Numéro CCLXXXVII (287)
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12 de Enero de 2013
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EL CINCUENTISMO RETORNA
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Pregunta candente: ¿Cómo los líderes de la Fraternidad San Pío X que
fue fundada por el Arzobispo Lefebvre para resistir a la Neo-Iglesia,
están ahora buscando sus favores con el objetivo de reincorporarse a
ella? Una respuesta es que ellos nunca entendieron completamente al
Arzobispo. Después del desastre del Vaticano II en los años 60, vieron
en él la mejor continuación de la Iglesia de los años 50 que, en
realidad, preparó el desastre. De hecho, el Arzobispo era mucho más que
eso, pero una vez que falleció, todo lo que ellos deseaban fue retornar
al Catolicismo cómodo de los años 50. Y ellos no fueron los únicos en
preferir a Cristo sin su Cruz. Es una fórmula muy popular.
En efecto, el Catolicismo de los años 50, ¿no era acaso como un hombre parado al borde de un acantilado alto y peligroso? Por un lado, aquel se encontraba todavía a una gran altura pues de otra manera el Vaticano II no hubiera sido una caída tan vertiginosa. Por otro lado, se encontraba peligrosamente cerca del borde del acantilado pues de otra manera su caída no hubiera sido tan rápida como lo fue en los años 60. No se puede decir que todo era malo en la Iglesia de los años 50, pero se encontraba demasiado cerca del desastre. ¿Por qué? Porque los Católicos de los años 50, en general, mantenían exteriormente las apariencias de la verdadera religión, pero interiormente demasiados estaban coqueteando con los errores ateos del mundo moderno: el liberalismo (lo que cuenta màs en la vida es la libertad), el subjetivismo (según el cual el espíritu y la voluntad del hombre tienen que estar liberados de toda verdad objetiva o ley), el indiferentismo (según el cual poco importa cual sea la religión que un hombre pueda tener), y así sucesivamente. Así, los Católicos teniendo la fe y no queriendo perderla, se adaptaban gradualmente a estos errores. Ellos asistían a Misa el domingo, a veces se confesaban, pero alimentaban sus espíritus con los viles medios de información, y sus corazones encontraban discutibles ciertas leyes de la Iglesia, sobre el matrimonio en cuanto a los laico s, sobre el celibato en el clero. Así podían conservar la fe, pero querían cada vez menos nadar en contra de la corriente poderosa del mundo encantador y descreído que los rodeaba. Se estaban aproximando cada vez más al borde del acantilado. Es posible que el Arzobispo haya tenido ciertas debilidades, de las cuales uno puede pensar ver algunos reflejos en las dificultades que la Fraternidad atraviesa actualmente. No debemos hacer de él un ídolo. Sin embargo, él era en los años 50 un obispo que conservaba a la vez las apariencias del Catolicismo y también, profundamente arraigada en él, su sustancia, como lo han demostrado los excelentes frutos de su ministerio apostólico en Africa. Por eso, mientras que el Vaticano II logró desarmar o paralizar a la mayor parte de sus cófrades obispos, él logró crear, casi solo, un seminario y una Congregación pre-Vaticano II. La aparición de su oasis Católico en medio del desierto conciliar deslumbró a numerosos jóvenes. Las vocaciones estaban igualmente atraídas por el carisma personal del Arzobispo. Pero diez a veinte años después de su muerte ocurrida en 1991, la sustancia de su herencia pareció ser cada vez más y más pesada (a los líderes) para resistir a la corriente cada vez más fuerte del mundo moderno. De tal manera, cada vez menos dispuestos a seguir soportando la Cruz de encontrarse despreciados por la corriente mayoritaria de la Iglesia y del mundo, los líderes de la Fraternidad San Pío X empezaron a soñar con ser de nuevo oficialmente reconocidos. Y el sueño se impuso, pues, después de todo, los sueños son tanto más lindos que la realidad. Debemos rezar por estos líderes de la FSPX. Los años 1950 han desaparecido, y no van nunca a volver. Kyrie eleison. |
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