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lunes, 6 de diciembre de 2010

Niños cuyo nacimiento molesta


En Bélgica, cuya ley del aborto -como todas las que se precien en nuestras sociedades que se las dan de avanzadas- prevé la interrupción del embarazo (con el consecuente asesinato del niño) en caso de previsibles malformaciones del niño, parece que dicha posibilidad se les ha quedado corta y necesitan algo más. Recientemente, ante la denuncia de una familia cuya criatura había nacido con síndrome de Down, la corte de apelaciones de Bruselas le ha echado la culpa de dicha situación al médico que hizo el diagnóstico prenatal, confirmando así una sentencia de primera instancia de un juzgado de la misma ciudad, del 2004.
Se podría considerar casi hasta comprensible el disgusto de la familia que, en una sociedad de gente “perfecta” -porque los imperfectos vienen eliminados antes de que nazcan- han visto nacer en su seno un niño con síndrome de Down. Y muy típico también de nuestra sociedad que alguien tenga que pagar por dicho disgusto. Si les hubiesen avisado antes era fácil, pagaba el niño y se ahorraban el sofocón. Pero el despiste de un médico ha hecho que pasen por este trance y ¿Quién mejor que el médico para pagar? Lo del perdón y la misericordia ni se plantes, pues si no la iban a tener con un niño indefenso e inocente, ¿Cómo la van a tener con un médico hecho y derecho?
Pero quizás lo que más llame la atención es el razonamiento de la corte de apelaciones de Bruselas cuando afirma que “la ofensa que ha de ser compensada no es la minusvalía en sí misma, sino el hecho de haber nacido con ella” y lo de compensar la ofensa lo refiere al mismo niño que ha nacido. Esto es, al permitirle nacer con síndrome de Down, se la ha hecho un agravio a la criatura, ultraje que no se le habría hecho si directamente se le hubiese matado en el seno de la madre. Y el que tiene que pagar es el médico, por no haber aconsejado que se acabase con el “problema” a tiempo.
Es lo que ya se llama el delito de “wrongful life”, permitir que nazca quien no tiene que nacer, algo que se ve atenta contra el que se le deja nacer, contra su familia, contra los que tienen que convivir con él en el futuro y, si te descuidas, acabarán diciendo que ataca contra la economía sostenible. En un principio parece que la cosa es aplicable a pocos casos, minusvalías muy pronunciadas, pero con el tiempo sin duda se irá ampliando el espectro. Pues si es el ser humano el que decide quien sobra y quien no, la llevamos clara.
Tengo por el contrario en mi barrio una familia que a mí me parece extraordinaria, aunque a algunos les pueda parecer poco avanzada, incluso carca. Después de tener seis hijos propios, como el dinero se lo permitía (si bien con no poco sacrificio, concepto éste que tampoco está muy de moda) han adoptado dos niños, y los han escogido precisamente con síndrome de Down. Podían haberlos escogido sanos, pero los han querido así, lo han hecho aposta y lo llevan con una alegría inmensa y por eso digo que me parecen extraordinarios. Están convencidos que cada vida humana es un don de Dios y lo reflejan en su familia… y son felices, llamativamente felices.
Esta felicidad probablemente aquellos padres de Bélgica que han ganado la batalla en la corte de apelación no la experimentarán nunca, aunque hayan sacado un buen pico como compensación. No les hecho la culpa, la sociedad les ha hecho creer que son unos desgraciados por tener un niño como el que han tenido. Quizás con otras ayudas, en otras circunstancias hubiesen llegado a ver en la criatura un don precioso de Dios.
Solo me queda desear es que este tipo de sociedad “perfecta” del progreso, en la que muchos -incluyendo nuestros gobernantes- se miran como en el espejo de lo que quieren llegar a ser, quede por mucho tiempo más lejos de nuestros parámetros mentales de lo que estos muchos querrían, y si es posible para siempre.

Alberto Royo Mejía » 

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