martes, 17 de agosto de 2010

EL DON DE CONSEJO


“Padre justo... que el amor que me tenías, esté en ellos” Jn 17, 20-26
El don de consejo:
“El amor nos hace cuidadosos, atentos y expertos para elegir los medios propios para servir
bien a Dios.”
Sea por siempre bendito el Ángel del Gran Consejo por los consejos que da y las
exhortaciones que hace a los humanos. El buen consejo del amigo serena el alma.
Pero ¿de qué amigo y de qué consejos hablamos? ¡Del Amigo de los amigos! Sus consejos son
más amables que la miel: el Amigo es el Salvador, sus consejos son para nuestro bien...
Los rayos del sol alumbran al calentar y calientan al alumbrar; la inspiración es un rayo
celestial que lleva a nuestro corazón una luz calurosa con la cual vemos el bien y nos calienta
para ir en su seguimiento. Todo cuanto tiene vida en la tierra se aletarga con el frío del invierno,
pero al volver el calor vital de la primavera, todo vuelve a su vitalidad: los animales terrestres
corren más, los pájaros vuelan más alto y cantan más alegremente y las hojas y las flores de las
plantas crecen a placer.
Sin la inspiración, nuestras almas tendrían una vida perezosa, enfermiza e inútil; pero al
llegar los divinos rayos de la inspiración, sentimos una luz mezclada con un calor vivificante, que
alumbra nuestro entendimiento y despierta y anima nuestra voluntad.
¡Qué felices los que tienen abiertos sus corazones a las santas inspiraciones! Pues nunca
carecerán de las que necesiten para llevar una vida buena y devota en sus condiciones
particulares y poder ejercer santamente su trabajo profesional.
Lo mismo que, valiéndose de la naturaleza, Dios da a cada animal los instintos precisos para
su conservación, nos dará a nosotros, si no resistimos a la gracia, las inspiraciones necesarias
para vivir y obrar, y para conservarnos en la vida espiritual.

(Tratado del Amor de Dios. VIII, 9.
V, 85 ss)

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