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jueves, 18 de abril de 2013

LA ORACIÓN

Jorge Leonardo Lucero
          para
Espolon

LA ORACIÓN

 

¿Qué es la oración?

La oración es el medio más necesario y seguro para alcanzar la salvación y todas las gracias que ella acarrea.
Santo Tomás de Aquino nos dice que la oración es la elevación del alma hacía Dios, también agregamos que la oración es la elevación del alma y del corazón a Dios para adorarle, darle gracias y pedirle lo que necesitamos, pero para observar totalmente los mandamientos de Dios se necesita sobre todo la ayuda actual de Dios, que El le concede solo al que reza y persevera en la oración.
San Carlos de Borromeo dice que la oración es el principio, progreso y coronamiento de todas las virtudes.
San Agustín nos dice que la oración es el alimento del alma, sin la oración no puede el alma conservar la vida de la gracia, con esto podemos decir que la oración es el arma más necesaria para defendernos de los enemigos de nuestra alma.
La oración es también un medio absolutamente necesario de perseverar en la Gracia, con la oración todo lo podéis, todos los santos comenzaron su conversión por la
oración y por ella se salvaron, y los condenados se perdieron por su negligencia en la oración, debemos comenzar todos los días comenzando rezando de rodillas las oraciones de la mañana, el rezo diario del Santo Rosario, las oraciones de la noche.
La oración debe de ser bien hecha, sino de otro modo estaríamos ofendiendo a Dios, con la oración nos fortificamos frente a nuestros enemigos, el tiempo dedicado a la oración es el tiempo más feliz y precioso de nuestra vida, el cristiano no deja la oración sino con gran pena, los tiempos rezando le parecen brevísimos, durante la oración no hay que pensar en trabajo alguno ni otra cosa mundana. Hay que vivir con la Esperanza de ir al Cielo, digo esperanza considerando el océano inmensurable de la misericordia del Señor, el deseo que El tiene de hacernos felices, todo lo que ha hecho para merecernos el Cielo, y debemos dirigirnos a Él con gran confianza y con San Bernardo le diremos “Dios mío esto que os pido no lo he merecido, mas lo merecisteis Vos por mí, si me lo concedéis es solamente porque sois bueno y misericordioso.
La Iglesia que Nuestro Señor Jesucristo fundo se llama “Casa de oración”, y para diferenciarla de las otras sectas, la oración al ser un medio de oración es un sello que distingue a la Santa Iglesia, una evidencia más de que fuera de la Santa Esposa de Cristo no hay posibilidad de santificación del alma, ergo no hay salvación fuera de su seno.
De la necesidad de la oración:

Nuestro Señor Jesucristo nos ha dicho que sin El nada podemos hacer, esto es que sin su Gracia no podemos realizar obras buenas que aquellas que Dios nos ayuda a hacer con su gracia. San Agustín sostiene que el don de la perseverancia solo se les concede a los que rezan. La oración no solo es una necesidad de precepto sino también es una necesidad de medio ya que es menester que recemos siempre y en todo lugar para estar en amistad con Dios, para de este modo salvarnos.
San Gregorio dice que los hombres que rezan alcanzan las gracias que Dios determino concederles antes de todos los siglos. Con la oración pedimos al Señor la luz y la fuerza para observar los mandamientos.
¿La oración necesaria para vencer las tentaciones?

La oración es necesaria para vencer las tentaciones, pues para salvarnos debemos luchar y vencer a todos nuestros enemigos que no son pocos los que nos rodean y Dios permite que nos asalten estos mismos que con nuestras solas fuerzas no podemos vencer, y para que recemos y por ese medio obtengamos la gracia divina que necesitamos. San Gregorio Nacianceno dice que la oración es la defensa de la pureza, y es que nadie podrá vencer las tentaciones impuras de la carne sino se encomienda al Señor en el momento de la tentación.
La virtud de la castidad es posible solo con la ayuda de Dios ya que con nuestras propias fuerzas no podemos practicar, nada bueno podemos hacer porque sin la Gracia de Dios estamos perdidos y condenados, san Agustín dice que no sabrá vivir bien quién no sabe rezar bien, es por eso que debemos de perseverar hasta el fin, debemos

vivir temblando, en una especie de desesperación y de esperanza, debemos entonces de confiar en Dios y tener el Santo Temor de ofenderle.
 Cuando oramos Dios nos envía amigos para consolarnos ya sea un ángel o algún santo, así sucedió a San Pedro por ejemplo, nos hacen sentir con mayor fuerza la eficacia de su gracias al fin de fortalecernos y armarnos de valor.
Con la oración hallamos el remedio de nuestra debilidad y Dios jamás permite que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas, sino que de la misma tentación nos hará sacar provecho para que podamos mantenernos, antes bien nos dará la ayuda de la Gracia para que podamos resistir la violencia de la tentación.
Necesidad de acudir a los santos como nuestros intercesores:
Si es licito encomendarse a las oraciones de los vivos, no lo será acaso invocar a los santos que están en el Cielo y más cerca de Dios, y si alguno no fuese digno, cuando los santos ruegan por él, se hace digno desde el momento en que recurre a su intercesión.
Los santos son nuestros intercesores y mediadores nuestros, esto es así porque, Dios quiere que nos salvemos por intercesión la de los mismos, Él lo ha hecho para conservar en todo el orden general establecido de obrar siempre por medio de las causas segundas.
De la Intercesión de María Santísima

No podemos acercarnos a Jesús si no es por medio de María que es la mediadora de la Gracia y nos obtiene con su intercesión todos los bienes que nos ha concedido Jesucristo. El alma de la Virgen María es un huerto de delicias, Ella recibió de Dios dos plenitudes, la primera es la “Encarnación del Verbo Divino” y la segunda es la “Plenitud de las Gracias” que de Dios recibimos por su intercesión, o sea que todos los bienes que del Señor recibimos nos llegan por medio de la intercesión de María Santísima.

El culto que se le tributa a Nuestra Madre del Cielo se denomina “Hiperdulía”, esto es así porque el término “dulía” expresión que procede del griego: douleia, que se entendía por servidumbre, la dulía se denomina al culto que se tributa a los ángeles y a los santos , y a Nuestra Señora se denomina Hiperdulía porque precisamente el culto a la Virgen es un culto de mayor grado, puesto que ella es la Reina de todos los santos (Regina Sanctorum ómnium)y Reina de los Ángeles (Regína Angelórum) y es la mediadora de todas las gracias que de Dios recibimos, es por eso que siempre cuando recemos nos dirijamos a Nuestro Señor con estas palabras: “Señor dadme lo que la Santísima Virgen pide por mi”, porque el Señor siempre atiende a las suplicas de su Madre, por decirlo de una manera es como que llegan de una forma más eficiente a Nuestro Dios. La Santísima Virgen ha cooperado con su bondad al nacimiento espiritual de todos los redimidos, pues el Señor ha querido que con su intercesión coopero a que tengamos la vida de la gracia en este mundo y en el otro mundo la vida de la Gloria. Nuestra Señora es el fundamento de nuestra confianza porque Dios ha dispuesto que todas las gracias nos pasen por manos de Ella.

Cuando Nuestro Señor Jesucristo desde la cruz se dirigió a San Juan diciéndole: “Ahí tienes a tu Madre” quiso decir que ninguno puede participar de su Sangre Divina sino por la intercesión de su Madre, que también es nuestra madre. Siempre debemos de acudir a Nuestra Madre del Cielo rezando diariamente el Santo Rosario que innumerables son las gracias que derrama la Santísima Madre de Dios por medio de esta piadosa devoción.
De la eficacia de la oración
La oración es un verdadero tesoro y el que más pide más recibe, tesoro inmenso de riquezas para aquel que nada tiene. Debemos de rezar siempre para que nuestras plegarias suban continuamente ante el Trono de Dios, y darle gracias por las promesas que nos hizo de concedernos todas las gracias que le pidiéramos. San Juan Crisóstomo dice que “antes que terminemos de rezar ya ha oído El nuestra petición”, las misericordias que derrama Nuestro Señor Jesucristo son tan abundantes que superan con mucho la grandeza de los bienes que pedimos.
Dice San Hilario que “los ángeles presiden las oraciones de los fieles y diariamente las ofrecen al Señor”.
San Bernardo dice que “fuerte es el poder del infierno pero la oración es más fuerte que todos los demonios”, san Buenaventura dice que “con la oración podemos adquirir todos los bienes y librarnos de todos los males”, es que todo lo podemos con la oración, “todo lo puedo en Aquel que es mi fortaleza”, con ella nos dará el Señor las 

fuerzas que necesitamos para salir victoriosos, porque Dios quiere salvarnos más que para su gloria, quiere El que nos salvemos como vencedores.
Así de este inmenso valor, es la eficacia de la oración.
Más para que sea eficaz la oración deben de darse algunas condiciones, porque no debe realizarse la oración con desgano, o a medias, o acomodarnos placenteramente para rezar, o esperando que la oración acabe rápido para ir a ocuparse en otras cosas, o estar rezando y tener la mente ocupada en cosas del mundo, esto no es orar, esto es pecar, porque se ofende, se insulta a Dios, y es por ello que Santo Tomás de Aquino menciona cuatro condiciones para que la oración surta su efecto, o sea para que la misma sea eficaz, aquí están tales condiciones:
·        Pedir por uno mismo;
·        Pedir cosas necesarias para la salvación;
·        Pedirlas con piedad;
·        Pedirlas con perseverancia.

Debemos de pedir por nosotros mismos y por el prójimo, es deber de todo cristiano el pedir unos por otros, especialmente por los pecadores, allí se demuestra el amor al prójimo por amor a Dios, también no podemos olvidarnos de las Benditas Almas del Purgatorio, aquellas almas que salvas están ya pero todavía deben de purificarse por completo para poder entrar a la Gloria Eterna, estas almas que están en proceso de purificación no pueden por ellas pedir, es por eso que es menester que nosotros, la Iglesia Militante roguemos al Cielo y realicemos sacrificios por esas almas. En el sermón de la montaña en las Bienaventuranzas dice Nuestro Señor “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordias”, con mayor razón hemos de rezar por el prójimo especialmente si aquel se encuentra en pecado o errado.
“Yo os digo: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, golpead y se os abrirá”  ”San Lucas 11, 9
La segunda condición de la oración es que debemos pedir las cosas que nos son necesarias a nuestra salvación, no pocos son los que piden bienes temporales que creen indispensables para sus vidas y dejan de lado o le restan importancia a las cosas de Dios, a pedir las gracias como la Perseverancia Final, o el de no ofender mortalmente a Dios, o la Gracia de una Buena Muerte, y muchas otras gracias que Nuestro Señor nos desea conceder, pero El quiere que se las pidamos, justamente para humillarnos como indignos hijos suyos al reconocernos pecadores y el de aceptar que nosotros solos nada bueno podemos hacer, solo con la ayuda de Dios podremos llegar  a ser coronados, esto es salvados.  Podemos pedir bienes materiales pero siempre ha de tenerse una ordenada solicitud, porque cuando pedimos gracias temporales debemos de pedirlas con resignación y a condición de que sean útiles para nuestra salvación eterna. A veces Nuestro Señor no concede todo al que se lo pida porque El no va a permitir que podamos adquirir bienes que se conviertan en detrimento para nuestra salvación, no es que hace esto porque no nos ama, es todo lo contrario porque nos ama infinitamente y con un gran celo es porque nos preserva de ciertos bienes, porque El sabe bien que
tales bienes podrían llevarnos a la condenación, porque lo que al enfermo conviene, mejor lo sabe el médico que el mismo enfermo, es por esto que también decimos que Nuestro Señor es el Medico de almas. Con esto se deduce que lo que debemos de pedir siempre e incansablemente son los bienes celestiales, aquellos bienes que son necesarios para salvarnos, porque que merito tendría si el hombre pudiera tener innumerables bienes vánales sino tiene asegurada su salvación que es lo que más importa en esta vida.
En tercer lugar decimos que hemos de pedir a Dios con una gran piedad, esto es con gran devoción y humildad, puesto que Dios resiste a los soberbios y da sus gracias a los humildes como señala el apóstol Santiago, porque el que peca no es humilde más bien es soberbio,  por eso peca, si el apóstol Pedro le negó a Jesús fue por soberbia, porque confió en sus propias fuerzas, si Pedro se hubiera humillado y le hubiera pedido la gracia de la fortaleza al Señor, no le hubiera negado tan terriblemente, cierto es que luego san Pedro lloro amargamente su pecado y luego se humillo ante Nuestro Señor. Todo esto nos dice que si no estamos sujetos de la mano de Dios caeríamos en un abismo y cometeríamos lo más horrendos pecados, como dice el Salmista y que también podemos repetir nosotros también “Si el Señor no me hubiese socorrido, seguramente sería el infierno mi morada”. Es verdad de Fe que el hombre sin la ayuda de la gracia de Dios no puede hacer el hombre obra alguna buena, ni siquiera tener un santo pensamiento, dice San Agustín “Así como el ojo no puede ver sin luz, así el hombre no puede obrar bien sin la gracia”. También dijole el Señor a Santa Catalina de Siena “aprende hija mía que el alma que persevera en la oración humilde alcanza todas las virtudes”.
“Y todo lo que pidiereis con fe, en la oración, lo obtendréis.” San Mateo 21, 22.
Con la oración se alcanzan todas las gracias, con tal que ella sea humilde, confiada y perseverante.
Debemos de orar con confianza, porque todo aquel que confía en Dios será protegido, salvado y glorificado, si la confianza es grande, grandes serán las gracias divinas, a Santa Gertrudis le revelo el Señor que el que pide con confianza tiene tal fuerza sobre su Corazón, que no parece sino que le obliga a oírle y darle todo lo que le pide.

“Por eso, os digo, todo lo que pidiereis orando, creed que lo obtuvisteis ya, y se os dará” San Marcos 11, 24.

Hemos de acudir al Trono de Jesús que está ahora a la diestra del Padre, no en trono de justicia, sino en trono de gracia para darnos el perdón si vivimos en pecado, y la fuerza para perseverar si gozamos de su divina amistad.
Dice Nuestro Señor Jesucristo “Todas cuantas cosas pidierais en la oración, tened viva fe de conseguirlas, y sin duda se os concederán sin falta”. La oración es más importante que la amistad para con Dios, puesto que El escucha a los pecadores también,  porque la oración perseverante alcanza misericordia de Dios, aun cuando los que rezan no sean sus amigos, y San Bernardo añade que la oración de un pecador que quiere salir de la culpa viene del fondo de un corazón que tiene el deseo de recobrar la Gracia de Dios.


“más el que perseverare hasta el fin, ése será salvo” San Mateo 24, 13

Hay que orar con perseverancia, esto quiere decir que el hombre luego de que es bautizado debe rezar siempre para que pueda entrar al Paraíso, y esto se lograra si somos perseverantes hasta el fin de nuestras vidas, porque la Gracia de la Perseverancia final es el resultado de un sinfín de gracias que deberíamos haber acumulado durante nuestras vidas,  y todas ellas forman el don de la perseverancia final. San Nilo decía “puede darnos el Señor la perseverancia y la salvación eterna, más no la dará sino a los que se la piden con perseverante oración”. Hay que pedir la gracia de la perseverancia final no un día o un par de ellos, sino siempre, porque si la pedimos cierto día puede que para tal día la tengamos, más si al día siguiente no la pedimos podemos caer, hay que pedirla siempre a esta gracia, por la  mañana ,por la  tarde y noche, en la Santa Misa, en la Comunión, y especialmente en el momento de la tentación, en aquel momento acudir al Señor pidiéndole ayuda para resistir la tentación, también a  nuestro ángel de la guarda, arrojaos inmediatamente en los brazos de la Santísima Virgen, acordarse de los sufrimientos que deben padecer los condenados que por no perseverar en la gracia, hoy son herederos de la desdicha eterna. Pues nunca hay que dejar de pedirle al Señor, nunca debemos de dejar de rezar, de pedir a Dios el don de la oración continua, pues así estaremos seguros de alcanzar de Dios el don de la perseverancia final y los demás dones, recordemos lo que nos ha dicho Nuestro Redentor más el que perseverare hasta el fin, ése será salvo”, por ello nunca dejemos de rezar y de dar gracias a Dios, pues de El venimos y hacía El debemos de ir, porque Dios lo es todo y sin El nada somos, nada podemos, El es nuestra fortaleza y esperanza, y para concluir encomendémonos a la Santísima Virgen María para que no deje de rogar a Dios Nuestro Señor por nosotros, pidámosle también a Ella nos proteja siempre son su manto a fin de que podamos gozar en esta vida y en la otra de su calor materno e inmaculado, y  repitamos pues lo que decía San Ignacio de Loyola que “la vida del cristiano es para amar, hacer reverencia y adorar  a Nuestro Señor y de este modo salvar el alma” y esta es la gracia que os deseo.


VIVA CRISTO REY


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