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lunes, 30 de abril de 2012

En los días de Pascua. Para algunos Cristo no ha nacido todavía

In diebus resurrectionis, quomodo quibusdam nondum natus est Christus
En los días de Pascua. Para algunos Cristo no ha nacido todavía

  Todo cuanto se nos dice del Señor es medicina para nuestras almas. Estemos, pues, muy atentos, no llegue a decirse de nosotros: Hemos tratado a Babilonia y no se cura. Pensemos qué efecto producen en nosotros esos remedios tan valiosos. En unos Cristo todavía no ha nacido, en otros no ha muerto, y en otros aún no ha resucitado. En algunos no ha subido al cielo y en otros todavía no ha enviado el Espíritu Santo.

  ¿Es eficaz en un hombre soberbio la humildad del que a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo? Qué huellas vemos de la modestia de Cristo en aquellos que suspiran insaciables por las riquezas y honores del mundo? ¿No se dilata vuestro espíritu al proclamar: nos ha nacido un niño? Cristo no ha nacido para os que rehuyen el trabajo y temen la muerte, puesto que no aceptan que su victoria consistió en soportar el dolor y pasar por la muerte.

  Cristo no ha resucitado en aquellos que sienten angustias mortales frente al peso de la vida y el rigor de la penitencia, y desconocen los gozos del espíritu. Si no se acortasen esos días, sería imposible perseverar. En otros Cristo resucitó, pero no subió al cielo: vive todavía con ellos en la tierra en una piadosa inocencia. Son fervorosos, y oran en la oración y suspiran en la meditación, siempre están alegres y contentos, y hacen de sus días un continuo aleluya. Conviene retirarles la leche y enseñarles a comer alimentos sólidos: les conviene que Cristo los deje solos y carezcan de ese fervor novicio.


  ¿Serán capaces de comprenderlo? Al no sentir a Dios creerán no estar en gracia. Esperen y permanezcan en la ciudad hasta que reciban de lo alto virtudes más sólidas y los dones del Espíritu Santo. Los Apóstoles, cuando fueron elevados a un grado superior, y entraron en el camino excepcional del amor, olvidaron sus antiguas lágrimas, y sólo pensaban en vencer al enemigo común y pisotear a Satanás.

tomado de: Sermones de la Resurrección del Señor  de San Bernardo

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