domingo, 12 de agosto de 2012

COMENTARIO ELEISON

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Numéro CCLXV (265)
 
11 de Agosto de 2012

EL LIBRE ALBEDRIO VALORADO
En lo que se refiere al drama de las almas que caen al Infierno (y muchas eligen hacerlo: Mt.VII,13; XXII,14), un lector presenta un problema clásico que puede ser resumido brevemente como sigue. O bien Dios quiere que las almas sean condenadas o no lo quiere. Si lo quiere, realmente es cruel. Si no lo quiere y sin embargo ocurre, entonces no es todopoderoso. Entonces ¿es cruel o no es todopoderoso? ¿Cuál de las dos cosas?
Digamos inmediatamente que Dios no manda ningún alma al Infierno. Cada una de las numerosas almas condenadas se lanza ella misma al Infierno por una serie de elecciones que ella ha hecho libremente mientras vivía en la tierra. Dios le había dado la vida, el tiempo y el libre albedrío, así como un gran número de ayudas naturales y gracias sobrenaturales para convencerla a elegir el Cielo, pero si ella las rehusó, Dios entonces la dejó tener lo que quiso, a saber una eternidad sin El. Y esta pérdida de Dios para un alma hecha por Dios solamente para poseer a Dios, es de lejos su sufrimiento más cruel en el Infierno. Así, Dios deseó que el alma hubiera elegido el Cielo (como se ve en I Tim.II, 4), pero El quiso permitir el mal de su elección por el Infierno con el propósito de sacar de este mal un bien mayor.
Observen el uso empleado aquí de las dos palabras “desear” y “querer”. “Querer” algo es mas categórico que solamente “desearlo”. Así, un padre de familia bien puede no desear que su hijo sufra duras experiencias en la vida, pero en vista de todas las circunstancias, él puede querer dejarlo sufrir porque sabe que es la única manera por la cual su hijo aprenderá. De un modo similar en la parábola del Hijo Pródigo, el padre no deseaba dejar a su hijo mas joven salir de la casa y dilapidar su herencia, pero quiso dejarlo hacerlo porque es lo que el padre de hecho hizo, y un bien realmente salió de ello – la vuelta a la casa del hijo ahora arrepentido, un joven mas triste pero mas sabio.
De la misma manera Dios desea que por un lado todas las almas se salven porque por eso las creó y por eso murió para todas en la Cruz, donde una gran parte de su sufrimiento fue precisamente el saber que tantas almas no elegirían aprovechar de su Redención para ser salvadas. ¡Un tal Dios no puede ser de ninguna manera considerado o llamado cruel! Por otro lado, Dios no quiere que todas las almas se salven, si ellas mismas no lo quieren, porque si lo quisiera, todas serían salvadas, porque El es todopoderoso u omnipotente. Pero, dadas todas las circunstancias, esto significaría en realidad despreciar la libre elección de aquellos que, dejados a sí mismos, elegirían no ser salvados, y eso significaría pisotear su libre albedrío. Pero vemos cuan apasionadamente los hombres ellos mismos valoran su libre albedrío cuando observamos como les disgusta recibir órdenes o cu anto les gusta ser independientes. Ellos saben que su libre albedrío es la prueba de que ellos no son simplemente animales o robots. Asimismo Dios, El también, prefiere que su Cielo sea poblado de hombres y no de animales o robots, y por eso El no quiere que todos los hombres sean salvos, si no lo quieren ellos mismos.
Sin embargo, Dios no quiere que las almas sean condenadas porque, otra vez, sería crueldad de su parte. El sólo quiere permitir que ellas se condenen, en vista de las circunstancias que estas almas tendrán así la eternidad de su propia elección, mientras que El tendrá un Cielo de seres humanos y no de animales o de robots.
Así su deseo de salvar todas las almas significa que El no es de ninguna manera cruel, mientras que la condenación de numerosas almas no prueba de su parte una falta de omnipotencia, sino una elección de valorar el libre albedrío de sus criaturas y el placer infinito que El tiene al recompensar con el Cielo, almas que han elegido amarle sobre la tierra.
Madre de Dios, ¡ahora y en la hora de mi muerte ayúdame a amar a tu Hijo y a elegir el Cielo!
Kyrie eleison.

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