lunes, 11 de noviembre de 2013

CÓMO NOS CONFUNDIREMOS CON LO QUE VEMOS EN LA TIERRA

Tomado de S. Francisco de Borja


CÓMO NOS CONFUNDIREMOS CON  LO QUE VEMOS EN LA TIERRA  
                                                                                                                  
 
[Las criaturas inanimadas]

     Si entre los prisioneros y culpados se halla el hombre más culpado ¿qué hará ante los que no tienen culpa, como son las criaturas inanimadas y las sólo vegetativas y las sensitivas irracionales, en las cuales nunca faltó ni faltará la obediencia del Criador? ¡Oh, con cuánta razón se puede confundir el hombre por su inobediencia, pues él solo deja de guardar su naturaleza! Y para esto, confúndase en la tierra, viendo cómo ella produce frutos y él está seco, infructuoso. 

Confúndase en el agua, pues, dándosela el Criador para regar sus campos, y para satisfacer su sed, se alza con ella y la niega al mismo Criador cuando la deja de dar al pobre que se la pide en su nombre. Mire cómo el fuego le vuelve sabrosa la carne cruda, tratando él con crueldad la carne del prójimo. Considere que con el aire en cada momento es sustentada su vida, por lo cual queda obligado de emplear continuamente en el servicio del que se la da, y confúndase de verla tan poco empleada en este fin. Contemple entre las criaturas insensibles las piedras, porque se hicieron pedazos en la pasión de su Criador, y él está más duro que ellas en este sentimiento. Vuélvasele en amargura la dulcedumbre de la miel, considerando cuan amargo es para con su Dios. Confúndase con el olor de las flores, viendo la hediondez de sus pecados.

[Los vegetales]
    
 Entre las criaturas vegetativas, mire las plantas y hallará que creciendo suben por lo alto; sólo el hombre pecador crece para lo bajo, abatiéndose en las cosas viles. Debería siquiera hacer como el árbol que, si pone muchas raíces en la tierra, es para echar más virtud en las ramas. Y así el hombre, echando más raíces de humildad, sacaría grandes ramas de virtudes. Confúndase también en las criaturas sensitivas, como son los animales, viendo el servicio que de ellos reciben habiéndose vuelto por el pecado uno de ellos. Mira, cuando les hace mal tratamiento, cuánto peor le merece; espántese de cómo le obedecen, desobedeciendo él al Criador. Y entre ellos, contemple cómo el carnero le calza con su cuero y le viste con su lana y mantiene con su carne. Y de esto saque la confusión, según la curiosidad excesiva que hay entre los mundanos en estas cosas, y hallará ser un disipador de las criaturas de Dios abusando de ellas en su vestir, correr y calzar en grandes ofensas del que lo crió, habiéndolo criado para que más le amasen y le alabasen. Finalmente, cuando está cansado, considere el descanso que le dan las bestias, llevándole a caballo, y cómo todas fueron criadas para el fin de su descanso. 

     Y tras esto confúndase en ver cuán mal guardó el fin de su criación, pues era justo que, si descanso recibía de las criaturas, que también fuese descanso del mismo Dios. No porque haya falta de descanso en su divina Majestad, mas dícese en cuanto por su gran bondad tiene por su descanso y asiento el ánima del justo, y su deleite es con los hijos de los hombres,' los cuales en pago del descanso que reciben le dan trabajo y de tal manera que se queja el Señor por Isaías diciendo laboravi sustinens, que quiere decir: trabajé sufriéndolo. ¡Oh, qué palabra para nuestra confusión, pues con trabajo sufre Dios nuestras obras, habiendo ellas de ser para su descanso! Y así, no dijo de los animales que le pesaba haberlos criado y dijo que le pesaba haber hecho, el hombre.
     Oh, polvo y ceniza, humíllate y llora con estas palabras, y así mismo cuando ves el servicio y descanso que te dan las criaturas. Confúndete, pues no haces la paga en la misma moneda; y cuando das de comer a tus bestias, piensa que con más justicia les sirves tú a ellas, pues no fueron ingratas ni rebeldes a su Criador. Si quieres bien entender tu ignorancia, considera la prudencia de las serpientes, porque de ellas se dice que ponen el un oído en la tierra y con la cola se cierran el otro por no oír las voces de los encantadores. Confúndete, pues, con la prudencia de este animal. viendo que aun eso no sabes tú hacer, cerrando tus oídos a las ilusiones y tentaciones del encantador, que es el demonio. Si quieres conocer tu pereza, la hormiga te la mostrará en la provisión que hace en el verano del grano del trigo para mantenerse en el invierno en el tiempo de su necesidad. Mira tú, pecador, cómo se te pasa el tiempo sin proveerte de obras meritorias para el día de tu muerte, y hallarás que la hormiga te reprende y de ella puedes ser enseñado y con ella te puedes justamente confundir. Y si más quisieras dilatar la materia, discurre por las abejas y por los gusanos de la seda y por las otras criaturas, y descubrirás cosas admirables y muy dignas de tu confusión, las cuales se dejan de escribir por excusar prolijidad y porque no se tiene fin sino a señalar las materias, dejando lo demás a los mejores y más claros entendimientos. Solamente te queda la confusión cuando ves las criaturas, teniendo por cierto que todas las veces que ofendiste al Criador mereciste no sólo perder el servicio que te hacen, mas aún que se levantaran contra ti, haciendo la venganza de tu pecado. Por donde como ves que no han ejecutado la sentencia y que aún te sirven, debes con gran humildad hacer infinitas alabanzas a la divina misericordia y con nuevos propósitos ofrecerte a su divino beneplácito.
 
[Los animales]

     De una sola cosa te advertiré en la consideración de los brutos animales, la cual podría dañar para perder la confusión. Y es que, cuando se ve el puerco metido en el lodo, podría pensar alguno que no es tan sucio como él, y asimismo cuando ve el perro que se vuelve a lo que vomitó, podría decir lo mismo. Y para que cada uno sepa en esto juzgar de las cosas, hase de entender que ninguna cosa es en sí mala sino en cuanto es tenida por mala delante de Dios, y como aquellas cosas en los brutos animales sean naturales, en sí no son malas, ni delante el Criador son tenidas por malas. Mas guay de ti, pecador, que siguiendo el puerco su naturaleza, tú dejes de seguir la tuya cuando dejas de amar y servir a tu Dios. Y guay de ti que cuando estás en el pecado te revuelves en el más hediondo cieno que el puerco, y cuando vuelves al pecado que dejaste, vuelves corno el perro a su vómito. Confúndete, pues, de esto que es abominable a tu Dios, y no pares en lo que hacen los animales irracionales, sino en lo que tú haces, teniendo juicio de razón y libertad para ejercitarte en el bien.
 
                                                        Los irracionales

     Viniendo ahora a tratar de cómo te has de confundir con las criaturas racionales, que son tus prójimos, hallarás en ellos tres maneras: unos superiores, otros iguales y otros inferiores. De los superiores poco diré, pues por su autoridad y por el poderío que en ti tienen, debes delante de ellos estar tan humillado, que a no estarlo te faltaría el uso de la razón, viendo lo que representan; y así te confundirás con temor. Porque siendo ministros de-Dios, no han hecho justicia de ti, habiendo sido traidor a su divina Majestad. Por lo cual, cuando te mandan hacer algún servicio o te reprendieren o castigaren, aunque a otros parezca duro el castigo, a ti debe parecer muy blando, cotejando con lo que mereces y con el servicio que te mandaba hacer el demonio tu príncipe tirano cuando andabas debajo de su bandera por el pecado, pues entonces se servía de ti en cosas no sufrideras por ser abominables hasta hacerte ser verdugo, Y esto era cuando te hacía homicida o por la obra o por el consentimiento, y finalmente te hacía un carretero del infierno de cuerpos y almas hediondos, cuando, o por tu mal ejemplo, o por tus persuasiones, les hacías caer en el pecado.

 Cierto es, pues, que si te consideras puesto en esta miserable servidumbre del príncipe tirano, te parecerá muy dulce el superior, que no te manda sino que vivas en paz y en quietud y amor de tu prójimo. Y así te debes de confundir delante de los ministros del príncipe de la paz, conociéndote indigno de tales superiores, como verdaderamente seas de ellos indigno, pues por estar en su obediencia mereces la vida eterna; y esto baste para con los superiores.

     Con los iguales te confundirás, no teniéndote por merecedor de llamarte igual aunque lo seas en el estado o en el oficio, sino que has de pensar que como él sea delante de Dios mayor en virtudes, no te puedes tener por su igual. Y para que con toda verdad tengas esta humildad en tu corazón, entra bien en él y hallarás que de ninguno sabes de cierta ciencia lo que de ti sabes en los malos pensamientos y desordenados deseos y otros géneros de pecados interiores. Pues luego síguese, como tú seas cierto de tus pecados y que los del prójimo o no los sabes o los entiendes por sospechas que suelen ser falsas, harías temerario y falso juicio si no te tuvieses por más pecador; por donde, si eres mayor en los pecados, en el divino acatamiento no eres su igual, por lo cual andarás así confundido delante tus iguales y juzgando con tal medida que, si vieres al prójimo enfermo estando tú sano, no oses levantarte con vanos pensamientos, mas con mayor confusión consideres que, si está enfermo, es tratado del Padre celestial como hijo regalado. Y que si tú estás sano, no mereces la corrección paterna y llena de amor. Y por el contrario, cuando te vieres enfermo, piensa que por tus pecados lo estás, y si él está sano, es por estar ya purificado y tener poco que satisfacer. Asimismo, si te vieres rico, teme aquella palabra del Señor que dice: ¡Oh, con cuánta dificultad entran los ricos en el cielo! Y si tu prójimo lo estuviere, puedes pensar que por ser fiel despensero de la hacienda del Señor le es acrecentado el talento. Y si tú te vieres pobre, échalo al justo juicio de Dios, que es por haber tú disipado los bienes espirituales que Dios puso en tu ánima, o por no haber socorrido según tu facultad a la necesidad de los pobres, o en oraciones o en limosnas. Así también, si vieres que tu vecino está pobre, piensa que el Señor le cumple sus deseos por conformarle con la pobreza de su unigénito Hijo. Y habiéndote de esta manera con el prójimo, teniéndole en la cuenta que debes, vendrás a conocer en la que te debes de tener, para lo cual andarás lleno de confusión.

     No menos la tendrás con tus inferiores, los cuales, por bajos oficios que tengan, por eso no sólo [no] deben de ser menospreciados, mas aún tenidos en más, por cuanto de la providencia del Señor puedes creer que por ser más fuertes se sirve de ellos en mayores trabajos. Y si tú no estás en semejante estado, piensa que por tu flaqueza se apiada el Señor de ti tratándote regaladamente, y porque no sabrías vivir de aquella manera, por cuanto te ahogas en poca agua y no es bastante tu ánimo para las tales tribulaciones, para trabajar de día y de noche con mal dormir y peor comer. Pues mira cómo muchos de ellos lo pasan con alegre ánimo, contentándose de como quiera pasar la vida, y mide su fortaleza con tu flaqueza, y quedarás humillado tras esto. Y si fueren tus criados y te acompañan, confúndete de ver que habiendo dejado tú a Cristo, te acompañan ellos, y confúndete cuando te honran, considerando las veces que dejaste de dar la honra que se debía al Rey de gloria. Mira que te sirven los que son criados para reinar en el cielo. Mira que estando tú en pecado y ellos en gracia, aun no mereces servirlos. Confúndete viendo, el ejemplo que te dejó el Redentor lavando los pies a sus discípulos, y diciendo que no viene a ser servido sino a servir.
     Pues, confúndete, al fin, con todos tus prójimos, contemplando su alta creación, por ser a imagen y semejanza de Dios, tan amados del eterno Padre, que dio por su rescate a su bendito Hijo. Y por esta causa debes estar confundido delante los infieles, pues por todos murió. Y la misma imagen lleva por la creación, entre los cuales aun te puedes confundir viendo que, faltándoles lumbre de fe y no: gozando de las consolaciones de los siervos del Señor, padecen ayunos terribles y trabajan llevando sus pesadas ceremonias y tú, cristiano, alumbrado con la gracia del Espíritu Santo, socorrido con el don de su fortaleza y regalado con su amor, te cansas. De manera que una poca de penitencia te parece que no la puedes llevar, o piensas que haces mucho en llevarla. Pues, muevan tu confusión los infieles, trata con tu alma esta materia, diciéndole: -Alma mía, sí en Tiro, y Sidón fuesen hechas las maravillas que en ti han sido hechas, con ceniza y cilicios hubieran ya hecho penitencia. Quiero decir que, si a los infieles fuera dada la lumbre de fe que te dio el Señor, no, fuera en ellos tan inútil. Llora tu desaprovechamiento, y mira hasta dónde llega tu confusión, porque aun delante los judíos te has de confundir, que si ellos crucificaron una vez a Cristo, no conociendolé, tú le has crucificado muchas veces espiritualmente, sabiendo que está sentado a la diestra del Padre. Pues ¿qué diré de la confusión delante del cristiano, viendo que al ángel de madera, por lo que representa, se le hace con razón reverencia? Pues ¿qué acatamiento se deberá al que lleva la imagen viva de Cristo en su ánima por gracia, el cual, no sólo es ángel en espíritu, mas es servido de ellos en su guarda? Y, finalmente, al que es dios por participación, conforme a lo que está escrito en el salmo: yo dije que vosotros sois dioses, y todos hijos del muy alto
                            
     Para acabar lo que toca a los prójimos, será bien notar una cosa harto provechosa para la conservación de la confusión, y es que el demonio da batería por tantas partes en esta materia, que si no se trae gran cuidado, será maravilla no hacer daño notable. Por lo cual conviene en la comunicación de los prójimos alcanzar un hábito, siquiera por ejercicio, para luego después tener un tal respeto a los prójimos, como si todos fuesen nuestros señores y maestros, oyéndolos con atención, como que habla Dios en ellos. Y así guardando sus buenos consejos y sabios avisos, como si el Señor los enviase por un profeta, guardándonos de preferir nuestro ingenio al del prójimo.
 Porque en esto hay gran engaño por dos cosas: la una, porque ninguno es buen juez en causa propia; y la otra, porque así por la lisonja como por falta de lumbre, pocos juzgan con verdad las cosas, alabando a los maliciosos de avisados y a los mofadores de sabios, siendo todo al revés. Por esto es lo más seguro en los dones, así de gracia como, de naturaleza, tener el engaño en nosotros y dar gloria a Dios en todo lo que viéremos nuestros prójimos, sintiendo siempre lo mejor. Y si por caso dicen o hacen alguna cosa que no parezca buena, nunca jamás se juzgue, pues no somos jueces sino de nosotros mismos, mas antes la debemos echar siempre a la mejor parte, excusándola, o no mirar en ella, sino volver a considerar otras buenas palabras que ha dicho o que ha hecho, y poniendo delante sus virtudes y por otra parte nuestros vicios por no perder ningún grado de la confusión, en tanto que, aunque los viésemos pecar mortalmente, habríamos luego de pensar, o que lo hacen con ignorancia, o que luego se arrepintieron y están ya en gracia, y que aquello les será causa para que haciendo más penitencia tengan más grado de gloria. Y aun para más guardar la dicha confusión, téngase cuenta en la conversación, donde los peligros suelen ser mayores. Cuando se trata de mansedumbre, acuérdate de tus iras. Cuando hablan de cosas hermosas, acuérdate de la fealdad de tus pecados. Cuando tratan de la gran potencia de los grandes, mira tu nada y lo poco que puedes aunque algunas veces lo determinas de hacer. Cuando hablan de avaricia, de tus desordenados deseos. Cuando hablan de humildad, de tus soberbias. De manera que por los vicios, acordándonos de nuestros defectos, y por las virtudes, viendo las que nos faltan podemos tener memoria de nuestra confusión para más guardarla, especialmente donde ella más riesgo corre, como es en las humanas conversaciones. 

[Diversos estados y condiciones de Personas]
     Comenzando ahora a entrar en nuestra propia confusión, pasaremos por algunos puntos, y dejando la profunda consideración al lector que quisiere aprovechar el cual, si fuere prelado, se debe confundir en lo poco que hace por sus ovejas, viendo decir a Cristo yo pongo mi alma por las mías. Mire, no sabiéndoles aún los nombres, cómo dará cuenta particular de sus pecados. Y si es sacerdote, confúndase oyendo decir al Señor en el evangelio: qui mihi ministrat me sequatur. Y considerando las pisadas que te mandan seguir y mirando a quien tienes en las manos en el sacrificio, y después lo que pasó por ellas, confúndase. El predicador se confunda de ejercitar el oficio de Cristo, mírele en el desierto dándole ejemplo y mostrándole los aparejos que ha de hacer, y si sus obras no son conformes con sus palabras, tanto más se confunda. Mire que siendo eloquia Domini eloquia casta, cuando no pasan por vasos limpios son dignos de gran confusión. Póngale temor que en el salmo: peccatori dixit Deus ¿quare tu enarras iustitias meas et assumis testamentum meum per os tuum? Que quiere decir: al pecador dijo Dios: ¿Por qué osas poner en tu boca mi testamento? Pues, si el Apóstol, predicando a otros, temía ser reprobado, confúndase cualquier otro con gran temor y humildad. Confúndanse los maestros o doctores como más necesitados de esta santa confusión. Porque dice el Apostol quod scientia inflat. Pues el que con ella se tiene en más, sepa que sabe más de lo que ha menester, y que le confunde el Apóstol diciendo: non plus sapere quam oportet sapere, que quiere decir: no sepáis más de lo que conviene.
     Confúndanse los discípulos, allende de la causa de confusión que les da su ignorancia, pues, si no los enseñasen, serían como bestias fieras; confúndanse en lo poco que aprovechan a sí y a los otros con la ciencia, pues cuanto más saben, tanto más obligados están al trabajo, según está escrito: qui addidit scientiam addidit et dolorem que quiere decir quien añade en ciencia, añade en dolor y trabajo.
     Y si fuere religioso, con mayor confusión se debe confundir delante el infiel, judío y cristiano secular, considerando la lumbre de fe, el dulce yugo, la vida sin cuidado que por especial privilegio le ha sido dada. Confúndase de ser escogido entre millares que fueran agradecidos, siendo él tan ingrato. Confúndale la compañía de los ángeles en el coro, al negligente y derramado. Confunda al perezoso el servicio que de sus hermanos recibe en la cocina y crifermeria, y sepa que ni de servir ni de ser servido es digno. Confundanle todos los manjares en el refectorio que le pone Dios delante, hecho su mayordono, sin ningún trabajo y solicitud suya, los hábitos que le visten y todas las alhajas que le sirven y con todas estas cosas los hombres que en ellas trabajaron, los campos que las dieron, los medios con que a su servicio vinieron. Y sobre todo le confunda el nombre de siervo de Dios, siendo muchas veces su enemigo; nombre es este de que se preció nuestra Reina y Señora por su humildad y es de gran confusión y condenación al soberbio.
     Confunda más y más al religioso la casa de Dios en que mora como hijo, estando tan lejos de las costumbres y perfección de su celestial Padre; todos los pasos que en ella da sean olas que le aneguen en la confusión. Porque si a la casa de Dios conviene la santimonia y santidad ¿cómo sufre Dios en ella al maligno? Y si su casa es casa de oración ¿por qué no es echado de ella el indevoto? Y si la casa de Dios es tal, que el gran Rey y Profeta hace elección y tiene por bienaventuranza ser en ella menospreciado, quien en ella estuviere forzado ¿cuán confuso debe andar? Y si no, está forzado, tanto más confuso cuanto de beneficio conocido más desagradecido. En fin, todas las ceremonias de la religión le confundan, pues o no las entiende, o no las advierte, o le son pesadas, o no saca de ellas fruto. Confúndase cuando pide por Dios, y mire que esta licencia es de gran privilegio. Considere que, sin tener Dios necesidad, se hace necesitado por él, haciéndose deudor de lo que le dan. Y confúndase de verse hecho tesorero de Dios; y si alguna vez en su nombre ha pedido cosa que no se haya empleado toda en el mismo efecto para que se pidió, confúndase como ladrón sacrílego, y mire que todos le dan para Dios y él sólo le quita lo que otros le han dado para él. Mire que le dan por pobre, y si en los deseos no lo es, pide con falso nombre. Mire que si pide con curiosidad, pide contra lo que Dios quiere, y entonces téngase por engañador, pues con buldas falsas saca el dinero del prójimo. Y al fin, confúndase porque si pide para Dios, ése es oficio de los ángeles, pues están pidiendo siempre a los hombres, a unos que den su hacienda a Dios, a otros que perdonen las injurias por amor de Él, y a otros que siempre le den gloria y honra. Confúndase también, después de haber recibido la limosna, de la ingratitud que usa con el Señor que se la envía y con el prójimo que se la da. Y de esta manera comenzará a confundirse cuando hubiere de pedir por Dios, viendo la obligación que le queda del beneficio recibido, no osará pedir sino lo necesario, pues cuanto más recibe más obligado queda. Y cuando anda de lugar en lugar o peregrinando, no se levante su pensamiento pareciéndole seguir la vida apostólica, mas antes piense que en penitencia de sus pecados le fue dada aquella vida como de gitano. Y si es religioso encerrado, advierta que como a bestia indómita le tiene su Dios y Señor apartado de la conversación de los hombres, porque por ventura entre ellos no se supiera salvar. *****
                                     
    
 


           
   


 Si fuere rey o príncipe en la tierra, confúndase de verse en el estado del cual huyó Cristo, queriéndole hacer rey. Pues ¿cómo piensa emprender cargo que Cristo dejó, si no es teniendole por cruz y llevándole por el mismo Cristo? Si fuere señor de estado, confúndase en la diligencia de cobrar las rentas y en la negligencia de quitar los pecados públicos. Tema en gastar la hacienda como si fuese suya propia. Y confúndase cuando piensa hacer mucho en dar algo de limosna, considerando cuánto más hace Dios en recibirla que él en darla, en cuanto él paga con lo ajeno, y Dios queda pagado con lo suyo propio. Y de aquí sacará cuánto más se debe confundir si la gasta en su propia voluntad.
     Mire el caballero que, para defender el evangelio y para celar la honra de Dios, se pone él espada, y si por tocarle en su honra se olvida de esto, sepa que se vuelve perseguidor del evangelio. Pues, confúndase como traidor a su Dios, y mire que si en la tierra le llaman honrado, en el infierno le tienen por cativo y en el cielo por abatido y aleve. Si fuere comendador de algún Orden, confúndase del descuido que tiene de guardar al Señor su promesa de los votos que en su profesión hizo, no sufriendo él que nadie deje de cumplir lo que le promete sin notable venganza. El criado se confunda en la solicitud de medrar y privar con su señor, considerando que, si alguna hubiera puesto en el servicio del soberano Señor, ya estuviera medrado, porque sólo el servir a Dios es reinar. Mire el juez con el rigor que quiere que sea ejecutada su sentencia, y confúndase en cuán poco teme el rigor de la justicia divina como está escrito: iudicium durissimum his qui praesunt fiet, es a saber: juicio durísimo se hará a los que presiden. El abogado se confunda de verse defensor de causas ajenas, dando tan mal recaudo en las propias de su conciencia. Mire en cuántos puntos le gana el demonio, y conozca la necesidad que tiene de abogados, y no se levante siéndolo de los otros, mas confúndase acordándose de esto. Si fuere médico, mire, cuando está enfermo, cómo quiere ser curado, y tras esto lo que él hace con los enfermos, que siempre hallará en que  confundirse. Y cuando otra cosa no sea, entre bien en sí y mire sus llagas y confúndase del nombre de médico, pues sabe más de enfermar que de sanar. Los mercaderes miren la solicitud que tienen de comprar barato y vender caro, y confúndanse en su ignorancia, que dejan de comprar el reino del cielo que se vende sin precio y graciosamente, y van a comprar el infierno que se compra caro y se posee con dolor. Viniendo ahora a los oficiales de la república, confúndase el sastre en el cuidado de dar buen talle a la vestidura que corta, acordándose cuán mal talle ha dado a la vestidura de inocencia que se le dio en el bautismo. Y confúndase el zapatero que, aun en la suela dura del zapato entra con su aguja, no entrando en él las santas inspiraciones.
     Pues ¿qué diré del estado de las mujeres y de la confusión que en estos tiempos miserables pueden tener? Confúndanse las doncellas de las veces que han determinado tomar esposo, que, no obstante que sea lícito el casarse, serlo ha también el confundirse. Pues, si grande fuera el amor de Cristo, inclináranse mas a mayor perfección. Confúndanse las casadas en lo que gastan en aderezos de su persona. Miren cuán al revés se visten de la librea de Cristo. Cuando se ponen cadenas de oro, confúndanse, pues las del Redentor eran de hierro y llevadas por ignominia. Contemplen sus manos atadas y confúndanse con sus manillas. Considérenle vestido de blanco por afrenta, y confúndanse de vestirse de blanco por gala, y el marido que lo sufre no menos se confunda, pues pagan mal al Señor los vituperios de su pasión. Consideren, pues, las obras de sus manos y quitarán los anillos de ellas y hallarán que no merecen ser honradas, saliendo tales obras de ellas. La viuda que desordenadamente siente la muerte del marido confúndase, pues, quitándole Dios todos los impedimentos para que más le ame y para que ponga en él el amor que tenía repartido en el marido, no conociendo este beneficio del Señor, se queja y agravia, cuasi mostrando hallarse mejor con la criatura que con el Criador, con mayor razón se quejará Dios de ella, pues aun su viudez llora por otra compañía, no mostrando contentarse con el trueque. Por lo cual se deben confundir, oyendo quejarse al Señor por Jeremías diciendo: me dereliquerunt fontem aque vivae, et foderunt sibi cisternas dissipatas, quae continere non valent equas. Y mucho más se deben de confundir por lo que dice en el mismo capítulo, porque espantándose
el Señor de cómo le dejan dice: quid invenerunt in me iniquitatis quia elongaverunt se a me? Que quiere decir: ¿qué iniquidad hallan en mí para  apartarse y, para dejarme, que soy fuente de agua viva? Dejo ahora de tratar de la confusión de todos los estados, así por la brevedad, como por tener por cierto que, si cada uno hace diligencia en el suyo, hallará materia de confusión.
                                                                                       

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