«"El nombre de la Virgen era María" (Lc
1 ,27). Este nombre es una torre inexpugnable. El
pecador que se refugie junto a ella será salvado. Nombre
dulce, nombre que reconforta al pecador,
nombre de beata esperanza. "Señora, tu nombre es suspiro
del alma". "Tu nombre es perfume de unción". El nombre
de María
es alegría en el corazón, miel en la boca, melodía para
los oídos».
Para la cultura hebraica, el nombre representa la
persona misma. Puede expresar las circunstancias de su
nacimiento y por ende le recuerda su historia, sus
orígenes, y le anuncia su misión. Incluso, en el
transcurso de la historia de una persona se puede dar un
cambio de nombre, que simboliza una transformación
importante que ha acontecido en su vida, tallo sucedido
con Abraham y Sara (cf. Gen 17,5ss).
El nombre de Dios es aquel que posee el significado del
nombre de todos los hombres y de todas las cosas,
expresa la verdad de su obra y de su persona. El nombre
de Dios, en el AT, se hizo prácticamente un sustitutivo
de su persona, sin llegar a ser Dios mismo, por eso no
se lo podía nombrar.
Teniendo en cuenta estos datos bíblicos no nos deben
sorprender todos los atributos que San Antonio otorga al
nombre de María. Lo compara con una 'torre', por lo
tanto un refugio, un 'lugar' reconfortable , un lugar
de esperanza. ¿Para quién?, para el pecador, para
aquellos hijos que el Señor quiere rescatar.
El nombre de María es también comparado por el Santo
con preciosos dones espirituales: "perfume de unción",
es decir salud y consolación; el nombre de María es
alegría, miel y melodía, o sea gozo, sentido y plenitud
de vida. Todo esto pone de manifiesto todas las
bendiciones de las cuales fue destinataria la Madre del
Señor: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto
de tu seno" (Lc 1,42). Ella es realmente la mujer feliz
que escuchó la Palabra y creyó (cf. Lc
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