Pages

domingo, 8 de agosto de 2010

ROMANCE DE LA POBRE PATRIA

Poesía que promete


        
La Argentina tiene más maestros que soldados;
eso sí, casi todos están desocupados.

Y de los ocupados, la mitad son judíos,
perfectamente empeñados en educar nuestros críos.

En la escuela normal les enseñan esto:
primero pedagogía y después encontrar puesto.

Y luego su oficio es en-señar a leer bien o mal
por medio de la escuela activa y de enseñanza sexual.

Con más otras diez materias precisas y necesarias
pero jamás supieron ni San Martín ni Hernandarias.

Después al pobre muchacho le dicen que es ciudadano,
que es un gran hombre y es el pueblo soberano.

Y que vaya a buscarse la vida de cabeza
en un empleo del Gobierno o en una compañía inglesa.

Porque la democracia le da el derecho de votar,
de opinar, de discutir, y dejarse explotar.

Pues vivimos en ciudad que no es ni Pekín ni Tiflis
aquí que en diez años solos eliminarán la “síflis”.

Un país libre, un país donde viene cada peje…
pero ni para un remedio se encuentra un solo hombre Jefe.

Aunque se encuentra un millón de jefitos de loquero
que ejercen la profesión que llaman politiquero.

Un país sin jefe, un país sin poeta,
un país que se divierte, un país que no se respeta,
un país corajudo y bravo para jugar a la ruleta.

“¡Qué Argentina al Sur, ni Argentina al Norte,
a mí lo que me agrada es bailar con corte!”.

Un país que no sabe bien adonde tira,
un país que mira bizco cuando mira,
un país que ha consentido que lo nutran de mentira.

Un país de plata, su nombre significa “La Plata”
y la plata va siendo lo único que se acata.

Pobre patria en manos de hombres tenderos o charlatanes,
¡será posible hayan muerto ya todos tus capitanes!

Pobre patria en este ambiente de necios y de pelaires;
¡Que Dios te mande tormenta y buenos aires!

Mas si yo tuviese un hijo le daría un buen caballo…
para huir de las escuelas, los pedantes, los diarios.

No le enseñaría a leer, mucho menos a escribir,
lo enviaría a las estancias a soñar el porvenir
y a aprender la única forma digna nuestra de morir.

                        
R. P. Leonardo Castellani, S.J.
(Tomado de su libro “Martita Ofelia y otros cuentos de fantasmas”)

No hay comentarios:

Publicar un comentario