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domingo, 27 de noviembre de 2011

CHRISTUS HERI ET HODIE: IPSE ET IN SAECULA

Cristo ayer y hoy : El en todos los siglos. Frase compendiosa y de un alcance inmenso cuyo comentario cumplidísimo y vivido lo tenemos en el discurso del año litúrgico. Él es un Sol que lo llena todo, lo alumbra todo; lo pasado, como lo presente y lo por venir. Él es el Sol invicto, pues vence las tinieblas y a todas las luces, como vence el sol a todos los astros y a todas las luces, y sin embargo, hombrecillos parecidos a la nocturna luciérnaga han osado eclipsarle con la luz pálida y fría. ¡ Pobrecitos gusanos de la tierra !
Cristo, con su vida y su divina misión es un misterio: Mysterium Christi, pero un misterio esplendoroso. Él es el magno problema del mundo: magna quaestio y Él también la solución de todas las dificultades: solutio omnium difficultatum Christus. ( ter.). Él quien alumbra y esclarece los enigmas de lo antiguo: Illuminator antiquitatum ( ter. cont. Martion., IV,c. 40).Él es finalmente el  "Dios ignoto", que en el mundo, empeñado en el mal, no conoce, ni quiere conocer, solo unos pocos lo reconocen como a quien es, como a su Hacedor, Restaurador y remunerador.
Son los cristianos, quienes heredan juntamente con su nombre, " el poder de hacerse hijos de Dios" y herederos del cielo, merced a la gracia de adopción, ya que por virtud de nuestra viciada naturaleza éramos hijos de ira lo mismo que todos.
Es el tiempo de desear con más fervor la venida de Cristo a nuestras almas, de repetir con más veras el Advenit regnun tuun. Mucho agradan a Dios estos deseos, como le agradaron los del profeta Daniel, de aquel " varón de deseos". Quiere la Iglesia que dilatemos los senos de nuestro corazón al despertarnos en la liturgia las ganas de ver al Redentor con tan vehementes y repetidas instancias. Decimos con el Salmista que a modo de las crías de los pajaritos: " dilatemos nuestra boca ", para que Él mismo la llene con alimento sabroso y nutritivo, con gracias nuevas y muy regaladas, con su misma divinidad, ya que va a venir a Belén, a la "casa del pan" y va a hacerse como uno de nosotros, y a humillarse, usque ad carnem, usquen ad crucem, usquen ad panem ( San Bernardo), hasta tomar nuestra carne pasible, hasta morir por nosotros en un leño, hasta hacerse el pan nuestro supersustancial y diario.
Debe el cristiano dilatar sus deseos de poseer más cumplidamente a Jesús, pues que a las mismas almas perfectas se les dice: " el que es Santo, santifíquese más aún".
Y todo eso debe ir como embebido en una Santa, espiritual alegría , porque al venir el Señor se alegrará la misma soledad y el despoblado, floreciendo como lirio.

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