domingo, 5 de agosto de 2012

Conocieno al hereje Gerhard Müller cabeza de la CDF

  Müller



La designación de Gerhard Müller como cabeza de la CDF ha merecido graves reparos por sus inquietantes opiniones teológicas. Pero un dato que  era desconocido hasta hoy para quien esto escribe es que el germano también ha expresado sus simpatías por la leyenda negra antiespañola. He aquí una muestra:


Ejemplo a seguir: Bartolomé de Las Casas. 

Del mismo modo que Gustavo Gutiérrez, con su persona, su testimonio espiritual, su compromiso con los pobres y su magníficas reflexiones, ha dado en nuestra época un rostro a la teología de la liberación, así también nos ha mostrado de manera impresionante la persona de Bartolomé de Las Casas, que en el siglo XVI, al contrario que su coetáneo Colón, no descubrió un país y tomó posesión de él para la Corona española, sino que descubrió lo injusto de la opresión y la humillación de la población indígena y se propuso llevar a los hombres al reino de Dios, en el que ya no habría señores ni esclavos, sino sólo hermanos y hermanas con los mismos derechos. 

Las Casas llegó supuestamente a las Indias occidentales, el continente descubierto por Colón que hoy llamamos América, de aventurero y caballero de fortuna. Desde la perspectiva del descubridor de América, se trataba de territorios que podían tomarse en posesión para la Corona de España y cuyas riquezas y habitantes estaban privados de todo derecho y por tanto expuestos a la agresión de la voluntad de desmesurado e ilícito enriquecimiento. En un principio, también Las Casas estuvo inmerso en ese sistema de privación de libertad y de explotación, pero finalmente reconoció en el rostro de los maltratados el rostro de Jesucristo y así se convirtió en intercesor elocuente y defensor de los pueblos oprimidos en su patria, América. Con ello retornaba al sentido original de la misión cristiana: Jesús envió a sus discípulos a predicar a todos los hombres el evangelio de la salvación y la liberación. En este sentido, misión como encuentro de persona a persona en nombre de Jesús es estrictamente lo contrario de una forma sólo aparentemente religiosa de colonialismo e imperialismo. 

No se pueden conquistar territorios para Cristo y subyugar a sus habitantes bajo el dominio de un Estado que se diga cristiano. La predicación de los enviados en nombre de Cristo supone más bien poder adoptar libremente la fe. De este modo se crea una red universal de discípulos de Cristo que, según su voluntad, constituyen una comunidad de hermanas y hermanos y, por tanto, la Iglesia visible de Dios en el mundo. A este proceso, impulsado por el Espíritu de Pentecostés, los hombres aportan sus raíces y su identidad cultural y se dejan transformar por el Espíritu de Dios hacia una identidad común más elevada. De este modo crece el conocimiento de que somos hijos de Dios, llamados a una vida ejemplar, destinados a la perfección en el futuro divino. Y así la Iglesia puede ser en Cristo sacramento de la salvación del mundo y señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano (Lumen Gentium, 1).

Las Casas nombra, en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, la verdadera causa de la tremenda injusticia que los conquistadores españoles cometieron con las personas que hallaron en su viaje de descubrimiento.

Sobre ellos, que eran cristianos de nombre, mas no de conducta, dice Las Casas: “La única y verdadera causa del asesinato y la destrucción de esa espantosa cantidad de personas inocentes a manos de cristianos era exclusivamente apoderarse de su oro”[1].

Gustavo Gutiérrez ha formulado este camino liberador de Las Casas con el siguiente juicio: “Dios o el oro”[2].

Éste es el camino hacia la liberación, según nos enseña Jesús en el evangelio: “No se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero” (Mt 6,24), y en otro lugar especifica: “El origen de todo mal es la codicia” (1 Tim 6,10).

Aquél en el que ponemos nuestra confianza, ése es realmente nuestro Dios. Los cristianos del siglo XXI, pero también los humanistas de toda orientación, nos enorgullecemos de haber dejado atrás el colonialismo e imperialismo eurocentristas. Sin embargo, en la justa indignación ante las atrocidades perpetradas en la conquista de América, África e India y la humillación de la China corremos a menudo el peligro de creer, sintiéndonos moralmente seguros, que en el siglo XVI nosotros habríamos estado del lado de Las Casas y contra los explotadores. Por supuesto, las circunstancias históricas de entonces no son sin más comparables con las del mundo globalizado actual. No obstante, la alternativa fundamental entre la opción por el dinero y el poder, por un lado, y Dios y el amor, por el otro, se presenta hoy también a cada persona en particular, lo mismo que a todas las comunidades y sociedades, Estados y alianzas. También en la actualidad se marginan continentes enteros, como África y Sudamérica. Una mínima parte de la población mundial se reparte los recursos entre sí, contribuyendo de este modo a la muerte prematura de millones de niños y a que la mayor parte de la población del mundo viva en circunstancias desastrosas.

Tomado de: [1] Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias (H. M. Enzensberger [ed.], Las Casas Bericht von der Verwüstung der Westindischen Länder, Frankfurt 1981, S. 13).
[2] Gustavo Gutiérrez, Dios o el oro en las Indias, siglo XVI, Lima, 1989.
 fuente:Info católica
 

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