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sábado, 30 de octubre de 2010

LLUEVE EN MI CIUDAD

Hoy llueve en mi ciudad
y también…,
dentro de mi.
...
Lluvia fina, imperceptible…,
agua limpia, cristalina, que lava…,
que viene del cielo…,
.
¡Como no gritar ante lo que nos rodea!
La rebeldía brota en ansias de libertad,
de VIDAAAA….
Los colores se confunden, las angustias se diluyen….
Y este barro vivo, no quiere volver a la tierra
postrado, maltrecho, dolorido, perdido….
...
Dame solo una gota de tu bendito Cáliz,
de tu AGUA salvadora
y esa lluvia sanadora,
colmará mi alma
y… volaré de alegría
y mi consuelo entonces,
será infinito…
...
Señor…. ¡llueve!,
Te necesito.

la hoja del arce




LLUVIA

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!

¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un luc
y el corazón me impide que corra a contemplarte.
ero encendido
¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!

 poesía Federico García Lorca

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