miércoles, 8 de septiembre de 2010

UN RELATO SIMBÓLICO SOBRE EL DILEMA ENTRE JUDAÍSMO Y CRISTIANISMO


El escritor italiano, Curzio Malaparte

"HISTORIA DEL CABALLERO DEL ÁRBOL", DE CURZIO MALAPARTE
 Historia del Caballero del Árbol, la historia de Isaac, hijo de Samuel y nieto de Jacob Baumritter (en alemán, el apellido se traduce como "Caballero del Árbol", de ahí el título del relato). La elección, por parte de Curzio Malaparte, de ese apellido entre todos los que hubiera podido elegir para su protagonista, tiene su intríngulis. No sé si lo pensaría, pero -¿podría ser que Curzio, adrede o inconscientemente, estuviera pensando en el árbol del bien y del mal? Por el relato del Génesis veterotestamentario sabemos que dos árboles hay en el Paraíso del Edén: el árbol de la ciencia del bien y del mal y el árbol de la vida. El uno -el del fruto prohibido- es el árbol de la gnosis (que nos lleva a la perdición: "seréis como dioses" -susurra la antigua serpiente) y el otro -el de la vida- es el árbol de la Cruz: árbol sacrosanto que, desde el origen, estaba aguardando como altar del Sacrificio (en la prefigura de "árbol de la vida") al Hijo de Dios que, como medicina divina, se ofrenda a sí mismo para redimirnos de la mortífera ponzoña gnóstica en cada Santa Misa repitiendo incruentamente lo que en el Calvario sufrió. Cristo, ofreciéndose en holocausto perfecto en el árbol de la vida, que es la Cruz es Dios que nos salva.

El protagonista del relato malapartiano -Isaac- es de orígenes hebreos. Curzio, con su mordaz ironía, nos dirá que los judíos no tienen historia, sino aritmética: "puesto que, a mi juicio, todas las historias de judíos, como todos los cuentos que sobre ellos tratan, son absolutamente similares. Como quiera que en estas vidas no solemos hallar lances y aventuras, sino compras y ventas, créditos y réditos, ocurre así que en ellas de lo único que se podría hablar, propiamente, es de la aritmética en lugar de la historia". Y la historia que nos cuenta Curzio es, muy probablemente similar a la del judío Ashavero... Y similar a la de Rabí Aizik (el que soñó el tesoro y partió a buscarlo). Todas las historias de judíos son absolutamente similares. Ashavero el judío errante es como el Arquetipo platónico de todos los demás. Rabí Aizik, buscando el tesoro de sus sueños (fíjense que hasta en sus cuentos cabalísticos nuestros amigos judíos tienen la fijación por el oro), es una concreción de quien está condenado a errar: reo de caminar y de extraviarse.

Hijo de un judío polaco de eterno gabán negro, Isaac nace no obstante en Italia. Su padre Samuel había emigrado de Lomza (Polonia), para ganarse la vida en Roma como óptico. Las relaciones del judío con la jerarquía católica en sus más altas esferas, tan próxima al Papa, le abren las puertas del Vaticano. El judío polaco, rodeado de gentiles, había perdido la fe en la ley mosaica a la vez que descuidaba la estricta observancia de sus rígidos preceptos. Es por eso, y por gratitud al clero católico, por lo que Samuel bautiza a su hijo Isaac. Tampoco es que lo haga muy convencido, ningún entusiasmo lo lleva a ello. El bautismo de su hijo es un cálculo más que otea los beneficios que de ese acto -revestido de gratitud- podrían derivar para su descendencia.

Isaac es formado en la doctrina católica. Pero la raza tiene sus fueros y, la sangre trae voces que reivindican lo que es suyo. Isaac sufre tal crisis de conciencia religiosa que, aunque bautizado, siente la perentoria necesidad de viajar a Polonia, para reencontrarse con su parentela: sabe que su padre dejó a un su hermano allí. Isaac, como un nuevo rabino Aizik, se pone en camino buscando un supuesto tesoro: el de sus orígenes.

Cartel polaco de propagan (1920), animando a rechazar la invasión soviética.

No puede llegar en peor momento a Polonia. El ejército soviético ha invadido Polonia: estamos en el año 1920. Isaac es testigo, en el gueto de Varsovia, del Milagro del Vístula: el día de la Virgen, sin que nadie lo pudiera pensar, los católicos polacos repelen el ataque del bolchevique Mijaíl Tujjachevsky. Aunque Isaac asiste a este "milagro", no se da por aludido y, obcecado en reencontrarse con sus orígenes, parte a Lomza. Allí habla con el rabino de la sinagoga, para que éste le proporcione la dirección de sus parientes: es bien recibido por el rabino, hasta que confiesa estar bautizado. Entonces es puesto de patitas en la calle: el rabino no quiere cristianos que le "profanen" sus casa. Pero Isaac ha salido de allí con la dirección de su familia polaca; no creo que sea un azar ni un guiño malintencionado de Curzio Malaparte: el tío relojero de Isaac, por nombre José, reside con su familia en la calle Svientokczyska (Calle de la Santa Cruz: otra vez una reminiscencia del "árbol de la vida").

Isaac es recibido en aquella casa que, pese a vivir en la Calle de la Santa Cruz, observa el más estricto seguimiento de la ley antigua de Moisés. Cuando se da a conocer, se abrazan y, dentro de la sórdida melancolía en la que viven los judíos, incluso hay felicidad: "Es uno de los nuestros" -se dicen para sí los polacos. Isaac rezuma felicidad, la alegría de un ingenuo cristiano que no conoce a su raza. Isaac propone llevarse consigo a los nietos de su tío José, para darles educación en Roma. Todo parece ir bien, hasta que Isaac vuelve a piciarla: dice ante sus parientes recién reencontrados que está bautizado. La reserva prudente del tío José se torna en hosca desconfianza: Isaac es nuevamente puesto de patitas en la calle, para que no "profane" el domicilio de la casa de los mosaicos Baumritter.

No cuento más. El rechazo que sufre Isaac lo sume en la desesperación. No puede entender el torvo reproche de los suyos. Él que estaba a punto de apostatar del cristianismo, para hacerse judío... En ese mal trago del estigma de renegado que le ponen los suyos descubre su auténtica realidad: está entre dos aguas. Isaac no es cristiano, ni Isaac es judío. Sin embargo, en su angustia, Isaac hace lo mejor que cabe hacer en ese trance: reza a Dios. El desenlace del relato, prefiero callarlo.

Curzio Malaparte, autor de este relato, fue fascista disidente, expulsado del fascismo. Colaboró en la resistencia italiana y, como intelectual de la época que le tocó vivir, hasta tonteó con el marxismo. Se convirtió a la Iglesia Católica al final de sus días. Leyendo este relato del Caballero del Árbol, Isaac Baumritter, no es de extrañar que Curzio Malaparte se convirtiera al catolicismo, después de tantos bandazos.

La maldita estirpe de los fariseos deicidas.

En el judío Baumritter hay un hombre que se debate entre dos árboles: el de la ciencia del bien y del mal... Y el de la vida. Hay que estar ciego para no descubrir que el árbol de la ciencia del bien y del mal es la figura de la religión de Israel (con sus rígidos preceptos, farisaicamente interpretados y "cumplidos"): es la religión de los antepasados de Isaac, una antigua religión obsoleta, en tanto que su alianza ha sido superado por el nuevo pacto hecho entre Dios (Jesucristo) y los hombres (sus seguidores). Por ser una religión que ha perdido todo su sentido (el Mesías que esperan llegó hace más de 2000 años), el culto de Israel está sumido en las caliginosas tinieblas de su protervia (no quieren aceptar que Cristo Jesús, al que ellos mataron, es Dios).

El otro árbol que se le brindó, desde su bautismo, a Baumritter es el cristianismo (árbol de la vida): verdadera religión del amor y del perdón, que religa al hombre con Dios. La tragedia de Isaac Baumritter es que, pese a ser cristiano, no puede desoír las voces de su sangre. Sólo el asno de Buridán tiene el privilegio de morirse de hambre: Adán y Eva comieron del árbol equivocado... Isaac tienta a la suerte, abandonando el árbol de la vida, por el prurito de saber lo que mejor hubiera dejado descansar. Isaac realiza el camino de "vuelta a casa" -pero es un cristiano, y el sacramento del bautismo, por más que quiera él olvidarlo, está operando en él. El desenlace -que nos reservamos, para que lo disfrute el lector si quiere leer este relato- le aclarará a Isaac quién es...

Moraleja: Cuando uno no se decide por sí mismo, otros deciden por uno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario