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viernes, 2 de septiembre de 2016

EL DEMONIO ¿ QUÉN ES

EL DEMONIO ¿QUIÉN ES?

El posee distintos nombres. Aparece como Satanás o Satán (Job, 1, 6), que significa el Adversario o el Acusador (Ip. 12, 12). Es la serpiente que tienta a nuestros primeros padres, haciéndolos caer (Gén. 3, 1); y a Nuestro Señor, (S. Mt. 4, 1- ; Mc.1, 12 -13; Lc. 4,1; Mc.1, 12 -13; Lc. 4,1
-


13), por quien sale derrotado. El Apocalipsis lo hace sinónimo del Dragón, del diablo  (Ap. 12, 9; 20, 2). Es el seductor del mundo entero, arrojado a la tierra con sus ángeles.
Lucha contra S. Miguel, el ángel del Señor; es lo contrario a este santo ángel, pues Miguel significa: ¿Quién como Dios?; lo contrario al grito del demonio, que es Non serviam: no serviré (Jer. 2, 20).
El demonio es denominado por Cristo "el príncipe de este mundo" (cfr. Jn. 12, 31;14, 30; 16, 11). Es el Maligno, bajo cuyo poder yace el mundo entero (Jn. 5, 19).
Los demonios son espíritus caídos. Fueron creados por Dios como ángeles buenos, pero se levantaron contra El. Quisieron prescindir de Dios, no someterse a El. El profeta Isaías describe la caída de este lucero brillante. "¿Cómo caíste del cielo, lucero brillante, hijo de la aurora, echado por tierra el dominador de las naciones? Y tu decías en tu corazón: subiré a los cielos, en lo alto, sobre las estrellas del cielo, elevaré mi trono y me sentaré en el monte de la asamblea, en las profundidades de Aquilón. Subiré sobre las cumbres de las nubes, y seré
igual al Altísimo. Pues bien, al seol has bajado, a las profundidades del
abismo" (Is. 14, 12-15); leemos en la carta de San Judas: "A los ángeles que no guardaron su principado y abandonaron su propio domicilio los reservó con vínculos eternos bajo tinieblas para el juicio del gran día" (6); San Pedro habla de los "ángeles que pecaron" (Pedro2, 4), y que "Dios no perdonó observa San Juan sino que, precipitándonos en el
Tártaro, los entregó a las cavernas tenebrosas, reservándolos para el juicio" (I J n. 3, 8).
Pero los demonios, antes de pecar y condenarse, de elegir en contra Dios, eran buenos. La Iglesia, en el Concilio Lateranense IV (1215) enseña que el diablo (o Satanás) y los,otros demonios fueron "creados buenos por Dios, pero se han hecho malos por su propia
voluntad". Se condenaron porque quisieron. La S. Escritura dice que "el diablo desde el principio peca" (I Jn. 3, 8), y es "homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él" (Jn. 8, 44).


El demonio, que es un ser perverso y pervertidor, recibe distintos nombres, según
las Sagradas Escrituras:
"Encontramos muchos otros nombres que describen sus nefastas relaciones con el hombre: "Belcebú" o "Belial",
"espíritu inmundo", "tentador", "maligno" y finalmente 
" anticristo" Se le compara a un "león", a un "dragón" y una "serpiente". Muy frecuentemente para nombrarlo se ha usado el nombre "diablo" del griego diabollein (del cual "diabolos"), que quiere decir:
causar la destrucción, dividir, calumniar, engañar. Y a decir verdad todo esto sucede desde el comienzo por obra del espíritu maligno que es
presentado en la Sagrada Escritura como una persona, aunque se afirma que no está solo:
"somos muchos", gritaban los diablos a Jesús en la reunión de los gerasenos; "el diablo y sus ángeles", dice Jesús en la descripción del juicio futuro."
EL PECADO DEL DEMONIO
Los nombres indican siempre la realidad. La palabra diablo, viene del griego día: separar, y balo: tirar. El diablo es el que tira separando su propio ser de Dios. La soberbia es la actitud que rige este gesto terrible.
Al rechazar a Dios, Suma Verdad, se convierte en príncipe de la mentira. La mentira no sólo es contraria a la verdad, sino que es su perversión. La mentira es el arma predilecta y el humo de Satanás. Al diablo se le cae la baba por la mentira o, mejor aún, es su baba. Al no mantenerse en la verdad (cfr. S. Jn. 8, 44), se hace opositor de la Verdad, que es Dios. El
pecado de Satanas consistió en "el rechazo de la verdad sobre Dios, conocido a la luz de la inteligencia y de la revelación como Bien infinito, amor y santidad subsistente. El pecado ha sido tanto más grande cuanto mayor era la perfección espiritual, y la perspicacia
cognoscitiva del entendimiento angélico, cuando mayor era su libertad y su cercanía a Dios.Rechazando la verdad conocida sobre Dios con un acto de la propia libre voluntad, Satanás se convierte en "mentiroso" cósmico y "padre de la mentira". Por esto vive en la radical e irreversible negación de Dios y trata de imponer a la creación, a los otros seres creados a imegen de Dios, y en particular a los hombres, su trágica "mentira sobre el bien" que es Dios. En el libro del Génesis encontramos una descripción precisa de esa mentira y falsificación de la verdad sobre Dios, que Satanás (bajo la forma de serpiente) intenta transmitir a los primeros representantes del género humano: Dios sería celoso de sus
prerrogativas e impondría por ello limitaciones al hombre. Satanás invita al hombre a liberarse de la imposición de este yugo, haciéndose "como Dios" Pero él no se queda solamente en la mentira, sino que odia lo bueno y ama lo malo. Es el Rey de la iniquidad, quiere sembrar el mal en toda la creación. "En esta condición de mentira existencial Satanás se convierte -según San Juan- también en homicida, es decir,
destructor de la vida sobrenatural que Dios había injertado desde el comienzo en él y en las creturas hechas a "imagen de Dios":
los otros espíritus puros y los hombres; Satanás quiere destruir la vida según la verdad, la vida en la plenitud del bien, la vida sobrenatural
de gracia y de amor. El autor del libro de la Sabiduría escribe: "...por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen" (Sab. 2, 24). En el Evangelio Jesucristo amonesta: "...temed más bien a aquel que puede perder el alma y el
cuerpo en la gehena" (Mt. 10, 28)" (Juan Pablo II, ibíd.). Y, por último, es el príncipe de la envidea. Y así como la envidia es entristecerse por
el bien del otro, así el demonio no soporta la felicidad eterna del hombre en Dios y que los hombres puedan salvarse. Por ello, su actuación es combatir al hombre, ponerle todo tipo de obstáculos, de trabas, en definitiva, alejarlo de Dios para siempre. "Según la Sagrada
Escritura, y especialmente el Nuevo Testamento, el dominio y el influjo de Satanás y de los demás espíritus malignos se extiende al mundo entero. Pensemos en la parábola de Cristo sobre el campo (que es el mundo), sobre la buena semilla y sobre la mala semilla que el
diablo siembra en medio del trigo tratando de arrancar de los corazones el bien que ha sido "sembrado" en ellos (Mt. 13, 38-39). Pensemos en las numerosas exhortaciones a la vigilancia (Mt. 26, 41), a la oración y al ayuno (Mt. 17, 21). Pensemos en esta fuerte afirmación del Señor: "Esta especie (de demonios) no puede ser expulsada por ningún
medio si no es por la oración" (Mc. 9, 29). La acción de Satanás consiste ante todo en tentar a los hombres para el mal, influyendo sobre su imaginación y sobre sus facultades superiores para poder situarlos en dirección contraria a la ley de Dios. Satanás pone a prueba incluso a Jesús (Lc. 4, 3-13) en la tentativa extrema de contrastar las
exigencias de la economía de la salvación tal como Dios la ha preordenado. No se excluye que en ciertos casos el espíritu maligno llegue incluso a ejercitar su Influjo no sólo sobre las cosas materiales, sino también sobre el cuerpo del hombre, por lo que se habla de "posesiones diabólicas" (Mc. 5, 29). No resulta siempre fácil discernir lo
que hay de preternatural en estos casos, ni la Iglesia condesciende o secunda fácilmente la tendencia a atribuir muchos hechos a intervenciones directas al demonio, pero en principio  no se puede negar que, en su afán de dañar y conducir al mal, Satanás pueda llegar a esta
extrema manifestación de su superioridad" 
LAS REDES SATÁNICAS
Desde el comienzo, el demonio actúa tentando al hombre; busca
que se le sometan a él. Nuestros primeros padres- Adán y Eva-
caen por las tentaciones del demonio. Ellos cometen el pecado que se denomina pecado original, un pecado que pasa a todos los
hombres, menos a la Virgen María y a Cristo: "en Adán hemos muerto todos" (I Cor. 15-22), dice S. Pablo.
Nuestros protoparentes pasan de la familiaridad a la enemistad con Dios. Sin embargo, Dios les promete una gran ayuda: la promesa de un Salvador en el Protoevangelio. Es cuando le dice a la serpiente: "Pongo perpetua enemistad entre ti y la Mujer y entre tu linaje y el suyo. Este te aplastará la cabeza y tú le acecharás el calcañal" (Gén. 3, 15).
En este pasaje se promete la venida del Redentor y de la Nueva Eva que es la Virgen María. Cristo, en el plan de Dios, es el Restaurador de todas las cosas y el Salvador de todos los hombres.
El hombre, por lo tanto, tiene delante de sí la ayuda de Dios y, por otro lado, las tentaciones que el demonio le propone. El poder de Dios es infinito, en cambio el demonio posee un poder limitado. "El poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero sólo creatura: no puede impedir la
edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por el odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños- de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física- en cada hombre y en la sociedad, esta acción es
permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rom. 8, 28)"
( Catecismo de la Iglesia Católica. El demonio actúa eficazmente no sólo por su astucia, sino cuando el hombre le presenta flancos débiles. Esto ocurre, por un lado, cuando el hombre niega la existencia del
demonio, cuando está carente de Dios, o cuando vive en la esclavitud de las pasiones desordenadas. "El influjo del espíritu maligno puede ocultarse de forma más profunda y eficaz: pasar inadvertido corresponde a sus intereses. La habilidad de Satanás en el mundo
es la de inducir a los hombres a negar su existencia en nombre del racionalismo y de cualquier otro sistema de pensamiento que busca todas las escapatorias con tal de no admitir la obra del Diablo. Sin embargo, no presupone la eliminación de la libre voluntad y
de la responsabilidad del hombre y menos aún la frustración de la acción salvífica de Cristo. Se trata más bien de un conflicto entre las fuerzas oscuras del mal y las de la Redención. Resultan elocuentes a este propósito las palabras que Jesús dirigió a Pedro al comienzo de la Pasión: "...Simón, Satanás te busca para zarandearte como trigo;
peor yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe".
La verdadera resistencia de cada alma, se da mediante la ayuda de Dios por la Sangre de Cristo. La grandeza de un alma está cuando se apoya más en Dios que en sí misma. Dios nos hace fuertes, nos eleva y diviniza. Dios le dice, por ejemplo, a Santa Catalina de Siena, que "nada debe temer por cualquier combate o tentación del demonio que le sobrevenga, porque yo los he hecho fuertes y les he dado firmeza
de voluntad, robustecida en la sangre de mi Hijo. Ni el demonio ni criatura alguna os puede cambiar esta voluntad, porque es vuestra y yo os la di juntamente con el libre albedrío. En vuestro poder está, pues, con el libre albedrío, guardarla o abandonarla según os plazca. Es un arma que vosotros podéis poner en las manos del demonio, y es exactamente
como un cuchillo, con el cual os hiere y os mata. Mas, si el hombre no pone este cuchillo de su voluntad en las manos del demonio, no consintiendo a las tentaciones y sugestiones suyas, nada hay capaz de herirle con culpa de pecado. Antes al contrario, por ello se verá
fortalecido, si abre los ojos de su entendimiento para comprender mi caridad, que es la que permite que sean tentados sólo para conducirlos a
la virtud y ser probados en ella" (El Diálogo, parte II, c. 3, n° 43).  
El diablo es un enemigo temible. Se coloca delante de cada uno, observando nuestras debilidades; después tira las redes de acuerdo a nuestras inclinaciones. "Ya te he dicho- le aclara Dios a Sta. Catalina-
cómo el demonio invita a los hombres hacia el agua pútrida, la única que posee, cegándolos con las delicias y los honores del mundo. Los toma
con este anzuelo del placer bajo color de bien, ya que de otra suerte no podría tomarlos si no encontraran algún bien o deleite personal. El alma, en efecto, por naturaleza, apetece apetece el bien.
Pero es cierto que el alma, cegada a veces por el amor propio, no conoce ni discierne cuál sea el verdadero bien de provecho para el alma y para el cuerpo. Por esto el demonio en su maldad, viéndole cegado por el amor propio sensitivo, le propone distintos pecados, que tiene buen cuidado de pintar con color de algún provecho o algún bien. A
cada uno según su estado y sus inclinaciones. Lo que brinda al seglar, no lo brinda al religioso: una cosa ofrece a los prelados, otra a los poderosos..." (El Diálogo, p II, c 3, n°44).
Ataca también en los momentos de unión con Dios, de manera especial en la oración: "Muchas veces en el tiempo destinado a la oración llega el demonio con sus asaltos y tentaciones más que cuando se halla fuera de la oración. Lo hace para descorazonarla y para infundirle hastío de la oración, diciéndole muchas veces: "Esta oración no te sirve de nada, porque no deberías pensar ni atender a otra cosa que a lo que
estás diciendo". Esto le pone delante el demonio para causarle hastío y confusión de espíritu y que abandone la oración. Y la oración, sin embargo, es un arma con la que el alma se defiende de todo adversario cuando la sostiene con la mano del amor y con el brazo
del libre albedrío, manejada a la luz de la santísima fe" (El Diálogo, p. II, c. 4, n° 65).
También genera momentos de desaliento y a la vez de presunción. Ataca
produciendo tristeza desmedida, inquietud y turbación. Frente a esta tentación hay que elevarse con la misericordia de Dios. Pero otras veces lo hace con la presunción, de la cual hay que huir y abajarse por la humildad. "Acuérdate- le dice a Sta. Catalina- que, cuando el
demonio quería aterrarte y confundirte, queriéndote convencer que toda tu vida había sido un engaño, que tú no habías seguido nunca mi voluntad, tú entonces hiciste lo que debías   hacer y que mi bondad te dio para que hicieses, pues mi bondad jamás se niega a quien quiere recibirla: te elevaste con humildad hacia mi misericordia diciendo: "Yo confieso a mi Creador que mi vida estuvo siempre en tinieblas: pero me esconderé en las llagas de Cristo crucificado y me bañaré en su sangre. Así consumiré mis iniquidades y me gozaré con santo deseo en mi Creador”. Tu sabes que el demonio entonces huyó. Mas volvió luego con nueva batalla, queriendo hacerte engreír por orgullo, diciéndote: Tú eres perfecta y agradable a Dios: no tienes por qué afligirte ni llorar por tus pecados. Te di entonces gran luz y viste qué camino debías tomar: humillarte. Respondiste al demonio: "¡Infeliz de mí!; San Juan Bautista jamás pecó y fue santificado en el vientre de su madre, e hizo, sin embargo, tanta penitencia. ¡Y yo, que he cometido tantos pecados, jamás empecé a reconocerlos con llanto y verdadera contrición, considerando quién es Dios, a quién ofendo y quién soy yo, que lo ofendo! Entonces el demonio, no pudiendo sufrir la humildad de tu espíritu ni tu esperanza en mi bondad, te dijo: "Maldita seas, ya que nada puedo contra ti. Si te abato con la confusión, tú te elevas a lo alto de la misericordia; si te exalto, te abajas por la humildad hasta el infierno y en el infierno mismo me persigues: No volveré a ti, ya que me castigas con el bastón de la caridad" (ibíd.,p II, c 4, n°66). Elverdadero triunfo se da cuando el alma se baña con la Sangre de Cristo; de lo contrario las que son vencidas por el demonio portan su cruz y anticipan el infierno. Qué grandes son los sufrimientos provocados por los sobresaltos de la conciencia! ¡Cómo sufre el que desea venganza! Le roe continuamente el alma este deseo y se mata a sí mismo antes que mate a su enemigo. El primer muerto es él al matarse con el cuchillo del odio ¡Cuánto sufre el avaro, que por codicia llega a privarse de lo necesario! ¡Qué tormento el del envidioso, que se carcome en su corazón y no le deja gozarse en el bien de su prójimo! De todo lo que estos hagan con amor sensitivo, no obtienen más que sufrimiento, por el temor constante y desordenado. Han tomado la cruz del demonio, gustando de antemano las arras del infierno. Esta vida para ellos está llena de enfermedades de todas clases y si no se corrigen llegarán a la muerte eterna. Estos son los que se ven afligidos por las espinas de abundantes tribulaciones, torturándose a sí mismos por su propia voluntad desordenada. Tienen cruz para su corazón y para su cuerpo. Quiero decir que sufren interior y exteriormente sin mérito alguno, porque no sufren estos trabajos con paciencia, sino con impaciencia (El Diálogo,p II, c 3, b,N°48). Si no hay verdadera conversión, las almas corren el riesgo de perderse y de condenarse. El demonio es, en el infierno, el verdugo de las almas. El infierno, ciudad doliente y sin esperanzas, es la mansión del eterno sufriento."Viendo estos condenados, sumergidos en las tinieblas, tanta dignidad de la que ellos han sido privados, aumentará su pena y confusión, porque en sus cuerpos aparece la señal de las iniquidades cometidas con indecible pena y tormento.Cuando oigan aquella terrible palabra: Id, malditos, al fuego eterno (Mt. 25, 41), cuerpo y alma irán a vivir con los demonios, sin remedio alguno de esperanza y envueltos con todas las acciones depravadas cometidas. El avaro, con la inmundicia de su ambición,envuelto con las riquezas del mundo, que tan desordenadamente amó, arderá con ellas en el fuejo. El cruel con su crueldad; el inmundo con la inmundicia y su abyecta concupiscencia. El injusto, con sus injusticias; el envidioso con su envidia; el rencoroso, con su odio y rencor para con el prójimo. El amor desordenado de sí mismo, junto con el orgullo del que procedieron todos sus males, arderá también, y les proporcionará un tormento intolerable. Todos serán castigados de diversas maneras, alma y cuerpo juntamente. He aquí el fin miserable a que llegan estos que andan por el camino de abajo, por el río, no retrocediendo para reconocer sus culpas y para pedirme misericordia. Llegan a la puerta de la mentira, porque siguieron la doctrina del demonio, que es padre de la mentira, y este mismo demonio es su puerta, y por ella llegan a la condenación eterna, como antes te dije " (
El Diálogo, p II, c 3, a. 1, n° 42).

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