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domingo, 25 de abril de 2010

¡AY DE AQUÉL POR QUIEN VENGAN LOS ESCÁNDALOS!

Apunto de cierre de la maquetación y edición de nuestro
Quincenal, nos coge la Carta del Papa Benedicto XVI a los
Irlandeses, razón por la cual debemos ser lo más escuetos
posible para dar entrada y espacio a esta actualidad ineludible.
Previamente a la publicación de dicho escrito papal contra el escándalo
de la pederastia o corrupción de menores en lo referente a la
moral sexual católica y hasta a la decencia pública, teníamos ya en
prensa un comentario aparecido en el blog La Cigüeña que nos había
parecido un dardo que da en el centro de la diana y síntesis de de
esta hedionda situación corruptora a la que hemos avocado, cuya
guinda pastelera la pusieron ciertos educadores laicistas en Extremadura
para la educación naturalista masturbadora de la adolescencia.
El comentario a que nos referimos y transcribimos a continuación
aparecía con el indicativo HILARIO, un nombre de santo Doctor
de la Iglesia y Obispo de Poitiers 315-368 donde reposaban sus
restos mortales hasta que en 1652 fueron quemados sacrílegamente
por los protestantes franceses o hugonotes. ¡Casualidad! Este espontáneo
comentarista escribía: “Esto es disparatado y no se ve el
que el mismo Santo Padre vaya a la raíz, que son las desviaciones en
Teología Moral y Dogmática, de las que seguro encontraría ejemplos
concretos en las Facultades romanas, y la losa de silencio en lo
referente a predicación de ascética cristiana. Un amigo sacerdote
me dice que en 30 años jamás recuerda que en las reuniones y retiros
diocesanos se tratara de la castidad. Jamás. Y lo disparatado es
que se afronta el tema en su etapa final sin ir a las raíces”.
Queda dicho que es un comentario anterior a la declaración papal
de la que trata toda la prensa mundial este domingo día 21 de
marzo. Tiempo habrá para secundar con nuestra modestia de medios
las consignas del Sumo Pontífice. Pero entendemos muy atinado el
impacto de Hilario al señalar la ausencia de Doctrina o mutismo postconciliar
respecto a la Castidad como virtud de la vida trascendental
para la vida católica. Y otro dardo atinado: Desviaciones de la Teología
Moral y Dogmática con ejemplos concretos en las Facultades
romanas (por ende en las Universidades Pontificias) y la losa de silencio
en lo referente a la ascética católica. Si a esto añadimos la inacción
por parte de la Santa Sede en casos como el exarzobispo de
Milwake, quien en un libro defendió la homosexualidad de la que se
confesaba adicto practicante desde sus tiempos de compañero benedictino
de Bugnini para la “reforma litúrgica”, todo aparece consecuente.
Homosexualidad no es pederastia, se replicará. Pues no en
terminología, pero homosexualidad lo abarca todo en su contravaloración
moral y es precisamente la negación hasta del mismo concepto
de castidad. Espantoso que entre 1977 al 2004 se cometieran en Irlanda
15.000 abusos sexuales en números redondos contra menores.
Que en Alemania estén con el agua al cuello. Que en Austria un tercio
de sus católicos confesos estén pensando en apostatar, unos por
el bestial escándalo epidémico, otros por estar conformes con la homosexualidad
aunque repudien ilógicamente la pederastia y otros
porque consideran que este espíritu vaticano de cosecha tan atroz los
ha ido alejando de su santa católica Religión hasta conducirlos a otra
que no es la suya.
La progresía rehuye la causa. Vidal el periodista con comunicación
directa hasta con Radio Vaticano escribe este día que: en el
mea culpa planetario del Papa puesto de rodillas ante el mundo por
este cáncer que corroe las entrañas de la Iglesia católica, lo de menos
es la traición al voto de Castidad que no es nada comparado
con la infame conculcación de los derechos, de la dignidad de la
persona humana y de la vida moral de las criaturas de Dios.
Pues lo es todo la Castidad en la Moral sexual católica, con
voto y sin voto. Y mientras sigan rehuyendo la causa de sobrenaturalización
o de degradación de la vida humana, para bien poco
servirán las consignas y para casi nada las medidas únicamente
disciplinarias. El preconizado laicismo puro y duro o de talante civilizadamente
tranquilo conlleva necesariamente decir adiós a la
catolicidad. No se puede estar dialogando con los partidarios de la
homosexualidad no-casta, véase los anglicanos, y lamentar sus horrendas
consecuencias. Un escándalo continuado que lleva a tragarse
sapos, culebras e hipopótamos unicornios con el pretexto
unionista. ¿Unionista de qué? Ulster con Eire.
P. S. MONTES

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