La estrategia es “de manual”. Si no tienes argumentos, ve contra la persona. Y si eres un homosexual militante, di que tu enemigo también es homosexual, pero que está reprimido y por eso desata su represión contra sus compañeros homosexuales… Cierto, es una técnica que se parece a un pataleo infantil, pero hay que reconocer que tiene su eficacia: siembra la duda entre los ingenuos o los poco informados. Ya hemos visto cómo la militancia homosexual está procurando la paranoica operación de incluir entre sus filas al cardenal Newman, que será beatificado por Benedicto XVI el próximo 19 de septiembre. Ahora el blanco es el mismo Papa.No valdría la pena referirse a ello sino fuera por una extensa recensión publicada por una revista de crítica literaria inglesa, que veo a través del blog de Sandro Magister. Se trata de un comentario a un panfletito marginal publicado en Italia hace tres años (del que personalmente ni había oído hablar). Ahora lo han sacado en inglés y algunos se están moviendo parar darle toda la publicidad posible antes del viaje del Papa. No sorprende que hagan eso activistas homosexuales, pero que la London Review of Books dedique casi ocho mil palabras a semejante bodrio me parece ligeramente desproporcionado.
Poca artillería les queda si tienen que recurrir a semejantes operaciones (panfletos contra el Papa escritos por homosexuales militantes, alabados por homosexuales militantes). Comprendo ahora un poco mejor el artículo publicado la semana pasado en The Guardian por un “ateo profesional” (“una de las pocas personas en el mundo que puede poner en verdad en su curriculum vitae ‘ateo profesional’”), desesperado por ese anticatolicismo barato.
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