CUESTIÓN 76 La maldición
Corresponde a continuación tratar de la maldición (cf. q.72 introd.). Acerca de esto se plantean cuatro problemas: ¿Puede alguien, lícitamente, maldecir al prójimo? 2. ¿Es lícito maldecir a la criatura irracional? 3. La maldición, ¿es pecado mortal? 4. Su comparación con los demás pecados.ARTíCULO 1 ¿Es lícito maldecir a alguien?
Objeciones por las que parece que no es lícito maldecir a nadie:Objeciones: 1. No está permitido transgredir un precepto del Apóstol, por medio del cual habla Cristo, como se puede ver en 2Co 13,3. Ahora bien: éste ordenó en Rm 12,14: Bendecid y no maldigáis. Luego no es lícito maldecir a nadie.
2. Todos los hombres están obligados a bendecir a Dios, según expresa Da 3,82: Hijos de los hombres, bendecid al Señor. Pero, como se señala en Jc 3,9ss, no puede una misma boca maldecir al hombre y bendecir a Dios. Luego a nadie es lícito maldecir a otro.
3. El que maldice a alguien parece que le desea un mal, sea de culpa o de pena, pues la maldición parece ser una cierta imprecación. Mas no es lícito desear el mal ajeno, sino que se debe orar por todos a fin de que se libren del mal. Luego a nadie es lícito maldecir.
4. El diablo, por su obstinación, es el ser más malvado de todos. Sin embargo, a nadie es lícito maldecir al diablo, como tampoco maldecirse a sí mismo, pues se lee en Si 21,30: Cuando el impío maldice al diablo, maldice a su propia alma.
Luego mucho menos lícito es maldecir al prójimo.
5. Sobre aquello de Nb 23,8: ¿Cómo maldeciré a quien Dios no maldijo?, comenta la Glosa: No puede tenerse un justo motivo de maldición cuando se ignoran los sentimientos del pecador. Mas el hombre no puede adivinar los sentimientos de otro hombre ni tampoco saber si es maldito de Dios. Luego a nadie es lícito maldecir a otro hombre.
Contra esto: está Dt 27,26, que dice: ¡Maldito sea el que no observa las palabras de esta ley! También Eliseo maldijo a los niños que se burlaban de él, según se constata en 2S 2,24.
Respondo: Maldecir es lo mismo que decir lo malo. Mas de tres maneras se puede decir algo: primera, a manera de enunciación, que se expresa con el verbo en modo indicativo; en este sentido, maldecir no es otra cosa que referir lo malo de otro, lo cual pertenece a la detracción, por cuya razón algunas veces los detractores son llamados maldicientes. Segunda, a manera de causa, cuando el decir causa lo expresado; esta forma corresponde primaria y principalmente a Dios, que hizo todo con su palabra, según Ps 32,9 Ps 148,5: Habló, y todas las cosas fueron hechas. Mas también, y en segundo término, corresponde a los hombres, que con el imperio de sus palabras mueven a otros a hacer algo; para esto ha sido instituido el modo imperativo del verbo. Tercera, el decir puede ser también cierta expresión de los sentimientos de la persona que desea lo que con la palabra expresa, y para esto se ha instituido el modo optativo.
Dejando, pues, a un lado el primer modo de maldecir, que se realiza por una simple enunciación del mal, se ha de tratar de las otras dos formas. Acerca de ello se ha de saber que hacer algo y desearlo son actos correlativos en cuanto a su bondad o malicia, como se desprende de lo expuesto en otro lugar (I-II 20,3). Por consiguiente, en estos dos modos, por los que se expresa algo malo en forma imperativa u optativa, hay igual razón de licitud o ilicitud. Si, pues, uno ordena o desea el mal de otro en cuanto es un mal, queriendo este mal por sí mismo, maldecir de una u otra forma será ilícito, y ésta es la maldición rigurosamente hablando. Pero si uno ordena o desea el mal de otro bajo la razón de bien, entonces es lícito, y no habrá maldición en sentido propio, sino materialmente, ya que la intención principal del que habla no se orienta al mal, sino al bien.
Mas sucede que un mal puede ser considerado ordenado o deseado bajo la razón de bien por doble motivo. Unas veces por justicia, y así un juez maldice lícitamente a aquel a quien manda le sea aplicado un justo castigo; así también es como la Iglesia maldice anatematizando. También así los profetas imprecan algunas veces males contra los pecadores, conformando en cierto modo su voluntad a la justicia divina (aunque tales imprecaciones pueden también entenderse a manera de profecías). Otras veces se dice algún mal por razón de utilidad, como cuando alguien desea que un pecador padezca alguna enfermedad o impedimento cualquiera para que se haga mejor o al menos para que cese de perjudicar a otros.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El Apóstol prohíbe la maldición propiamente dicha, con intención de mal.
2. Lo mismo debe contestarse a la segunda objeción.
3. Desear un mal a alguien bajo la razón de bien no es contrario al afecto con que a éste se le desea absolutamente el bien, sino que más bien se conforma con ese sentimiento.
4. En el diablo hay que distinguir la naturaleza y la culpa. Su naturaleza es buena, proviene de Dios y no es lícito maldecirla; en cambio, debe maldecirse su culpa, según aquel texto de Jb 3,8: Maldíganle los que maldicen el día. Mas cuando un pecador maldice al diablo por razón de su culpa, se estima a sí mismo por ese motivo digno de madición. Y en este sentido se dice que maldice a su alma.
5. Los sentimientos del pecador, aunque no se vean directamente, pueden, no obstante, percibirse por algún pecado manifiesto por el cual debe aplicarse castigo. Igualmente también, aunque no sea posible conocer al que maldice Dios con reprobación eterna, puede, sin embargo, saberse quién es maldito de Dios en razón de la culpabilidad de su falta actual.
ARTíCULO 2 ¿Es lícito maldecir a la criatura irracional?
Objeciones por las que parece que no es lícito maldecir a la criatura irracional:Objeciones: 1. La maldición principalmente parece que es lícita en cuanto atiende al castigo.
Mas la criatura irracional no es susceptible ni de culpa ni de castigo. Luego no es lícito maldecirla.
2. En la criatura irracional no se halla más que la naturaleza que Dios creó.
Ahora bien: no es lícito maldecir ésta, ni aun la que se encuentra en el diablo, según lo expuesto (a. 1 ad 4). Luego de ningún modo es lícito maldecir a la criatura irracional.
3. La criatura irracional o es estable, como los cuerpos, o es transitoria, como el tiempo. Pero, como dice Gregorio en IV Moral., es vano maldecir lo que no existe y vicioso maldecir lo que existe. Luego de ningún modo es lícito maldecir a la criatura irracional.
Contra esto: está el hecho de que el Señor maldijo a la higuera, según se constata en Mt 21,9, y Job maldijo el día de su nacimiento, como se recoge en Jb 3,1.
Respondo: La bendición o la maldición pertenecen propiamente al ser que sea susceptible de que le sobrevenga un bien o un mal, es decir, a la criatura racional. Pero también se dice que sobreviene un bien o un mal a las criaturas irracionales en cuanto guardan relación con la criatura racional, para la cual existen. Estas se pueden relacionar de varias maneras: primera, a modo de ayuda, esto es, en cuanto que por las criaturas irracionales se provee a la necesidad humana, y en este sentido el Señor dijo al hombre, en Gn 2,17: Maldita sea la tierra que tú trabajas, es decir, de modo que el hombre sea castigado con la aridez de la tierra. Así también ha de entenderse Dt 28,5: Benditos sean tus graneros, y más adelante (v. 17): Maldito sea tu granero. De igual modo David maldijo a los montes de Gélboe (2S 1,21), según la interpretación de Gregorio. Segundo, la criatura irracional puede ordenarse a la racional a modo de símbolo, y así el Señor maldijo a la higuera como símbolo de Judea. Puede, por último, ordenarse la criatura irracional a la racional a título de marco geográfico y cronológico, y en este concepto maldijo Job el día de su nacimiento, a causa del pecado original que contrajo al nacer y a causa también de los sufrimientos subsiguientes al mismo. En ese sentido puede también entenderse el que David maldijera las montañas de Gélboe, según relata 2S 1,21, es decir, por la mortandad del pueblo que en ellas había sucedido.
En cambio, maldecir a los seres irracionales, en cuanto que son criaturas de Dios, es pecado de blasfemia, y maldecirlas consideradas en sí mismas es ocioso y vano y, por consiguiente, ilícito.
A las objeciones: De lo dicho se desprende la contestación a las objeciones.
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