[Traducción:
http://nonpossummus.foroactivo.mx/t191-declaracion-de-dom-tomas-de-aquino]
Ante
el comunicado del R. P. Bouchacourt, el Monasterio de la Santa Cruz
declara que se llamó a Su Excelencia Reverendísimo Monseñor Richard
Williamson por considerarlo un digno defensor de la fe católica, capaz
de confirmar en la fe no solamente a los monjes del Monasterio de la
Santa Cruz, sino también a las comunidades religiosas y a los fieles que
ven con gran preocupación la nefasta política de los acuerdos prácticos
con Roma antes que Roma se convierta de sus errores liberales y
modernistas.
¿Por
qué los capuchinos, los dominicos y también los benedictinos de
Bellaigue tuvieron a sus candidatos apartados o amenazados de ser
apartados de la recepción de la orden sacerdotal si no es por causa de
su oposición a la política de los acuerdos? Y esto sucedió cuando Roma
ya no quería los acuerdos, al menos por ahora.
Es
faltar a la verdad el callar las verdaderas razones de lo que estamos
viviendo. ¿Por qué se le pidió a Monseñor Williamson que cerrara sus
“Comentarios Eleison” si no es por causa de la doctrina allí expuesta?
¿Por qué Monseñor Tissier de Mallerais tuvo que interrumpir sus
predicaciones si no es porque éstas estaban en contra de ésta misma
política? ¿Por qué el Padre Koller fue amenazado de castigo si no es
porque predicó en contra de ésta misma política? ¿Por qué los padres
Cardozo, Chazal, Pfeiffer y otros fueron castigados o expulsados si no
es a causa de su oposición a esta misma política?
Cuidado, había advertido Monseñor de Galarreta hace algunos meses:
Por el bien de la Fraternidad y de la Tradición, se debe cerrar lo más rápidamente posible la “caja de Pandora” para evitar el descrédito y la demolición de la autoridad, las contestaciones, las discordias y las divisiones, quizás sin retorno.
Por el bien de la Fraternidad y de la Tradición, se debe cerrar lo más rápidamente posible la “caja de Pandora” para evitar el descrédito y la demolición de la autoridad, las contestaciones, las discordias y las divisiones, quizás sin retorno.
Y
Monseñor de Galarreta se preguntaba cuáles serían esas condiciones
requeridas para una propuesta totalmente aceptable, o sea, para una
victoria que solamente puede ser doctrinal, porque en este combate todo
reposa sobre la fe. Y el mismo respondía remitiéndose a los textos de
Monseñor Lefebvre citados en su exposición.
Citemos uno de esos textos:
No
tenemos la misma manera de concebir la reconciliación. El cardenal
Ratzinger la ve en el sentido de reducirnos, de traernos al Vaticano II.
Nosotros la vemos como un retorno de Roma a la Tradición. No nos
entendemos. Es un diálogo de sordos. No puedo hablar mucho del futuro,
ya que el mío está detrás de mí. Pero si vivo un poco aún y suponiendo
que de aquí a un determinado tiempo Roma haga un llamado, que quiera
volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese momento sería yo quien
impondría las condiciones. No aceptaré más estar en la situación en la
que nos encontramos durante los coloquios. Esto se terminó.
Plantearía
la cuestión a nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con las grandes
encíclicas de todos los papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con
Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi
de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están en
plena comunión con estos papas y con sus afirmaciones? ¿Aceptan aún el
juramento antimodernista? ¿Están a favor del reinado social de Nuestro
Señor Jesucristo? Si no aceptan la doctrina de sus antecesores, es
inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio
considerando la doctrina de estos papas que los precedieron, no hay
diálogo posible. Es inútil” (Fideliter n°66, noviembre-diciembre 1988,
pp. 12-13).
Conclusión: La caja de Pandora no ha sido realmente cerrada, ya que no se está siguiendo la línea trazada por Monseñor Lefebvre.
Pero
probablemente el P. Bouchacourt dirá que al contrario, que en el
Capítulo General todo se resolvió. Todo está en perfecto orden.
Infelizmente, esta no es la verdad. El Capítulo General mantuvo el
objetivo de los acuerdos en una base diferente de la expuesta
anteriormente por Monseñor Marcel Lefebvre. Lean los Comentarios Eleison
de Monseñor Williamson sobre las seis condiciones y verán que las
resoluciones del Capítulo General son insuficientes y diferentes a las
de Monseñor Lefebvre.
Otros
dirán: ¿Usted que tiene con eso? Tengo, porque la fe es un bien común
de la Iglesia y yo pertenezco a la Iglesia, y tengo, además,
responsabilidades en relación a los monjes de la Santa Cruz y a los
fieles que nos manifiestan su confianza.
Todavía
otros dirán: La obediencia transfiere las responsabilidades a los
superiores y obedeciendo nadie se engaña. Infelizmente las cosas no son
tan simples. Fue así que la mayoría de los obispos aceptó el Concilio
Vaticano II.
Me
dirán también: Usted, señor, está contribuyendo a la división de la
Tradición. Respondo que la unión debe hacerse en torno de la verdad, o
sea, de la fe católica; y las palabras y actitudes de Monseñor Fellay ya
no son, infelizmente, de un discípulo de Monseñor Lefebvre, el cual sí
defendió la verdad sin concesiones. ¿Por qué silenciar a Monseñor
Williamson y a Monseñor Tissier de Mallerais? Lean la carta de los tres
Obispos a Monseñor Fellay y sus asistentes y allí encontrarán las
razones del combate de la Tradición y las razones de nuestra actitud.
Corção
repetía sin cesar que una falsa noción de la caridad y de la unión
hacía estragos profundos en la resistencia católica. Cuando se separa la
caridad de la verdad, la caridad deja de ser caridad. Muchos, aún entre
sus amigos, lo acusaron de faltar a la caridad por causa de sus
artículos. Pero la primera caridad es decir la verdad. Corção era el que
tenía razón, como los hechos lo demostraron. La misma acusación fue
hecha en contra de Monseñor Lefebvre.
En
cuanto a la unión, Corção decía con humor que la experiencia le había
enseñado que, contrariamente al dicho popular: “la unión hace la
fuerza”, el había tristemente constatado que frecuentemente la unión
hace la flaqueza. ¿Y por qué? Porque una unión fuera de la verdad, una
unión hecha de concesiones, una unión que sacrifica la fe es una
flaqueza que “vuelve débil a la gente fuerte”. ¿No fue esto precisamente
lo que sucedió en el Concilio Vaticano II? Por el bien de la unión con
Paulo VI, muchos obispos acabaron firmando documentos inaceptables. La
unión no hace la fuerza, sino al contrario.
Ahora
en la Tradición quieren que nos unamos a toda costa con los que creen
que los errores del Concilio no son tan graves, con los que creen que el
95% del Concilio es aceptable, que la Libertad Religiosa de Dignitatis Hummanae
es muy limitada, que no se debe hacer de los errores del Concilio
superherejías. Pero esto no es verdad. El Concilio fue el mayor desastre
de la historia de la Iglesia desde su fundación, como dijo Monseñor
Lefebvre en su libro Del Liberalismo a la Apostasía.
Si se trata de unirnos sobre estas bases, prefiero abstenerme y
trabajar para la restauración integral de la fe católica como siempre
nos aconsejó y exhortó Monseñor Marcel Lefebvre, esperando que la
Fraternidad se recobre nuevamente en la fe, como espero que lo haga, ya
que tiene los medios para ello y cuenta con excelentes obispos y
sacerdotes.
En
cuanto a la acusación de que engañé a los fieles, dando la falsa
impresión de que invité a Monseñor Williamson con todos los permisos de
Monseñor Fellay, puedo afirmar que no escondo a nadie, desde hace mucho
tiempo, nuestra oposición política a Monseñor Fellay, y aunque el pueblo
brasileño es un poco ingenuo, no creo que sea tanto como lo piensa el
Padre Bouchacourt. Lo contrario es lo que es cierto. ¿Quién no sabe que
Monseñor Williamson es mal visto en Menzingen? Pero aquí es bien visto,
porque la obediencia es una virtud si está sometida a virtudes mayores, y
sobre todo a la fe, esperanza y caridad. Hacer de la obediencia un arma
para paralizar a la Tradición es repetir el golpe maestro de Satanás,
como dijo Monseñor Lefebvre, que puso a toda la Iglesia en desobediencia
a su propia Tradición por la obediencia. Nosotros no lo haremos.
Que
digan lo que quieran. Hay un problema, y este problema es de fe y es
grave. En cuanto a nosotros, nuestra posición está tomada: a saber,
apoyar a los defensores de la fe como lo hicieran Monseñor Lefebvre,
Monseñor Antonio de Castro Mayer, San Pío X y toda la Tradición de la
Iglesia. Si tenemos que sufrir a causa de esto, sufriremos, pues Nuestro
Señor nos previno: “Quien quiera vivir piadosamente en Cristo Jesús,
sufrirá persecución” (2 Tim. 3, 12).
En
cuanto a la Fraternidad, nosotros la consideramos una obra providencial
fundada por un Obispo que llevó a lo más alto el heroísmo en las
virtudes más difíciles, que son aquellas para las cuales Dios creó los
dones de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y
temor de Dios. A Monseñor Lefebvre lo consideramos como una luz que
brilló en las tinieblas del mundo moderno, y la Fraternidad es su obra y
su heredera, pero con la condición de permanecer fiel a la gracia
recibida. Nosotros rezamos por ella, y si nos oponemos a la política de
Monseñor Fellay, no es por ningún deseo hostil en contra de la
Fraternidad, sino por amor a ella y al propio Monseñor Fellay, así como
amamos a la Santa Iglesia y por amor a ella combatimos al liberalismo y
al modernismo de sus enemigos que se instalaron dentro de ella. Que Dios
bendiga y guarde a la Fraternidad San Pío X, a la cual debo todo lo
mejor que he recibido, tanto en lo que se refiere a la fe como respecto
al sacerdocio, que recibí de manos de Su Excelencia Monseñor Marcel
Lefebvre.
Dom. Tomás de Aquino
8 de septiembre de 2012
Natividad de Nuestra Señora
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