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miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿TENEMOS EL MISMO DIOS QUE LOS JUDÍOS Y MUSULMANES?

P. CERIANI: EL FALSO ECUMENISMO: CARICATURA DE UNIDAD – ¿TENEMOS EL MISMO DIOS QUE LOS JUDÍOS Y MUSULMANES?

Miércoles 10 Noviembre 2010
por Radio Cristiandad

Muchos católicos están turbados en su fe por afirmaciones tales como “Cristianos, judíos y musulmanes tenemos el mismo Dios” o “Cristianos, judíos y musulmanes creemos en el mismo Dios”.
Esta frase, lanzada a comienzos del siglo por el famoso sacerdote apóstata Jacinto Loyson, es tema común hoy en día en alocuciones, discursos y diálogos en los encuentros ecuménicos.
Para confirmarla dicho, demos ante todo algunas citas de discurso de Juan Pablo II:

17/11/80 = A la comunidad judía en Maguncia: “¡Shalom!… El encuentro entre el pueblo de Dios de la Antigua Alianza, que nunca fue rechazada por Dios, y el de la Nueva, es asimismo un diálogo interior a la Iglesia misma, como si fuera entre la primera y la segunda parte de la Biblia (…) Judíos y cristianos están llamados como hijos de Abraham a ser bendición para el mundo (…) Diálogo entre las dos religiones que, con el Islam, deben dar al mundo la fe en el único e inefable Dios que nos interpela”

13/4/86 = Visita a la sinagoga de Roma: “La religión judía no nos es extrínseca, sino que, en cierto modo, es intrínseca a nuestra religión. Sois nuestros hermanos predilectos y, en cierto modo, se podría decir, nuestros hermanos mayores”

9/5/85 = Coloquio islámico-cristiano: “Como lo he dicho muchas veces en otros encuentros con musulmanes, tenemos un solo y mismo Dios y somos hermanos y hermanas en la fe de Abraham”

11/8/85 = Homilía en el aeropuerto de Camerún: “Queridos amigos, nosotros compartimos con vosotros la fe en el Dios único, vivo, misericordioso y omnipotente, Creador del cielo y de la tierra. Vosotros sentís veneración hacia Jesús y honráis a la Virgen María, su Madre. Podemos progresar en un diálogo sincero para comprender mejor nuestro patrimonio religioso mutuo y vivir en la amistad, cuyo camino nos señala Dios”

19/8/85 = Encuentro con jóvenes musulmanes en el estadio de Casablanca: “Cristianos y musulmanes, tenemos muchas cosas en común, como creyentes y como hombres (…) Abraham es para nosotros un modelo de fe en Dios, de sumisión a su voluntad y de confianza en su bondad. Creemos en el mismo Dios, el Dios único, el Dios viviente, el Dios que creó los mundos y lleva las criaturas a su perfección. Es hacia Dios que se dirige mi pensamiento y que se eleva mi corazón: es de Dios mismo que deseo ante todo hablarles; de El, porque es en El que creemos, vosotros musulmanes y nosotros católicos (…) La Iglesia manifiesta una atención particular por los creyentes musulmanes, dada su fe en el Dios único, su sentido de la oración y su estima por la vida moral”

30/12/87 = Encíclica Sollicitudo Rei Socialis: “A quienes comparten con nosotros la herencia de Abraham, nuestro padre en la fe, y la tradición del Antiguo Testamento, es decir, los judíos; y a quienes, como nosotros, creen en Dios justo y misericordioso, es decir, los musulmanes, dirijo igualmente este llamada, que hago extensivo, también, a todos los seguidores de la grandes religiones del mundo”


Objeción: Ahora quiero presentar una objeción, que se plantea de la siguiente manera:
Los judíos y los musulmanes creen en el Dios único, infinito, creador y señor del cielo y de la tierra.
Podemos considerar que los judíos actuales creen en el Dios en el cual creían los judíos del Antiguo Testamento, incluso si ellos han renegado del Mesías prometido.
Si decimos que ese dios es distinto que el Dios de los cristianos, debemos decir también que los judíos del Antiguo Testamento, antes de la venida de Jesucristo, no tenían el mismo Dios que los cristianos.
Además, se puede conocer la existencia de Dios incluso fuera de la Revelación, a la simple luz de la razón natural.

Respuesta:
La reducción de las religiones monoteístas al mínimo denominador común es el alma del ecumenismo actual. Para responder a la objeción, vayamos por partes.

A)
“Tener el mismo Dios” no quiere decir tener algunas nociones en común sobre Dios, sino que significa creer en el mismo Dios, creer las mismas cosas sobre Dios. Esto significa que hay que aceptar el testimonio que Dios ha dado de sí mismo.
Si bien es cierto que objetivamente existe un solo verdadero Dios y, en ese sentido, tenemos el mismo Dios que los judíos, los musulmanes, las plantas y los animales, también es totalmente cierto que existe una sola Revelación de este único y verdadero Dios, de la cual el hombre no puede hacer abstracción sin caer en el error.
En consecuencia, no puede haber más que una única fe en Dios, así como único es el verdadero Dios y única es su Revelación.
Por lo tanto, se tiene el mismo Dios cuando se creen las mismas cosas sobre Dios; y se puede creer en las mismas cosas sobre Dios solamente cuando se cree en su única Revelación.
Esto basta para demostrar que no tenemos el mismo Dios que los judíos, los musulmanes y los filósofos paganos:
1º) Porque ellos no creen en la divina Revelación
2º) Porque ellos no creen las mismas cosas que nosotros creemos.
Existe una diferencia abismal entre la realidad divina, alcanzada en sí misma en su verdadera esencia, tal como la luz de la fe nos la revela, y las representaciones humanas de Dios que proponen las falsas religiones. Si negamos esta diferencia, si solamente atenuamos esta diferencia, entonces reducimos a una trivialidad la necesidad de una revelación divina.
Incluso el monoteísmo de judíos y musulmanes, monoteísmo sobre el cual se apoya el ecumenismo actual, no es el mismo monoteísmo católico. En efecto, el monoteísmo cristiano profesa un Dios tal cual es: uno en la naturaleza y trino en las Personas. En cambio, el monoteísmo judeo-musulmán profesa un dios uno en naturaleza y uno en persona.
No podemos decir que el Dios de la Revelación es el mismo dios que el de los judíos y musulmanes por el solo hecho que tienen en común la unidad de naturaleza, puesto que judíos y musulmanes no se limitan a afirmar la unidad de naturaleza, sino que afirman igualmente la unida de la persona en Dios.
Si decimos que la Unidad de naturaleza ofrece una noción común inicial sobre la cual los adeptos de las tres religiones podrían unirse, mientras que la Trinidad de Personas se presenta como una fase ulterior, la Revelación hecha por el Verbo de Dios se agregaría como un piso a esa planta baja indispensable: la Trinidad no influiría verdaderamente en la Unidad.
El dios natural, supuesto común a las tres religiones monoteístas, es un ente de razón, una concepción puramente humana sin fundamento en la realidad, un dios que no existe más que en el espíritu de ciertos hombres.
La Santísima Trinidad es un concepto ontológicamente primordial y no una noción que se agrega a la substancia divina. No es un agregado secundario o facultativo. La Trinidad de Personas es la esencia divina; lejos de ser una noción accidental, la Trinidad es la manera única, inimitable que tiene Dios de ser Uno.
Es indispensable rechazar una teología a dos niveles: una planta baja universal y evidente, y un primer piso facultativo y agregado, que sería el verdadero obstáculo para la unidad.
El monoteísmo cristiano difiere totalmente del monoteísmo judío o musulmán.

Monseñor de Castro Mayer dice con claridad y firmeza:
“Sólo es monoteísta quien adora a la Santísima Trinidad, porque la Unidad de Dios es inseparable de la Trinidad de Personas.
Es falso decir que los musulmanes son monoteístas. No lo son porque no adoran al Unico Dios verdadero, que es Trino. Ellos son monólatras, o sea, que adoran un solo ídolo supremo. Dígase lo mismo de los judíos, que rechazaron la Revelación de la Santísima Trinidad. Ellos también dejaron la adoración del verdadero Dios Trino, para inclinarse ante un ser inexistente, un ídolo.
Sólo hay una religión monoteísta: es la Católica, que adora a la Santísima Trinidad”.
B) Los cristianos tenemos la misma fe que los Patriarcas y los Profetas del Antiguo Testamento, pero no tenemos la misma fe que los judíos de hoy en día.
Tenemos el mismo Dios que los Patriarcas y los Profetas:
1º) porque ellos creyeron como nosotros en Dios, en el único Dios verdadero, que comenzó a revelarse en el Antiguo Testamento y acabó su Revelación en el Nuevo;
2º) y porque en esta fe sobrenatural ellos abrazaron de manera implícita, en el tiempo de la promesa, el mismo objeto material de la fe que nosotros. Habiéndose cumplido la promesa, nosotros lo abrazamos explícitamente.
Por otra parte, Patriarcas y Profetas sabían bien que la Revelación divina no estaba terminada (Dt. 18: 14-20) y vivieron en la espera de Aquél al cual aspiraba como a su fin todo el Antiguo Testamento y al cual estaba reservado, como Hijo de Dios, hacer la Revelación trinitaria.
Los cristianos no tenemos el mismo Dios que los judíos incrédulos porque el desarrollo de la fe depende del desarrollo de la Revelación divina.
Ignorar aquello que todavía Dios no ha revelado es una cosa, y otra muy distinta es rechazar como una injuria y una herejía aquello que Dios revela, sosteniendo, contra la Revelación divina, que Dios es una sola persona como es uno en naturaleza.
Por eso Jesús dijo de sus adversarios: “Si Yo no hubiese venido, y no les hubiese hablado, no tendrían pecado; pero ahora su pecado no tiene excusa” (Jn. 15:22).
Rechazando la fe en Aquél que es el “autor y el consumador de la fe”, los judíos han rechazado el evangelio de Dios, que El les había prometido por sus profetas”.
Rechazando la realización, los judíos conservan en vano las promesas y las figuras contenidas en la Revelación preparatoria al Mesías. Es una ingenuidad pensar que los judíos leen y comprenden el Antiguo Testamento como nosotros lo leemos y comprendemos. San Pablo dice claramente que un velo permanece delante de sus ojos cuando ellos leen las Escrituras; velo que será levantado cuando sus corazones se vuelvan hacia el Señor (II Co. 3:16).
Por eso Jesús les dijo: “Si creyeseis en Moisés, también me creerías a Mí, pues de Mí escribió él”, demostrándoles el verdadero motivo de su resistencia: la ausencia de esa fe en Dios.
C) Es cierto que la Iglesia afirma la posibilidad de conocer la existencia de Dios por medio de las cosas creadas; pero también sostiene:
1º) que el conocimiento natural de Dios no es la fe;
2º) que lo que se puede conocer de Dios por la razón natural es absolutamente insuficiente para salvarse;
3º) que en el estado actual del género humano las verdades religiosas naturales pueden ser conocidas por todos fácilmente, con firme certeza y sin ninguna mezcla de error únicamente por medio de la Revelación divina.
Además, las verdades religiosas naturales, si son aceptadas por el testimonio de la razón, no son objeto de fe, sino de simple conocimiento racional. Por lo tanto, la diferencia entre aquél que acepta la Revelación y aquél que sólo acepta lo que su razón le demuestra no solamente una diferencia de perfección en el conocimiento de Dios (conozco más o conozco menos sobre Dios), sino una diferencia de fe: para uno son objeto de simple creencia humana, para otro es objeto de fe sobrenatura

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