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martes, 14 de septiembre de 2010

Varios expertos piden anestesiar a los fetos para que no sufran durante el aborto

El lastre

El calor de la tarde caía a plomo sobre él, caminaba despacio, tranquilo y algo desconcertado: aún no encontraba sentido a la repentina llamada del médico, él estaba sano, ni una enfermedad en meses, nada importante.
Por fin llegó a la consulta y su garganta sufrió con el aire acondicionado. Pasó directamente y se encontró con el médico, doctor Nosécuánto.
-Señor Noséquién -susurró el médico sin levantar la vista del papel-, siéntese.
-Dígame, doctor, qué ocurre, no entiendo su llamada y la urgencia de la visita: yo estoy sano.
El médico siguió mirando el papel que tenía entre sus manos.
-Así que usted está sano -murmuró-. ¿Y qué me dice de este informe? ¿Acaso es de los que cree que los médicos no sabemos de todo?
Noséquién guardó silencio. Si antes le desconcertaba la premura de la cita, ahora se sentía acongojado por la hostilidad del doctor Nosécuánto.
-Mire -prosiguió el médico sin cambiar ni el tono ni la postura-, según expertos en estos temas, que saben más que usted, no le quepa duda, usted tiene riesgo de padecer síndrome de Down. ¿Entiende? Puede que usted, en el futuro, sea mongólico.
Estupefacto, Noséquién tartamudeó- Pe, pe, pero eso ¿co, co, cómo es posible? Nunca he tenido ningún problema al respecto. ¿Seguro que ese estudio es fiable?
-¿Ve? -el médico levantó la voz-, usted se cree que sabe más que la ciencia. Mire, este estudio tiene un acierto del 60%, algo realmente portentoso tratándose de genética. Así que no me venga con milongas. Además su madre lo está pasando muy mal con su actitud y apenas tiene dinero para irse de vacaciones a Cancún. Y si eso fuese poco, es posible que usted sea fruto de una violación que sufrió su madre a manos de su padre antes de casarse. ¿No le parecen suficientes razones? ¿Hablamos del tratamiento o seguimos mareando la perdiz?
-Perdone, señor doctor, no quería ofenderle -Noséquién bajó la cabeza-. Dígame, ¿cómo podemos solucionarlo?
-Fácil: tratamiento de choque para evitar males mayores -el médico paseó la vista por la habitación sin fijarla en ningún momento en Noséquién-. Hay varias opciones y seré yo quien decida cuál es la más adecuada: por un lado, arrancarle los brazos, las piernas y el tronco y después aplastarle la cabeza.
Noséquién, estupefacto, miraba fijamente al médico. Éste continuó hablando.
-La segunda opción es abrasarle hasta que muera. Ésta, personalmente, no me gusta nada: es la más barata, pero luego huele que apesta. Y como tercera alternativa, le clavaremos un cuchillo en la base del cráneo, como apuntillan los alguaciles a los toros bravos. He de decirle que tampoco me gusta demasiado: se pone todo perdido. 
Noséquién, temblando, consiguió farfullar:
-Pero, señor doctor, ¿por qué no me cuidan? ¿Por qué no me curan? ¿Por qué me matan?
El médico se levantó y a grandes pasos se acercó a la ventana.
-Se lo diré claro: usted es una carga para la sociedad, un lastre para su madre y un dolor de cabeza para mí. Cuidarle costaría más dinero y más esfuerzo del que un subnormal, como usted, merece.
Las lágrimas no conseguían brotar de los ojos de Noséquién y le faltaba la respiración. El doctor Nosécuánto siguió hablando mientras miraba al infinito:
-Pero no crea usted que somos inhumanos: antes de esa, quizás, dolorosa intervención le sedaremos.
-¿Cómo dice? -susurró Noséquién sin aliento.
-Le anestesiaremos para que no sufra. Usted es un desecho pero si sufre durante la interrupción obligatoria de su vida mi conciencia no me dejará en paz, y eso sí que es intolerable.
El silencio en la consulta pesaba más que el calor en la calle. El médico dio media vuelta y comenzó a pasear dentro de la habitación con la vista fija en sus propios pies.
-Por otro lado, no es necesario que pida cita para la intervención: su madre ya se ha hecho cargo. He de decirle que, a pesar de mi extraordinario criterio en contra, antes de la IOV enseñaremos a su madre fotos de usted. También le informó de que hay asociaciones que promovieron la sedación para terminar con la IOV -el médico bajó el tono de voz-, ilusos.
-Entonces -una mínima esperanza devolvió el habla a Noséquién- ¿todavía puedo salvarme? ¿Esas asociaciones van a ayudarme?
El médico paró en seco y se quedó de cara a la pared.
-De ninguna manera: éstos terminaran con el IOV dentro de veinticinco años -calló durante un momento-. Usted morirá. Y salga ya de mi consulta que le he dedicado más tiempo del necesario. Adiós, buenos días, y que sea usted feliz.
PS: Todo esto viene a cuento del enésimo buenismo asesino de la DDTLV. Y nada menos que de la Universidad de Navarra, que presumíamos seria y católica. Estamos bien jodidos, y los niños más.









Según un informe de la International Planned Parenthood Federation (IPPF), fechado
el año pasado, en España la libertad de abortar es total. Es sabido que, legalmente, sólo
se puede abortar en caso de grave peligro para la vida o para la salud física o psíquica de
la madre, en caso de grave malformación del feto, o en caso de embarazo consecutivo a
una violación. En la práctica, la casi totalidad de los abortos que se realizan en España,
se llevan a cabo porque trastornan la salud psíquica de la madre. Cualquier médico con
conocimientos rudimentarios de psiquiatría comprenderá que la salud psíquica de la
madre es una excusa para la práctica del aborto, que se realiza, prácticamente, a petición
de la madre. La IPPF tiene toda la razón al afirmar en su informe que, actualmente, y a
pesar de las restricciones legales, en España el aborto es libre: el único requisito exigido
es, dicho crudamente, el dinero para pagarlo.
Pero, si el “peligro para la salud psíquica de la madre” es una ficción, casi todos los
abortos practicados en España son libres e ilegales; no obstante, el gobierno no sólo no
pretende hacer que se cumpla la ley vigente, sino que ha declarado que indultará a todo
médico que sea condenado por practicar abortos; ante semejante tesitura, perseguir en
los tribunales a las pequeñas clínicas privadas que hacen más del 98% de los abortos en
España con pingües beneficios, son ganas de desperdiciar esfuerzo. Y el aborto se sigue
practicando sin freno.
Cabe preguntarse entonces: ¿por qué existe interés del gobierno en ampliar los supuestos
legales? Con la legislación actual, sumada a la sociología provocada con las
medidas gubernamentales, la disponibilidad del aborto es total. ¿Qué gana el gobierno
con el nuevo proyecto de ley? Indudablemente, votos. No es casualidad que el proyecto
se ponga en marcha tras una encuesta que muestra un cambio de opinión a favor de una
mayor liberalización. Pero también consigue una apariencia de dignidad para la operación
de aborto. La nueva ley es una técnica para conseguir una “respetabilidad legislativa”
con la que el gobierno quiere tapar su descarada actitud permisiva, tolerante de la
infracción sistemática de la ley vigente. Otros datos que se observan en el proyecto
(cambio de nombre de “aborto” a IVG, etc.), apuntan en esta misma dirección.
Curiosamente, con esta mayor liberalización, además de votos y una apariencia de
dignidad, el gobierno conseguirá una mayor opresión de la mujer: las únicas razones que
pueden mover a la mujer a abortar, aparte de las ya contempladas en la legislación, son
las económicas y sociales. Por tanto, el gobierno desea dar libertad para que personas
con dificultades económicas o sociales aborten, pues se niega, en esta época de crisis, a
pagar con fondos públicos el aborto de quien realmente lo necesite. Así, lo único que
consigue realmente, no es ayudar a las mujeres con problemas, sino perpetuar el negocio
indigno de los centros privados donde se practica del aborto.
Ataque a los médicos
Esta nueva legislación afecta a los médicos, y muy directamente. Nuestros colegas
huyen de la práctica del aborto como de la peste; según el Ministerio de Sanidad, la mayor
parte de los médicos se niegan a practicarlos por razones de ciencia y de conciencia,
lo cual resulta halagüeño para nuestra profesión en estos tiempos de crisis de valores. La
casi totalidad de los abortos que se practican en España están realizados por poco más
de un centenar de desaprensivos que venden su vocación médica por dinero fácil, mucho
dinero fácil.

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