domingo, 25 de abril de 2010


A por el celibato



Publicado en SIEMPRE P'ALANTE

Estamos asistiendo a una inmensa campaña contra la Iglesia que tiene un fin clarísimo aunque no tenga nada que ver con los hechos que la causan. El fin es la abolición del celibato convencidos quienes lo propugnan de que una Iglesia con sacerdotes casados tendría muchísimo menos vigor apostólico que con célibes. Con otras preocupaciones: sostener una familia, complacer a la esposa, educar a los hijos… el sacerdote tendría muchísimo menos tiempo para dedicar a los fieles. Y dados los exiguos ingresos económicos tendría además que buscarse un pluriempleo para sacer a la familia adelante. Es fácil suponer las horas de dedicación a la Iglesia que le podrían sobrar. Y el verbo sobrar es particularmente aplicable pues sus verdaderas prioridades iban a ser otras. A la Iglesia, lo que sobrase. Si sobraba algo.

Para lograr esto, cuyo fin como digo lo ve cualquiera, se valen de una serie de escándalos sexuales que se están aireando en todos los medios como respondiendo a una campaña perfectamente orquestada. Esos escándalos no hubieran ocurrido si el clero fuera casado. Cosa que es falsísima.

Los repugnantes delitos de pederastia, que son la base de esta campaña, dicen las estadísticas que son mínimos en la Iglesia en comparación con otros grupos sociales. Y que muchos de ellos los cometen hombres casados. Que evidentemente no practican el celibato. Luego no es esa la causa.

Pero es que, además, tienen una enorme carga homosexual. A esos sacerdotes no les gustan las mujeres sino los hombres. Con lo que además de abolir el celibato habría que aceptar el matrimonio homosexual. Y no todo tipo de hombres sino los jovencitos. Porque esos hechos no se dan en la mayoría de los casos entre sacerdotes sino entre un sacerdote y un seminarista, un asistente a la catequesis, el niño de una escolanía…

Y todavía más. Se denomina a eso pederastia, por la especial gravedad del hecho, cuando es pura y simple homosexualidad en no pocos casos. Porque muchas veces no se abusa de un niño sino de un joven de doce, catorce o más años. Repugnante también por supuesto y hecho con miserable abuso de la autoridad y coacciones no pocas veces asquerosas pero eso de pedofilia no tiene nada. A no ser que se considere pedofilia, uso sexual de los niños, a todo lo que se haga con un menor de edad jurídica. Aunque le falte un día para cumplir los dieciocho años.

En la mayoría de los casos estamos ante sacerdotes homosexuales activos que abusan de jóvenes de su mismo sexo y no de niños. Pues eso no se cura casándoles con una mujer porque a ellos lo que les gusta es otra cosa.

La abolición del celibato, que no es un dogma de fe, podría resolver los casos del sacerdote o religioso que se enamora de una mujer y abandona el sacerdocio para casarse con ella o procura compatibilizar ambas actividades, una de ellas clandestinamente. Pero no los tristes sucesos que estos días nos airean los medios.

Y para resolver estas últimas situaciones pienso que la abolición del celibato crearía infinitos más problemas que los que pretende resolver.¿ Qué garantías tenemos de que quien rompió una vez su compromiso de celibato no va a quebrantar también la fidelidad matrimonial? El paso siguiente sería pedir la aceptación del divorcio para que pudieran casarse con la nueva. Más los casos de que fuera ella la que le abandonara a él, o el hijo que saliera atravesado y fuera un delincuente, etc., etc. Se podrían multiplicar los ejemplos. Y el clero, ya casado, seguiría ocupando las noticias. El párroco de A abandona a su mujer y se fuga con una catequista. La hija del párroco de B detenida en Barajas pasando droga. El hijo del párroco de C solicita la apostasía. La mujer del párroco de D protagonista de Gran Hermano. El párroco de E al no poder mantener a su familia asalta un banco. El párroco de F sorprendido en una clínica abortista con su mujer embarazada. Los que queráis. El remedio sería mucho peor que la enfermedad. Y eso es lo que pretenden algunos.

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