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viernes, 30 de marzo de 2012

Viernes LA PASIÓN. LOS SIETE DOLORES DE LA SANTISIMA VIRGEN.

ESTACIÓN EN SAN ESTEBAN DEL MONTE CELIO

El templo de San Esteban "in Celio monte" o Rotondo (Redondo) como era llamado por los romanos conserva quizás la misma forma del Macellum Magnum de Nerón. Al centro está situado el altar, que es visible desde todos los sitios, en cuyo alrededor hay una triunfal epopeya de los mártires. Un fragmento del mapa de Roma “forma urbis” de Septimio Severo antes, y después de las recentísimas excavaciones visitables ya sea bajo como cerca de la basílica, excluyen tal identificación. Aquí estaban los “Castra peregrina”, cuarteles para los soldados de paso o auxiliares, temporalmente destinados en Roma. Para ellos, en el siglo II-III, se construyó también un interesante Mitreo. El grandísimo edificio es una obra íntegramente cristiana, y es la que fue consagrada por el Papa Simplicio (468-83) en el 470, donde son venerados, en su interior, los Mártires Primo y Feliciano, los cuales el Papa Teodoro trasladó a esta iglesia erigiéndoles un oratorio del cual sólo es visible el mosaico del ábside. El edificio tenía un anillo más con un diámetro mucho mayor. El anillo fue suprimido, parece, en el siglo XV, por el gran Leon Battista Alberti que inició aquí la carrera de arquitecto, tras la imposibilidad de conservarlo. La cosa más conocida de esta iglesia es el “martirologio” de Pomarancio que ha pintado en frescos esta historia de sangre en las paredes del entorno, sin algún eufemismo artístico pero con una terrible veracidad. A la salida del templo se puede ver el Coliseo donde fueron martirizados muchos mártires.

Punto doctrinal: 7° y 10° Mandamientos de Dios

En el 7° Mandamiento se prohibe todo acto externo e injusto que perjudique al prójimo en sus bienes materiales: el robo, el hurto,el fraude, la usura y la retención de lo ajeno contra la voluntad razonable del dueño; sea que todo eso lo haga uno mismo, sea que coopere a que otro lo haga, o no lo impida pudiendo y debiendo hacerlo.

En el 10° Mandamiento se prohibe el deseo de apropiarse de los bienes ajenos, o de perjudicar al prójimo en sus bienes, por medios injustos; pero no el deseo de tener lo que otro tiene, por medios legítimos. El robo o perjuicio material contra el prójimo no siempre es pecado grave; la gravedad depende de la importancia de la materia. Para apreciar la gravedad hay que atender al valor real y actual de la cosa o dinero, a la persona perjudicada y al modo de hacer el perjuicio.El pecado de hurto tiene de particular que, aunque se confiese y perdone, obliga a la restitución de todo lo robado, a su dueño, o a reparar los daños que se hayan hecho.Esta restitución es necesaria para la salvación, y es deber grave o leve, según la materia o el perjuicio causado.

 MISA DE LA FIESTA DE LOS DOLORES DE LA SMA. VIRGEN

                         Doble mayor.- ornamentos blancos

 La Iglesia dedica dos fiestas durante el año a honrar los Dolores de la Santísima Virgen. La primera es la del viernes de la semana de Pasión . Antiguamente se la llamaba con toda propiedad la fiesta de la   Compasión de María. Antes de entrar de lleno en la meditación de los tormentos de Cristo, la liturgia de este día nos invita a considerar la Compasión de María al pie de la Cruz, para que podamos recoger el dulce fruto de la Pasión de su Hijo, dice D. Gueranger. Liturgicamente, ambas fiestas son relativamente recientes, aunque ésta es la más antigua, y si bien tienen partes comunes, el carácter de cada una está bien determinado en el oficio. Ésta considera los sufrimientos de María al pie de la Cruz, y aquélla sus siete dolores, devoción propagada por los servitas en el siglo XIII.

 Ten piedad de mí, Señor, porque yo estoy afligido: líbrame de las manos de mis enemigos, y de los que me persiguen: Señor, no sea yo confundido, porque yo te he invocado.
(Desde el introito de la Misa del día, Ps. 30. 10, 16, 18)

 colecta:

 C ordibus nostris, quæsumus, Domine, gratiam tuam Benigno infúnde: ut peccata nostra castigatióne Voluntaria cohibéntes, temporáliter pótius macerémur, quam supplíciis deputémur ætérnis. Por Dominum ..

La Madre piadosa estaba , 

 junto a la cruz y lloraba

mientras el Hijo pendía .

Cuya alma triste y llorosa miraba,

fiero cuchillo tenía.

¡ Oh cuán triste y cuán aflicta ,

se vio la Madre bendita,

de tantos tormentos llena!

Cuando triste contemplaba ,

y dolorosa miraba,

del Hijo amado la pena.

Y ¿ cuál hombre no llorara, 

si a la Madre contemplara,

de Cristo en tanto dolor?

Y ¿ quién no se entristeciera,

¡ Madre piadosa! si os viera,

sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo-

vio a Jesús en tan profundo,

tormento la dulce Madre.

Vio morir al Hijo amado,

que rindió desamparado,

el espíritu a su Padre.

¡ Oh Madre, fuente de amor !

hazme sentir tu dolor !

para que llore contigo.

Y que por mi Cristo amado,                                                                         

mi corazón abrazado

más viva en él que conmigo.                          

Y porque a amarte me animé,

en mi corazón imprime,

las llagas que tubo en sí.

Y de tu Hijo, Señora-

divide conmigo ahora,-

las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar,-

y deveras lastimar,-

de sus penas mientras vivo.

Porque acompañar deseo,-

en la cruz donde le veo,-

tu corazón compasivo.

¡ Vírgen de vírgenes santas!-

llore yo con ansias tantas,-

que el llanto dulce me sea.

Porque su Pasión y muerte,-

tenga en mi alma, de suerte-

que siempre sus penas vea.

Haz que su Cruz me enamore,-

y que en ella viva y more,-

de mi fe y amor indicio.

Porque me inflame y encienda,-

y contigo me defienda,-

en aquél día del Juicio.

Haz que me ampare la muerte,-

de Cristo, cuando en tan fuerte -

trance, vida y alma estén.

Porque cuando quede en calma,-

el cuerpo, vaya mi alma,-

a su eterna gloria.Amén. 

                      Evangelio  - Continuación del Santo Evangelio, según San Juan ( XIX,25-27 ) 

En  aquel tiempo: Estaba junto a la Cruz de Jesús su Madre, y la hermana de ésta, María de Cleofás, y María Magdalena. Viendo, pues, Jesús a su Madre y al discípulo amado allí presente, dice a su Madre: ¡ Mujer, he ahí a tu hijo! Luego dice al discípulo: He ahí a tu Madre! Y desde aquella hora, el discípulo la recibió por suya.-Credo.

                                                    La Piedad de Franz Ignaz Günther , 1774

 

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