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domingo, 23 de enero de 2011

LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO HABLA SOBRE FUERA DE LA IGLESIA CATÓLICA NO HAY NINGUNA SALVACIÓN





1. La Cátedra de San Pedro habla sobre Fuera de la Iglesia Católica No Hay Ninguna Salvación

Las siguientes declaraciones sobre el dogma Fuera de la Iglesia Católica No Hay Ninguna Salvación son enseñanzas de la más alta autoridad de la Iglesia Católica. Son decretos papales en ex cathedra (decretos de la Cátedra de San Pedro). Por lo tanto, constituyen la enseñanza dada a la Iglesia Católica por Jesucristo y los apóstoles. Tales enseñanzas son inalterables y son clasificadas como parte del magisterio solemne (la extraordinaria autoridad docente de la Iglesia Católica).

El Papa Inocencio III, Cuarto Concilio de Letrán, constitución 1, 1215, ex cathedra: “Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie absolutamente se salva, y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo.”[1]

El Papa Bonifacio VIII, Unam sanctam, 18 de nov. de 1302, ex cathedra: “Por imperativo de la fe estamos obligados a creer y sostener que hay una santa Iglesia católica y apostólica. Nosotros la creemos firmemente y abiertamente la confesamos. Fuera de ella no hay salvación ni remisión de los pecados… Ahora bien, declaramos, decimos, definimos y pronunciamos que someterse al Romano Pontífice es de toda necesidad para la salvación de toda humana criatura.”[2]

El Papa Clemente V, Concilio de Vienne, Decreto # 30, 1311-1312, ex cathedra:
“Sin embargo, desde que hay una Iglesia universal, fuera de cual no hay ninguna salvación para ambos regulares y seglares, para superiores y súbditos, para exentos y no exento , en quien todos hay un Señor, una fe, y un bautismo...”[3]

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, sesión 8, 22 de nov. de 1439, ex cathedra:
“Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe católica; y el que no la guardare íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre.”[4]

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, «Cantate Domino», 1441, ex cathedra: “La Santa Iglesia Romana cree firmemente, profesa y enseña que aquéllos que no están en el seno de la Iglesia Católica, no solamente los paganos, sino también los judíos o herejes y cismáticos, jamás compartirán la vida eterna, e irán irremediablemente al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles, a no ser que se hayan unido a la Iglesia antes de morir; también que la unidad del cuerpo Eclesiástico es tal que los Sacramentos de la Iglesia solo pueden beneficiar a aquellos que permanecen en Ella, y que los ayunos, actos de caridad, y otras obras de piedad realizados por los fieles serán premiados eternamente; además, todo aquel, no importando lo grande que hayan sido sus limosnas y obras de caridad, y no importando de que llegase a derramar su sangre por causa de Cristo, no puede salvarse si no se hallare en el seno y unidad de la Iglesia Católica.”[5]

El Papa León X, El Quinto Concilio de Letrán, sesión 11, 19 de dec. de 1516, ex cathedra:
“Así que los regulares y seglares, prelados y subordinados, exentos y no exentos, pertenecen a la una Iglesia universal, fuera de cual absolutamente nadie se salva, y todos ellos tienen un Señor y una fe.”[6]

El Papa Pío IV, Concilio de Trento, Iniunctum nobis, 13 de nov. de 1565, ex cathedra:
“Esta verdadera fe Católica, fuera de la cual nadie puede salvarse... espontáneamente profeso y verazmente mantengo...”[7]

El Papa Benedicto XIV, Nuper ad nos, 16 de marzo de 1743, La Profesión de Fe:
“Esta fe de la Iglesia Católica, fuera de la cual nadie puede salvarse…, espontáneamente profeso y verazmente mantengo...”[8]

El Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, sesión 2, La Profesión de Fe, 1870, ex cathedra:
“Esta verdadera fe Católica, fuera de la cual nadie puede salvar, que ahora voluntariamente profeso y verdaderamente mantengo...”[9]

2. Las Llaves de San Pedro y su Fe Indefectible

Es un hecho de la historia, de la Escritura, y de la tradición que Nuestro Señor Jesucristo fundo su Iglesia universal (la Iglesia Católica) sobre San Pedro.

Mateo 16:18-19-“Y yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra, será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos.”

Nuestro Señor hizo a San Pedro el primer Papa, que le confió su rebaño entero, y le dio suprema autoridad en la Iglesia universal de Cristo.

Juan 21,15-17 “Dice Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más que éstos? Dícele: Si Señor, tú sabes que te amo. Dícele: Apacienta mis corderos. Segunda vez le dice: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Respóndele: Si Señor, tú sabes que te amo. Dícele: Apacienta mis corderos. Dícele tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se contristó de que por tercera vez le preguntase si le amaba; y así respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú conoces que yo te amo. Dícele: Apacienta mis ovejas.”

Y con esta suprema autoridad que Nuestro Señor Jesucristo encomendó sobre San Pedro (y sus sucesores, los papas) viene lo que se llama la infalibilidad papal. La infalibilidad papal es inseparable de la supremacía papal – si San Pedro o sus sucesores, los papas, pudieran errar cuando ejercitando esa suma autoridad para enseñar sobre un punto de la fe, entonces no tiene punto que Cristo hiciera a San Pedro la cabeza de su Iglesia, pero es claro que Cristo sí lo hizo. La suprema autoridad debe ser infalible en doctrinas sobre fe y costumbres porque si no entonces ninguna autoridad verdadera viene de Cristo.

La infalibilidad papal no significa que el Papa no pueda equivocarse en absoluto ni tampoco significa que el Papa no pueda perder su alma y ser condenado al infierno por un pecado mortal. Lo que significa es que los sucesores de San Pedro (los papas de la Iglesia Católica) no podrán errar cuando están enseñando autoritativamente sobre puntos de fe o costumbres que debe ser sostenida por toda la Iglesia de Cristo. En Lucas 22, encontramos esta promesa sobre la fe infalible para San Pedro y sus sucesores referido por Cristo.

Lucas 22,31-32 “Dijo también el Señor: Simón, Simón, mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos, como el trigo: Mas yo he rogado por ti a fin de que tu fe no perezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos.”

Satanás va tras de todos los apóstoles para zarandearos (plural) como el trigo, pero Jesús rogo por Simón Pedro (singular) a fin de que su fe no perezca. Jesús está diciendo que San Pedro y sus sucesores (los papas de la Iglesia Católica) tienen una fe que no perece o una fe infalible, cuando están enseñando autoritativamente un punto sobre fe o costumbres que debe ser sostenida por toda la Iglesia de Cristo.

El Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, 1870, ex cathedra:
“Así, pues, este carisma de la verdad y de la fe nunca deficiente, fué divinamente conferido a Pedro y a sus sucesores en esta cátedra…”[10]

El Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, 1870, ex cathedra:
“… esta Sede de San Pedro permanece siempre intacta de todo error, según la promesa de nuestro divino Salvador hecha al príncipe de sus discípulos: «Yo he rogado por ti [Pedro], a fin de que no desfallezca tu fe…»[11]

Y esta verdad ha sido sostenida desde los primeros tiempos de la Iglesia Católica.

El Papa San Gelasio I, Carta 42, o Decretal de recipiendis et non recipiendis libris, 495:
“Consiguientemente, la primera es la Sede del Apóstol Pedro, la de la Iglesia Romana, que no tiene mancha ni arruga ni cosa semejante (Ef. 5, 27).”[12]

La palabra «infalible» en verdad significa «no puede fallar» o «indefectible». Por lo tanto, el termino infalibilidad papal viene directamente de la promesa de Cristo a San Pedro (y a sus sucesores) en Lucas 22, donde dice que Pedro tiene una fe que no perece o falla. Aunque esta verdad se creyó desde el principio de la Iglesia, fue definido específicamente como un dogma por el Primer Concilio Vaticano en 1870.

El Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, 1870, sesión 4, cap. 4:
“…el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra [de la Cátedra de Pedro] - esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por la Iglesia universal… goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas no por el consentimiento de la Iglesia.”[13]

Pero, ¿cómo puede uno saber cuándo un papa está obrando su fe infalible para enseñar infaliblemente desde la Cátedra de San Pedro? La respuesta es que uno puede saber del lenguaje que es usado por los Papas o por la manera en que lo enseñan los papas. El Vaticano I definió dos requisitos que deben ser cumplidos: 1) cuando el Papa se hace cargo de pastor y doctor de todos los cristianos por su suprema autoridad apostólica; 2) cuando define una doctrina sobre la fe y costumbres que debe ser sostenida por toda la Iglesia de Cristo. Un Papa puede cumplir estos dos requisitos en una sola línea, al anatematizando una falsa opinión (como lo hicieron muchos concilios dogmáticos) o al decir «Por nuestra autoridad apostólica Nos declaramos…» o por decir «Nos creemos, profesamos, y enseñamos» o por usar palabras de igual importancia o significado, que indican que el Papa está enseñando a toda la Iglesia sobre la fe en un modo definitivo y obligatorio.

Entonces cuando un Papa enseña desde la Cátedra de Pedro en la forma estipulada arriba no podrá equivocarse. Si estuviera equivocado entonces la Iglesia de Cristo no puede ser llevada oficialmente al error, y la promesa de Cristo a San Pedro y su Iglesia perecerán (que sería algo imposible). Lo que es enseñado desde la Cátedra de Pedro por los Papas de la Iglesia Católica es la enseñanza de Jesucristo mismo. El rechazar lo que es enseñado por los Papas desde la Cátedra de Pedro es simplemente una desprecia a Jesucristo mismo.

Lucas 10:16- “El que os escucha a vosotros, me escucha a mí; y el que os desprecia a vosotros, a mí me desprecia…”

Mateo 18:17 –“Y si no los escuchare, díselo a la Iglesia; pero si ni a la Iglesia oyere, tenlo como por gentil y publicano.”

El Papa León XIII, Satis Cognitum, 1896:
“…Jesucristo instituyó en la Iglesia un magisterio vivo, auténtico y además perpetuo… pues si en cierto modo pudiera ser falso, se seguiría de ello, lo cual es evidentemente absurdo, que Dios mismo sería el autor del error de los hombres.”[14]

LA CÁTEDRA DE PEDRO HABLA LA VERDAD QUE CRISTO ENTREGO EL MISMO

Las verdades de la fe que han sido proclamadas por los papas hablando infaliblemente desde la Cátedra de Pedro se les llaman dogmas. Los dogmas forman lo que se llama el depósito de la fe. Y el depósito de la fe termino con la muerte del último apóstol.

El Papa San Pío X, Lamentabile, Los Errores del Modernismo #21: “La revelación, que constituye el objeto de la fe católica, no quedó cerrada con los Apóstoles.”[15] – Condenado

Esto significa que cuando un Papa define un dogma desde la Cátedra de Pedro no hace verdadero el dogma, sino más bien proclama que siempre ha sido verdadero lo que ya ha sido revelado por Cristo y entregado a los apóstoles. Por lo tanto, claro está que no son cambiables los dogmas. Uno de estos dogmas en el depósito de la fe es que Fuera de la Iglesia Católica No Hay Salvación. Ya que esta es la enseñanza de Jesucristo, uno no está permitido a cuestionar o protestar de este dogma; simplemente se debe aceptarlo. No importa si el dogma no le caí bien a uno, o que no entiende el dogma, o que no vea la justicia en el dogma. Si uno no lo acepta como verdad infalible, entonces uno simplemente no estará aceptando a Jesucristo porque el dogma viene de Jesucristo.

El Papa León XIII, Satis Cognitum (# 20), 29 de junio de 1896: “… ¿puede ser permitido a alguien rechazar alguna de esas verdades sin precipitarse abiertamente en la herejía, sin separarse de la Iglesia y sin repudiar en conjunto toda la doctrina cristiana? Pues tal es la naturaleza de la fe, que nada es más imposible que creer esto y dejar de creer aquello. La Iglesia profesa efectivamente que la fe es «una virtud sobrenatural por la que… creemos que lo que nos ha sido revelado por El es verdadero; y lo creemos no a causa de la verdad intrínseca de las cosas, vista con la luz natural de nuestra razón [autor: o sea, no porque nos parece correcto], sino a causa de la autoridad de Dios mismo, que nos revela esas verdades y que no puede engañarse ni engañarnos… Al contrario, quien en un solo punto rehúsa su asentimiento a las verdades divinamente reveladas, realmente abdica de toda la fe, pues rehúsa someterse a Dios en cuanto a que es la soberana verdad y el motivo propio de la fe.”[16]

Los que rehúsan creer en el dogma Fuera de la Iglesia No Hay Salvación hasta que ellos comprendan como puede haber justicia en ello, están simplemente reteniendo su fe en la revelación de Cristo. Los que tienen la verdadera fe en Cristo (y en su Iglesia) aceptan primero su enseñanza y después entienden la verdad en ello (p. ej., por qué es verdadero). Un católico no retendrá su creencia en la revelación de Cristo hasta que lo entienda. Esa es la mentalidad de un hereje sin fe que posee el orgullo insufrible. San Anselmo resume la verdadera perspectiva católica en este punto.

San Anselmo, Doctor de la Iglesia, Prosologion, cap. 1: “Porque no busco comprender para creer, sino que creo para llegar a comprender. Creo, en efecto, porque, si no creyere, no llegaría a comprender.”[17]

Romanos 11:33-34- “¡Oh profundidad de los tesoros de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡cuán incompresibles son sus juicios, cuán inapelables sus caminos! Porque ¿quién ha conocido los designio del Señor? O ¿quién fue su consejero? O ¿quién es el que le dio a él primero, para ser por ello recompensado?”

Isaías 55:8-9- “Que los pensamientos míos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son los caminos míos, dice el Señor; sino que cuanto se eleva el cielo sobre la tierra, así se elevan mis caminos sobre los caminos vuestros, y mis pensamientos sobre los pensamientos vuestros.

3. Creer en el Dogma como una vez declaró la Iglesia

Solo hay una forma de creer en el dogma: como una vez declaró la santa madre Iglesia.

El Papa Pío IX, El Primer Concilio Vaticano, sesión 3, capitulo 2 sobre la revelación, 1870, ex cathedra: “De ahí que también hay que mantener siempre el sentido de los dogmas sagrados que una vez declaró la Santa Madre Iglesia, y no se debe nunca abandonar bajo so pretexto o en nombre de un entendimiento más profundo.”[18]

Esta definición del Primer Concilio Vaticano es muy importante para la pureza dogmática porque la forma principal que el diablo intenta de corromper las doctrinas de Cristo es hacer que los hombres «abandonen» (alejarse de) los dogmas de la Iglesia que una vez declaró. No hay otro sentido de un dogma de lo que las palabras mismas declaran y expresan, así que el diablo trata de conseguir que los hombres «entiendan» e «interpreten» estas palabras en una forma que sea diferente de cómo la Santa Madre Iglesia lo ha declarado.

Muchos de nosotros hemos tratado con personas que intentan explicar el significado claro de las definiciones sobre Fuera de la Iglesia No Hay Salvación, al decir, «debes entenderlas». Lo que en realidad están tratando de decir es que debes entenderlas de una manera diferente de lo que las palabras mismas declaran y expresan. Y esto es precisamente lo que condena el Primer Concilio Vaticano. Condena el abandono de lo entendido de un dogma que una vez declaró la Santa Madre Iglesia a un significado diferente, bajo so pretexto o en nombre de «un entendimiento más profundo».

Además de los que sostienen que hay que «entender» los dogmas de una manera diferente de lo que las palabras mismas declaran y expresan, existen aquellos que cuando se les presenta las definiciones dogmáticas sobre Fuera de la Iglesia No Hay Salvación, dicen «esa es tu interpretación». Empequeñecen las palabras de una fórmula dogmática a otra cosa que es la propia interpretación privada. Y esto también es una herejía.

El Papa San Pío X, Lamentabile, Los Errores del Modernismo, 3 de julio de 1907, #22: “Los dogmas que la Iglesia presenta como revelados no son verdades venidas del Cielo, sino sólo una interpretación de hechos religiosos que la mente humana se ha proporcionado por medio de un esfuerzo laborioso.” - Condenado[19]

El Papa San Pío X, Lamentabile, Los Errores del Modernismo, 3 de julio de 1907, #54: “Los dogmas, los Sacramentos, la Jerarquía, tanto en lo que se refiere a su concepto como a su realidad, no son más que interpretaciones y evoluciones de la mente cristiana, que hicieron crecer y perfeccionaron con añadiduras exteriores, el germen diminuto latente en el Evangelio.” - Condenado[20]

Los dogmas de la fe, tal como Fuera de la Iglesia No Hay Salvación, son verdades venidas del Cielo; y no son interpretaciones. Aquel habla herejía que acuse a uno que se está involucrando en una «interpretación privada» ya no más porque uno se adhiere fielmente a estas verdades venidas del Cielo.

El mismo punto de una DEFINICIÓN dogmática es de DEFINIR de manera precisa y exactamente lo que la Iglesia entiende por las palabras de la fórmula. Si no lo hace por esas mismas palabras en la fórmula o en el documento (como dicen los modernistas), entonces ha fracasado en su objetivo principal – a definir – y fue inútil y sin valor.

Cualquiera que diga que tenemos que interpretar o entender el significado de una definición dogmática, a una manera que contradice su propio texto, estará negando todo el sentido de la Cátedra de Pedro, la infalibilidad papal y las definiciones dogmáticas. Aquel estaría afirmando que las definiciones dogmáticas son inútiles, sin valor e imprudente y que la Iglesia es inútil, sin valor e imprudente por haber hecho tal definición.

Además, aquellos que insisten en que las DEFINICIONES infalibles deben ser interpretadas por las declaraciones no infalibles (por ejemplo, de los teólogos, los catecismos, etc.) están negando todo el propósito de la Cátedra de Pedro. Están subordinando la enseñanza dogmática de la Cátedra de Pedro (las verdades del Cielo) a una segunda evaluación de documentos falibles de humanos, con lo que invierte su autoridad, pervirtiendo su integridad y negando su propósito.

El Papa Gregorio XVI, Mirari Vos (#7), 15 de ago. de 1832: “…nada debe quitarse de cuanto ha sido definido, nada mudarse, nada añadirse, sino que debe conservarse puro tanto en la palabra como en el sentido.”[21]

Por lo tanto, no existe una interpretación «estricta» ni «libre» de Fuera de la Iglesia No Hay Salvación, así como los herejes liberales les gustan recalcar; solo hay lo que una vez declaró la Iglesia.

4. Otros Papas hablan sobre Fuera de la Iglesia No Hay Salvación

Además de las proclamaciones papales en ex cathedra (de la Cátedra de Pedro), el católico también debe creer lo que es enseñado por la Iglesia Católica como divinamente reveladas por su magisterio ordinario y universal (el magisterio = la enseñanza autoritativa de la Iglesia).

El Papa Pío IX, Vaticano I, sesión III, cap. 3, ex cathedra: “Por tanto, deben ser creídas con fe divina y católica todas aquellas cosas que están contenidas en la Palabra de Dios, escrita o transmitida, y que son propuestas por la Iglesia para ser creídas como materia divinamente revelada, sea por juicio solemne, sea por su magisterio ordinario y universal.”[22]

La enseñanza del magisterio ordinario y universal consiste en esas doctrinas que los papas, por su enseñanza común y universal, propusieron para ser creídas como materia divinamente revelada. Por ejemplo, en su enseñanza común y universal, aproximadamente 10 papas han denunciado como contrario a la revelación el concepto herético de la libertad de conciencia y culto. El católico no puede rechazar esa enseñanza. Claro está que la enseñanza del magisterio ordinario y universal nunca puede contradecir la enseñanza de la Cátedra de Pedro (las definiciones dogmáticas) porque ambos son infalibles. Por tanto, el magisterio ordinario y universal en realidad no tiene que ser considerado absolutamente sobre Fuera de la Iglesia No Hay Salvación, porque este dogma ha sido definido desde la Cátedra de Pedro y ninguna cosa del magisterio ordinario y universal puede contradecir la Cátedra de Pedro. Así que, cuidado con esos herejes que tratan de buscar formas para negar la enseñanza dogmática de la Iglesia sobre Fuera de la Iglesia No Hay Salvación, como cuando hablan de declaraciones falibles y no magisteriales que contradicen este dogma como sí tomaran parte del «magisterio ordinario y universal», cuando en realidad no toman parte. Esta es una táctica hábil de los herejes.

Pero las siguientes cotizaciones de muchos papas son reafirmaciones del dogma Fuera de la Iglesia No Hay Salvación. Estas enseñanzas de los papas toman parte del magisterio ordinario y universal – y por lo tanto son infalibles – ya que repiten la enseñanza universal de la Cátedra de San Pedro sobre el dogma católica de Fuera de la Iglesia No Hay Salvación.

El Papa San Gregorio Magno, citado en Summo Iugiter Studio, 590-604:
“La sacrosanta Iglesia universal enseña que no es posible adorar a Dios verdaderamente excepto en ella y asevera que todos los que están fuera de ella no se salvaran.”[23]

El Papa Inocencio III, Eius exemplo, 18 de dec. de 1208:
“Creemos de todo corazón y profesamos con nuestros labios una sola Iglesia, no la de los herejes, sino la santa Iglesia, Romana, católica y apostólica, fuera de la cual creemos que nadie puede salvarse.”[24]

El Papa Clemente VI, Super quibusdam, 20 de sept. de 1351:
“En segundo lugar preguntamos si creéis tú y los armenios que te obedecen que ningún hombre viador podrá finalmente salvarse fuera de la fe de la misma Iglesia y de la obediencia de los Pontífices Romanos.”[25]

El Papa San Pío V, De la bula excomulgando a la herética Reina Isabel de Inglaterra, 25 de feb. de 1570: “De la jurisdicción soberana de la santa Iglesia católica y apostólica, fuera del cual no hay salvación, que ha sido dado por Él [Jesucristo], a Quien se le ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra, el Rey que reina en las alturas, sino a una sola persona sobre la faz de la Tierra, a Pedro, príncipe de la Apóstoles… Si alguno se opone al presente decreto Nuestro, los unimos con el mismo vínculo de anatema.”[26]

El Papa León XII, Ubi Primum (# 14), 5 de mayo de 1824: “Es imposible para el Dios verdadero, siendo Él la Verdad misma, el mejor, el más sabio Proveedor, y el Premiador a los hombre buenos, que apruebe y confiriere premios eternos a todas las sectas que profesan falsas enseñanzas que son frecuentemente contradictorias e inconsistentes una con la otra… porque por esta fe divina nosotros sostenemos «un Señor, una fe, un bautismo»… Por esta razón Nos profesamos que no hay salvación fuera de la Iglesia.”[27]

El Papa León XII, Quod hoc ineunte (# 8), 24 de mayo de 1824: “Nos dirigimos a todos vosotros que aún permanecen separados de la verdadera Iglesia y del camino a la salvación. En este jubilo universal, una cosa falta: que habiendo sido llamados por la inspiración del Espíritu Celestial y habiendo rompido toda trampa decisiva, podáis sinceramente estad en acuerdo con la Madre Iglesia, fuera de cual cuyas enseñanzas no hay ninguna salvación.”[28]

El Papa Gregorio XVI, Mirari Vos (# 13), 15 de ago. de 1832: “Si dice el Apóstol que hay «un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo», entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del Salvador, «están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo» y que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual es «indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha» (Credo Atanasiano).”[29]

El Papa Gregorio XVI, Summo Iugiter Studio (# 2), 27 de mayo del 1832:
“Finalmente algunas de estas personas descaminadas intentan persuadirse a sí mismos y a otros que los hombres no solamente se salvan en la religión católica, sino que aun los herejes pueden lograr la vida eterna.”[30]

El Papa Pío IX, Ubi primum (# 4), 17 de junio de 1847: “Siendo pues una la Universal Iglesia de los Prelados Regulares y Seculares, de los Súbditos exentos y no exentos, fuera de la cual absolutamente nadie se salva, de todos los cuales es uno el Señor, una la Fe y uno el Bautismo.”[31]

El Papa Pío IX, Nostis et Nobiscum (# 6), 8 de dic. de 1849: “En particular hay que procurar que los mismos fieles tengan fijo en sus almas y profundamente grabado el dogma de nuestra santa Religión de que es necearía la fe católica para obtener la eterna salvación. (Este dogma, recibida de Cristo y hecho hincapié por los Padres y Concilios, también es contenido en la fórmula de la profesión de fe usada por los católicos latinos, griegos, y orientales).”[32]

El Papa Pío IX, Syllabus de los Errores del Modernismo, 8 de dic. de 1864 – Proposición 16: “Los hombres pueden, dentro de cualquier culto religioso, encontrar el camino de su salvación y alcanzar la vida eterna.”[33] – Condenado

El Papa León XIII, Tametsi futura prospicientibus (# 7), 1 de nov. de 1900: “Por lo cual la ley de Cristo se ha de buscar totalmente en la Iglesia, y así el camino seguro para el hombre serán Cristo y la Iglesia a la vez… De todo lo dicho se sigue con evidencia que todos aquellos que pretenden alcanzar la salvación fuera de la Iglesia siguen caminos extraviados y en vano se esfuerzan para conseguirlo.”[34]

El Papa San Pío X, Iucunda sane (# 9), 12 de marzo de 1904: “Entretanto, no podemos dejar de recordar todos, como hizo Gregorio, cuánta es la necesidad de recurrir a la Iglesia, que da la salvación eterna…”[35]

El Papa San Pío X, Editae saepe (# 29), 26 de mayo de 1910: “Solo la Iglesia posee junta con su magisterio el poder de gobernar y de santificar a la sociedad humana. Por sus ministros y siervos (cada uno en su destino y oficio), Ella confiere sobre la humanidad los medios apropiados y necesarios para la salvación.”[36]

El Papa Pío XI, Mortalium Animos (# 17), 6 de ene. de 1928: “Sólo la Iglesia Católica es la que conserva el culto verdadero, Ella es la fuente de la verdad, la morada de la Fe, el templo de Dios, quienquiera que en él no entre o de él salga, perdido ha la esperanza de vida y de salvación.”[37]

5. El Sacramento del Bautismo es el único camino a la Iglesia

La Iglesia Católica siempre ha enseñado que el recibir el Sacramento del Bautismo es el único camino a la Iglesia de Cristo, de cual no hay salvación fuera de ella.

El Papa Julio III, Concilio de Trento, sobre los Sacramento del Bautismo y de Penitencia, sesión 14, cap. 2, ex cathedra: “Se conoce empero por muchas razones, que este Sacramento [de Penitencia] se diferencia del Bautismo; porque además de que la materia y la forma, con las que se completa la esencia del Sacramento, son en extremo diversas; consta evidentemente que el ministro del Bautismo no debe ser juez; pues la Iglesia no ejerce jurisdicción sobre las personas que no hayan entrado antes en ella por la puerta del Bautismo. ¿Qué tengo yo que ver, dice el Apóstol, sobre el juicio de los que están fuera de la Iglesia? (1 Cor. 5:12) No sucede lo mismo respecto de los que ya viven dentro de la fe, a quienes Cristo nuestro Señor llegó a hacer «miembros de su cuerpo» (1 Cor. 12:13), lavándolos con el agua del Bautismo.”[38]

Esta definición es particularmente significante porque demuestra que solo por el agua del bautismo es uno incorporado al Cuerpo de la Iglesia. La significante de esto será hecho más claro en las secciones posteriores donde se demostrará que es necesario ser miembro al Cuerpo para la salvación.

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, «Exultate Deo», 22 de nov. de 1439, ex cathedra: “Entre todos los sacramentos, el santo bautismo ocupa el primer lugar, ya que es la puerta de la vida espiritual; mediante él nos hacemos miembros de Cristo y parte del cuerpo de la Iglesia. Y como por el primer hombre penetró en todos la muerte, «si no renacemos del agua y el Espíritu», como dice la Verdad, «no podemos entrar en el reino de los cielos» (cf. Jn 3:5). La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural.”[39]

El Papa Pío XII, Mystici Corporis (# 10), 29 de junio de 1943: “Pero entre los miembros de la Iglesia sólo se han de contar de hecho los que recibieron las aguas regeneradoras del Bautismo y, profesando la verdadera fe…”[40]

El Papa Pío XII, Mystici Corporis (# 11a), 29 de junio de 1943: “[Cristo] establecía, además, el Bautismo (cf. Jn. 3:5), con el cual los futuros creyentes se habían de unir al Cuerpo de la Iglesia.”[41]

El Papa Pío XII, Mediator Dei (# 57), 20 de nov. de 1947: “En efecto, así como el Bautismo distingue a los cristianos y los separa de aquellos que no han sido lavados en el agua purificadora y no son miembros de Cristo, así el Sacramento del Orden distingue a los Sacerdotes de todos los demás cristianos no consagrados.”[42]

6. La Única Iglesia de los Fieles

El Papa Inocencio III, Cuarto Concilio de Letrán, Constitución 1, 1215, ex cathedra: “Y UNA SOLA ES LA IGLESIA UNIVERSAL DE LOS FIELES, fuera de la cual nadie absolutamente se salva, y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo.”[43]

La primera definición dogmática de la Cátedra de Pedro sobre Fuera de la Iglesia No Hay Salvación (del Papa Inocencio III) enseña que la Iglesia Católica es la única Iglesia «de los fieles», fuera de la cual nadie absolutamente se salva. ¿Pero quienes son «los fieles»? ¿Puede ser uno considerado como parte de «los fieles » si no ha sido bautizado? Si miramos a la tradición católica la respuesta es un rotundo «no».

Como muchos de ustedes conocen que la misa católica está divida en dos partes: la Misa de los Catecúmenos (los que se están preparando para ser bautizados) y la Misa de los Fieles (los bautizados).

En la Iglesia primitiva, los catecúmenos no bautizados (es decir, los que aún no habían recibido el Sacramento del Bautismo) tenían que salirse después de la Misa de los catecúmenos, en cuanto los fieles profesaban el Credo. A los no bautizados nunca se les permitió que se quedaran en la Misa de los fieles porque uno solo se convierte en uno de los fieles cuando recibe el Sacramento del Bautismo. Esta es la enseñanza de la tradición.

Casimir Kucharek, The Byzantine-Slav Liturgy of St. John Chrysostom «La Liturgia Bizantina-Eslava de San Juan Crisóstomo»: “Por ejemplo, leemos en el canon 19 del Sínodo de Laodicea (343-381 d.C.): «Después de los sermones de los obispos, primero se decía la oración para los catecúmenos; cuando los catecúmenos ya se hayan salido, las oraciones para los que están haciendo penitencia; y después de estas… se deben ofrecer las tres oraciones de los fieles…».”[44]

Aquí vemos el Sínodo de Laodicea del cuarto siglo afirmando la tradición que los catecúmenos no bautizados tenían que salirse de la liturgia antes de que empezara la Misa de los Fieles. Y esta distinción entre la Misa de los Catecúmenos y la Misa de los Fieles fue establecida en los ritos antiguos de la Iglesia Católica. Por lo tanto, el P. Casimir Kucharek, en su gran obra sobre La Liturgia Bizantina-Eslava de San Juan Crisóstomo, dice que la Liturgia de los Catecúmenos estaba «presente en todos los ritos…».[45] ¡En otras palabras, todos los ritos católicos antiguos atestiguan el hecho de que las personas no bautizadas no pueden ser consideradas como parte de los fieles porque todos ellos despedían a los catecúmenos no bautizados antes de que empezara la Misa de los Fieles!

Por lo tanto, el P. Casimir Kucharek además escribe:

“[San] Atanasio menciona que ellos (los catecúmenos) no eran permitidos estar presentes en los misterios, mientras que Cirilo de Alejandría habla sobre su salida antes de las partes más solemnes del servicio.”[46]

La Enciclopedia Católica reconoce la misma enseñanza de la tradición.

La Enciclopedia Católica, edición inglesa, «Los Fieles», Vol. 5, p. 769: “San Agustín (dice): «Pregúntale a un hombre: ¿eres un cristiano? Si es un pagano o judío, el té responderá: Yo no soy un cristiano. Pero si dice: Yo soy un cristiano, entonces pregúntale otra vez: ¿eres un catecúmeno o uno de los fieles?».”[47]

En el tercer siglo, el Padre Tertuliano de la Iglesia primitiva criticaba la costumbre de ciertos herejes que ignoraban esta distinción crucial entre el no bautizado y los fieles.

La Enciclopedia Católica, edición inglesa, «El Catecúmeno, Vol. 3, p. 430: “Tertuliano reprochaba a los herejes por ignorarlo; entre ellos, él dice, « uno no sabe quién es el catecúmeno y quienes son los fieles, todos por igual vienen [a los misterios], todos escuchan los mismo discursos, y dice las mismas oraciones».”[48]

Por último, citare una oración de la Liturgia antigua Bizantina-Eslava de San Juan Crisóstomo. La oración se rezaba durante la despedida de los catecúmenos antes de que empezara la Misa de los Fieles.

La Liturgia Bizantina-Eslava de San Juan Crisóstomo, La Despedida de los Catecúmenos: “Oremos, los fieles, por los catecúmenos, para que el Señor tenga misericordia sobre ellos… Señor y Dios, Jesucristo, como la salvación de la humanidad: mirad sobre estos tus siervos, los catecúmenos, que inclinan sus cabezas ante Ti. En su dado tiempo hazlos dignos de recibir las aguas regeneradoras, el perdón de sus pecados, y la túnica de la inmortalidad. Únelos a tu iglesia santa, católica, y apostólica, y enuméralos entre el rebaño elegido.”[49]

Aquí vemos que el rito antiguo de la liturgia oriental de San Juan Crisóstomo hace una distinción vigorosa entre los no bautizados (los catecúmenos) y los fieles. Afirma que porque los catecúmenos no están bautizados a los fieles, ellos no están perdonados de sus pecados ni unidos a la Iglesia Católica. Los no bautizados no pueden permanecer a la única Iglesia de los fieles. Esto es parte de la antigua fe católica. Y obviamente que este hecho de que forman parte de la antigua fe católica no es demostrado ya no más porque lo declaro un padre de la Iglesia primitiva – pues una declaración dado por un Padre de la Iglesia primitiva no prueba esto por definitivo; sino más bien es demostrado cierto porque los testimonios de los santos ya mencionado están en perfecta harmonía con la clara enseñanza del culto litúrgico católico, que divide la Misa de los Catecúmenos de la Misa de los Fieles. Por lo tanto, la enseñanza y la ley de la oración católica es que toda persona no bautizada no es considerada como parte de los fieles. Y por eso es que en la Iglesia universal desde un principio negaba el entierro cristiano a todos los que morían sin el Sacramento del Bautismo.

Y porque esta era la ley de la oración universal en la Iglesia Católica, así también es la expresión de la fe y tradición universal de la Iglesia Católica.

El Papa Pío XI, Quas Primas (# 8), 11 de dic. de 1925: “En esta perpetua alabanza a Cristo Rey descúbrase fácilmente la armonía tan hermosa entre nuestro rito y el rito oriental, de modo que se ha manifestado también en este caso que la ley de la oración constituye la ley de la creencia.”[50]

Por tanto, sería contrario a la tradición el afirmar que una persona que no ha recibido el Sacramento del Bautismo forme parte de los fieles.

San Juan Crisóstomo (Hom. In Io. 25, 3), (4º Siglo):
“Porque el catecúmeno es un desconocido de los fieles… Uno tiene a Cristo como su Rey; él otro el pecado y el diablo; la comida de uno es Cristo, del otro, esa carne que decae y perece… Ya que no tenemos nada en común, dime, ¿en qué cosa tendremos comunión?… Pues, demos diligencia para que nos hagamos ciudadanos de la ciudad de arriba… puesto que si llegaría a ocurrir (¡qué Dios no lo quiera!) que por esa llegada de la muerte repentina fallezcamos sin iniciación [no bautizado], aunque tuviéramos diez mil virtudes, nuestra porción será nada más que el infierno, y los gusanos venenosas, y el fuego inextinguible, y lazos indisolubles.”

San Ambrosio, (4º Siglo) Obispo y Doctor de la Iglesia:
“Ahora empezare a instruirlos sobre el sacramento que han recibido; de cual en su naturaleza no fue adecuado hablarles antes de ello; porque en el cristiano lo que viene primer es la fe. Y en Roma, por esta razón, los que han sido bautizados son llamados los fieles (fideles).”[51]

Esta enseñanza de la tradición demuestra porque en el rito tradicional del bautismo, los catecúmenos no bautizados se les cuestiona que es lo que desean de la santa Iglesia, y ellos responden «la fe». El catecúmeno no bautizado no tiene «la fe», así entonces le ruega a la Iglesia por ello en el «Sacramento de la Fe» (el bautismo), que solo en ello lo hace uno de «los fieles». Por esta razón el Sacramento del Bautismo ha sido conocido desde los tiempos apostólicos como «el Sacramento de la Fe».

El Catecismo del Concilio de Trento, Sobre el Bautismo – los Efectos del Bautismo:
“… el bautismo…. el Sacramento de la fe….”[52]

El Catecismo del Concilio de Trento, Sobre el Bautismo – El Segundo Efecto: El Carácter Sacramental:
“… el bautismo… por él calificamos para recibir los otros sacramentos, y el cristiano es distinguible de esos que no profesa la fe.”[53]

El Papa Clemente VI, Super quibusdam, 20 de sept. de 1351:
“…todos aquellos que en el bautismo recibieron la misma fe católica…”[54]

El Papa Pablo III, Concilio de Trento, sesión 6, cap. 7 sobre la Justificación, ex cathedra: “… EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO, QUE ES SACRAMENTO DE FE… ESTA ES AQUELLA FE QUE POR TRADICIÓN DE LOS APÓSTOLES, PIDEN LOS CATECÚMENOS A LA IGLESIA ANTES DE RECIBIR EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO, cuando piden «la fe que da vida eterna» (Rit. Rom., Ordo Baptismi).”[55]

Y tomando en mente estos hechos (que un catecúmeno «pide» la fe porque él no es parte de los fieles), recuerda la definición del Papa Inocencio III del Cuarto Concilio de Letrán: “Y una sola es la iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie absolutamente se salva…” El latín original se lee: “Una vero est fidelium universalis ecclesia, extra quam nullus omnino salvatur…” Las palabras en latín nullus omnino significan «nadie absolutamente». Nadie absolutamente se salva fuera de la única Iglesia de los fieles. Ya que la única Iglesia de «los fieles» solo incluye aquellos que han recibido el Sacramento del Bautismo – como demuestra la tradición de los Apóstoles, la tradición litúrgica, y el dogma de la Iglesia – esto significa que nadie absolutamente se puede salvar sin el Sacramento del Bautismo.

7. Someterse a la Iglesia/el Romano Pontífice

La segunda definición de la Cátedra de Pedro sobre Fuera de la Iglesia No Hay Salvación vino del Papa Bonifacio VIII en su bula Unam Sanctam.

El Papa Bonifacio VIII, Unam Sanctam, 18 de nov. de 1302, ex cathedra:
“Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y Santa Iglesia Católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente lo creemos y simplemente lo confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados… Ahora bien, declaramos, decimos, definimos y pronunciamos que someterse al Romano Pontífice es de toda necesidad para la salvación de toda criatura humana.”[56]

Esto significa infaliblemente que toda criatura humana debe someterse al Romano Pontífice para la salvación. Obviamente que esto no significa que uno debe someterse a un antipapa para la salvación, que es lo que ahora tenemos. Lo que significa es que todos deben someterse al verdadero Papa, siempre y cuando este uno.

¿Pero cómo puede someterse los niños al Romano Pontífice? Esta es una buena pregunta. Notas que el Papa Bonifacio VIII no declaro que todo criatura humana debe saber el Romano Pontífice, pero que toda criatura humana debe someterse al Romano Pontífice. Los niños se someten al Romano Pontífice por su bautismo en la única Iglesia de Cristo, de la que el Romano Pontífice es la cabeza.

El Papa León XIII, Nobilissima (# 3), 8 de feb. de 1884:
“La Iglesia, guardia de la integridad de la fe – que, en virtud de su autoridad, delegado por Dios su Fundador, ha llamado a todas las naciones al conocimiento de la tradición cristiana, y que es atado, consecuentemente, para vigilar profundamente sobre las enseñanzas y la educación de los niños puestos bajo su autoridad por el bautismo…”[57]

Los niños son puestos bajo la autoridad de la Iglesia por el bautismo. Así, por su bautismo ellos se someten al Romano Pontífice, ya que el Romano Pontífice posee la suma autoridad en la Iglesia Católica (Primer Concilio Vaticano, de fide). Esto prueba que el bautismo en realidad es la primera parte en determinar si uno está sometido al Romano Pontífice. Si uno no ha sido bautizado, entonces uno no puede estar sometido al Romano Pontífice, porque la Iglesia no ejerce jurisdicción sobre las personas que no haya entrado a la Iglesia por el Sacramento del Bautismo (de fide).

El Papa Julio III, Concilio de Trento, sobre los Sacramentos del Bautismo y Penitencia, sesión 14, cap. 2, ex cathedra: “…pues la Iglesia no ejerce jurisdicción sobre las personas que no hayan entrado antes en ella por la puerta del Bautismo. ¿Qué tengo yo que ver, dice el Apóstol, sobre el juicio de los que están fuera de la Iglesia? (1 Cor. 5:12) No sucede lo mismo respecto de los que ya viven dentro de la fe, a quienes Cristo nuestro Señor llegó a hacer «miembros de su cuerpo» (1 Cor. 12:13), lavándolos con el agua del Bautismo.”[58]

Por lo tanto, no es posible estar sometidos al Romano Pontífice sin recibir el Sacramento del Bautismo, ya que la Iglesia (y el Romano Pontífice) no pueden ejercer jurisdicción sobre la persona no bautizada (de fide, Trento). Y porque no es posible estar sometido al Romano Pontífice sin el Sacramento del Bautismo, entonces no es posible salvarse sin el Sacramento del Bautismo, ya que toda criatura humana debe estar sometida al Romano Pontífice para la salvación (de fide, Bonifacio VIII).

8. El Sacramento del Bautismo es Necesario para la Salvación

A fin de demostrar que el Sacramento del Bautismo es necesario para la salvación, citare varias declaraciones infalibles de la Cátedra de San Pedro.

El Papa Pablo III, Concilio de Trento, sesión 7, canon 5 sobre el Sacramento del Bautismo, ex cathedra: “Si alguno dijere, que el Bautismo [el Sacramento] es arbitrario, esto es, no preciso para conseguir la salvación (cf. Jn. 3,5); sea anatema.”[59]

Esta definición dogmática infalible de la Cátedra de San Pedro condena a quien diga que el Sacramento del Bautismo no es necesario para la salvación. El Sacramento del Bautismo es necesario para la salvación de todos, primeramente, porque, como define el Concilio de Trento, todo hombre (a excepción de la Santísima Virgen María) concebido en el estado de pecado original como el resultado del pecado de Adán, el primer hombre. El Sacramento del Bautismo también es necesario para la salvación de todos porque es el medio por cual uno es marcado como un miembro de Jesucristo e incorporado en su Cuerpo Místico. Y al definir la verdad de que todo hombre concebido en el estado de Pecado Original, el Concilio de Trento declaro específicamente en el decreto que la Santísima Virgen María era una excepción sobre el Pecado Original.[60] Pero al definir la verdad que el Sacramento del Bautismo es necesario para la salvación, el Concilio de Trento no hizo ninguna excepción.

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, «Exultate Deo», 22 de nov. de 1439, ex cathedra: “Entre todos los sacramentos, el santo bautismo ocupa el primer lugar, ya que es la puerta de la vida espiritual; mediante él nos hacemos miembros de Cristo y parte del cuerpo de la Iglesia. Y como por el primer hombre penetró en todos la muerte, «si no renacemos del agua y el Espíritu», como dice la Verdad, «no podemos entrar en el reino de los cielos» (cf. Jn 3:5). La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural.”[61]

El Papa Inocencio III, Cuatro Concilio de Letrán, constitución 1, 1215, ex cathedra: “En cambio, el sacramento del bautismo (que se consagra en el agua por la invocación de Dios y de la indivisa Trinidad, es decir, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo) aprovecha para la salvación, tanto a los niños como a los adultos fuere quienquiera el que lo confiera debidamente en la forma de la Iglesia.”[62]

El Papa Benedicto XIV, Nuper ad nos, 16 de marzo de 1743, La Profesión de Fe: “Igualmente, que el bautismo es necesario para la salvación y, por ende, si hay inminente peligro de muerte, debe conferirse inmediatamente sin dilación alguna y que es válido por quienquiera y cuando quiera fuere conferido bajo la debida materia y forma e intención.”[63]

El Papa Pío XI, Quas Primas (# 11), 11 de dic. de 1925 : “Este reino se nos muestra en los Evangelios con tales caracteres, que los hombres, para entrar en él, deben prepararse haciendo penitencia y no pueden entrar sino por la Fe y el Bautismo, el cual, aunque sea un rito externo, significa y produce la regeneración interior.”[64]

Vemos aquí que uno no puede entrar al reino de los cielos sin la fe y el rito externo del bautismo (es decir, el Sacramento del Bautismo).

9. El Agua es Necesario para el Bautismo y Juan 3:5 es literal

“EN VERDAD, EN VERDAD TE DIGO, RESPONDIÓ JESÚS: QUE QUIEN NO RENACIERE DEL AGUA, Y DEL ESPÍRITU SANTO, NO PUEDE ENTRAR EN EL REINO DE DIOS.” (JUAN 3:5)

La Iglesia Católica es el guardián e intérprete de las Sagradas Escrituras. Solo a Ella se le ha dado el poder y la autoridad para determinar infaliblemente el verdadero sentido de los textos sagrados.

El Papa Pío IX, Primer Concilio Vaticano, sesión 3, cap. 2 sobre la revelación, 1870:
“… renovamos dicho decreto y declaramos su significado como sigue: que en materia de fe y de las costumbres pertinentes a la edificación de la doctrina cristiana, debe tenerse como verdadero el sentido de la Escritura que la Santa Madre Iglesia ha sostenido y sostiene, ya que es su derecho juzgar acerca del verdadero sentido e interpretación de las Sagradas Escrituras; y por eso, a nadie le es lícito interpretar la Sagrada Escritura en un sentido contrario a éste ni contra el consentimiento unánime de los Padres.”[65]

Pero no toda la Escritura es entendida por la Iglesia Católica en un sentido literal. Por ejemplo, en Mateo 5:29, Nuestros Señor Jesucristo nos dice que si nuestro ojo es para uno una ocasión de pecar, debemos sacarlo, porque mejor está el perder el ojo que no que todo nuestro cuerpo sea arrojado al infierno.

Mat. 5:29- “Que si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecar, sácale y arrójale fuera de ti; pues mejor te está el perder uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.”

Pero estas palabras de aquí de Nuestro Señor no deben ser entendidas literalmente. Sus palabras son habladas figurativamente para describir la ocasión de pecado o algo en la vida que nos escandalice y sea un obstáculo para nuestra salvación. Debemos sacarle y arrojarle fuera de uno, dice Nuestro Señor, porque es mejor estar sin ello que perdernos todos enteros en el fuego del infierno.

Por otra parte, en otros versículos de la Escritura son entendidos por la Iglesia en un sentido literal. Por ejemplo:

Mat. 26:26-28 “Mientras estaban cenando, tomó Jesús el pan y lo bendijo y partió y dióselo a sus discípulos diciendo: Tomad y comed: este es mi cuerpo. Y tomando el cáliz dio gracias, y dióselo, diciendo: Bebed todos de él: Porque esta es mi sangre del nuevo testamento, la cual será derramada por muchos para remisión de los pecados.”

Cuando dice Nuestro Señor Jesucristo en Mateo 26:26: «Este es Mi Cuerpo», y en Mateo 26:28: «Esta es Mi Sangre», Sus palabras deben ser entendidas por la Iglesia Católica exactamente como están escritas, porque sabemos que Nuestro Señor Jesucristo en verdad se refirió a su Cuerpo y Sangre actual, no un símbolo o una figura.

Entonces la cuestión esta: ¿Cómo entiende la Iglesia Católica las palabras de Jesucristo en Juan 3:5- En verdad, en verdad te digo, respondió Jesús: que quien no renaciere del agua, y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios? ¿Acaso la Iglesia Católica entiende estas palabras como están escritas o en alguna otra forma? ¿Acaso la Iglesia Católica entiende estas palabras en el sentido de que todo hombre debe renacer del agua y del Espíritu Santo para la salvación, así como dice Nuestro Señor? La respuesta está clara: cada una de las definiciones dogmáticas que la Iglesia Católica ha tratado con las palabras de Nuestro Señor en Juan 3:5 las entiende literalmente, exactamente como están escritas.

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, «Exultate Deo», 22 de nov. de 1439, ex cathedra: “Entre todos los sacramentos, el santo bautismo ocupa el primer lugar, ya que es la puerta de la vida espiritual; mediante él nos hacemos miembros de Cristo y parte del cuerpo de la Iglesia. Y como por el primer hombre penetró en todos la muerte, «si no renacemos del agua y el Espíritu», como dice la Verdad, «no podemos entrar en el reino de los cielos» (cf. Jn 3:5). La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural.”[66]

Esto significa que la declaración de Nuestro Señor Jesucristo, que ningún hombre puede salvarse sin primero ser renacidos del agua y del Espíritu Santo, es un dogma literal de la fe católica.

El Papa Pablo III, Concilio de Trento, canon 2 sobre el Sacramento del Bautismo, sesión 7, 1547, ex cathedra: “Si alguno dijere, que el agua verdadera y natural no es necesaria para el sacramento del Bautismo, y por este motivo torciere a algún sentido metafórico aquellas palabras de nuestro Señor Jesucristo: Quien no renaciere del agua, y del Espíritu Santo [Juan 3:5]; sea anatema.”[67]

El Papa Pablo III, Concilio de Trento, canon 5 sobre el Sacramento del Bautismo, sesión 7, 1547, ex cathedra: “Si alguno dijere, que el Bautismo [el sacramento] es arbitrario, esto es, no preciso para conseguir la salvación (cf. Jn. 3:5); sea anatema.”[68]

El Papa Pablo III, Concilio de Trento, sobre el Pecado Original, sesión V, ex cathedra: “Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte… reciben con toda verdad el bautismo en remisión de sus pecados; para que purifique la regeneración en ellos lo que contrajeron por la generación: Pues no puede entrar en el reino de Dios, sino el que haya renacido del agua, y del Espíritu Santo [Juan 3:5].”[69]

El Papa San Zósimo, Concilio de Cartago XVI, sobre el Pecado Original y la Gracia: “Pues como quiera que el Señor dice: Si uno no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no entrará en el reino de los cielos (Jn. 3:5), ¿Qué católico puede dudar que será partícipe del diablo el que no mereció ser coheredero de Cristo? Porque el que no está a la derecha, irá sin duda alguna a la izquierda.”[70]

El Papa Gregorio IX, Cum, sicut ex, 8 de julio de 1241, a Sigurdo de Nirados:
“Como quiera que, según por tu relación hemos sabido, a causa de la escasez de agua se bautizan alguna vez los niños de esa tierra con cerveza, a tenor de las presentes te respondemos que quienes se bautizan con cerveza no deben considerarse debidamente bautizados, puesto que, según la doctrina evangélica, «hay que renacer del agua y del Espíritu Santo» [Jn. 3:5].”[71]

10. Los Bebés No Pueden Salvarse Sin el Bautismo

La enseñanza de la Iglesia Católica que ya he citado demuestra que uno no se puede salvar sin el Sacramento del Bautismo. Por lo tanto, obviamente que esto significa que los niños y bebés también no pueden entrar al cielo sin el bautismo porque ellos han sido concebidos en el estado del pecado original, del cual no se puede quitar sin el Sacramento del Bautismo. Pero esta verdad de la Iglesia Católica es negada por mucha gente el día de hoy. Ellos miran a la tragedia horrible del aborto – los millones de la matanza de niños – y concluyen que estos niños quizá se dirigen al cielo. Pero esta conclusión es herética. La peor parte del aborto es el hecho de que estos niños están prohibidos la entrada al cielo, no tanto que ellos no tuvieron la chanza de vivir en este mundo pagano. Satanás se deleita en el aborto porque conoce que estas almas nunca entraran al cielo sin el Sacramento del Bautismo. Si los niños abortados se fueran al cielo sin el Sacramento del Bautismo, así como creen muchos el día de hoy, entonces Satanás no estuviera detrás del aborto.

La Iglesia enseña que los niños e bebés abortados que mueren sin el bautismo, inmediatamente descienden al infierno, pero que no sufren las llamas del infierno. Ellos son puestos en el infierno llamado limbo de los niños. La definición más específica de la Iglesia que prueba que no hay forma posible para que un infante se salve sin el Sacramento del Bautismo es la siguiente del Papa Eugenio IV.

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, sesión 11, 4 de feb. de 1442, ex cathedra: “En cuanto a los niños advierte que, por razón del peligro de muerte, que con frecuencia puede acontecerles, como quiera que no puede socorrérseles con otro remedio que con el bautismo, por el que son librados del dominio del diablo [el pecado original] y adoptados por hijos de Dios, no ha de diferirse el sagrado bautismo por espacio de cuarenta o de ochenta días o por otro tiempo según la observancia de algunos…”[72]

Aquí el Papa Eugenio IV definió desde la Cátedra de Pedro que no hay otro remedio por el que los bebés son librados del dominio del diablo (es decir, el pecado original) que con el Sacramento del Bautismo. Esto significa que cualquiera que enseñe obstinadamente que los niños se pueden salvar sin haber recibido el Sacramento del Bautismo es un hereje, porque él estará enseñando que existe otro remedio para el pecado original en los niños que el sacramento del Bautismo.

El Papa Martin V, Concilio de Constanza, sesión 15, 6 de julio de 1415 – Condenando los artículos de Juan Wyclif – Proposición 6: “Aquellos afirman que los niños de los fieles muriendo sin el bautismo sacramental no se salvaran, al decir esto son estúpidos y presuntuosos.”[73] – Condenado

Esta es una proposición fascinante del Concilio de Constanza. Desafortunadamente, esta proposición no se encuentra en el Denzinger, que solo contiene algunos decretos del Concilio, pero si es encontrado en una colección entera del Concilio de Constanza. El hereje Juan Wyclif estaba proponiendo que aquellos (tal como nosotros) son estúpidos por enseñar que los niños que mueren sin el agua (es decir, sacramental) del bautismo no será posible que se salven. Fue anatematizado por esta afirmación, entre muchos otros. Y aquí está el Concilio de Constanza lo que tenía que decir sobre la proposición anatematizada de Juan Wyclif, tal como el #6 de arriba.

El Papa Martin V, Concilio de Constanza, sesión 15, 6 de julio de 1415: “Los libros y folletos de Juan Wyclif, de maldita memoria, fueron examinadas cuidadosamente por los doctores y maestros de la Universidad de Oxford… por tanto, este santo sínodo en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, rechaza y condena, por este decreto perpetuo, los artículos ya mencionados y cada uno de ellos en particular; y prohíbe bajo la pena de ser anatema, de aquí en adelante, a cada y a todo católico, el predicar, enseñar, o sostener los dichos artículos o cualquiera de ellos.”[74]

Entonces los que critican a los católicos por afirmar el dogma que los bebés no se pueden salvar sin el Sacramento del Bautismo, en realidad están proponiendo la herejía anatematiza de Juan Wyclif. Aquí están otras definiciones dogmáticas sobre este tema.

El Papa San Zósimo, Concilio de Cartago, canon sobre el pecado original y la gracia, 417 d.C.- “Aquí se añade en algún códice otro canon: Igualmente plugo: Si alguno dijere que el Señor dijo: «En la casa de mi Padre hay muchas moradas» (Jn. 14, 2), para que se entienda que en el reino de los cielos habrá algún lugar intermedio o lugar alguno en otra parte, donde viven bienaventurados los niños pequeños que salieron de esta vida sin el bautismo, sin el cual no pueden entrar en el reino de los cielos que es la vida eterna, sea anatema.”[75]

El Papa Pablo III, Concilio de Trento, sobre el Pecado Original, sesión V, ex cathedra: “Si alguno niega que los niños recién nacidos se hayan de bautizar, aunque sean hijos de padres bautizados; o dice que se bautizan para que se les perdonen los pecados, pero que nada participan del pecado original de Adán, de que necesiten purificarse con el baño de la regeneración para conseguir la vida eterna; de donde es consiguiente que la forma del bautismo se entienda respecto de ellos no verdadera, sino falsa en orden a la remisión de los pecados; sea anatema.”[76]

Esto significa que cualquiera que afirme que los niños recién nacidos no necesitan «el baño de regeneración» (el bautismo de agua) para conseguir la vida eterna, estará enseñando herejía.

11. Los que Mueren en Pecado Original o en Pecado Mortal Descenderán al Infierno

Como he demostrado anteriormente, no hay manera posible que los niños sean liberados del pecado original que no sea a través del Sacramento del Bautismo. Esto, por supuesto, prueba de que no hay manera para que los niños se salven que no sea a través del Sacramento del Bautismo. Así que las siguientes definiciones meramente afirman lo que ya se ha establecido: que no es posible que un niño entre en el reino de los cielos sin recibir el bautismo en agua, sino que descenderá a los infiernos.

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, «Letentur coeli», sesión 6, 6 de julio de 1439, ex cathedra: “Definimos además que… las almas de aquellos que mueren en pecado mortal actual o con solo el original, bajan inmediatamente al infierno, para ser castigadas, si bien con penas diferentes.”[77]

El Papa Pío VI, Auctorem fidei, 28 de ago. de 1794:
“26. La doctrina que reprueba como fábula pelagiana el lugar de los infiernos (al que corrientemente designan los fieles con el nombre de limbo de los párvulos), en que las almas de los que mueren con sola la culpa original son castigadas con pena de daño sin la pena de fuego – como si los que suprimen en él la pena del fuego, por este mero hecho introdujeran aquel lugar y estado carente de culpa y pena, como intermedio entre el reino de Dios y la condenación eterna, como lo imaginaban los pelagianos” – Condenada como falsa, temeraria e injuriosa contra las escuelas católicas.[78]

Aquí el Papa Pío VI condena la idea de algunos teólogos que los bebés que mueren en el pecado original sufren el fuego del infierno. Al mismo tiempo, confirma que estos niños van a la parte de las regiones más bajas (es decir, el infierno) que se llama el limbo de los párvulos (es decir, niños). No van al cielo, sino a un lugar en el infierno donde no hay fuego. Esto está perfectamente de acuerdo con todas las otras definiciones solemnes de la Iglesia, que enseñan que los bebés que mueren sin el bautismo en agua descienden a los infiernos, pero sufren un castigo diferente de los que mueren en pecado mortal. Su castigo es la separación eterna de Dios.

El Papa Pio XI, Mit brennender Sorge (# 29), 14 de marzo de 1937: “«El pecado original» es la culpa hereditaria propia, aunque no personal, de cada uno de los hijos de Adán que en él han pecado (Rom. V, 12); es la pérdida de la gracia y por consiguiente de la vida eterna, junto con la concupiscencia que cada uno debe sofocar y domar por medio de la gracia, de la penitencia, de la lucha y del esfuerzo moral.”[79]

12. Solo hay Un Bautismo, No Tres

Se define el dogma católico que sólo hay un bautismo. Por eso el Credo dogmático de Nicea, profesado, históricamente, todos los domingos en el rito romano, se lee: «Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados». Y este dogma de que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados viene de Nuestro Señor y de los Apóstoles. Se afirma por San Pablo en Efesios 4:5: «Un Señor, una fe, un bautismo». ¿Podría ser posible que haya más de un bautismo para el perdón de los pecados cuando los católicos han profesado y creído durante 2000 años que sólo hay una? No.

El Papa Pío XI, Quas Primas (# 8), 11 de dic. de 1925: “En esta perpetua alabanza a Cristo Rey descúbrase fácilmente la armonía tan hermosa entre nuestro rito y el rito oriental, de modo que se ha manifestado también en este caso que la ley de la oración constituye la ley de la creencia.”[81]

A lo largo de la historia muchos papas han reafirmado expresamente esta regla de fe: que sólo hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.

El Credo de Nicea-Constantinopla, 381, ex cathedra: “Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.”[81]

El Papa San Celestino I, Concilio de Éfeso, 431: “Después de haber leído estas frases santas y encontrarnos en acuerdo (pues como solo «uno es el Señor, una fe, un bautismo» [Ef. 4:5]), Nos han dado gloria a Dios, que es el salvador de todos...”[82]

El Papa San León IX,Congratulamur Vehementer, 13 de abril de 1053: “Creo que hay una sola verdadera Iglesia, Santa, Católica y Apostólica, en la que se da un solo bautismo y verdadera remisión de todos los pecados.”[83]

El Papa Bonifacio VIII, Unam sanctam, 18 de nov. de 1302, ex cathedra:“Una sola es mi paloma, una sola es mi perfecta… representa un solo cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo, y la cabeza de Cristo, Dios. En ella hay «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» [Ef. 4,5].”[84]

El Papa Clemente V, Concilio de Vienne, Decreto # 30, 1311-1312, ex cathedra:
“Sin embargo, desde que hay una Iglesia universal, fuera de cual no hay ninguna salvación para ambos regulares y seglares, para superiores y súbditos, para exentos y no exento , en quien todos hay un Señor, una fe, y un bautismo...”[85]

El Papa Pío VI, Inscrutabile (# 8), 25 de dic. de 1775: “… Nos le exhortamos y aconsejamos que sean todos de un mismo sentir y en armonía en su esfuerzo para el mismo objeto, al igual que la Iglesia tiene una sola fe, un bautismo, y un solo espíritu.”[86]

El Papa León XII, Ubi Primum (# 14), 5 de mayo de 1824: “Porque por esta fe divina nosotros sostenemos «un Señor, una fe, un bautismo», y que no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, excepto el nombre de Jesucristo en la que podamos ser salvos. Por esta razón Nos profesamos que no hay salvación fuera de la Iglesia.”[87]

El Papa Pío VIII, Traditi Humilitati (# 4), 24 de mayo de 1829: “Frente a estos sofistas con experiencia se le debe enseñar al pueblo que la profesión de la fe católica es la única verdadera, como proclama el Apóstol: «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» (Efesios 4:5).”[88]

El Papa Gregorio XVI, Mirari Vos (# 13), 15 de agosto de 1832: “Si dice el Apóstol que hay «un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo» (Ef. 4:5), entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación.”[89]

El Papa León XIII, Graves de communi re (# 8), 18 de ene. de 1901: “Esta es la doctrina del Apóstol: Un cuerpo y un espíritu, como fuisteis llamados en una esperanza de vuestra devoción. Un Señor, una fe, un bautismo…”[90]

El decir que hay «tres bautismos», que por desgracia muchos así lo hacen, es herético. Sólo hay un solo bautismo, que se celebra en el agua (de fide).

El Papa Clemente V, Concilio de Vienne, 1311-1312, ex cátedra: “Además ha de ser por todos fielmente confesado un bautismo único que regenera a todos los bautizados en Cristo, como ha de confesarse: «un solo Dios y una fe única» [Eph. 4, 5]; que se celebra en el agua en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, creemos ser comúnmente, tanto para los niños como para los adultos, perfecto remedio de salvación.”[91]

Aquí el Papa Clemente V define como un dogma que ha de ser por todos fielmente confesado UN BAUTISMO ÚNICO, que se celebra en el agua. Esto significa que todos los católicos deben profesar un bautismo de agua, no tres bautismos: de agua, de sangre y de deseo. Al confesar «tres bautismos», y no uno, es de contradecir el dogma católico definido. ¿Esos que creen que hay tres bautismos (agua, sangre y deseo) alguna vez se han preguntado por qué innumerables de papas han profesado que sólo hay un bautismo, y ni uno solo de ellos han tomado la molestia de decirnos acerca de los llamados «otros dos»?

13. El Credo Atanasiano

El Credo Atanasiano es uno de los credos más importantes de la fe católica. Contiene un resumen hermoso de la creencia católica en la Trinidad y en la Encarnación, que son los dos dogmas fundamentales del cristianismo. Antes de los cambios en la liturgia de 1971, el Credo Atanasiano, integrado por 40 declaraciones rítmicas, había sido utilizado en el oficio de domingo para más de mil años. El Credo Atanasiano establece la necesidad de creer en la fe católica para la salvación. Se cierra con las palabras: «Esta es la fe católica y el que no la creyere fiel y firmemente, no podrá salvarse». El Credo Atanasiano fue compuesta por el gran el mismo San Atanasio, como lo confirma el Concilio de Florencia.

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, sesión 8, 22 de noviembre de 1439, ex cathedra: “En sexto lugar, ofrecemos a los enviados aquella regla compendioso de la fe compuesta por el más bendito Atanasio, que es la siguiente:
“Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe católica; y el que no la guardare íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre.– Ahora bien, la fe católica es que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad; sin confundir las personas ni separar las sustancias. Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra (también) la del Espíritu Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad… y en esta Trinidad, nada es antes ni después, nada mayor o menor, sino que las tres personas son entre sí coeternas y coiguales, de suerte que, como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo mismo la unidad en la Trinidad que la Trinidad en la unidad. El que quiera, pues, salvarse, así ha de sentir de la Trinidad.
“Pero es necesario para la eterna salvación creer también fielmente en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo... hijo de Dios, es Dios y hombre… Esta es la fe católica y el que no la creyere fiel y firmemente, no podrá salvarse.”[92]

La definición de arriba del Credo Atanasio en el Concilio Ecuménico de Florencia significa que este credo califica como un pronunciamiento de la Cátedra de San Pedro (una declaración ex cathedra). Al negar lo que se profesa en el Credo Atanasiano es dejar de ser católico. El Credo declara que el que quiera salvarse tiene que mantener la fe católica y creer en la Trinidad y en la Encarnación. Nota bien la frase «el que quiera salvarse» (quicunque vult salvus esse).

Esta frase es sin duda el producto y la inspiración del Espíritu Santo. Nos dice que todos los que pueden «querer» debe que creer en los misterios de la Trinidad y de la Encarnación con el fin de salvarse. ¡Esto no incluye los bebés ni a los menores de edad debajo la edad de la razón, ya que no pueden querer! Los bebés son contados entre los fieles católicos, ya que ellos reciben el hábito de la fe católica en el Sacramento del Bautismo. Pero, al estar debajo de la edad de la razón, no pueden hacer ningún acto de fe en los misterios católicos de la Trinidad y de la Encarnación, un acto que es absolutamente necesario para la salvación de todos los mayores de la edad de la razón (para todos los que quieren salvarse). ¿No es notable cómo Dios redactó la enseñanza de este credo infalible sobre la necesidad de la fe en los misterios de la Trinidad y de la Encarnación de una manera que no incluyen a los bebés? El credo, por lo tanto, enseña que todo el mundo que sea mayor de la edad de la razón debe tener un conocimiento y creencia en los misterios de la Trinidad y de la Encarnación para salvarse – sin excepciones. Este credo, por lo tanto, elimina la teoría de la ignorancia invencible (de que alguno que tenga la edad de la razón puede salvarse sin conocer a Cristo o de la verdadera fe) y, además, hace que los quien lo predican que no profesen este credo con honestidad.

Y el hecho de que nadie que quiera salvarse puede salvarse sin un conocimiento y creencia en los misterios de la Trinidad y de la Encarnación es por la razón porque el Santo Oficio bajo el Papa Clemente XI respondió que el misionero, antes de bautizar, debe que instruirle al adulto que está a punto de morir estos misterios que son absolutamente necesarios.

Respuesta del Santo Oficio al Obispo de Quebec, 25 de ene. de 1703:
“P. Si antes de conferir el bautismo a un adulto, está obligado el ministro a explicarle todos los misterios de nuestra fe, particularmente si está moribundo, pues esto podría turbar su mente. Si no bastaría que el moribundo prometiera que procurará instruirse apenas salga de la enfermedad, para llevar a la práctica lo que se le ha mandado.
“R. Que no basta la promesa, sino que el misionero está obligado a explicar al adulto, aun al moribundo, que no sea totalmente incapaz, los misterios de la fe, que son necesarios con necesidad de medio, como son principalmente los misterios de la Trinidad y de la Encarnación.”[93]



Otra cuestión fue hecha al mismo tiempo y respondida de la misma manera.

Respuesta del Santo Oficio al Obispo de Quebec, 25 de ene. de 1703:
“P. Si puede bautizarse a un adulto rudo y estúpido, como sucede con un bárbaro, dándole sólo conocimiento de Dios y de alguno de sus atributos,… puede ser bautizado, aunque no crea explícitamente en Jesucristo.
“R. Que el misionero no puede bautizar al que no cree explícitamente en el Señor Jesucristo, sino que está obligado a instruirle en todo lo que es necesario con necesidad de medio conforme a la capacidad del bautizado.”[94]

El dogma de que la creencia en la Trinidad y en la Encarnación es absolutamente necesaria para la salvación de todos los mayores de la edad de la razón es también la enseñanza de Santo Tomás de Aquino, del Papa Benedicto XIV y del Papa San Pío X.

Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica: “Mas en el tiempo de la gracia revelada, mayores y menores están obligados a tener fe explícita en los misterios de Cristo, sobre todo en cuanto que son celebrados solemnemente en la Iglesia y se proponen en público, como son los artículos de la encarnación de que hablamos en otro lugar.”[95]

Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica: “Por consiguiente, en el tiempo subsiguiente a la divulgación de la gracia están todos obligados a creer explícitamente el misterio de la Trinidad.”[96]

El Papa Benedicto XIV, Cum Religiosi (# 1), 26 de junio de 1754:
“No hemos podido gozar, sin embargo, cuando se informó posteriormente a Nos que en el curso de la instrucción religiosa de preparación a la confesión y a la Santa Comunión, se encontraba muy a menudo que estas personas eran ignorantes de los misterios de la fe, incluso en aquellos aspectos que deben ser conocidos por necesidad de medio; en consecuencia, no estaban habilitados para participar de los sacramentos.”[97]

El Papa Benedicto XIV, Cum Religiosi (# 4):
“Mirad que cada ministro realice cuidadosamente las medidas establecidas por el Santo Concilio de Trento… que los confesores deben realizar esta parte de su deber cuando alguien se encuentre en su tribunal que no sabe lo que debe saber por necesidad de medio para salvarse…”[98]

Los mayores de la edad de la razón que son ignorantes de estos misterios absolutamente necesarios de la fe católica – estos misterios que son por «necesidad de medio» – no pueden ser contados entre los elegidos, como el Papa San Pío X lo confirma.

El Papa San Pío X, Acerbo Nimis (# 3), 15 de abril de 1905:
“Por lo cual Nuestro predecesor Benedicto XIV escribió justamente: «Afirmamos que la mayor parte de los condenados a las penas eternas padecen su perpetua desgracia por ignorar los misterios de la fe, que necesariamente se deben saber y creer para ser contados entre los elegidos».”[99]

Así que los que creen que la salvación es posible para aquellos que no creen en Cristo y en la Trinidad (que es «la fe católica» si está definido en términos de sus misterios más simples) cambien su posición y ajustarlo con el dogma católico. Pues no se ha dado a los hombres otro Nombre debajo de todo el cielo por el cual debamos salvarnos más que el del Señor Jesús (Hechos 4:12). ¡Que cese en contradecir el Credo Atanasiano y que confiesen que el conocimiento de estos misterios es absolutamente necesario para la salvación de todos aquellos que quiera salvarse. Ellos deben mantener esto firmemente para que ellos mismos puedan poseer la fe católica y profesar este credo con honestidad, tal y como nuestros antepasados católicos así lo hicieron.
Estos misterios esenciales de la fe católica se han difundido y enseñado a la mayoría por medio del Credo de los Apóstoles (que es dado en el Apéndice). Este credo vital incluye las verdades fundamentales sobre Dios el Padre, Dios el Hijo (Nuestro Señor Jesucristo – Su concepción, la crucifixión, la ascensión, etc.) y Dios el Espíritu Santo. También contiene una profesión de fe en las verdades fundamentales de la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados y la resurrección del cuerpo.

No Hay Salvación para los miembros del islam, del judaísmo u otras sectas no católicas heréticas o cismáticas

Hasta ahora hemos visto que es un dogma infaliblemente definido que todos los que mueren como no católicos, incluso todos los judíos, paganos, herejes, cismáticos, etc. no se pueden salvar. Deben que ser convertidos para tener la salvación. Ahora debemos dar un breve vistazo más a lo que la Iglesia dice específicamente acerca de algunas de las religiones prominentes no católicas, como el judaísmo, el islam y las sectas protestantes y cismáticas del oriente. Esto ilustrara, una vez más, que aquellos que sostienen que los miembros de religiones no católicas se pueden salvar, no sólo estarán en contra de las declaraciones solemnes que ya se han citado, sino también las enseñanzas específicas que mostraremos a continuación.

LA ENSEÑANZA CATÓLICA ESPECÍFICA CONTRA DEL JUDAÍSMO

Los judíos practican la antigua ley y rechazan la divinidad de Cristo y la Trinidad. La Iglesia enseña lo siguiente acerca de la cesación de la antigua ley y sobre todos aquellos que siguen observándola:

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, 1441, ex cathedra:
“La sacrosanta Iglesia Romana… Firmemente cree, profesa y enseña que las legalidades del Antiguo Testamento, o sea, de la Ley de Moisés, que se dividen en ceremonias, objetos sagrados, sacrificios y sacramentos, como quiera que fueron instituidas en gracia de significar algo por venir, aunque en aquella edad eran convenientes para el culto divino, cesaron una vez venido nuestro Señor Jesucristo, quien por ellas fué significado, y empezaron los sacramentos del Nuevo Testamento. Y que mortalmente peca quienquiera ponga en las observancias legales su esperanza después de la pasión, y se someta a ellas, como necesarias a la salvación, como si la fe de Cristo no pudiera salvarnos sin ellas. No niega, sin embargo, que desde la pasión de Cristo hasta la promulgación del Evangelio, no pudiesen guardarse, a condición, sin embargo, de que no se creyesen en modo alguno necesarias para la salvación; pero después de promulgado el Evangelio, afirma que, sin pérdida de la salvación eterna, no pueden guardarse. Denuncia consiguientemente como ajenos a la fe de Cristo a todos los que, después de aquel tiempo, observan la circuncisión y el sábado y guardan las demás prescripciones legales y que en modo alguno pueden ser partícipes de la salvación eterna, a no ser que un día se arrepientan de esos errores.”[100]

El Papa Benedicto XIV, Ex Quo Primum (# 61), 1 de marzo de 1756:
“La primera consideración es que las ceremonias de la ley mosaica se derogo por la venida de Cristo y que ya no pueden ser observados sin pecado después de la promulgación del Evangelio.”[101]

El Papa Pío XII, Mystici Corporis Christi (# 12), 29 de junio de 1943: “Y, en primer lugar, con la muerte del Redentor, a la Ley Antigua abolida sucedió el Nuevo Testamento… en el patíbulo de su muerte Jesús abolió la Ley con sus decretos [Ef. 2:15]… y constituyó el Nuevo en su sangre, derramada por todo el género humano. Pues, como dice San León Magno, hablando de la Cruz del Señor, «de tal manera en aquel momento se realizó un paso tan evidente de la Ley al Evangelio, de la Sinagoga a la Iglesia, de lo muchos sacrificios a una sola hostia, que, al exhalar su espíritu el Señor, se rasgó inmediatamente de arriba abajo aquel velo místico que cubría a las miradas el secreto sagrado del templo. En la Cruz, pues, murió la Ley Vieja, que en breve había de ser enterrada y resultaría mortífera…”[102]

LA ENSEÑANZA CATÓLICA ESPECÍFICA CONTRA DEL ISLAM

El Papa Eugenio IV, Concilio de Basilea, 1434: “… hay esperanza que muchos de la abominable secta de Mahoma será convertida a la fe católica.”[103]

El Papa Calixto III: “Yo prometo a… exaltar la verdadera fe, y exterminar con la secta diabólica de los reprobados e infieles de Mahoma [el islam] en el oriental.”[104]

La Iglesia Católica considera al islam como una secta «abominable» y «diabólica». [Nota: el Concilio de Basilea solo se considera ecuménica/aprobada en las primeras 25 sesiones, como así lo señala The Catholic Encyclopedia «La Enciclopedia Católica», edición inglesa, en el Vol. 4, bajo “Councils” «Concilios», pp. 425-426.] Algo «abominable» es algo que es detestable delante de Dios; es algo que Él no tiene ningún aprecio ni respeto. Algo «diabólico» es algo del diablo. El islam rechaza, entre muchos otros dogmas, la divinidad de Jesucristo y la Trinidad. Sus seguidores se encuentran fuera de los límites de la salvación, siempre y cuando permanecen como musulmanes.

El Papa Clemente V, Concilio de Vienne, 1311-1312:
“Es un insulto hacia el santo nombre y una desgracia a la fe cristiana que en ciertas partes del mundo sujetos de los príncipes cristianos, viven ciertos sarracenos [p. ej., los seguidores del islam, también conocidos como musulmanes], a veces apartados o entremezclados con los cristianos, los sacerdotes sarracenos, llamados comúnmente como zabazala, son en sus templos o mezquitas donde los sarracenos se reúnen para adorar al infiel Mahoma, invocando y ensalzando fuertemente su nombre a ciertas horas del día en un alto lugar… Hay un lugar, por otra parte, donde una vez fue enterrado un sarraceno que algunos otros sarracenos lo veneran como un santo. Esto atrae descrédito hacia nuestra fe y da gran escándalo a los fieles. Estas prácticas no pueden ser toleradas sin ofender a la divina majestad. Por lo tanto, Nos, e igual con la aprobación de este sagrado concilio, prohibimos estrictamente de ahora en adelante tales prácticas en tierras cristianas. Nos ordenamos a los príncipes católicos, a todos y cada uno… Deben eliminar este delito, junto a sus territorios y velar por que sus súbditos lo retiren, de manera que con ello puedan alcanzar la recompensa de la felicidad eterna. Deben prohibir expresamente la invocación pública aquel nombre sacrílego de Mahoma… Los que pretenden actuar de otra manera serán castigados por los príncipes por su irreverencia, para que otros sean disuadidos de tal osadía.”[105]

Mientras que la Iglesia enseña que están perdidos todos los que mueren como no católicos, también enseña que nadie debe ser forzado a abrazar el bautismo, ya que la creencia es un acto libre de la voluntad.

El Papa León XIII, Immortale Dei (#25), 1 de nov. 1885: “También suele la Iglesia procurar con grande empeño que nadie sea obligado a abrazar la fe católica contra su voluntad, pues, como sabiamente advierte San Agustín, «nadie puede creer sino voluntariamente».”[106]

La enseñanza del Concilio de Vienne que los príncipes cristianos deberían hacer cumplir su autoridad civil para prohibir la expresión pública de la falsa religión del islam vuelve a demostrar que el islam es una falsa religión que lleva las almas al infierno (no al cielo) y desagrada a Dios.

LA ENSEÑANZA CATÓLICA ESPECÍFICA CONTRA LAS SECTAS PROTESTANTES Y CISMÁTICAS

La Iglesia Católica también enseña que las personas bautizadas que adoptan las sectas heréticas o cismáticas perderán sus almas. Jesús fundó su Iglesia sobre San Pedro, como ya lo hemos visto, y declaró que el quien no escucha a la Iglesia será considerado como gentil y publicano (Mateo 18:17). También mandó a sus seguidores que observen «todas las cosas» que Él ha mandado (Mateo 28:20). Las sectas de los cismáticos orientales (tal como los «ortodoxos») y las sectas protestantes son movimientos desprendidos que se separaron de la Iglesia Católica. Al separándose de la única Iglesia de Cristo, ellos han dejado el camino de la salvación y han entrado el camino de la condenación.

Estas sectas rechazan obstinadamente y pertinazmente una o más de las verdades que Cristo claramente estableció, como el papado (Mateo 16, Juan 21, etc.), la confesión (Juan 20:23), la eucaristía (Juan 6:54), y otros dogmas de la fe católica. Con el fin de salvarse, uno debe asentir a todas las cosas que la Iglesia Católica, basada en la Escritura y la Tradición, ha definido infaliblemente como dogmas de la fe.

A continuación son sólo algunos de los dogmas infalibles de la fe católica que son rechazados por los protestantes y (en el caso del papado) por los «ortodoxos» orientales. La Iglesia «anatematiza» (una forma grave de excomunión) a todos los que obstinadamente afirman lo contrario de sus definiciones dogmáticas.

“Para entender la palabra anatema… primero debemos remontarnos al verdadero significado de herem, del cual es equivalente. Herem viene de la palabra haram, cortar, separar, maldecir, e indica lo que es maldito y condenado a ser cortado o exterminado, ya sea una persona o una cosa, y en consecuencia, aquello que le está prohibido usar al hombre. Ese es el sentido de anatema en el siguiente pasaje del Deut. 7,26: «no debes meter en tu casa una cosa abominable, pues te harías anatema como ella. Las tendrás por cosa horrenda y abominable, porque son anatema».”[107]

Por tanto, un protestante o un «ortodoxo oriental» que obstinadamente rechaza estas enseñanzas dogmáticas son anatematizados y separados de la Iglesia, fuera de cual no hay salvación. Es muy interesante que al declarar estos cánones dogmáticos, la Iglesia dice: «Si alguno dijere… sea anatema [anathema sit]» en vez de decir «Si alguno dijere… él es anatema [anathema est]». Esta calificación de «sea» deja espacio para los católicos que no pueden estar conscientes de un dogma particular, y que se conformaría a la enseñanza del canon tan pronto como se le presentare. La persona que se obstina, sin embargo, y deliberadamente contradice la enseñanza dogmática de la Iglesia recibe la fuerza de la condena automática.

El punto aquí es que si uno es capaz de rechazar estos dogmas y todavía ser salvo, entonces estas definiciones infalibles y sus anatemas de acompañamiento no tienen ningún significado, valor o fuerza. Pero sí tienen significado, valor y fuerza – son enseñanzas infalibles protegidos por Jesucristo. Por lo tanto, todos los que rechazan estos dogmas son anatematizados y en el camino a la condenación.

El Papa Pío XI, Rerum ómnium perturbationem (#4), 26 de ene. de 1923: “El santo fue nada menos que Francisco de Sales… parecía haber sido enviado especialmente por Dios para luchar contra las herejías sostenidas por la reformación [protestante]. Son en estas herejías que nosotros descubrimos los inicios de esa apostasía de la humanidad de la Iglesia, los efectos tristes y desastrosos que se lamenta, hasta la hora presente, por cada mente justa.”[108]

El Papa Julio III, El Concilio de Trento, sesión 13, can. 1 sobre la Eucaristía, ex cathedra: “Si alguno negare, que en el santísimo sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre juntamente con el alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y por consecuencia todo Cristo; sino por el contrario dijere, que solamente está en él como en señal o en figura, o virtualmente; sea anatema.”[109]

El Papa Julio III, El Concilio de Trento, sesión 14, canon 3 sobre el Sacramento de la Penitencia: “Si alguno dijere, que aquellas palabras de nuestro Señor y Salvador: Recibid el Espíritu Santo: «los pecados de aquellos que perdonareis, les quedan perdonados; y quedan ligados los de aquellos que no perdonareis» [Juan 20:22 f.]; no deben entenderse del poder de perdonar y retener los pecados en el sacramento de la Penitencia… sea anatema.”[110]

El Papa Julio III, El Concilio de Trento, sesión 14, sobre la Extremaunción y la Penitencia: “Esto es lo que profesa y enseña este santo y ecuménico Concilio sobre los sacramentos de Penitencia y Extremaunción, y lo que propone para que lo crean, y retengan todos los fieles cristianos. Decreta también, que los siguientes Cánones se deben observar inviolablemente, y condena y anatematiza para siempre a los que afirmen lo contrario.”[111]

El Papa Julio III, El Concilio de Trento, sesión 6, cap. 16, ex cátedra: “Después de explicada esta católica doctrina de la justificación, tan necesaria, que si alguno no la admitiere fiel y firmemente, no se podrá justificar, ha decretado el santo Concilio agregar los siguientes cánones, para que todos sepan no sólo lo que deben adoptar y seguir, sino también lo que han de evitar y huir.”[112]

El Papa Pío IX, El Concilio Vaticano I, 1870, sesión 4, cap. 3, ex cathedra: “debe ser creída por todos los fieles de Cristo, a saber, que «la Santa Sede Apostólica y el Romano Pontífice mantienen un primado sobre todo el orbe, y que el mismo Romano Pontífice es sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, y que es verdadero vicario de Cristo, cabeza de toda la Iglesia…» Por ello enseñamos y declaramos que la Iglesia Romana, por disposición del Señor, posee el principado de potestad ordinaria sobre todas las otras… Esta es la doctrina de la verdad católica, de la cual nadie puede apartarse de ella sin menoscabo de su fe y su salvación.”[113]

SOBRE LOS NIÑOS QUE SON BAUTIZADOS VÁLIDAMENTE POR MIEMBROS DE SECTAS NO CATÓLICAS

La Iglesia Católica siempre ha enseñado que cualquier persona (incluyendo un laico o un no católico) puede bautizar legítimamente, si se adhiere a la materia y forma adecuada y si tiene la intención de hacer lo que hace la Iglesia.

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, «Exultate Deo», 1439: “Pero, en caso de necesidad, no sólo puede bautizar el sacerdote o el diácono, sino también un laico y una mujer y hasta un pagano y hereje, con tal de que guarde la forma de la Iglesia y tenga intención de hacer lo que hace la Iglesia.”[114]

La Iglesia siempre ha enseñado que los niños bautizados en iglesias heréticas y cismáticas se hacen católicos, miembros de la Iglesia y sujetos al Romano Pontífice, aun cuando las personas que los bautizaron son herejes que se encuentran fuera de la Iglesia Católica. Esto se debe a que el niño, siendo menor de la edad de la razón, no puede ser un hereje o cismático. No puede haber un obstáculo que impida al bautismo de hacerlo un miembro de la Iglesia.

El Papa Pablo III, Concilio de Trento, sesión 7, can. 13 sobre el Sacramento del Bautismo: “Si alguno dijere, que los párvulos después de recibido el Bautismo, no se deben contar entre los fieles, por cuanto no hacen acto de fe… sea anatema.”[115]

Esto significa que todos los niños bautizados, estén donde estén, incluso los bautizados en iglesias heréticas no católicas por los ministros heréticos, se hacen miembros de la Iglesia Católica. También son sometidos al Romano Pontífice (si es que hay uno), como vimos anteriormente en la enseñanza del Papa León XIII. Así que, ¿en qué punto se convierte este bebé bautizado en un no católico – separándose de su pertenencia a la Iglesia y la sujeción al Romano Pontífice? Después de que el niño bautizado llega a la edad de la razón, él o ella se convierte en un hereje o cismático y corta su pertenencia a la Iglesia y corta la sujeción al Romano Pontífice cuando él o ella rechaza obstinadamente cualquier enseñanza de la Iglesia Católica o pierde la fe en los misterios esenciales de la Trinidad y la Encarnación.

El Papa Clemente VI, Super quibusdam, 20 de sept. de 1351: “… Preguntamos: Primeramente, si creéis tú y la iglesia de los armenios que te obedece que todos aquellos que en el bautismo recibieron la misma fe católica y después se apartaron o en lo futuro se aparten de la comunión de la misma fe de la Iglesia Romana que es la única Católica, son cismáticos y herejes, si perseveran pertinazmente divididos de la fe de la misma Iglesia Romana. En segundo lugar preguntamos si creéis tú y los armenios que te obedecen que ningún hombre viador podrá finalmente salvarse fuera de la fe de la misma Iglesia y de la obediencia de los Pontífices Romanos.”[116]

Por lo tanto, hay que tener claro los siguientes puntos: 1) El no bautizado (judíos, musulmanes, paganos, etc.) todos deben unirse a la Iglesia Católica por recibir el bautismo y la fe católica o todos se perderán. 2) Entre los que son bautizados en la infancia, se hacen católicos, miembros de la Iglesia y sometidos al Romano Pontífice por el bautismo. Sólo se separan de esa pertenencia (que ya tienen posesión de ello) cuando obstinadamente rechazan cualquier dogma católico o creen en algo contrario de los misterios fundamentales de la Trinidad y la Encarnación. En la enseñanza del Papa Clemente VI citado arriba, vemos este segundo punto enseñado claramente: todos los que reciben la fe católica en el bautismo pierden esa fe y se convierten en cismáticos y heréticos si se convierten «pertinazmente divididos de la fe de la misma Iglesia Romana».

14. El Bautismo de Deseo y el Bautismo de Sangre – Tradiciones Erróneas del Hombre

En este documento, he demostrado que la Iglesia Católica enseña infaliblemente que el Sacramento del Bautismo es necesario para la salvación. También he demostrado que solo es por el recibimiento del Sacramento del Bautismo que uno es incorporado a la Iglesia Católica, fuera de cual no hay salvación. También he demostrado que la Iglesia Católica enseña infaliblemente que las palabras de Jesucristo en Juan 3:5 – En verdad, en verdad te digo, que quien no renaciere del agua, y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios – deben de entenderse como literalmente: según están escritas. Esta es la enseña infalible de la Iglesia y excluye cualquier posibilidad de salvación sin ser renacidos del agua y del Espíritu Santo. Sin embargo, a través de la historia de la Iglesia, muchos han creído en las teorías que se llaman bautismo de deseo y bautismo de sangre: que el deseo que uno tiene por el Sacramento del Bautismo o el martirio de uno por la fe suministre por la falta de renacer del agua y del Espíritu Santo. Aquellos que creen en el bautismo de sangre y el bautismo de deseo plantean algunas objeciones a la absoluta necesidad de recibir el Sacramento del Bautismo para la salvación. Así, con el fin de ser completo, voy a responder a todas las objeciones principales hechas por los defensores del bautismo de deseo y bautismo de sangre, y en el proceso, voy a dar una visión general de la historia de los errores del bautismo de deseo y bautismo de sangre. Al hacer esto, voy a demostrar que ni el bautismo de sangre, ni el bautismo de deseo es una enseñanza de la Iglesia Católica.

LOS PADRES SON UNÁNIMES DESDE EL PRINCIPIO

En el primer milenio de la Iglesia vivían cientos de hombres santos que son llamados «padres de la Iglesia». Tixeront, en su obra Handbook of Patrology [El Manuel de la Patrología], abarca más de quinientos cuyos nombres y escritos han llegado hasta nosotros.[117] Los padres (o los primeros prominentes escritores cristianos católicos) son unánimes desde el principio de que nadie entra en el cielo o se libera del pecado original sin el bautismo en agua.

En la carta de Bernabé, de fecha tan temprana como el año 70 d.C., se lee:

“… nosotros bajamos al agua rebosando pecados y suciedad, y subimos llevando fruto en nuestro corazón…”[118]

En 140 d.C., el Padre primitivo de la Iglesia Hermas cita a Jesús en Juan 3:5, y escribe:

“Les era necesario que se levantaran a través del agua, para que pudieran recibir vida; porque de otro modo no habrían podido entrar en el reino de Dios.”[119]

Esta afirmación es obviamente una paráfrasis de Juan 3:5, por lo que demuestra que desde el comienzo de la era apostólica fue sostenido y enseñado por los padres que no se entra en el cielo sin haber renacido del agua y del Espíritu donde tiene base precisamente en la declaración de Nuestro Señor Jesucristo en Juan 3:5.

En 155 d.C., San Justino el Mártir escribe:

“… los llevamos a un lugar donde haya agua, y por el mismo modo de regeneración con que nosotros fuimos regenerados… en el nombre del Padre de todas las cosas y Señor Dios, y en el de nuestro salvador Jesucristo y en el del Espíritu Santo. Porque Cristo dijo: «Si no volvierais a nacer, no entraréis en el reino de los cielos». La razón que para esto lo aprendimos de los apóstoles.”[120]

Note que San Justino Mártir, como Hermas, también cita las palabras de Jesús en Juan 3:5, y teniendo base en las palabras de Cristo, enseña que viene de la tradición apostólica que nadie en absoluto puede entrar al cielo sin ser renacidos del agua y del Espíritu Santo en el Sacramento del Bautismo.

En su diálogo con el judío Trifón, también de 155 d.C., San Justino Mártir además escribe:

“… apresuraos a aprender en que forma así podrás obtener el perdón de los pecados y una esperanza de la herencia. No hay otra manera que esto: reconocer a Cristo, ser lavado en el lavatorio anunciado por Isaías [el bautismo]…”[121]

En 180 d.C., San Ireneo escribe:

“…dando a los discípulos el poder de regeneración en Dios, Él les dijo: «Id y enseñad a todas las naciones, bautizándolas… Al igual que el trigo seco sin humedad no puede convertirse en una masa o de un solo pan, así también, nosotros, siendo muchos, no podemos ser uno en Jesucristo, sin el agua del cielo… Nuestros cuerpos logran la unidad a través del lavado… las almas, sin embargo, por medio del Espíritu. Ambos son, pues, necesarias.”[122]

Aquí vemos de nuevo una clara enunciación de la tradición constante y apostólica que nadie se salva sin el Sacramento del Bautismo, de nada menos que el gran padre apostólico San Ireneo en el siglo segundo. San Ireneo conoció a San Policarpo y San Policarpo conoció al mismo apóstol Juan.

En 181 d.C., San Teófilo continúa la tradición:

“…aquellas cosas que fueron creadas de las aguas fueron bendecidos por Dios, para que esto podría ser también un signo de que los hombres en un momento en el futuro recibirá el arrepentimiento y el perdón de los pecados a través del agua y el baño de la regeneración…”[123]

En 203 d.C., Tertuliano escribe:

“… es, de hecho, prescrito que nadie puede alcanzar la salvación sin el Bautismo, especialmente en vista de esa declaración del Señor, que dice: «Si uno no renaciera del agua y del Espíritu Santo no entrará en el reino de los cielos» [Juan 3,5]…”[124]

Note como Tertuliano afirma la misma tradición apostólica que nadie se salva sin el bautismo en agua basada en las palabras de Jesús mismo.

Tertuliano escribe además en 203 d.C.:

“Un tratado sobre nuestro sacramento de agua, por el cual los pecados de nuestra ceguera anterior son lavados … ni de lo contrario podemos ser salvos, sino por permanecer permanentemente en el agua.”[125]

El bautismo también se ha llamado desde los tiempos apostólicos el sello, el signo y la iluminación, porque sin este sello, signo o iluminación nadie se le perdona el pecado original o sellado como miembro de Jesucristo.

“… el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios: El cual también nos selló, y dio en nuestros corazones la prenda del Espíritu.” (2 Cor. 1:21-22)

Ya en 140 d.C., Hermas ya había enseñado esta verdad – que el Bautismo es el sello – que fue transmitido por los Apóstoles de Jesucristo.

Hermas, 140 d.C.: “…antes que un hombre lleve el nombre [del Hijo de] Dios, es muerto; pero cuando ha recibido el sello, deja a un lado la mortalidad y asume otra vez la vida. El sello, pues, es el agua; así que descienden en el agua muertos y salen vivos.”[126]

En la obra famosa titulada La Segunda Epístola de Clemente a los Corintios, 120-170 d.C., se lee:

“Y, en efecto, de los que no guardan el sello dice la Escritura: «Su gusano no morirá y su fuego no se extinguirá».”[127]

San Efraín, c. 350 d.C.: “… somos ungidos en el bautismo, en que podamos llevar su sello.”[128]

San Gregorio de Nisa, c. 380 d.C.: “!Apresuraos, O ovejas, hacia el signo de la cruz y el sello [bautismo], que os salvara de vuestra miseria!”[129]

San Clemente de Alejandría, 202 d.C.:

“Cuando somos bautizados, somos iluminados. Al ser iluminados, somos adoptados como hijos… Esta labor se llama indistintamente la gracia, la iluminación, la perfección, el lavado. Se trata de un lavado por la que somos limpiados de pecados…”[130]

Orígenes, 244 d.C.:

“La Iglesia ha recibido de los Apóstoles la tradición de dar el bautismo hasta a los niños… hay en todo el mundo las manchas innatas de pecado, que debe ser lavadas por el agua y el Espíritu.”[131]

San Afraates, el mayor de los padres sirios, escribe en el 336 d.C.:

“Esto, entonces, es la fe: que el hombre debe creer en Dios … en su Espíritu … en su Cristo … También, que el hombre debe creer en la resurrección de los muertos, y, además, creer en el Sacramento del Bautismo. Esta es la creencia de la Iglesia de Dios.”[132]

El padre sirio mismo escribe más:

“Pues por el bautismo recibimos el Espíritu de Cristo… Por cual el Espíritu está ausente de todos aquellos que han nacido de la carne, hasta que llegan a las aguas del renacimiento.”[133]

Aquí vemos en los escritos de San Afraates la misma enseñanza de la tradición sobre la necesita absoluta del bautismo de agua para la salvación, basada en las palabras de Cristo en Juan 3:5.

San Cirilo de Jerusalén, 350 d.C.:

“Él dice, «Si no renacéis» – y Él agrega las palabras «del agua y del Espíritu» - no podrá entrar el reino de Dios… si un hombre es virtuoso en sus actos, pero no recibe el sello a través del agua, entrará en el reino de los cielos. Un dicho audaz, pero no el mío, porque es Jesús el que lo ha declarado.”[134]

Vemos que San Cirilo continúa la tradición apostólica que nadie entra al cielo sin haber renacido del agua y del Espíritu, una vez más basada en una comprensión absoluta de las propias palabras de Nuestro Señor en Juan 3:5.

San Basilio el Grande (Magno), c. 355 d.C.:

“¿De dónde es que somos cristianos? A través de la fe, todos contestarán. ¿Cómo nos salvaremos? Por haber renacido en la gracia del bautismo… Porque es la misma pérdida para cualquier persona que deja esta vida sin bautizar, como para recibir el bautismo de que una cosa que ha sido transmitido ha sido omitido.”[135]

San Gregorio de Elvira, 360 d.C.:

“Cristo es llamado la Red, porque a través de Él y en Él la multitud diversa de los pueblos son reunidos del mar del mundo, a través del agua del Bautismo y en la Iglesia, donde se hace una distinción entre el bien y el malo.”[136]

San Efraín, 366 d.C.:

“Esto profesa la más Santa Iglesia Católica. En esta misma Santísima Trinidad, ella bautiza la vida eterna.”[137]

El Papa San Dámaso, 382 d.C.:

“Esta, entonces, es la salvación de los cristianos: que creer en la Trinidad, es decir, en el Padre, y en el Hijo y en el Espíritu Santo, y bautizados en ella…”[138]

San Ambrosio, 387 d.C.:

“… nadie asciende al reino de los cielos, sino por el Sacramento del Bautismo.”[139]

San Ambrosio, 387 d.C.:

“«Quien no renace del agua y del Espíritu Santo, no podrá entrar el reino de Dios». Nadie está exento: ni el infante, ni el que está impedido por alguna necesidad.”[140]

San Ambrosio, De mysterii, 390-391 d.C.:

“Han leído, por tanto, que los tres testigos en el bautismo son uno: el agua, la sangre y el espíritu, y si se retira uno de ellos, el Sacramento del Bautismo no es válido. Porque, ¿qué es el agua sin la cruz de Cristo? Un elemento común, sin ningún efecto sacramental. Tampoco por el contrario hay algún misterio de la regeneración sin agua: porque «sino renacéis del agua y el Espíritu, no podéis entrar en el reino de Dios». [Juan 3:5] Hasta un catecúmeno cree en la cruz del Señor Jesús, por el cual también está firmado, pero, a menos que fuere bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, no puede recibir la remisión de los pecados ni ser beneficiario del don de la gracia espiritual.”[141]

San Juan Crisóstomo, 392 d.C.:

“¡Llorad por los infieles; llorad por los que no difieren un ápice de ellos, los que van por lo tanto, sin iluminación, sin el sello! … Están fuera de la ciudad real… con los condenados. «En verdad, os digo, que quien no renace del agua y el Espíritu, no entrará en el reino de los cielos».”[142]

San Agustín, 395 d.C.:

“… Dios no perdona los pecados, excepto a los bautizados.”[143]

El Papa San Inocencio, 414 d.C.:

“Pero lo que afirma su fraternidad los pelagianos lo predican, que aun sin la gracia del bautismo los niños son capaces de estar dotados de las recompensas de la vida eterna, es bastante estúpido.”[144]

El Papa San Gregorio Magno (el Grande), c. 590 d.C.:

“El perdón del pecado se nos otorga sólo por el bautismo de Cristo.”[145]

Teofilacto, patriarca de Bulgaria, c. 800 d.C.:

“El que creyere y es bautizado, se salvará. No basta creer; el que cree, y aún no está bautizado, pero sólo es un catecúmeno, aún no ha adquirido la salvación.”[146]

Muchos otros pasajes podrían ser citados de los Padres, pero es un hecho que los padres de la Iglesia son unánimes desde el principio de la era apostólica que nadie en absoluto puede salvarse sin recibir el Sacramento del Bautismo, con base en las palabras de Jesucristo en Juan 3:5. El eminente erudito patrístico P. William Jurgens, que literalmente ha leído miles de textos de los padres, se vio obligado a admitir lo siguiente (a pesar de que cree en el bautismo de deseo) en sus tres volúmenes sobre los padres de la Iglesia.

P. William Jurgens: “Si no hubiera una tradición constante en los Padres que el mensaje evangélico de «Quien no renaciere del agua y el Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios» debe ser tomado en absoluto, sería fácil decir que Nuestro Salvador simplemente no consideró oportuno mencionar las excepciones obvias de la ignorancia invencible y de la imposibilidad física. Pero la tradición, de hecho está ahí, y es bastante probable encontrarlo tan constante como para constituir la revelación.”[147]

El eminente erudito P. Jurgens esa admitiendo aquí tres cosas importantes:

1. Los padres son constantes en su enseñanza de que Juan 3:5 es absoluta y sin cualquier excepciones, es decir, nadie en absoluto entra en el cielo sin haber renacido del agua y del Espíritu;
2. Los padres son tan constantes en este punto que probablemente constituye la revelación divina, sin considerar siquiera la enseñanza infalible de los papas;
3. La enseñanza constante de los Padres que todos deben recibir el bautismo de agua para la salvación a la luz de Juan 3:5 excluye las excepciones para los casos del «ignorante invencible» o «físicamente imposible».

Y basado en esta verdad, declarado por Jesús en el Evangelio (Juan 3:5), dictadas por los Apóstoles y enseñado por los Padres, la Iglesia Católica tiene definida infaliblemente como un dogma (como ya hemos visto) que nadie en absoluto entra al cielo sin el Sacramento del Bautismo.

El Papa Pablo III, El Concilio de Trento, canon 5 sobre el Sacramento del Bautismo, ex cátedra: “Si alguno dijere, que el Bautismo es arbitrario, esto es, no preciso para conseguir la salvación; sea anatema.”[148]

Pero, como es el caso de muchos otros asuntos, no todos los Padres, permanecían coherentes con sus propias afirmaciones de la absoluta necesidad del bautismo en agua para la salvación.

NO SIEMPRE SE MANTENÍAN COHERENTES TODOS LOS PADRES CON SUS PROPIAS AFIRMACIONES Y LA TRADICIÓN UNIVERSAL DE LA NECESIDAD ABSOLUTA DEL BAUTISMO EN AGUA

A pesar de que existe una tradición constante desde el principio que nadie en absoluto se salvara sin el bautismo en agua, no todos los Padres se mantenían coherentes con sus propias afirmaciones en este punto. Y ahí es donde nos encontramos con las teorías del «bautismo de sangre» y el «bautismo de deseo», cada una de las cuales se discutirán a su vez. Pero hay que entender que los padres de la Iglesia estaban equivocados e inconsistentes con sus propias enseñanzas y la tradición apostólica en muchos aspectos – ya que eran hombres falibles que hicieron muchos errores.

P. William Jurgens: “… debemos hacer hincapié en que un texto particular patrístico [una declaración particular de un Padre] en ningún caso debe considerarse como una «prueba» de una doctrina particular. Los dogmas no son «probados» por las declaraciones de los Padres, sino por los instrumentos de enseñanza infalible de la Iglesia. El valor de los Padres y escritores es ésta: que en el agregado [es decir, en la totalidad], demuestran lo que la Iglesia cree y enseña, y de nuevo, en el agregado [es decir, en la totalidad], proporcionan un testimonio del contenido de la tradición, que la tradición que es en sí mismo un vehículo de la revelación.”[149]

Los padres de la Iglesia sólo son un testigo definitivo a la tradición al manifestar un punto celebrada universalmente y constantemente o cuando expresa algo que está en consonancia con el dogma definido. Tomados individualmente, o incluso en la multiplicidad, pueden estar totalmente equivocados y hasta peligrosos. San Basilio el Grande dijo que el Espíritu Santo es segundo al Hijo de Dios en orden y dignidad, cuando hizo un intento horrible y hasta herético, para explicar la Santísima Trinidad.

San Basilio (363): “Sin embargo, el Hijo no es en segundo lugar al Padre en la naturaleza, porque la divinidad es una en cada uno de ellos, y claramente, también, en el Espíritu Santo, aun cuando en el orden y la dignidad Él es segundo al Hijo (¡sí, esto lo admitimos!), aunque no de tal forma, está claro, que Él era de otra naturaleza.”[150]

Cuando San Basilio dice aquí arriba que la Divinidad es uno en el Padre, Hijo y Espíritu Santo, él está afirmando correctamente la tradición universal y apostólica. Pero cuando dice que el Espíritu Santo es el segundo en dignidad al Hijo deja de seguir siendo coherente con esta tradición y cae en el error (de hecho, herejía material). Y los padres han hecho innumerables errores al tratar de defender o articular la fe.

San Agustín escribió un libro entero de correcciones. San Fulgencio y un anfitrión de otros, entre ellos San Agustín, declaró que estaba seguro de que los niños que mueren sin el bautismo descienden a los fuegos del infierno, una posición que más tarde fue condenado por el Papa Pío VI. Como el Papa Pío VI confirmó, los niños no bautizados van al infierno, pero a un lugar en el infierno donde no hay fuego.[151]

Pero San Agustín era tan abierto a favor de este error que se convirtió en la enseñanza común y básicamente sin respuesta durante más de 500 años, según The Catholic Encyclopedia [La Enciclopedia Católica, edición inglesa].

La Enciclopedia Católica, Vol. 9, «El Limbo», p. 257: “Sobre la cuestión especial, sin embargo, del castigo del pecado original después de la muerte, San Anselmo fue uno con San Agustín al considerar que los niños no bautizados comparten en los sufrimientos positivos de los condenados, y Abelardo fue el primero en rebelarse contra la gravedad de la tradición agustiniana sobre este punto.”[152]

Por eso es que los católicos no forman conclusiones doctrinales definitivas de la enseñanza de un Padre de la Iglesia o un puñado de los Padres, un católico va por la enseñanza infalible de la Iglesia, proclamada por los Papas, y un católico asiente a la enseñanza de la padres de la Iglesia cuando se encuentran en un acuerdo universal y constante desde el principio y de acuerdo con la doctrina católica dogmática.

El Papa Benedicto XIV, Apostolica (# 6), 26 de junio de 1749: “La sentencia de la Iglesia es preferible a la de un Doctor conocido por su santidad y la enseñanza.”[153]

Errores de los jansenistas, #30: “Siempre que uno hallare una doctrina claramente fundada en Agustín, puede mantenerla y enseñarla absolutamente, sin mirar a bula alguna del Pontífice.” – Condenado por el Papa Alejandro VIII[154]

El Papa Pío XII, Humani generis (# 11), 12 de ago. de 1950: “Y el Divino Redentor no ha confiado, la interpretación auténtica de este depósito a cada uno de los fieles, ni aun a los teólogos, sino sólo al Magisterio de la Iglesia.”[155]

La Iglesia Católica no reconoce infalibilidad en ningún santo, teólogo o padre de la Iglesia primitiva. Sólo un operativo Papa con la autoridad del Magisterio, que está protegida por el Espíritu Santo de enseñar error en la fe o costumbres. Así pues, cuando examinamos y mostramos cómo los eclesiásticos han errado en los temas del bautismo de deseo y de sangre esto compatible al 100% con la enseñanza de la Iglesia, que siempre ha reconocido que cualquier hombre de Iglesia, no importa cuán grande sea, aun puede cometer errores, incluso algunos significativos. Finalmente, después de lidiar con el bautismo de deseo y de sangre, voy a citar un Papa, quien también es uno de los primeros padres de la Iglesia, cuya enseñanza pone fin a todo debate sobre el tema. Ahora voy a discutir el bautismo de sangre y el bautismo de deseo.

LA TEORÍA DEL BAUTISMO DE SANGRE – UNA TRADICIÓN DEL HOMBRE

Un pequeño número de los Padres – aproximadamente el 8 de un total de cientos – son citados a favor de lo que se llama el «bautismo de sangre», la idea de que un catecúmeno (es decir, uno que se prepara para recibir el bautismo católico), quien derramó su sangre por Cristo podría salvarse sin haber recibido el bautismo. Es fundamental tener en cuenta al principio de que ninguno de los Padres consideraban a nadie más que a un catecúmeno como una posible excepción de recibir el Sacramento del Bautismo, todos ellos condenarían y rechazarían como herético y ajeno a la enseñanza de Cristo la herejía moderna de la «ignorancia invencible» que salva a los que mueren como no católicos. Por lo tanto, de todos los Padres, a unos 8 se citan a favor del bautismo de sangre para los catecúmenos. Y, sólo un Padre de los cientos, San Agustín, se puede citar enseñando de la manera más clara lo que hoy se llama el «bautismo de deseo»: la idea de que un catecúmeno podría salvarse por su deseo explícito por el bautismo en agua. Esto significa que, con excepción de San Agustín, todos de los pocos Padres que creían en el bautismo de sangre en realidad rechazaron el concepto del bautismo de deseo. Por ejemplo, tome San Cirilo de Jerusalén.

San Cirilo de Jerusalén, 350 d.C.: “Si alguno no recibe el bautismo, no obtiene la salvación. Sólo se exceptúan los mártires…”[156]

Aquí vemos que San Cirilo de Jerusalén cree en el bautismo de sangre, pero rechazó el bautismo de deseo. San Fulgencio expresó lo mismo.

San Fulgencio, 523: “A partir de ese momento en que Nuestro Salvador dijo: «Si alguno no renace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos», nadie puede, sin el sacramento del bautismo, con excepción de aquellos que, en la Iglesia Católica, sin el bautismo derraman su sangre por Cristo…”[157]

Aquí vemos que San Fulgencio creyó en el bautismo de sangre, pero rechazó la idea del bautismo de deseo. Y lo irónico y deshonesto en particular es que los apologistas del bautismo de deseo (como los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X) citan estos textos patrísticos (como los dos anteriores) en los libros escritos para probar el bautismo de deseo, sin señalar a sus lectores de que estos pasajes niegan el bautismo de deseo, porque podemos ver que San Fulgencio, mientras que expresa la creencia en el bautismo de sangre, rechaza el bautismo de deseo, sólo permitiendo a los mártires como una posible excepción de recibir el bautismo. (¿Qué diría San Fulgencio acerca de la versión moderna de la herejía del bautismo de deseo, también impartidos por tales sacerdotes de la FSSPX, SSPV, CMRI, etc. mediante el cual los judíos, los musulmanes, los hindúes y los paganos pueden salvarse sin el bautismo?)

San Fulgencio, Sobre el Perdón de los Pecados, 512 d.C.: “Cualquier persona que esté fuera de esta Iglesia, que ha recibido las llaves del reino de los cielos, estará caminando un camino no al cielo sino al infierno. No se está acercando a la casa de la vida eterna, sino que se apresura al tormento de la muerte eterna.”[158]

San Fulgencio, La Regla de la Fe, 526 d.C.: “Mantengan muy firmemente y nunca duden en lo más mínimo que no sólo todos los paganos, sino también todos los judíos y todos los herejes y cismáticos que terminan esta vida presente fuera de la Iglesia Católica están a punto de ir al fuego eterno que fue preparado para el diablo y sus ángeles.”[159]

Podemos ver que San Fulgencio hubiera – como todos los otros Padres – condenado severamente los herejes modernos que sostienen que los que mueren como no católicos pueden salvarse.

Pero lo más interesante de esto es que en el mismo documento en el que San Fulgencio expresa su error sobre el bautismo de sangre (ya citada), hace un error diferente y significativo.

San Fulgencio, 523: “Mantengan muy firmemente y nunca duden en lo más mínimo que no solamente los hombre que tienen el uso de la razón, pero incluso los niños que… pasando de este mundo sin el sacramento del santo bautismo… han de ser castigados en el tormento eterno del fuego eterno.”[160]

San Fulgencio dice «Mantengan muy firmemente y nunca duden» que los niños que mueren sin el bautismo han «de ser castigados en el tormento eterno del fuego eterno». Esto es incorrecto. Los infantes que mueren sin el bautismo descienden al infierno, pero a un lugar en el infierno donde no hay fuego (El Papa Pío VI, Auctorem Fidei).[161] Por lo tanto, San Fulgencio demuestra que su opinión en favor del bautismo de sangre es bastante falible por haber hecho un error diferente en el mismo documento. Es muy notable, de hecho, que en casi todos los casos cuando un Padre de la Iglesia o de otra persona que expresa su error sobre el bautismo de sangre o el bautismo de deseo que la misma persona hace otro error significativo en la misma obra, como veremos.

También es importante señalar que algunos de los Padres utilizan el término «bautismo de sangre» para describir el martirio católico de uno que ya está bautizado, no como un posible reemplazo para el bautismo en agua. Este es el único uso legítimo del término.

San Juan Crisóstomo, El Panegírico de San Luciano, siglo 4 d.C.:
“No se sorprendan que yo llame a un martirio como un bautismo, porque aquí también el Espíritu viene a toda prisa y hay una remisión de los pecados y una limpieza maravillosa y admirable del alma, y así como los que están siendo bautizados se lavan en agua, por lo también los que están siendo martirizados se lavan en su propia sangre.”[162]

San Juan describe aquí el martirio de un sacerdote San Luciano, una persona ya bautizada. Él no está diciendo que el martirio reemplaza el bautismo. San Juan Damasceno lo describe de la misma manera:

San Juan Damasceno:
“Estas cosas fueron bien comprendidas por nuestros santos e inspirado Padres --- por lo tanto se esforzaron, después del Santo Bautismo, para mantenerla… sin mancha y sin mácula. ¿De dónde algunos de ellos también creyeron estar en condiciones de recibir el otro bautismo: quiero decir de aquel que es por la sangre y el martirio.”[163]

Esto es importante porque muchos estudiosos deshonestos de hoy (como los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X) distorsionan la enseñanza en este punto, ellos citan un pasaje sobre el bautismo de sangre donde San Juan simplemente habla del bautismo de sangre como un martirio católico para aquel ya bautizado, y ellos lo presentan como si la persona estuviera enseñando que el martirio puede reemplazar el bautismo – cuando tal cosa no es declarada en ninguna parte.

Algunos pueden preguntarse por qué el término bautismo de sangre fue utilizado en absoluto. Creo que la razón porque el término «bautismo de sangre» fue utilizado por algunos de los Padres era porque Nuestro Señor describe en Marcos 10:38-39 la venida de su Pasión como un bautismo.

[Marcos 10:38-39]: “Más Jesús les dijo: No sabéis lo que os pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber? ¿o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos. Pues tened por cierto, les dijo Jesús, que beberéis el cáliz que yo bebo y seréis bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado.”

Vemos en el pasaje mencionado de que Nuestro Señor, aunque ya bautizado por San Juan en el Jordán, se refiere a otro bautismo que Él tiene que recibir. Este es su martirio en la cruz, no un sustituto para el bautismo de agua. Es su «segundo bautismo», si se quiere, no la primera. Por lo tanto, el bautismo de sangre es descrito por Nuestro Señor en la misma forma como San Juan Damasceno, que no quiere decir un bautismo sustituto de una persona no bautizada, sino más bien un martirio católico, que remite toda la culpa y el castigo por el pecado.

El término bautismo se utiliza en una variedad de maneras en las Escrituras y por los padres de la Iglesia. Los bautismos: de agua, de sangre, del espíritu, de Moisés y de fuego son todos términos que se han implementado por los padres de la Iglesia para caracterizar ciertas cosas, pero no necesariamente para describir que un mártir no bautizado pueden alcanzar la salvación. Lea el versículo de la Escritura en cual el término bautismo se utiliza los antepasados del Antiguo Testamento:

[1 Cor. 10:2-4]: “Y que todos bajo Moisés fueron BAUTIZADOS en la nube y en el mar; que todos comieron el mismo manjar espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual (porque ellos bebían agua que salía de la misteriosa piedra, y los iba siguiendo la cual piedra era Cristo.)”

Creo que esto explica por qué un número de los Padres erraron al creer que el bautismo de sangre suministre el lugar del bautismo de agua. Reconocieron que Nuestro Señor se refirió a su propio martirio como un bautismo, y ellos concluyeron erróneamente que el martirio por la verdadera fe puede servir como un sustituto por ser renacidos del agua y del Espíritu Santo. Pero la realidad es que no hay excepciones en las palabras de Nuestro Señor en Juan 3:5, como la enseñanza infalible de la Iglesia Católica lo confirma. Cualquier persona de buena voluntad que está dispuesta a derramar su sangre por la verdadera fe no se quedará sin estas aguas que salvan. No es nuestra sangre, pero la sangre de Cristo en la Cruz, que se nos ha comunicado en el Sacramento del Bautismo, que nos libera del estado de pecado y nos permite entrar en el reino de los cielos (más sobre esto más adelante).

El Papa Eugenio IV, «Cantate Domino», El Concilio de Florencia, ex cathedra: “Todo aquel, no importando lo grande que hayan sido sus limosnas y obras de caridad, y no importando de que llegase a derramar su sangre por causa de Cristo, no puede salvarse si no se hallare en el seno y unidad de la Iglesia Católica.”[164]

LAS PRIMERAS DOS DECLARACIONES SOBRE EL BAUTISMO DE SANGRE

De los pocos Padres que pueden ser citados a favor del bautismo de sangre como un posible sustituto para el bautismo real, dos de las declaraciones más tempranas apoyando la idea vienen de San Cipriano y Tertuliano.

San Cipriano, a Jubaianus (254): “Los catecúmenos que sufren el martirio antes de haber recibido el bautismo con agua no son privados del sacramento del Bautismo. Más bien, son bautizados con el más glorioso y grandioso el Bautismo de Sangre…”[165]

Examinemos este pasaje. Mientras enseñaba el bautismo de sangre, note que San Cipriano comete un error significativo en la misma frase. Él dice:

“Los catecúmenos que sufren el martirio antes de haber recibido el bautismo con agua no son privados del Sacramento del Bautismo.”

Esto es completamente erróneo, incluso desde el punto de vista de los defensores del bautismo de sangre y de deseo. Todos los defensores del bautismo de deseo y de sangre fácilmente admiten que ninguno de los dos es un sacramento, porque ni confiere el carácter indeleble del Sacramento del Bautismo. Por lo tanto, incluso los defensores más firmes del bautismo de sangre admitirían que las palabras de San Cipriano aquí están mal. Por lo tanto, en la misma FRASE en que San Cipriano enseña el error del bautismo de sangre, hace que un error significativo en la explicación que hace – le llama «el Sacramento del Bautismo». ¿Qué más prueba se necesita para demostrar a los liberales que la enseñanza de los Padres individuos no es infalible y no representa la tradición universal e incluso puede ser peligroso, si se mantienen obstinadamente? ¿Por qué citan estos pasajes tan erróneos para intentar de «enseñar» a los fieles cuando ni siquiera están de acuerdo con ellos?

Por otra parte, ¡los errores de San Cipriano en este mismo documento (a Jubaianus) no terminan aquí! En el mismo documento, San Cipriano enseña que los herejes no pueden administrar el bautismo válido.

San Cipriano, a Jubaianus (254): “… con respecto a lo que yo podría pensar sobre el asunto del bautismo de los herejes… Este bautismo no podemos reconocer como válido…”[166]

Esto también es completamente erróneo, ya que el Concilio de Trento definió que los herejes, siempre y cuando cumplan la materia y la forma correcta, confieren el bautismo válido. ¡Pero en realidad San Cipriano sostuvo que era de la tradición apostólica que los herejes no podían conferir un bautismo válido! Y esta falsa idea fue rechazada en aquel entonces por el Papa San Esteban y más tarde condenada por la Iglesia Católica. ¡Esto en cuanto a la afirmación de que la Carta a Jubainaus de San Cipriano es una representación segura de la tradición apostólica! De hecho, San Cipriano y 30 de otros obispos declararon en un concilio regional en 254 AD:

“Nos… juzgándolo y manteniéndolo como certeza de que nadie más allá de la pálida [es decir, fuera de la Iglesia] es capaz de ser bautizado…”[167]

Esto demuestra una vez más el punto: Jesucristo sólo dio la infalibilidad a San Pedro y sus sucesores (los papas).

“Dijo también el Señor: Simón, Simón, mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos, como el trigo: Mas yo he rogado por ti a fin de que tu fe no perezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos.” (Lucas 22:31-32)

Jesucristo no dio la fe nunca deficiente a los obispos, a los teólogos ni a los padres de la Iglesia, Él sólo le dio a Pedro y a sus sucesores cuando hablan desde la Cátedra de Pedro o al proponer una doctrina para los fieles para ser creído como divinamente revelado.

El Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, ex cathedra:
“Así, pues, este carisma de la verdad Y DE LA FE NUNCA DEFICIENTE, FUÉ DIVINAMENTE CONFERIDO A PEDRO Y A SUS SUCESORES EN ESTA CÁTEDRA…”[168]

Otro Padre primitivo que se cita con frecuencia a favor del bautismo de sangre es Tertuliano. Su declaración es registrada la más antigua enseñando el bautismo de sangre.

Tertuliano, Sobre el Bautismo, 203 d.C.: “Si ellos pueden ser lavados en agua necesariamente debe ser así por la sangre. Este es el Bautismo, que sustituye a la de la fuente, cuando no se ha recibido, y se restablece cuando se ha perdido.”

Pero ¿adivinen qué? En la misma obra en la que Tertuliano expresa su opinión a favor del bautismo de sangre, él también comete un error diferente e significativo. ¡Él dice que los bebés no deben ser bautizados hasta que sean adultos!

Tertuliano, Sobre el Bautismo, 203 d.C.: “De acuerdo a las circunstancias y la disposición y hasta la edad de la persona individual, puede ser mejor que se retrase el bautismo, y sobre todo en el caso de los niños pequeños… Que vengan, pues, mientras crecen…”[170]

Esto contradice la tradición católica universal, recibida de los Apóstoles, y después la enseñanza infalible de los papas, que los niños deben ser bautizados lo más pronto posible.

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, ex cathedra: “En cuanto a los niños… no ha de diferirse el sagrado bautismo…”[171]

Pero además de esto, en la misma obra Sobre el Bautismo, Tertuliano en realidad afirma la enseñanza universal de la tradición sobre la necesidad absoluta del bautismo en agua, que es contraria a la idea del bautismo de sangre.

Tertuliano, Sobre el Bautismo, 203: “… es, de hecho, prescrito que nadie puede alcanzar la salvación sin el Bautismo, especialmente en vista de esa declaración del Señor, que dice: «Si uno no renaciera del agua y del Espíritu Santo no entrará en el reino de los cielos» [Juan 3,5]…”[172]

Por lo tanto, aquellos que piensan que el bautismo de sangre es una enseñanza de la Iglesia Católica, sólo porque este error fue expresado por un número de Padres, están simplemente equivocados. Como muchos o más Padres declararon que los niños no bautizados sufren el fuego del infierno y que los herejes no pueden bautizar válidamente. La teoría del bautismo de sangre no se llevó a cabo universalmente o constantemente en la tradición católica y nunca ha sido enseñado o mencionado por ninguno papa, concilio o en ninguna encíclica papal.

¿SANTOS NO BAUTIZADOS?

Una de las mayores objeciones por parte de los defensores del bautismo de deseo/sangre es la afirmación de que la Iglesia Católica reconoce santos que nunca recibieron el Sacramento del Bautismo. La respuesta a esto es que la Iglesia Católica nunca ha reconocido que hay santos en el cielo que no fueron bautizados. Algunos historiadores han escrito relatos de las vidas de algunos santos en las que estos santos muertos sin el bautismo de agua – por «bautismo de sangre», pero las afirmaciones de estos historiadores no prueban nada.

No toda la información que rodearon las muertes de los mártires es exacta. Por ejemplo, “Según San Ambrosio, Prudencio y el Padre Butler, Santa Inés fue decapitada. Otros había dicho que [San Inés] fue quemada hasta la muerte. Nuestro punto es que no todos los datos que figuran en la descripción del martirio es necesariamente precisa, coherente, o completa.”[173]

El Papa San Gelasio, Decretal, 495: “Igualmente, las Actas de los Santos mártires… [las cuales], con singular cautela, como quiera que se ignoran completamente los nombres de los que las escribieron, no se leen en la Santa Iglesia Romana, a fin de no dar ni la más leve ocasión de burla.”[174]

El Papa San Gelasio está diciendo aquí que los actos y hechos registrados de los mártires son inciertos. Sus autores son desconocidos, los relatos pueden contener errores y ni siquiera se leyeron en la Santa Iglesia Romana para evitar el escándalo y la burla que puedan derivarse de cualquier declaración falsa contenida en ella. De hecho, en su obra The Age of Martyrs [La Edad de los Mártires], el renombrado abad historiador de la Iglesia, Giuseppe Ricciotti, ha dicho: «Para los guías tenemos los documentos apropiados. Estos, sin embargo, como ya hemos visto, son a menudo dudosos y nos llevaría por completo el mal camino. Especialmente poco fiables son las Actas o Pasiones de los mártires».[175] La enseñanza infalible de la Iglesia Católica, en cambio, es absolutamente confiable, y nunca ha enseñado que las almas pueden salvarse por el «bautismo de sangre» sin el Sacramento del Bautismo. Así, en resumen, no hay ninguna prueba de que cualquier santo mártir de la fe católica nunca recibió el Sacramento del Bautismo.

LOS CUARENTA MÁRTIRES DE SEBASTE

Un ejemplo de cómo los defensores del bautismo de sangre erran sobre este asunto es su afirmación de que el cuadragésimo mártir de Sebaste no fue bautizado. Dicen que no estaba bautizado, pero que se unió a los otros treinta y nueve mártires y congelándose a muerte en el lago por Cristo. El hecho es que no hay pruebas de que el cuadragésimo mártir de Sebaste no fue bautizado, cuya identidad se desconoce. Las cuentas de la historia revelan que él «gritó con voz alta que era cristiano», probablemente porque ya estaba bautizado católico que fue impulsado al martirio por el ejemplo de los otros treinta y nueve. Además, en el Martirologio Romano en la fecha del 9 de septiembre, leemos:

“En Sebaste de Armenia, san Severiano, que siendo soldado del Emperador Licinio, y visitando a menudo a los Cuarenta Mártires presos en la cárcel, fue por orden del Presidente Lisias colgado en el aire con una gran piedra atada a los pies…”[176]

Es cierto que Severiano no era el cuadragésimo mártir (a partir de la fecha y circunstancias de su muerte), pero lo vemos en esta cuenta de que otras personas y soldados pudieron visitar a los cuarenta en la cárcel. Por lo tanto, los cuarenta mártires fácilmente podrían haber bautizado a cualquier soldado que mostrare interés y simpatía por su causa, incluyendo aquel que se unió a ellos después (si es que todavía no era bautizado). Por lo tanto, no hay nada que pruebe que el cuadragésimo mártir no fue bautizado, y sabemos que él sí era bautizado por la verdad de nuestra fe. Lo mismo puede decirse de todos de los aproximadamente 20 casos que son presentados por los defensores del bautismo de sangre.

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, «Exultate Deo», 22 de nov. de 1439, ex cathedra: “Y como por el primer hombre penetró en todos la muerte, «si no renacemos del agua y el Espíritu», como dice la Verdad, «no podemos entrar en el reino de los cielos» (cf. Jn 3:5). La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural.”[177]

Cito textualmente del Hermano Robert Mary, del libro Father Feeney and The Truth About Salvation [El Padre Feeney y la Verdad sobre la Salvación] (pp. 173-175), que aclara algunas de las confusiones que se arremolinan en torno a este tema:

“Ahora vamos a examinar la evidencia histórica planteada por aquellos que afirman que «el bautismo de sangre» es un sustituto de, incluso superior a, el sacramento del bautismo. Esta evidencia se encuentra en los numerosos escritos que se han llegado hasta nosotros durante los siglos como se registra en varios martirologios, los actos de los mártires, las vidas de los santos y fuentes similares. La información más concisa sobre los mártires se encuentra en los martirologios.
“El actual Martirologio Romano es un catálogo de los santos honrados por la Iglesia, no sólo a los mártires por la fe. Apareció por primera vez en 1584, y fue derivado de martirologios antiguos que existieron en el siglo IV, además de los registros oficiales y no oficiales tomados de los actos de los mártires que se remontan al siglo II. Se ha revisado varias veces desde su primera compilación. Cuando fue destinado a revisar las cuentas antiguas, San Roberto Belarmino tuvo que ser contenido por las supresiones de redacciones excesivamente escépticas.
“En primer lugar, no era la intención de los que informaron por primera vez las circunstancias de la muerte de los mártires de proporcionar información de «los registros de bautismo» de la que más tarde podría ser compilado. Si el cronista no hace mención del bautismo del mártir, no significa necesariamente que nunca fue bautizado. Un ejemplo de ello es la de San Patricio. No era un mártir, pero su bautismo nunca fue registrado. Sin embargo, sabemos positivamente que recibió el sacramento desde que era un obispo.
“A continuación, aun cuando un cronista afirma positivamente que un mártir no había sido bautizado, debe entenderse en el sentido de que era «no registrado» como si hubieran sido bautizado. En aquellos tiempos, sobre todo, nadie podía esperar el saber con certeza que el otro no había sido bautizado.
“En tercer lugar, si un cronista dice que un mártir era «bautizado en su propia sangre», esto no excluye automáticamente la recepción anterior del sacramento por agua. Cuando Cristo se refirió a su Pasión venidera como un «bautismo», Él ya había sido bautizado por San Juan en el Jordán.
“En cuarto lugar, el «bautismo de sangre» debe entenderse como el mayor acto de amor de Dios que un hombre puede hacer. Dios lo premia con entrada directa al cielo para aquellos que ya están bautizados y en la Iglesia: no hay purgatorio --- es una confesión perfecta. Si fuera capaz de sustituir a algún sacramento, sería el sacramento de la Penitencia, porque la Penitencia no obliga a una necesidad de medios, pero solo el precepto.
“En su libro Church History [La Historia de la Iglesia], el Padre John Laux, M. A., escribe:

«Si él [el cristiano] estaba destinado a perder su vida, se le habían enseñado que el martirio era un segundo bautismo, que lava toda mancha, y que el alma del mártir estaba seguro en la admisión inmediata a la felicidad perfecta del cielo».

“En quinto lugar, cuando un mártir que se conoce como un «catecúmeno», no siempre quiere decir que no estaba bautizado todavía. Un catecúmeno era una persona que esta aprendiendo la fe, como estudiante en una clase llamada catecumenado, con un maestro llamado catequista. Que los estudiantes en su clase continúan incluso después de que fueron bautizados se confirma de manera concluyente por estas palabras de San Ambrosio a sus catecúmenos: «Sé muy bien que muchas cosas todavía tienen que ser explicados. Es posible que les parezca extraño que no se les dio una enseñanza completa sobre los sacramentos antes de que se bautizaran. Sin embargo, la antigua disciplina de la Iglesia nos prohíbe revelar los misterios cristianos a los no iniciados. Porque el pleno significado de los sacramentos no puede ser comprendida sin la luz que ellos mismos derraman en vuestros corazones». (Sobre los Misterios y Sobre los Sacramentos, San Ambrosio)

Considerando que los no bautizados no eran considerados partes de los fieles hasta que fueron bautizados (que siempre se les exigió salir antes de la Misa de los Fieles), el Hno. Robert Mary está señalando que algunas personas recién bautizadas, que se encontraban realizando la instrucción, se referían en ocasiones como «catecúmenos».

El Papa San Silvestre I, Primer Concilio de Nicea, 325 d.C., can. 2: “Porque un catecúmeno necesita tiempo y más libertad condicional después del bautismo…”[178]

En la tradición, la Iglesia no revelaba ciertas cosas, excepto a los iniciados (los bautizados). Así, después de que una persona era bautizada, él o ella continua con frecuencia la instrucción catequética, y por lo tanto a veces se denomina «un catecúmeno». El hecho de que hay una distinción entre los catecúmenos no bautizados y catecúmenos bautizados está implícito en la siguiente cita del Concilio de Braga en 572.

El Concilio de Braga, 572, canon xvii: “Ni la conmemoración del sacrificio [oblationis] ni el servicio de canto [psallendi] se debe emplear para los catecúmenos que han muerto sin el bautismo.”[179]

Si los que se describen como «catecúmenos» no siempre estaban bautizados, entonces no habría necesidad de que el Concilio diga que ni canto o sacrificio debe emplearse para los catecúmenos «que han muerto sin el bautismo». Por lo tanto, el hecho de que el Martirologio Romano describe algunos santos como «catecúmenos», tales como Santa Emerenciana, no prueba que no fueron bautizados, aun cuando el término «catecúmeno» normalmente significa no bautizados. Además, el Martirologio Romano no es infalible y contiene errores históricos.

Donald Attwater, A Catholic Dictionary «Un Diccionario Católico», p. 310: “Una declaración histórica en el «Martirologio», como tal, no tiene autoridad… Una serie de entradas en el Martirologio Romano se encuentran no satisfactorias cuando así lo prueba.”[180]

En cuanto al Breviario Romano, Dom Prosper Guéranger, uno de los liturgistas más célebres en la historia de la Iglesia, parece corregir algunos errores en el Breviario Romano:

Dom Prosper Guéranger, The Liturgical Year «El Año Liturgico», Vol. 8 (Santos Tiburcio, etc.), p. 315: “La solemnidad del 22 de noviembre, antes precedida por una vigilia, está marcado en el breviario Romano como el día de su martirio [de Santa Cecilia], sino que es, en realidad, el aniversario de su basílica en Roma.”[181]

Además, veremos en la sección dedicada a San Gregorio Nazianz (pp. 76-77) que si uno aplica como infalible a la enseñanza del Breviario sobre temas teológicos, entonces él debe rechazar el bautismo de deseo. Sigo con la cita del Hno. Robert Mary:

“En sexto lugar, en aquellos días, un bautismo formal era una ceremonia muy impresionante realizada por el obispo. Sin embargo, la Iglesia siempre ha enseñado que, en caso de necesidad, cualquier persona de cualquier sexo que ha alcanzado el uso de la razón, católico o no católico, puede bautizar utilizando las palabras correctas y con la intención de hacer lo que la Iglesia tiene la intención de hacer por el sacramento. Por lo tanto, en la Iglesia primitiva, los cristianos bautizados y catecúmenos no bautizados se les instruyeron para administrar el sacramento el uno al otro, siempre y cuando sea necesario, donde se estallaban persecuciones.
“En séptimo lugar, la salvación se hizo posible para nosotros cuando, en la Cruz en el Calvario, Nuestro Señor Jesucristo sacrificó su Sagrado Cuerpo y Sangre en expiación por nuestros pecados. Por lo tanto, un hombre es salvo, no por el sacrificio de su sangre humana, sino por el sacrificio de la Preciosísima Divina Sangre de Nuestro Santísimo Salvador.
“Vamos a decirlo de otra manera: En nuestra opinión, la remisión absoluta certeza del pecado original y la incorporación en Cristo y su Iglesia, se efectúan exclusivamente por el agua a que, solamente, Cristo ha dado ese poder. La sangre de un hombre no tiene tal poder. El martirio es el mayor acto de amor de Dios que un hombre puede hacer, pero no puede sustituir el sacramento del bautismo.” – fin de cita

No hay necesidad de examinar en detalle todos los menos de 20 (de miles) casos individuales de martirios de santos, que algunos han dicho que se produjo sin el bautismo. Por ejemplo, en el caso de Santa Emerenciana – que fue martirizada mientras rezaba públicamente ante la tumba de Santa Inés durante la persecución de Diocleciano – uno podría señalar que el relato de su martirio ofrece una situación que, en sí mismo, se sugiere que ya era bautizada, porque ella no se habría puesto en peligro de esa manera durante la persecución si aún no estaba bautizada. O incluso si no fue bautizada antes de que ella fuera atacada (que es muy poco probable), ella podría haber sido bautizada después del ataque por su madre que la acompañaba (según algunas cuentas) a la tumba para orar.

Hay tantas historias que dan una impresión totalmente diferente y tienen un significado diferente si sólo un pequeño detalle es omitido. Tomemos, por ejemplo, el caso de San Venancio. A los 15 años de edad, San Venancio fue llevado ante el gobernador durante la persecución del emperador Decio:

“Uno de los funcionarios, Anastasio por su nombre, al notar la valentía con que él [San Venancio] sufrió sus tormentos, y habiendo visto a un ángel con una túnica blanca caminando por encima del humo, y una vez más liberando a Venancio, [Anastasio] creyó en Cristo, y junto con su familia fueron bautizados por el sacerdote Porfirio, con quien después se mereció recibir la palma del martirio.”[182]

Esta interesante historia nos muestra, una vez más, cómo Dios bautiza a todos sus elegidos, pero observen que tan fácil podría haber sido mal interpretado si un simple detalle se hubiera omitido. Si el único punto sobre cómo Anastasio y su familia fueron bautizados por Porfirio se hubiera omitido, es casi seguro que el lector obtendrá la impresión de que Anastasio fue un mártir por Cristo, que nunca recibió el bautismo – y recibiendo en vez el «bautismo de sangre».

El hecho es que no hay necesidad de pasar por todos estos pocos casos y demostrar que: 1) no hay ninguna prueba de que el santo (a quien dicen no fue bautizado) no fue bautizado, y 2) hay muchas explicaciones para saber cómo el santo podría haber sido y fue bautizado. Todo lo que es necesario para refutar la afirmación de que hay santos no bautizados es mostrar que la Iglesia ha enseñado infaliblemente que nadie puede ir al cielo sin haber renacido del agua y del Espíritu Santo en el Sacramento del Bautismo.

El Papa Pablo III, El Concilio de Trento, canon 5 sobre el Sacramento del Bautismo, ex cathedra: “Si alguno dijere, que el Bautismo [el sacramento] es arbitrario, esto es, no preciso para conseguir la salvación (cf. Jn. 3,5); sea anatema.”[183]

Sin embargo, un presunto caso del «bautismo de sangre» es particularmente interesante.

SAN ALBANO Y SU GUARDIA CONVERTIDO

San Albano fue el protomártir de Inglaterra (303 d.C.) El relato de su martirio es particularmente interesante e instructivo sobre este tema. En el camino a su martirio, uno de los guardias que lo llevaron a la ejecución se convirtió a Cristo. El Martirologio Romano (un documento falible), así como el Butler’s Lives of the Saints [Vidas de los Santos de Butler], dice que el guardia fue «bautizado en su propia sangre». San Beda el Venerable, un historiador de la Iglesia, que también tiene una cuenta de la historia (y que fue uno de los cerca de 8 Padres que son citados en favor del bautismo de sangre), dice que el martirio de la guardia se produjo sin la «purificación del bautismo». Pero vea esto: al relatar la historia de los martirios de San Albano y su guardia, San Beda y La Vida de los Santos de Butler revelan un punto muy importante.

San Beda: “Al llegar a la cumbre, san Albano le pidió a Dios que le diera agua, y de repente un manantial perenne burbujeaba a sus pies…” Butler: “La súbita conversión de la caciques ocasionado un retraso en la ejecución. Mientras tanto, el confesor santo (Albano), con la muchedumbre, subió la colina… Allí Albano cayendo de rodillas, en su oración una fuente surgió, lo cual con el agua refrescó su sed… El soldado, junto con San Albano, que se había negado a bañarse (mancharse) las manos en su sangre, y se había declarado un cristiano, fue decapitado también, siendo bautizado en su propia sangre.”[184]

El lector puede estar confundido en este punto, y con razón, así que permítanme explicar. Tenemos dos cuentas (falibles) del martirio de San Albano y su guardia, de San Beda y Vidas de los Santos de Butler. ¡Ellos registran que justo antes del martirio de San Albano y su guardia, San Albano oró por «agua», que milagrosamente recibió! ¡San Beda luego continúa diciendo que el guardia murió sin ser bautizado! ¡Butler dice que el agua no era más que para «refrescar» la sed de Albano! Con el debido respeto a San Beda y las cosas buenas de Butler, ¿qué tan obvio tiene que ser? Un santo, que tenía unos pocos minutos para vivir y que tenía un converso que deseaba entrar en la Iglesia de Cristo, ¡no llamaría por el agua milagrosa para «refrescar su sed»! Es obvio que pidió el agua milagrosa para bautizar al guardia convertido, y Dios lo previo para la conversión sincera, ya que «quien no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios». Este es un excelente ejemplo de cómo los errores del bautismo de sangre y del deseo se han perpetuado – haciendo pasar las conclusiones falibles de hombres falibles. Y este ejemplo de San Albano y su guardia, que en realidad demuestra la absoluta necesidad del Sacramento del Bautismo, es con frecuencia y falsamente utilizado contra la necesidad del Sacramento del Bautismo.

RESUMIENDO LOS HECHOS SOBRE EL BAUTISMO DE SANGRE

Como ya se ha dicho, la teoría de bautismo de sangre nunca ha sido enseñada por un Papa, ni por un Concilio ni en cualquier encíclica papal. Al menos 5 concilios dogmáticos de la Iglesia Católica emitieron definiciones detalladas sobre el bautismo, y ni uno menciona el concepto o el término del bautismo de sangre. El Concilio de Trento tuvo 14 cánones sobre el bautismo, y el bautismo de sangre se menciona en ninguna parte. Y, de hecho, diversas declaraciones infalibles de los papas y de los concilios excluyen la idea.

El Papa Eugenio IV, «Cantate Domino», Concilio de Florencia, ex cathedra: “Todo aquel, no importando lo grande que hayan sido sus limosnas y obras de caridad, y no importando de que llegase a derramar su sangre por causa de Cristo, no puede salvarse si no se hallare en el seno y unidad de la Iglesia Católica.”[185]

¡El Papa Eugenio IV explícitamente excluye de la salvación incluso aquellos que «llegase a derramar su sangre por causa de Cristo» a menos que estén viviendo dentro del seno y unidad de la Iglesia! ¡Y, como ya demostrado, los no bautizados no viven en el seno y unidad de la Iglesia (de fide)! Los no bautizados no son sometidos a la Iglesia Católica (de fide, el Concilio de Trento, sesión 14, cap. 2);[186] los no bautizados no son miembros de la Iglesia Católica (de fide, Pió XII, Mystici Corporis #10;[187] y los no bautizados no tienen la marca de los cristianos (de fide, Pió XII, Mediator Dei # 57).[188]

Si el «bautismo de sangre» verdaderamente sirve como un sustituto para el Sacramento del Bautismo, Dios nunca habría permitido que la Iglesia Católica entendiera a Juan 3:5 en sus decretos infalibles como según está escrito, como así lo ha hecho (el Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, «Exultate Deo», 22 de nov. de 1439, etc.). Esto es cierto porque la comprensión oficial de la Iglesia de las Escrituras no puede errar.

Por otra parte, Dios no habría permitido que el infalible Concilio de Trento a pasar completamente sobre cualquier mención de esta «excepción» en sus cánones sobre el bautismo y sus capítulos sobre la justificación como una forma alternativa de alcanzar el estado de gracia. Él nunca habría permitido que todas las definiciones infalibles de los papas en un solo bautismo para evitar cualquier mención del «bautismo de sangre».
Y Dios no habría permitido que el Papa Eugenio IV definir que nadie, ni siquiera si llegare a derramar su sangre en nombre de Cristo, puede salvarse si no se hallare en el seno y unidad de la Iglesia Católica, sin mencionar la excepción del «bautismo de sangre». Dios nunca ha permitido que la teoría del bautismo de sangre que se enseñe ni en un concilio, ni por un Papa, ni en un decreto infalible, sino que sólo por los teólogos falibles y falibles padres de la Iglesia. Todo esto se debe a que el bautismo de sangre no es una enseñanza de la Iglesia Católica, pero la especulación errónea de ciertos Padres que también erraban con frecuencia en los mismos documentos.

LOS BAUTISMO MILAGROSOS

No habría ninguna necesidad para que Dios salve a cualquiera por el bautismo de sangre (o «bautismo de deseo»), ya que Él puede mantener a cualquieras almas sinceras con vida hasta que se bauticen, como vimos en el caso de San Albano y el guardia convertido. San Martín de Tours devolvió a la vida un catecúmeno que había muerto para poder bautizarlo.[189] Santa Juana de Arco devolvió a la vida un infante muerto para que ella lo bautizara.[190] Hubo muchos milagros similares. Un ejemplo llamativo es la que se dice que habría ocurrido en la vida del mismo San Pedro. Mientras estaba encadenado a un pilar en la cárcel Mamertina en Roma, bautizó a dos de sus guardias, Proceso y Martiniano, con agua que milagrosamente salió del suelo a poca distancia de las manos de San Pedro. Estos guardias fueron encarcelados también con San Pedro y debían someterse a la ejecución al día siguiente porque eran conversos. Su deseo para el bautismo (bautismo de deseo) y su martirio por la fe (bautismo de sangre) no iban a ser suficientes. Tenían que ser bautizado con «agua y el Espíritu Santo» (Juan 3,5). Y Dios vio que realmente deseaban el Sacramento, por lo que Él lo suministro milagrosamente.

La historia también registra que San Patricio – que él mismo resucitó más de cuarenta personas de entre los muertos – resucitó una serie de personas de entre los muertos precisamente para bautizarlos, algo que era totalmente innecesario si uno puede salvarse sin ser bautizados. Como señala un estudioso,

“En total, San Patricio trajo a la vida algunos cuarenta infieles en Irlanda, uno de los cuales era el Rey Echu (...) Al resucitarlo de entre los muertos, San Patricio lo instruyó y lo bautizó, preguntando lo que había visto del otro mundo. El Rey Echu contó cómo había visto en realidad el trono preparado para él en el cielo debido a su vida de estar abierto a la gracia de Dios Todopoderoso, pero que no se le permitió entrar, precisamente porque no era aún bautizado. Después de recibir los sacramentos (...) murió en el acto y se fue a su recompensa.”[191]

El mismo estudioso además nota:

“Muchos santos han sido registrados como resucitar a los adultos específicamente y exclusivamente para el Sacramento del Bautismo, incluyendo a San Pedro Claver, Santa Winifred [Wenefrida] de Gales, San Julián de Mans, San Eleuterio, y otros. Pero aún más han resucitado hasta los niños pequeños para el sacramento de la salvación: San Gregorio Nacianceno (…) San Hilario (…) Santa Isabel (…) Santa Coleta (…) Santa Francisca Romana (…) Santa Juana de Arco (…) San Felipe Neri (…) San Francisco Javier (…) San Gildas (…) San Gerardo Mayela (…) por nombrar algunos.”[192]

Uno de los casos más interesantes es la historia de Agustina, la esclava, que se relaciona en la vida de San Pedro Claver, un misionero jesuita en Colombia del siglo XVII.

“Cuando el Padre Claver llegó a su lecho de muerte, Agustina estaba fría al tacto, su cuerpo ya se estaba preparando para el entierro. Él oró junto a su cama durante una hora, cuando de repente la mujer se incorporó, vomitó un charco de sangre, y declaró al ser cuestionada por los asistentes: «Vengo de un viaje a lo largo de un largo camino. Después de haber recorrido el largo camino, conocí a un hombre blanco de gran belleza que estaba ante mí y me dijo: ¡Alto! Usted no puede ir más lejos». (…) Al oír esto, el Padre Claver despejó la sala y se dispuso a escuchar su confesión, pensando que estaba en la necesidad de la absolución por algún pecado que pudo haber olvidado. Pero en el transcurso del ritual, San Pedro Claver fue inspirado para darse cuenta de que ella nunca había sido bautizada. Él cortó su confesión y le negó a darle la absolución, pidió en cambio el agua con la que la bautizaría. El amo de Agustina insistió en que no pueda necesitar el bautismo ya que había sido a su servicio durante veinte años y nunca había fallado a ir a Misa, la Confesión, Comunión todo ese tiempo. Sin embargo, el Padre Claver insistió en bautizarla, después de lo cual murió Agustina de nuevo con alegría y en paz en presencia de toda la familia.”[193]

El gran «Apóstol de las Montañas Rocosas», P. Pierre de Smet, quien fue el misionero extraordinario para los indios americanos en el siglo XIV, también fue un testigo – al igual que sus compañeros misioneros jesuitas – de muchas personas que vivieron al bautismo en circunstancias milagrosas.

El P. de Smet, 18 de dic. de 1839: “A menudo he observado que muchos de los niños parecen esperar el bautismo antes de su volar al cielo, porque mueren casi inmediatamente después de recibir el sacramento.”[194]

E. P. de Smet, 9 de dic. de 1945: “(…) más de un centenar de niños y once personas de edad fueron bautizados. Muchos de estos últimos [los ancianos], que fueron llevados sobre pieles de búfalo, parecía que sólo esperaban de esta gracia antes de irse a descansar en el seno de Dios.”[195]

En este punto, el lector también va querer mirar la sección de San Isaac Jogues y San Francisco Javier más adelante en este documento.

En la vida extraordinaria del misionero irlandés San Columbano (+ 543 a 615 d.C.), leemos acerca de una historia similar de la providencia de Dios queriendo llegar a todas las almas de buena voluntad al bautismo.

“[Columbano dijo]: «Mis hijos, hoy podrán ver un antiguo jefe picto, que ha mantenido fielmente los preceptos de la Ley Natural toda su vida, llegar a esta isla; viene a ser bautizado y morir». Inmediatamente, un barco fue visto acercarse con un hombre viejo débil sentado en la proa, que fue reconocido como jefe de una de las tribus vecinas. Dos de sus compañeros lo presentaron ante el misionero, a cuyas palabras escuchó con atención. El anciano pidió ser bautizado, y inmediatamente después exhaló su último suspiro y fue enterrado en el mismo lugar.”[196]

El Padre Point, S.J. era un compañero misionero jesuita a los indios con el P. de Smet en el siglo XIV. Cuenta una historia muy interesante acerca de la resurrección milagrosa para el bautismo de una persona que había sido instruido en la fe, pero murió al parecer sin recibir el sacramento.

El Padre Point, S.J., citado en «La Vida del Padre de Smet», edición inglesa, pp. 165-166: “Una mañana, al salir de la iglesia me encontré con una mujer india, que dijo: «Tal persona no está bien». Ella [la persona que no estaba bien] no era todavía un catecúmeno y yo le dije que iría a verla. Una hora más tarde la misma persona [que vino y le dijo que la persona no estaba bien], que era su hermana, vino a mí diciendo que ella había muerto. Corrí a la tienda, esperando que ella podría estar equivocada, y encontré una multitud de familiares alrededor de la cama, repitiendo: «Está muerta – no ha respirado durante algún tiempo». Para asegurarme, me incliné sobre el cuerpo; no había ninguna señal de vida. Reproche a esta gente excelente por no decirme a la vez de la gravedad de la situación, y agregó: «¡Que Dios me perdone!» Entonces, con cierta impaciencia, dije: «¡Orad!» y todos cayeron de rodillas y oraron devotamente.
“De nuevo me incliné sobre el supuesto cadáver y dije: «La Túnica Negra está aquí: ¿desea que él la bautice?» En la palabra bautismo vi un ligero temblor del labio inferior; entonces ambos labios se movían, haciéndome seguro de que ella entendió. Ella ya había sido instruida, por lo que a la vez la bautice, y ella se levantó de su ataúd, haciendo la señal de la cruz. Hoy en día ella está de caza, y está totalmente convencida de que murió en el momento que había contado.”[197]

Este es otro ejemplo de una persona que ya había sido instruida en la fe, pero tuvo que ser resucitada milagrosamente específicamente para el Sacramento del Bautismo, y la resurrección milagrosa se produjo en el momento que el sacerdote pronunció la palabra «bautismo».

En la vida de San Francisco de Sales, también encontramos un niño milagrosamente resucitado de entre los muertos específicamente para el Sacramento del Bautismo.

“Un bebé, el niño de una madre protestante, había muerto sin el bautismo. San Francisco había ido a hablar con la madre acerca de la doctrina católica, y oró para que el niño fuera devuelto a la vida con el tiempo suficiente para recibir el Bautismo. Su oración fue concedida, y toda la familia se convirtió en católico.”[198]

San Francisco de Sales resume la verdad maravillosamente simple sobre este tema de la siguiente manera, cuando estaba disertando contra los herejes protestantes.

San Francisco de Sales (Doctor de la Iglesia), The Catholic Controversy «La Controversia Católica», edición inglesa, c. 1602, pp. 156-157: “La forma en que se deduce un artículo de fe es ésta: la Palabra de Dios es infalible; la Palabra de Dios declara que el Bautismo es necesario para la salvación, por lo tanto el Bautismo es necesario para la salvación.”[199]

He aquí otra descripción de un niño recién nacido que murió sin el Sacramento del Bautismo y fue resucitado de entre los muertos a través de la intercesión de San Esteban.

“En Uzale, una mujer tiene un niño pequeño (…) Desafortunadamente, él murió antes de que tuvieran tiempo para bautizarlo. Su madre estaba abrumada con dolor, más por su privación de la vida eterna que porque ya estaba muerto para ella. Lleno de confianza, tomó al niño muerto y públicamente lo llevó a la Iglesia de San Esteban, el primer mártir. Allí comenzó a rezar por el hijo que acababa de perder. Su hijo se movió, lanzó un grito, y fue restaurado a la vida de repente. De inmediato lo llevó a los sacerdotes, y, después de recibir los sacramentos del Bautismo y la Confirmación, murió de nuevo.”[200]

En sólo los Hechos de los Apóstoles nos encontramos con tres intervenciones milagrosas involucrando el Bautismo – Cornelio el centurión, el eunuco de Candace, y Saulo de Tarso. Y en cada caso no sólo es evidente la Providencia de Dios, pero los individuos involucrados están obligados a ser bautizados con el agua, aunque es clara su intención de hacer la voluntad de Dios.

El hecho es que Dios mantendrá a un alma sincera con vida hasta el Bautismo; Él es Todopoderoso y Él ha decretado que nadie entra al cielo sin el Bautismo.

El Papa Pío IX, Vaticano I, ex cathedra: “Todo lo que Dios ha creado, lo protege y gobierna con su providencia, que llega poderosamente de un confín a otro de la tierra y dispone todo suavemente (…).”[201]

De hecho, la primera definición infalible declarando que los elegidos ven la visión beatífica inmediatamente después de la muerte fue del Papa Benedicto XII en Benedictus Deus. Es interesante examinar lo que declara infaliblemente sobre los santos y mártires que fueron al cielo.

El Papa Benedicto XII, Benedictus Deus, 1336, ex cátedra, sobre las almas de los justos recibiendo la visión beatífica: “Por la presente constitución, que ha estar siempre en vigor, definimos con la autoridad apostólica: que (…) los santos Apóstoles, mártires, confesores, vírgenes, y de los demás fieles muertos después de recibir el bautismo de Cristo, en los que no había nada que purgar [purificar] (…) y que las almas de los niños renacidos por el mismo bautismo de Cristo, o de los que han de ser bautizados, una vez que lo sean si vienen a morir antes del uso de razón: (…) [todas estas personas] estuvieron, están y estarán en el cielo (…).”[202]

Al definir de que los elegidos (incluidos los mártires) en los que no había nada que purgar están en el cielo, el Papa Benedicto XII menciona tres veces que han sido bautizados. Obviamente, ningún apóstol, mártir, confesor o virgen podría recibir la visión beatífica, sin haber recibido el bautismo de acuerdo con esta infalible definición dogmática.

LA TEORÍA DEL BAUTISMO DE DESEO – UNA TRADICIÓN DEL HOMBRE

A los que han sido lavados del cerebro por los apologistas de la teoría del bautismo de deseo quizás se sorprenderán al saber que de todos los padres de la Iglesia, apenas sólo uno puede ser presentado por los defensores del bautismo de deseo como de haber enseñado el concepto. Así es, sólo uno, San Agustín. Los defensores del bautismo de deseo harán un débil intento de presentar un segundo padre, San Ambrosio, como veremos más adelante; pero incluso si eso fuera cierto, eso sólo serían dos padres de cientos que pueden ser citados como haber especulado tan siquiera el concepto del bautismo de deseo. Entonces, ¿qué puede uno decir acerca de las siguientes afirmaciones de los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (FSSPX), que han escrito tres libros por separado sobre el «bautismo de deseo»?

P. Jean-Marc Rulleau (FSSPX), El Bautismo de Deseo, p. 63: “Este bautismo de deseo compensa la falta del bautismo sacramental (…) La existencia de este modo de la salvación es una verdad enseñada por el Magisterio de la Iglesia y sostenida desde los primeros siglos por todos los Padres. Ningún teólogo católico lo ha impugnado.”[203]

P. Francois Laisney (FSSPX), ¿Es Católico el Feeneyismo?, p. 79, sobre el bautismo de deseo: “No sólo es la enseñanza común, pero la enseñanza unánime; no sólo es desde los principios de este milenio, sino más bien desde el principio de la Iglesia…”[204]

Estas declaraciones son totalmente falsas y gravemente mentirosas que tergiversan por completo la enseñanza de la Tradición y corrupta la fe de la gente, como veremos. Los padres son unánimes en contra de la idea de que cualquier persona (incluyendo un catecúmeno) podría salvarse sin el bautismo en agua, como lo he demostrado. Pero examinemos la enseñanza de un padre, San Agustín, que sí expresó la creencia (al menos a veces) en la idea de que un catecúmeno puede ser salvo sin el Sacramento del Bautismo por su deseo de él.

SAN AGUSTÍN (354-430)

San Agustín es citado a favor del concepto del bautismo de deseo, pero cierto es que lucho con la cuestión, a veces claramente oponiéndose a la idea de que los catecúmenos no bautizados podrían lograr la salvación, y otras veces apoyándola.

San Agustín, 400: “Que el lugar del bautismo a veces es suministrado por el sufrimiento es apoyado por un argumento de peso que el mismo Beato Cipriano llama (...) Teniendo en cuenta esto una y otra vez, yo encuentro que no sólo el sufrimiento por el nombre de Cristo puede suplir lo que falta por medio del Bautismo, pero incluso la fe y la conversión del corazón, si (…) el recurso no puede tenerse en cuenta la celebración del misterio del bautismo.”[205]

Hay dos puntos interesantes acerca de este pasaje. La primera se refiere al bautismo de sangre: noten de que Agustín dice que su creencia en el bautismo de sangre es apoyado de una inferencia o un argumento que San Cipriano hizo, no arraigado en la Tradición de los Apóstoles o los Romanos Pontífices. Como hemos visto ya, muchas de las inferencias de San Cipriano se mostraron muy equivocadas, por decirlo amablemente, como su «inferencia» que era de la «Tradición apostólica» que los herejes no pueden conferir el bautismo. Así, San Agustín está revelando por esta declaración un punto muy importante: que su creencia, incluso en el bautismo de sangre, tiene sus raíces en la falible especulación humana, no en la revelación divina o la Tradición infalible. Esta admitiendo que podría estar equivocado y, de hecho, está equivocado.

En segundo lugar, cuando Agustín concluye que él también cree que la fe (es decir, la fe en el catolicismo) y un deseo por el bautismo podría tener el mismo efecto que el martirio, dice: «Teniendo en cuenta esto una y otra vez…» Al decir que lo consideraba una y otra vez, San Agustín está admitiendo que su opinión sobre el bautismo de deseo es algo que también ha llegado a partir de su propia consideración, no a través de la Tradición o enseñanza infalible. Es algo con que ciertamente luchó y se contradijo a sí mismo, como se muestra. Todo esto sirve para demostrar una vez más que el bautismo de deseo, como el bautismo de sangre, es una tradición del hombre, nacido en la errónea y falible especulación humana (aunque sean de algunos grandes hombres), y no tiene sus raíces o derivado de cualquier Tradición de los Apóstoles o de los papas.

Curiosamente, en el mismo conjunto de obras sobre el Bautismo ya citado, San Agustín hizo un error diferente, que más tarde corrigió en su Libro de Correcciones. En este conjunto de obras originalmente había declarado su opinión de que el Buen Ladrón que murió en la cruz junto a Nuestro Señor fue un ejemplo del bautismo de sangre. Más tarde corrigió esto, señalando que el Buen Ladrón no podía ser utilizado como un ejemplo del bautismo de sangre, porque no sabemos si el Buen Ladrón fue alguna vez bautizado. [206] Pero en realidad, el Buen Ladrón no se puede utilizar como un ejemplo del bautismo de sangre sobre todo porque el Buen Ladrón murió bajo la Antigua Ley, no la Nueva Ley; murió antes de la Ley del Bautismo fuera instituido por Jesucristo después de la Resurrección. Por esa razón, el Buen Ladrón, al igual que los Santos Inocentes, no constituye ningún argumento en contra de la necesidad de recibir el Sacramento del Bautismo para la salvación.

El Catecismo del Concilio de Trento, El bautismo hecho obligatorio después de la Resurrección de Cristo, p. 171: “Santo escritores son unánimes al decir que después de la Resurrección de nuestro Señor, cuando Él dio a sus Apóstoles el mandato de ir y enseñar a todas las naciones: bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, la ley del Bautismo se convirtió en obligatorio para todos los que serían salvos.”[207]

De hecho, cuando Nuestro Señor le dijo al buen ladrón: «Hoy estarás conmigo en el paraíso», Jesús no se refería al cielo, pero en realidad al infierno. Como los católicos saben, nadie entró al cielo hasta que Nuestro Señor lo hizo, después de su Resurrección. En el día de la Crucifixión, Cristo descendió a los infiernos, como dice el Credo de los Apóstoles. Él no descendió al infierno de los condenados, sino al lugar en el infierno llamado el Limbo de los Padres, el lugar de espera de los justos del Antiguo Testamento, que no podía entrar al cielo hasta que viniera el Salvador.

1 Pedro 3,18-19 “Cristo una vez murió por nuestros pecados… En el que también fue a predicar a aquellos espíritus que estaban en cárcel…”

A fin de probar el punto de que el Buen Ladrón no se fue al cielo en el día de la Crucifixión, está el hecho de que en el Domingo de la Resurrección, cuando María Magdalena se encontró con el Señor resucitado, Él le dijo: «No me toques, porque aún no he subido a mi Padre».

Juan 20,17- “[En el día de la Resurrección] Jesús le dice: María. Vuelta ella, le dice: Rabboni (que quiere decir Maestro). Jesús le dice: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre…”

Nuestro Señor ni siquiera había ascendido al cielo en el Domingo de la Resurrección. Por tanto, es un hecho de que Nuestro Señor y el Buen Ladrón no estaban juntos en el cielo el Viernes Santo, sino que estaban en el Limbo de los Padres, la prisión descrita en 1 Pedro 3,18-19. Jesús llamó a este lugar el paraíso porque Él estaría allí con los justos del Antiguo Testamento. Así que, como San Agustín admitió más tarde, él cometió un error al tratar de utilizar el Buen Ladrón como un ejemplo para este punto. Esto demuestra una vez más que sólo la enseñanza dogmática de los Papas son infalibles, así como la Tradición universal y constante. Pero el mismo San Agustín en muchos, muchos lugares afirma la Tradición universal de los Apóstoles que nadie se salva sin el Sacramento del Bautismo; y, de hecho, negó el concepto de que un catecúmeno puede ser salvo sin el Sacramento del Bautismo por su deseo por él en numerosas ocasiones.

San Agustín, 395: “… Dios no perdona los pecados, excepto a los bautizados.”[208]

San Agustín, 412: “(…) los cristianos púnicos llaman al mismo Bautismo nada más que la salvación (…) ¿De dónde se deriva, a excepción de una antigua y, como supongo, la tradición apostólica, en la que las Iglesias de Cristo tienen por naturaleza que sin el Bautismo y la participación en la mesa del Señor es imposible que alcance para cualquier hombre ya sea el reino de Dios o la salvación y la vida eterna? Este es el testimonio de la Escritura, también.”[209]

San Agustín, 391: “Cuando nos encontremos ante su vista [de Dios], vamos a contemplar la equidad de la justicia de Dios. Entonces nadie va a decir: (…) «¿Por qué este hombre fue dirigido por la dirección de Dios para ser bautizado, mientras que el hombre, aunque vivió correctamente como un catecúmeno, fue asesinado en un desastre repentino, y no fue bautizado?» Busca recompensas, y encuentras nada más que castigos.”[210]

Aquí vemos a San Agustín rechazar completamente el concepto del bautismo de deseo. ¡Nada podría ser más claro! ¡Él dice que Dios mantiene con vida a los catecúmenos sinceros hasta a su bautismo, y que aquellos que buscan recompensas de tales catecúmenos no bautizados que encontraran nada más que castigos! ¡San Agustín hasta hace un énfasis especial en afirmar que el Todopoderoso no permite que los catecúmenos no bautizados sean asesinados, excepto por una razón! Aquellos que dicen que San Agustín sostuvo el bautismo de deseo, por lo tanto, simplemente no están completos con los hechos. Se debe agregar el título de que tantas veces rechazó la idea y estaba en ambos lados de la cuestión. Por lo tanto, el único padre que los defensores del bautismo de deseo claramente pueden citar a favor del concepto (Agustín), en realidad negó el concepto del bautismo de deseo muchas veces.

San Agustín: “Por mucho que avance el catecúmeno, todavía lleva la carga de su maldad: ni se le quitara de él a menos que venga al bautismo.”[211]

Aquí vemos otra vez la afirmación de San Agustín la verdad apostólica de que nadie entra al cielo sin el bautismo en agua y otra vez negando explícitamente el concepto del bautismo de deseo, al negar que ningún catecúmeno pueda ser liberado del pecado sin el bautismo. Todo esto demuestra que el bautismo de deseo no es la Tradición universal de los Apóstoles; sino todo lo contrario es la Tradición universal de los Apóstoles y los Padres – que ningún catecúmeno puede ser salvo sin el bautismo en agua.





Notas

* La primera vez que se cita cualquier fuente en estas notas, toda su información es dada, incluyendo el editor, el año, etc. La segunda vez y siguiendo la fuente es citada solo con el título y el número de la página.



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[1] Decrees of the Ecumenical Councils «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Sheed & Ward and Georgetown University Press, 1990, Vol. 1, p. 230; Denzinger 430.

[2] Denzinger, El magisterio de la Iglesia. Manual de los símbolos, definiciones y declaraciones de la Iglesia en materia de fe y costumbres, Barcelona 1963, 468-469.

[3] Decrees of the Ecumenical Councils «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», p. 386.

[4] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, p. 550-553; Denzinger 39-40.

[5] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, p. 578; Denzinger 714.

[6] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, p. 646.

[7] Denzinger 1000.

[8] Denzinger 1473.

[9] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 803.

[10] Denzinger 1837.

[11] Denzinger 1836.

[12] Denzinger 163.

[13] Denzinger 1839.

[14] The Papal Encyclicals, «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, por Claudia Carlen, Raleigh: The Pierian Press, 1990, Vol. 2 (1878-1903), p. 394.

[15] Denzinger 2021.

[16] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), p. 394.

[17] P. Cristopher Renger, The 33 Doctors of the Church «Los 33 Doctores de la Iglesia», edición inglesa, Rockrod: IL, Tan Books, 2000, p. 273.

[18] Denzinger 1800.

[19] Denzinger 2022.

[20] Denzinger 2054.

[21] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 236.

[22] Denzinger 1792.

[23] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 230.

[24] Denzinger 423.

[25] Denzinger 570b.

[26] Citado por R. Dr. Nicholas Sander, The Rise and Growth of the Anglican Schism « El Ascenso y Crecimiento del Cisma Anglicano», edición inglesa, Rockford, IL, Tan Books, 1988, pp. 201-204.

[27] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 201.

[28] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 207.

[29] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), pp. 237-238.

[30] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 229.

[31] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 289.

[32] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 297 y nota #4.

[33] Denzinger 1716.

[34] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), p. 474.

[35] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), p. 22.

[36] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), pp. 121-122.

[37] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), p. 318.

[38] Denzinger 895; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 702.

[39] Denzinger 696; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 542.

[40] Denzinger 2286.

[41] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 4 (1939-1958), p. 42.

[42] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 4 (1939-1958), p. 127.

[43] Denzinger 430.

[44] P. Casimir Kucharek, The Byzantine-Slav Liturgy of St. John Chrysostom «La Liturgia Bizantina-Eslava de San Juan Crisóstomo», edición inglesa, Combermere, Ontario, Canada: Alleluia Press, 1971, p. 475.

[45] P. Casimir Kucharek, «La Liturgia Bizantina-Eslava de San Juan Crisóstomo», edición inglesa, p. 326.

[46] P. Casimir Kucharek, «La Liturgia Bizantina-Eslava de San Juan Crisóstomo», edición inglesa, p. 100.

[47] The Catholic Encyclopedia «La Enciclopedia Católica», edición inglesa, Volumen 5, Robert Appleton Company, 1909, p. 769.

[48] «La Enciclopedia Católica», edición inglesa, Volumen 3, 1909, p. 430.

[49] P. Casimir Kucharek, «La Liturgia Bizantina-Eslava de San Juan Crisóstomo», edición inglesa, p. 458.

[50] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), p. 273.

[51] The Sunday Sermons of the Great Fathers «Los Sermones de los Domingos de los Gran Padres», edición inglesa, Regnery, Co: Chicago, IL, 1963, Vol. 4, p. 5.

[52] Catechism of the Council of Trent, edición inglesa, Tan Books: Rockford, IL, 1982, p. 184.

[53] Catechism of the Council of Trent, edición inglesa, p. 159.

[54] Denzinger 570a.

[55] Denzinger 799-800.

[56] Denzinger 468-469.

[57] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), pp. 86-87.

[58] Denzinger 895; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 704.

[59] Denzinger 861; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 685.

[60] Denzinger 792.

[61] Denzinger 696; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 542.

[62] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 230; Denzinger 430.

[63] Denzinger 1470.

[64] Denzinger 2195; «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), p. 274.

[65] Denzinger 1788.

[66] Denzinger 696; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 542.

[67] Denzinger 858.

[68] Denzinger 861; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 685.

[69] Denzinger 791; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 666-667.

[70] Denzinger 102, aditamento autentico al canon 3.

[71] Denzinger 712; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 576.

[72] Denzinger 712; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 576.

[73] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 422.

[74] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, pp. 421-422.

[75] Denzinger 102, aditamento autentico al canon 2.

[76] Denzinger 791.

[77] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 528; Denzinger 693.

[78] Denzinger 1526

[79] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), p. 530.

[80] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), p. 273.

[81] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 24.

[82] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 70.

[83] Denzinger 347.

[84] Denzinger 468.

[85] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, p. 386.

[86] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 174.

[87] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 201.

[88] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 222.

[89] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), pp. 237-238.

[90] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), p. 481.

[91] Denzinger 482.

[92] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol 1, pp. 550-553; Denzinger 39-40.

[93] Denzinger 1349a.

[94] Denzinger 1349b.

[95] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Pt. II-II, C. 2., R. 7.

[96] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Pt. II-II, C. 2., R. 8.

[97] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 45.

[98] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 46.

[99] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), p. 30.

[100] Denzinger 712.

[101]«Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 98.

[102] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 4 (1939-1958), p. 42.

[103] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol 1, p. 479.

[104] Von Pastor, History of the Popes «La Historia de los Papas», edición inglesa, II, 346; citado por Warren H. Carroll, A History of Christendom «Una Historia de la Cristiandad», edición inglesa, Vol. 3 (The Glory of Christendom «La Gloria de la Cristiandad»), Front Royal, VA: Christendom Press [Prensa Cristiandad], p. 571.

[105] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol 1, p. 380.

[106] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), p. 115.

[107] New Advent Catholic Encyclopedia «La Enciclopedia Católica Nuevo Advento», edición inglesa, ec.aciprensa.com (versión española de newadvent.org), «Anatema».

[108] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), p. 242.

[109] Denzinger 883.

[110] Denzinger 913.

[111] Denzinger 910.

[112] Denzinger 810.

[113] Denzinger 1826-1827.

[114] Denzinger 696.

[115] Denzinger 869.

[116] Denzinger 570b.

[117] Tixeront, Handbook of Patrology «El Manuel de la Patrología», edición inglesa, St. Louis, MO: B. Herder Book Co., 1951.

[118] Jurgens, The Faith of the Early Fathers «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Collegeville, MN, The Liturgical Press [Prensa Liturgica], 1970, Vol. 1: 34.

[119] Jurgens, The Faith of the Early Fathers «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 92.

[120] Jurgens, The Faith of the Early Fathers «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 126.

[121] Jurgens, The Faith of the Early Fathers «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 135ª.

[122] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 219; 220.

[123] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 181.

[124] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 306.

[125] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 302.

[126] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 92.

[127] Apostolis Fathers «Los Padres Apostólicos», edición inglesa, traducido por Kirsopp Lake, Cambridge MA: Harvard University Press [Prensa de la Universidad de Harvard], Vol. 1, p. 139.

[128] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 712.

[129] Patrologiae Cursus Completus, Serie Graecae, 46:417b, el P. J.P. Migne, Paris: 1866; citado en la obra de Michael Malone, The Only-Begotten «El Unigenito», edición inglesa, Monrovia, CA: Catholic Treasures [Tesoros Católicos], 1999, p. 175.

[130] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 407.

[131] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 501.

[132] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 681.

[133] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 683.

[134] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 810ª.

[135] The Sunday Sermons of the Great Fathers «Los Sermones Dominicales de los Gran Padres», edición inglesa, Vol. 3, p. 10.

[136] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 899.

[137] The Sunday Sermons of the Great Fathers «Los Sermones Dominicales de los Gran Padres», edición inglesa, Vol. 2, p. 51.

[138] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 910r.

[139] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 2: 1323.

[140] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 2: 1324.

[141] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 2: 1330.

[142] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 2: 1206; The Nicene and Post-Nicene Fathers «Los Padres Nicenos y Pos Nicenos», edición inglesa, New York: Charles Scribener’s Sons, 1905, Vol. XIII, p. 197.

[143] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 3: 1536.

[144] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 3: 2016.

[145] «Los Sermones Dominicales de los Gran Padres», edición inglesa, Vol. 1, p. 89.

[146] «Los Sermones Dominicales de los Gran Padres», edición inglesa, Vol. 2, p. 412.

[147] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 3, pp. 14-15 nota 31.

[148] Denzinger 861; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 685.
[149] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1, p. 413.

[150] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 2: 940.

[151] Denzinger 1526.

[152] The Catholic Encyclopedia «La Enciclopedia Católica», edición inglesa, Volumen 9, “Limbo” «El Limbo», 1910, p. 257.

[153] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (191740-1878), p. 29.

[154] Denzinger 1320.

[155] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 4 (1939-1958), pp. 178-179.

[156] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 811.

[157] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 3: 2269.

[158] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 3: 2251a.

[159] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 3: 2275.

[160] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 3: 2271.

[161] Denzinger 1526.

[162] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 2: 1139.

[163] Barlam y Josaphat, Woodward & Heineman, trad., pp. 169-171.

[164] Denzinger 714.
[165] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 598.

[166] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 593.

[167] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 591.

[168] Denzinger 1837.

[169] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 309.

[170] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 310a.

[171] Denzinger 712; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 576.

[172] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 1: 306.

[173] Hno. Robert Mary, Father Feeney and The Truth About Salvation «El Padre Feeney y la Verdad Sobre la Salvación», edición inglesa, p. 176.

[174] Denzinger 165.

[175] Abad Giuseppe Ricciotti, The Age of Maryrs – Christianity from Diocletian to Constantine «La Edad de los Mártires – La Cristiandad desde Diocleciano a Constantino», edición inglesa, Tan Books, publicado originalmente en 1959, reimpreso en 1999, p. 90.

[176] The Roman Martyrology «Martirologio Romano», edición inglesa, Fitzwilliam, NH: Loreto Publications [Publicaciones Loreto], p. 203 (9 de sept.).

[177] Denzinger 696; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 542.

[178] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 6.

[179] The Catholic Encyclopedia «La Enciclopedia Católica», edición inglesa, “Bautismo”, Volumen 2, 1907, p. 265.

[180] Donal Attwater, A Catholic Dictionary «Un Diccionario Católico», edición inglesa, Tan Books, 1997, p. 310.

[181] Dom Prosper Guéranger, The Liturgical Year «El Año Liturgico», edición inglesa, Loreto Publications [Publicaciones Loreto], 2000, Vol. 8, p. 315.

[182] Dom Prosper Guéranger, The Liturgical Year «El Año Liturgico», edición inglesa, Vol. 8, p. 521.

[183] Denzinger 861; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 685.

[184] Citado por el Hno. Robert Mary [Roberto María], Father Feeney and The Truth About Salvation «El Padre Feeney y la Verdad sobre la Salvación», edición inglesa, Winchester, NH: St. Benedict Center [Centro de San Benito], 1995, pp. 184-186.

[185] Denzinger 714.

[186] Denzinger 895; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 704.

[187] Denzinger 2286.

[188] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 4 (1939-1958), p. 127.

[189] P. Jean-Marc Rulleau, Baptism of Desire «El Bautismo de Deseo», edición inglesa, Kansas City, MO: Angelus Press, 1999, p. 36; Sulpicius Severus, Life of St. Martin «La Vida de San Mártin», edición inglesa, 7, 1-7.

[190] Padre Albert J. Herbert, Raised From The Dead «Resucitados de la Muerte», edición inglesa, Rockford, IL: Tan Books, 1986, en la nota contiguo en la p. 93.

[191] Michael Malone, The Only-Begotten «El Unigenito», edición inglesa, p. 384.

[192] Michael Malone, The Only-Begotten «El Unigenito», edición inglesa, p. 385.

[193] Michael Malone, «El Unigenito», edición inglesa, p. 386.

[194] Padre E. Laveille, S.J., The Life of Fr. De Smet «La Vida del Padre de Smet», edición inglesa, Rockford, IL: Tan Books, 2000, p. 93.

[195] Padre E. Laveille, S.J., «La Vida del Padre de Smet», edición inglesa, p. 172.

[196] Citado por Michael Malone, «El Unigenito», edición inglesa, p. 364; Malone está citando The Catechist «El Catequista», edición inglesa, por el Rev. Canon Howe, cf. 9ª ed., London: Burns, Oates, y Washbourne, 1922, vol. 1, p. 63.

[197] Padre E. Laveille, S.J., «La Vida del Padre de Smet», edición inglesa, pp. 165-166, nota 7.

[198] Introducción a The Catholic Controversy «La Controversia Católica»por San Francisco de Sales, edición inglesa, Tan Books, 1989, p. lv.

[199] San Francisco de Sales, The Catholic Controversy «La Controversia Católica», edición inglesa, pp. 156-157.

[200] Citado por Michael Malone, «El Unigenito», edición inglesa, p. 386; tomado del Rev. Canon Howe, The Catechist «El Catequista», edición inglesa, London: Burns, Oates, y Washbourne, Décima Edición, 1922, Vol. 2, cf. pp. 596-597.

[201] Denzinger 1784.

[202] Denzinger 530.

[203] P. Jean-Marc Rulleau, Baptism of Desire «El Bautismo de Deseo», edición inglesa, p. 63.

[204] P. Francois Laisney, Is Feeneyism Catholic? «¿Es Católico el Feeneyismo?», edición inglesa, Angelus Press [Prensa Ángelus], 2001, p. 79.

[205] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 3: 1630.

[206] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 3: 69.

[207] The Catechism of the Council of Trent «El Catecismo del Concilio de Trento», edición inglesa, p. 171.

[208] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 3: 1536.

[209] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 3: 1717.

[210] Jurgens, «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Vol. 3: 1496.

[211] Citado por Jean-Marc Rulleau, Baptism of Desire «El Bautismo de Deseo», edición inglesa,p. 33.

1 comentario:

  1. EL CRISTIANISMO PRIMITIVO es un movimiento originalmente laico con un anhelo eterno por alcanzar la trascendencia humana y la sociedad perfecta siguiendo a Cristo. Que ha soportado los cambios de paradigmas que se han dado en el devenir, los seísmos, la reforma luterana, la contrarreforma, etc. Porque puede enfocarse de diversas maneras y enmarcarse en diferentes contextos, culturas, modelos y religiones; de todas maneras permanece inmutable. Debido a que la doctrina de la trascendencia humana que Cristo ilustró y predicó, tiene un valor genérico y universal; por ello, pudo injertarse al judaísmo y mantenerse en el oscurantismo privado de la luz de la razón durante dos milenios, sin asfixiarse, cegarse o extinguirse. Y también puede crecer y desarrollarse en el helenismo, el hinduismo, el budismo, el sufismo y el sincretismo. Y prevalecer en el ateismo, el empirismo, el escepticismo, el humanismo, el nihilismo, el misticismo, el positivismo, la nueva Era, la modernidad, la post modernidad, el racionalismo. El reto es sacar el cristianismo del oscurantismo, a fin de que la trascendencia humana refleja en Cristo ilumine al mundo. http://www.scribd.com/doc/42618497/Imperativos-Que-Justifican-y-Exigen-Urgentemente-Un-Nuevo-Enfoque-Del-Cristianismo-a-Efecto-De-Actualizarlo-Renovarlo-Y-Afrontar-Con-Exito-La-Crisis-De-La-Modernidad

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