jueves, 23 de junio de 2011

¿SERÁN GRANDES SEÑALES?



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HAY cosas que no pueden saberse sin volverse loco, antes de saberlas o después de saberlas.
Imaginemos por ejemplo que un sanjuanino hubiese conocido de antemano el terremoto de San Juan ¿no era como para volverse loco? ¿Y si hubiese tenido que anunciarlo? Pobre de él...
Cuenta el historiador Josefo, en La Guerra Judaica, que antes de la destrucción de Jerusalén apareció en sus callejas uno que no se sabía si estaba loco o inspirado, venido nadie sabe de dónde, que tenía el mismo nombre de Nuestro Señor (Ieshua), el cual recorría la ciudad sagrada -y deicida- gritando sin cesar "¡Ay de Jerusalén! ¡Ay del Templo!...". Fue detenido, interrogado, reprendido, amenazado, castigado y azotado, como "derrotista" y sacrílego; y todo fue inútil; nadie pudo hacerle abandonar su estéril tarea, hasta que un día fue herido en la frente por un proyectil arrojado de una catapulta; y cayó muerto gritando: "¡Ay de mí!".
Es un ejemplo de lo que decimos: este cuitado había visto la realidad antes que los demás. El que tiene razón un día antes, veinticuatro horas es tenido por irrazonante -dice un proverbio alemán.
Hay muchas palabras en el Evangelio que son o de un Dios o de un loco; y que no pueden ser de un hombre común; y el Discurso Esjatológico es una de ellas. Sobrecoge el ánimo imaginarse a ese grupo de pescadores y labradores galileos sobre el borde Norte de la ciudad (sobre el Templo y mirando a Jericó); rodeando a Ieshua-ben-Nazareth y escuchando salir de sus labios, a manera de relámpagos que rompen la noche del futuro, palabras desmesuradas como éstas:


"Será la tribulación más grande que ha existido desde el
principio del mundo; más grande que el Diluvio...
Se secarán los hombres de miedo y de expectativa ante
las convulsiones del Universo...
Las fuerzas cósmicas se descompaginarán...
Habrá signos en el sol, en la luna y en las estrellas; y
gran presión entre los pueblos...
Entonces alegraos [!] porque está cerca vuestra redención...
Verán al Hijo del Hombre venir sobre las nubes del cielo
con gran majestad y poderío...
El cielo y la tierra, pasarán; mis palabras no pasarán."


Hay muchos lugares en el Evangelio en que Cristo pronuncia palabras que a ningún puro hombre serían lícitas, palabras que rompen el equilibrio humano y muestran como en un relámpago los abismos de la Eternidad; y sin embargo no están pronunciadas con énfasis ni ahuecando la voz, como hacen los poetas humanos que se tienen por "os magna sonaturum"-y Olegario Andrade y su maestro Hugo en esto de hacerse los "bíblicos" llegan muy lejos- sino más bien atenuadas y como puestas en sordina. Estas palabras sobrehumanas fueron notadas desde el primer momento: "¿Quién es Éste? Éste no habla como los demás rabbíes. ¡Nadie ha hablado jamás como este hombre!...".

tomado del Padre Castellani  :
El Evangelio de Jesucristo",
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