domingo, 4 de julio de 2010

COEXISTENCIA DE BUENOS Y MALOS


San Agustín de Hipona
I. Coexistencia de buenos y malos
La coexistencia de buenos y malos en la Iglesia es uno de los temas preferidos por San Agustín. Extractaremos en primer lugar el sermón sobre el versículo 9 del salmo 25: Señor, he amado la hermosura de tu casa. Este sermón se halla en PL 38,116-121.
A) Coexistencia del trigo y la cizaña
"¿En qué consiste la hermosura de la casa de Dios y el lugar del tabernáculo de su gloria, sino en aquel templo del que dice el Apóstol: El templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros (1 Cor. 3,17)? Así como en los edificios hechos por mano de hombres, cuando se levantan con elegancia y magnificencia, se deleita en ellos nuestra vista, así cuando estas piedras vivas de los corazones de los fieles son ensambladas por el vínculo de la caridad, la casa de Dios y el tabernáculo de su gloria resplandecen de belleza. Aprended, pues, lo que debéis amar, para que podáis amarlo. Porque, indudablemente, el que ama la belleza de la casa de Dios, ama a su Iglesia, no levantada con paredes y techos, ni espléndida por los mármoles y los artesonados, sino por los fieles santos, que aman a Dios con todo su corazón, con toda su alma y con todo su entendimiento, y al prójimo como a sí mismos" (1,1).
"Pero dentro de esta congregación cristiana, en cuanto a la participación y comunión de los sacramentos..., existen también vasos dignos de honor y vasos despreciables, y ante estas dos clases recipientes podemos dudar en dónde se encuentra la belleza de la casa de Dios?... Busca los vasos honrosos. Y no me digas: Los he buscado y no los encontré. Ocurrió tal cosa porque tú no te hiciste aquello mismo que buscabas. La semejanza une y las diferencias separan. Si tú eres un vaso lleno de vergüenza, indiscutiblemente la vista de un vaso honroso te resultara insoportable (2,2).



B) Dios se vale de los malos para prueba de los buenos
B.1. Misterio escondido para nosotros
¿Vamos a abandonar nuestra casa por la presencia de vasos malos? El Dios de esta gran casa sabe muy bien utilizar tanto los vasos honoríficos como los despreciables. Si los malos saben usar perversamente las cosas buenas, ¿no va a saber Dios usar bien de las malas? ¿De qué bienes usan los malos? De las criaturas de Dios, que son todas buenas...
"Y ¿por qué viven estos tales en la casa de Dios? Te responderé: Son vasos despreciables, pero Dios sabe usar de ellos; no se equivoca el que los creó, porque el que pudo crearlos sabe también reducirlos al orden y les ha dado
un lugar en su gran casa. Ahora bien, si me preguntas cómo usa Dios de ellos para el bien, te confieso que, como hombre que soy, no puedo explicarte las doctrinas de Dios" (3,3).
B.2. Los utiliza para probarlos
"¿Qué hacen me dices los malos en este mundo? Contéstame primero: ¿Qué hace en el crisol del platero la paja? No creo que esté sin motivo la paja allí, donde se acrisola el oro. Veamos el número de cosas que hay por allí un horno, la paja, el oro, el fuego y el joyero. El oro, la paja y el fuego están en el horno; el joyero, a su vera. Mira; este mundo es el horno: la paja, los malos; el oro, los buenos; el fuego, la tribulación, y el aurífice, Dios. Atiende y mira: el oro no se purifica si la paja no se quema. Considera lo que se dice del oro en el mismo salmo que comentamos... y oye lo que dice, escucha mi voz, cómo desea ser purgado: Ponme a prueba, ¡oh Yavé!. y examíname, acrisola mis entrañas y mi corazón (Sal. 25,2). El que debiera temer la prueba, la pide... Y ¿no temes desfallecer en el fuego? No. ¿Por qué? Porque tengo siempre ante mis ojos tus misericordiosos (ibid.,3). Y por eso digo: Ponme a prueba, ¡oh Yavé!" (4,4).
B.3. ¿Por qué tantos malos?
"La abundancia de malos es buena materia de purificación para los buenos. Porque, en medio de esa multitud de malos, mezclados con ellos y ocultos viven los buenos, y el Señor conoce a los que son suyos (2 Tim. 2,19). En manos de artífice tan grande, una hoja de oro no puede desaparecer en el gran montón de nada. ¡Qué inmensa cantidad de paja! ¡Qué escaso el oro! Mas no temas. Es tan hábil el joyero, que puede purificar, pero no puede perder" (5.5).
"No me vayas a decir: puesto que es necesario que existan los malos para probarnos, bastaría con que hubiese unos pocos, y muchos buenos. Pero ¿no te das cuenta que, si fuesen pocos, no podrían molestar a los que serían muchos? Date cuenta, hombre prudente, que, si los buenos abundasen en gran manera sobre los malos, éstos no se atreverían a perjudicar a los buenos".
Los malos tampoco son tantos como parece. Lo que ocurre es que alborotan más. "Cuando el malo maquina tentaciones, tú rezas a Dios. En este lagar que es la iglesia debes comprobar y ver si el que daña en público no es una especie de alpechín, que corre a la vista de todos en este molino de aceite. El alpechín corre en público, el aceite se desliza por canales escondidos en busca de su lugar, y, a pesar de haberse deslizado oculto, sin embargo alcanza grandes alturas. ¡Oh hermanos míos, cuántos y cuántos en medio de esta lucha por la vida, en medio de la maldad de este mundo y en plena abundancia de males, han sabido retirarse y dirigirse a Dios! ¡Se despidieron del mundo, repartieron presto sus bienes entre los pobres, aquellos que poco antes andaban robando los ajenos! En público se ven muchos raptores, invasores y expoliadores. Son el alpechín que corre por la plaza; en cambio,
aquellos otros, el uno aquí y el otro allá. que con corazón compungido han reflexionado sobre los avisos de Dios, y se han reído de las vanas esperanzas del siglo, y se han confiado a la esperanza celestial, después de cambiar sus amores y costumbres, todos ésos son el aceite de la santidad, que se guarda en el molino; el vaso construido para honor de la gran casa, el oro en el fuego y el grano en el horno. Esta es la belleza de la casa de Dios" (9,9).
Los malos cristianos hacen muchas obras malas. Y las personas que están fuera (de la Iglesia) y no quieren convertirse al cristianismo, encuentran en aquéllos muchas excusas. Al que le aconseja rendirse a la fe, suele responder: "¿Quieres que yo sea como ése o aquél? Y nombra a uno o a otro. En ciertas ocasiones es verdad lo que dice. Pero, cuando no puede encontrar a un individuo a quien señalar, tampoco le cuesta mucho trabajo lanzar una calumnia. Y como él calumnia con tanta seguridad, consigue que el oyente comience a sospechar. Y tú al oír a alguien decir tales cosas, como quizá has conocido en alguna ocasión a hermanos tuyos que son malos, piensas en tu interior: cierto es lo que éste me cuenta: peligros de los falsos hermanos. Pero no desfallezcas. Lo que él busca sélo tú. Sé tú buen cristiano y convencerás al pagano calumniador" (6,6).



I) Pensamientos Varios
A) Tratos de buenos y malos
San Agustín se dirige a los neófitos bautizados en el día de la Resurrección, comentando el texto de San Pablo (Ef. 5,8) : Fuisteis algún tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad, pues, como hijos de la luz. Este sermón 123 se halla en PL 38. 1092-1093.
"Oídme, retoños de esta casta madre; oídme también, hijos ya mayores de la Madre Virgen, porque fuisteis algún tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad, pues, como hijos de la luz; esto es, uníos con los hijos de la luz, y para decíroslo más claro: Haceos amigos sólo de los fieles buenos, puesto que, por desgracia, y esto es lo peor, hay malos cristianos. Hay quienes se llaman fieles y no lo son. Son fieles en los cuales quedan injuriados los sacramentos de Cristo. Fieles que viven de tal modo que no sólo perecen ellos, sino que pierden a otros. Perecen por su mala vida, y además pierden a otros con su mal ejemplo. Vosotros, pues, amadísimos, no os unáis a ellos; buscad a los buenos, uníos con los buenos, sed vosotros buenos" (n.1).
"Que no os extrañe la multitud de cristianos malos que llenan nuestras iglesias, comulgan en el altar y alaban a grandes voces la explicación del obispo, del presbítero, sobre las buenas costumbres. Pueden vivir con nosotros en la iglesia de este siglo, pero no en aquella otra mayor congregación que después de la resurrección será sólo la Iglesia de los santos". La Iglesia de nuestro tiempo es una era donde el trigo y la paja se mezclan, donde andan confundidos los buenos y los malos. Pero después del juicio final sólo albergará en sí a los buenos, sin ninguno de los malos. Esta
era contiene la mies sembrada por los apóstoles, segada por los doctores y los santos y no poco también trabajada por las persecuciones de los enemigos, pero lo único que ya queda, todavía no purificado con el último bieldo"... "Oiganme los antiguos fieles, y los que son grano alégrense con temor y perseveren... Nadie pretenda sacudirse la paja por sí mismo, porque, si quisiera apartarse de ella, no podría continuar en la era... El bueno tolere al malo, el malo imite al bueno, porque en esta era el grano puede convertirse en paja y la paja llegar a ser grano. Todos los días ocurren estos cambios, hermanos míos, y llena está nuestra vida de tales penas y consuelos. Cada día los que parecían buenos caen y perecen, y, a su vez, los que parecían malos se convierten y viven... Que os aproveche la paciencia de Dios; que el contacto con el grano y la predicación pastoral os conviertan en trigo. No os faltan las aguas de la palabra de Dios. No sea, pues, para vosotros estéril la agricultura divina. Reverdeced, granad, madurad, que el sembrador quiere encontrar espigas y no espinos'' (n.2).


B) Visibilidad de la Iglesia

B.1. La Iglesia compuesta de buenos y malos
Como los protestantes en los tiempos modernos, los donatistas en la antigüedad afirmaban que la Iglesia estaba constituída sólo y exclusivamente por los justos. San Agustín refuta esta afirmación Y expone la doctrina católica con numerosas alusiones a nuestra parábola (cf. Contra Gaudentium 1.2 c.3: PL 43,741-742).
"No habéis encontrado motivo apreciable ni aducís causa alguna que justifique vuestra separación de esta verdadera, auténtica y católica Iglesia, que, envuelta en la luz del Señor, derrama por todo el orbe sus rayos y extiende sus ramaje con abundancia fecunda por la tierra entera... ¿No decís que la necesidad obliga a que los justos se separen de los malos? No; a los justos en la Iglesia católica no les corresponde otra cosa que tolerar con suma paciencia a los malos que no pueden corregir o condenar; ni les está permitido salirse antes de tiempo del campo del Señor por la cizaña, ni de la era por la paja, ni de la casa por los vasos de ignominia, ni de la red por los peces malos..." Y si quieres retorcer el sentido de estas expresiones evangélicas, contradices al propio Cipriano, cuyo testimonio aduces. Pues son palabras de dicho mártir acerca de este mismo asunto las que se contienen en su carta a Máximo y a sus compañeros en la confesión de la fe. Dice: "Aunque sé bien que muchos en la Iglesia son cizaña, sin embargo, no debe impedir ni la fe ni la caridad, de modo que contrastar la existencia de la cizaña en la Iglesia no ha de movernos a separarnos de ella. A nosotros sólo nos corresponde procurar ser trigo, para que, cuando comience el almacenamiento en los graneros del Señor, recibamos el fruto de nuestro trabajo... Por lo demás, el romper los vasos frágiles sólo pertenece al Señor, a quien le fue concedido el cetro de hierro (Sal. 2,9)" (n.3).

B.2. Las dos pescas
Con frecuencia los Santos Padres, Y entre ellos San Agustín, comparan la Iglesia del siglo presente y la Iglesia futura con las dos pescas milagrosas, sucedida la primera antes de la resurrección y la segunda después de ésta. El texto de este sermón puede verse en PL 38,1161-1163, Y en BAC, t.7 p.461-469.
1. Mezcla de buenos y malos
"El Evangelio nos hace observar que nuestro Señor pescó dos veces, o mejor, que dos veces ordenó echar las redes: la primera, cuando escogió a sus discípulos, la segunda después de haber resucitado de entre los muertos. Era la primera pesca símbolo de la Iglesia en su actual estado; la segunda, es emblema de la Iglesia tal y como ella será al fin de los tiempos. En la primera pesca, en efecto, mandó echar las redes sin precisar hacia qué punto, sino que se echasen... Echáronlas, no se dice si a la derecha o a la izquierda. Los peces designan aquí a los hombres; de haber pescado sólo a la derecha banda, indicaría únicamente a los buenos, y a los malos si a la izquierda; mas, como buenos y malos habían de andar juntos en la Iglesia, las redes fueron lanzadas a la ventura, para que los peces significasen a los buenos y a los malos. Dícese también en el Evangelio que se llenaron dos barcas hasta sumergirse, o sea, se les recargó tanto que anduvieron al borde de] hundimiento (Lc. 5,1.7). No se hundieron, pero sí peligraron a consecuencia de la muchedumbres de peces, símbolo del peligro que había de correr la disciplina cristiana por causa de la gran multitud que recogería en su seno. Dice más: dice que las redes se desgarraron; emblema de los cismas futuros. Hay, pues, en esta misteriosa pesca un símbolo de tres cosas: la mezcla de buenos y malos, la opresión de la plebe y las escisiones heréticas: la mezcla de buenos y malos, en no haber tendido las redes ni a la derecha ni a la izquierda (expresamente); el agobio producido por la muchedumbre, en la cantidad de peces, que hizo zozobrar las barcas; las escisiones heréticas, en la rotura de las redes...


2. El número de los elegidos
"Observad ahora esta segunda pesca, cuyo relato acabamos de leer. Hácese después de la resurrección del Señor para indicarnos el estado de la Iglesia allende nuestra resurrección. Echad la red a la derecha de la barca (Jn 21.6), dijo el Señor. El número de la derecha no se confundirá con los otros. No habéis echado en olvido cómo el Hijo del hombre nos garantiza su venida entre ángeles; que las naciones comparecerán delante de El, y El las separará como, el pastor separa las ovejas de los cabritos: las ovejas a la derecha, los cabritos a la izquierda, y que dirá después: Venid..., tomad posesión del reino, a las ovejas; apartaos de mí, malditos, al fuego eterno (Mt 25,31-41), a los cabritos. Echad la red a la derecha significa, por tanto: "Vedme resucitado". Quiero daros una imagen de lo que ha de ser la Iglesia en la resurrección de los muertos. Echad a la derecha... Echaron las redes a la derecha, y malamente podían levantarlas. ¡Tanto era el peso de las redes! En la otra pesca hubo también gran abundancia; mas ahora se determina el número, y, sobre ser muchos, eran gordos; en la otra el número no se precisa. Es porque antes de la resurrección de los muertos y separación de
los buenos y los malos cúmplese lo que dice un profeta: Yo anuncié, yo hablé... (Sal 39,6). ¿Qué significa yo anuncié, yo hablé? Eché las redes... Y ¿qué? Sobrepasan todo número (ibid.). Hay, pues, un número fijo, y lo rebasaron. Este es el número de los santos que han de reinar con Cristo, y el exceso es figura de los que pueden entrar en la Iglesia, mas no en el reino de los cielos..."


3. Significación de la Playa
"Escuchad lo que sigue: Trajeron las redes hasta la orilla. Pedro mismo las trajo. Donde se dice orilla, entiende que es el fin del mar, y donde fin del mar, entiende fin de siglo. En la pesca primera, las redes no fueron traídas hacia la orilla, antes los peces fueron colocados dentro de los navíos; ahora no; ahora se les arrastra hacia la playa. Espera el fin del siglo. El vendrá para bien de los puestos a la derecha y para mal de los puestos a la izquierda. ¿Cuál es el número de los peces? Arrastró la red a tierra llena de ciento cincuenta y tres peces grandes (Jn 21,11). El Evangelio hace observar que, con ser tantos y gordos, no se rompió la red (ibid.).
¿Qué ha de entenderse aquí por reino de los cielos? Esta Iglesia visible, porque también a ella se la llama reino de los cielos. Si no se llamara reino de los cielos esta Iglesia que agavilla a buenos y malos, no dijera el Señor en la parábola (Mt 13,47): Es también semejante el reino de los cielos a una red barredera, que se echa en el mar y recoge peces de toda suerte...
Sin embargo, se ha llamado a la Iglesia reino de los cielos. Vense navegar en el océano peces buenos y peces malos entremezclados; tal acontece en este reino de los cielos, es decir, en la Iglesia actual, donde se llama mínimo a quien predica el bien y obra el mal; porque también éste forma parte de la misma. No está separado; está realmente dentro de este reino de los cielos-la Iglesia en su actual estado. Aunque predica el bien y obra el mal, es necesario; es como un jornalero a sueldo. En verdad os digo, dice el Salvador, que ya recibió su recompensa (Mt 6,2). Son útiles para algo; que si de nada sirviesen, no habría dicho el Salvador a su pueblo, hablándole de estos hombres, que hacen el mal y enseñan el bien: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Haced, pues, y guardad lo que os digan, pero no los imitéis en las obras (Mt 23, 2 y 3).


C) Por qué se toleran los malos en la Iglesia
C.1. Por el bien de la unidad
San Agustín repite esta idea en distintos lugares, por ejemplo a el libro anteriormente citado contra Gaudencio (Contra Gaudentium 1.2 c.5 : PL 43,744).
En el Párrafo 35 del sermón 4, pronunciado en el día del mártir San Vicente comenta San Agustín las palabras de Isaac a Esaú según la versión por él utilizada : Te alimentaré de la fecundidad de la tierra y del rocío del cielo
(Gen. 27,39).
"¿No ocurre lo mismo ahora en la Iglesia con los hombres malos, que intentan perturbarla y que es necesario tolerar, porque lo exige la paz de la misma Iglesia; admitirlos y que disfruten, además, con nosotros de unos mismos sacramentos? A veces sabemos que son malos y no les podemos hacer que lo confiesen, ni en orden a su enmienda ni con vistas a su castigo. No los podemos convencer de forma que se haga posible su exclusión o su excomunión. Ocasiones hay en que, si uno se yergue severo, surge el peligro de producir divisiones en la Iglesia, y entonces el gobernante se ve como obligado a decir: Te alimentaré de la fecundidad de la tierra y del rocío del cielo. Aliméntate, sí, de ese sacramento, pero comes y bebes tu propia condenación, (1 Cor. 2,29). ¿Te has dado cuenta de que te admitimos en atención tan sólo a la paz de nuestra Iglesia y que dentro de tu corazón no alimentas sino desórdenes y divisiones?" (PL 38,51).
C.2. Por falta de pruebas
San Agustín en el sermón 35 se refiere principalmente a la penitencia pública de aquel tiempo, de la que, dice que nadie debe excusarse, al ver que algunos fieles la rehuyen. Aduce al mismo tiempo razones generales muy prudentes e históricamente muy interesantes.
"Nadie menosprecie esta penitencia saludable viendo que muchos, cuyos delitos son conocidos, se acercan al sacramento del altar. Muchos, en efecto, son corregidos como Pedro, pero muchos tolerados como Judas, y otros muchos desconocidos hasta que venga el Señor a iluminar las tinieblas escondidas y manifieste los pensamientos secretos del corazón (1 Cor. 4,5). En los más de los casos no se quiere denunciar a otros para excusarse uno a sí mismo. Pero, en muchas otras ocasiones, cristianos excelentes se callan y sufren los pecados ajenos que han conocido, por carecer de documentos y no poder probar esos hechos ante la justicia eclesiástica. Porque, aunque las cosas sean ciertas, no deben ser creídas con facilidad por el juez, si no se demuestran con indicios seguros. Nosotros no podemos separar de la comunión a nadie (aun cuando esta prohibición no sea mortal, sino medicinal), si el reo no confiesa espontáneamente o no es condenado en un juicio secular o eclesiástico. ¿Quién podrá atreverse a asumir a la par el papel de acusador y juez?"...
El apóstol San Pablo, en la primera Epístola a los Corintios, insinúa una regla de conducta parecida, al dar a determinados pecados el procedimiento de un juicio eclesiástico semejante al nuestro... Por una parte dice que no se puede evitar el trato de los hombres de este siglo, ni los podemos ganar para Cristo si evitamos su contacto y conversación... ; pero por otra recomienda no tratar a los cristianos perversos (1 Cor. 5,9-13). "Con estas palabras demuestra suficientemente que no hay que separar los malos de la comunión de la Iglesia temerariamente o a la ligera, sino por medio de un juicio, y que, si no pueden ser separados en este mundo, hay que tolerarlos, no sea que, separando injustamente a los malos..., los arrojemos al infierno" (PL 39,1545-1547)

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