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miércoles, 22 de septiembre de 2010

LA FOTO QUE EMBRIAGA

¡ SALUD!  SE HAN TOMADO TODO EL VINO.........




ESTAS SON LAS CULPABLES........
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Felipe de J. Monroy González / SIAME. 22 de septiembre.- Luego que en julio pasado, la compañía Casa Pedro Domecq suspendiera la producción de sus vinos para consagrar, las bodegas mexicanas han sido simplemente testigos de cómo las reservas del vino propio de Misa se agota en las bodegas y los anaqueles.
El auge de producción, comercialización y distribución de vinos de consagrar que en otras épocas enorgullecía a las casas vinícolas mexicanas parece pasar por un difícil momento. Además de Pedro Domecq, las grandes y tradicionales casas productoras El Vergel y Casa Madero también han suspendido la producción de vino especial para la misa.
Otras crisis
A lo largo de la historia en México, los tradicionales centros de fermentación y elaboración de mostos de uva enfrentaron crisis derivadas de movimientos sociales y económicos.
Durante las primeras décadas del siglo XX, la competencia en la producción y venta de vino de consagrar a las diócesis de la República pasaba por un momento saludable. Surgieron pequeñas empresas familiares que competían por llegar a las parroquias de México, un mercado en potencial crecimiento derivado tanto por el crecimiento demográfico como por la constante creación de diócesis nuevas para atender a nuevas comunidades cristianas en el país.
Sin embargo, tanto por los efectos de la persecución religiosa en el país como por la crisis de los años treinta en Estados Unidos, el mercado de vinos de consagrar se vino abajo y las compañías productoras dieron más importancia a otros productos fermentados y destilados de uva como vino de mesa, licor, brandy, coñac y jerez.
Posteriormente, en medio de la II Guerra Mundial, comercializadores de vinos de consagrar como la Catholic Supply Company advierten a los obispos sobre la dificultad de contar con vinos mientras duren las hostilidades en el Atlántico. La difícil transportación de artículos no bélicos en las flotas de países neutrales llevó a países caribeños como Haití a sufrir carencias en su abasto de vino de consagrar al punto, en que el Nuncio Apostólico en la isla escribió a México, preocupado por una sutil costumbre que comenzaba a acendrarse entre los sacerdotes lugareños a consagrar con vinos fermentados de frutas tropicales como piña y otras.
¿Qué vino es bueno?
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el vino para la Consagración “debe ser natural y puro, no contaminado con sustancias extrañas conforme a la antigua tradición de la Iglesia”; además los concilios Florentino y Tridentino especifican que deben ser utilizadas uvas maduras para su producción.
Desde los años ochenta, la Conferencia del Episcopado Mexicano ha dedicado sus efuerzos para trabajar conjuntamente entre las diócesis para la validación y autorización que los obispos deben dar a los vinos de consagrar.
Cabe mencionar que cada obispo puede autorizar el vino para misa que se produzca en su propio territorio diocesano pero el vino puede ser distribuido y comercializado en cualquier rincón del mundo, si no hubiera alguna contraindicación particular de otro obispo diocesano.
El riesgo: la importación
Actualmente, hay una veintena de casas vinícolas productoras de renombre en México pero sólo algunos vinos como Eminencia, Excelencia, Vino Generoso para Consagrar en sus variedades dulce y seco, o Tres Reyes son conocidos por los sacerdotes como válidos y lícitos para el Santo Sacrificio de la Misa.
Liturgos como el P. Ricardo Valenzuela, ceremoniero de la Catedral de México, y el P. Jesús María Sánchez Montejano, advierten que sin una reactivación de la producción de vino de consagrar mexicano, diócesis enteras deberán recurrir a la importación de barricas y botellas de vinos extranjeros provenientes de Estados Unidos, Chile, España, Italia y Francia principalmente.
La importación del vino de consagrar tiene más complejidades que las meramente económicas: la adquisición de barricas de vino debe contar sin excusa con el sello episcopal de aprobación, el cual debe estar respaldado en análisis encomendados por los obispos para certificar la pureza del vino. Si de estas barricas, una compañía distribuidora quisiera embotellar también requeriría la validación del obispo de la diócesis productora y del obispo de la diócesis destinataria.
Esto, por supuesto, sin contar en la elevación del precio del vino para consagrar que llegue al párroco como consumidor final, por los trámites aduanales de derechos arancelarios y el aviso sanitario por importación de bebidas alcohólicas en nuestro país, pagos que tendrían que cubrir las casas importadoras

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