciones de matrimonio y familia, en la práctica milenaria se ha observado que ambos progenitores, padre y madre, tienen roles que desempeñar en la atención y educación de la prole, sean niños o niñas, con necesidades comunes y también diferentes según su sexo. Hay de sobra estudios conductuales, contemporáneos, que demuestran que ese diverso rol no es sustituible por una pareja homosexual que quiere hacerle de padre y madre.
Sabemos que en muchos casos llega a haber ausencia de uno de los dos, mayormente del padre, pero sin embargo la familia permite que el rol de figura masculina (o femenina si es el caso) sea cubierto por un(a) familiar. Pero esta ausencia no es la regla, sino la excepción. La familia como se conoce en ciencias sociales no es sustituible, sanamente y en beneficio primordial de los niños, por dos personas con vida homosexual.
Los defensores de la homosexualidad, y de supuestas “nuevas” formas de familia y matrimonio quieren ser conceptuados o etiquetados como “progres”; pero en realidad son “retros”, van en sentido involutivo social, no evolutivo. La degradación social queriendo hacer aparecer lo anormal como normal y modificar conceptos al gusto, como matrimonio y familia NO es progreso, es lo contrario.
¿Y el Estado laico? podemos afirmar sin ninguna doble intención, que las personas religiosamente responsables y otras de buena voluntad y sana conciencia, al defender al matrimonio, la familia y los derechos de los niños a una vida familiar y social recta, hacen una defensa de derechos humanos fundamentales y de valores sempiternos, todo ello completamente laico. Igual lo es defender una sana vida sexual: anatómica, fisiológica, psicológica, social y deontológicamente considerada.
Los conceptos de matrimonio, familia y sexualidad son tan laicos como puedan ser otros conceptos sociales. Nada pues contra el Estado laico, es al contrario, es a su favor. Por eso los creyentes lo apoyan, porque van en pro de una sana vida individual y social. La religión defiende todo lo que de valor humano tienen la sociedad y el Estado, (incluyendo la ciencia, el arte y la tecnología, por cierto).
En esta forma, los líderes de opinión que abogan por el matrimonio, la familia, la sexualidad y el cuidado y educación de los niños, lo que defienden frente a las torceduras de esos “retros” no es violación alguna del carácter laico del Estado.
Apoyan una visión del mundo familiar en total concordancia con lo que la humanidad ha aprendido a través de los siglos. La defensa es laica. En cambio, la deformación humana promovida por los “retros” pro-homosexualidad, es un franco intento de retroceso social, y esto no es en defensa del Estado laico, para nada.
Autor: 
Salvador Ignacio Reding Vidañ

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