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domingo, 31 de marzo de 2013

LA ALEGRÍA DE LA RESURRECCIÓN




La alegría de la resurrección RS/ALEGRIA

1. «Alégrate, Jerusalén y regocijaos con ella todos los que la amáis» (Is 66, 10a) pues Jesús ha resucitado. «Llenaos de alegría por ella todos los que por ella hacíais duelo»2, al conocer los crímenes y delitos de los judíos. Pues el que fue deshonrado por ellos en estos parajes ha sido devuelto de nuevo a la vida. Y así como la conmemoración de la cruz aportó algo de tristeza, así la fausta noticia de la resurrección debe alegrar a los aquí presentes. «Has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría» (Sal 30,12); «mi boca está repleta de tu alabanza y de tu gloria todo el día» (71,8), por causa del que, después de su resurrección, dijo; «Alegraos» (Mt 28,9). Sé que en los días pasados los que aman a Cristo estaban tristes cuando, al terminar nuestro discurso sobre la muerte y la sepultura, y sin hacer un anuncio de la resurrección, el ánimo estaba expectante para oír lo que deseaba. Pero aquél, después de muerto, resucitó «libre entre los muertos» y como libertador de los muertos. El que ignominiosamente fue coronado en su paciencia con corona de espinas, al resucitar se ciñó con la diadema de la victoria sobre la muerte.


La resurrección en Sal 16 (Hech. 2,25 as) y Sal 30

4. En primer lugar, pues, en el Salmo 12 dice: «por la opresión de los humildes, por el gemido de los pobres, ahora me alzo yo, dice Yahvé» (12,6). Pero este testimonio es para algunos todavía dudoso, pues a menudo se levanta airado para tomar venganza de los enemigos (cf. 7,7). Acércate entonces al Salmo 16, que claramente dice: «Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio» (16,1). Y, más abajo: «yo jamás derramaré sus libámenes de sangre, jamás tomaré sus nombres en mis labios» (16,4), puesto que, renegando de mí, hicieron del César su rey9. Y, más abajo: «Pongo a Yahvé ante mí sin cesar; porque él está a mi diestra, no vacilo» (16,8). Y, a continuación: «Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan». Y después: «Pues no has de abandonar mi alma al sheol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa» (16,9a.10)19. No ha dicho «ni dejarás a tu amigo ver la muerte», pues en ese caso no habría muerto, sino «la corrupción»11, puesto que no permaneceré en la muerte. «Me enseñarás el camino de la vida» (16,11): claramente se anuncia la vida después de la muerte. Ven ahora al Salmo 30: «Yo te ensalzo, Yahvé, porque me has levantado; no dejaste reírse de mí a mis enemigos» (Sal 30,1). ¿Qué ha sucedido? ¿Has sido liberado de los enemigos o has sido soltado para que te golpeasen? Lo dice con toda claridad: «Tú has sacado, Yahvé, mi alma del sheol» (Sal 30,4). Decía proféticamente: «No dejarás...» (cf. 16,9.10). Pero aquí, hablando del futuro como cosa ya realizada, dice: «...has sacado mi alma... me has recobrado de entre los que bajan a la fosa» (30,4). ¿En qué tiempo sucederá esto?: «Por la tarde, visita de lágrimas y, por la mañana, gritos de alborozo» (30,6). Por la tarde estaban de luto los discípulos, y por la mañana se alegraron de la resurrección.

9. La muerte quedó aterrorizada al ver que descendía al infierno alguien distinto que no estaba sujeto por las cadenas de este lugar (cf. Hech 2,24). ¿Por qué razón, guardianes del infierno, os llenasteis de pavor al verlo? (cf. Job 38,17 LXX). ¿Os invadió un temor descarado? Huyó la muerte y esa fuga delataba su temor. Acudieron los santos profetas. Moisés el legislador, Abraham, Isaac y Jacob, David y Samuel, Isaías y Juan Bautista, que dice y testifica: «¿Eres tu el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» (Mt 11,3). Han sido redimidos todos los santos que la muerte se había tragado. Lo que debía ser es que el Rey que había sido predicado fuese en realidad el libertador de los mejores augurios. Por eso ha dicho alguno entre los justos: «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» (1 Cor 15,55). Es el autor de la victoria el que nos ha liberado26.




2. Is 66,10 y su contexto se refieren primariamente a Jerusalén, dentro de un tono apocalíptico que sugiere claras actitudes de alegría y esperanza. Naturalmente, todo esto tiene mucho más sentido desde la realidad de la resurrección de Jesucristo.

 9. Alusión a Jn 19,15, cuando en la acusación contra Jesús la gente grita: «No tenemos más rey que el César». Las palabras de Sal 16,4 las interpreta Cirilo como pronunciadas por Cristo -es muy frecuente en la tradición patrística entender numerosos salmos como dichos en primer lugar por Cristo, con lo que frecuentemente adquieren un sentido profético más acentuado. Así, en este caso, al señalar los acusadores de Jesús que su rey es el César romano -cuando, en realidad, odiaban la ocupación imperial- están renegando de Jesús. Es esto lo que proféticamente habría quedado dicho en Sal 16,4. 

11. O «la fosa» en el texto original del salmo.

26. I Pe 3,18-22 es tal vez el texto que expresa de manera más bella que el rescate de Cristo tiene como destinatarios a los hombres de todas las épocas: «En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios» (19-20a). Los vv. 20b-21 utilizan el arca de Noé como imagen del bautismo, en el que el hombre se salva de ser engullido por las aguas de la muerte. El tema del «descenso a los infiernos» sigue así, vivo en el pensamiento de Cirilo. 

Fuente: CATEQUESIS XIV RESURRECCIÓN Y ASCENSIÓNDE JESUCRISTO
 

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