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el último escollo
El comunicado de la Fraternidad San Pío X revela que no hay que dar por descontado el visto bueno al preámbulo doctrinal que propuso el Papa
ANDREA TORNIELLI Ciudad del VaticanoEl último trecho del complicado camino de diálogo entre la Santa Sede y la Fraternidad San Pío X, fudnada por el arzobispo Marcel Lefebvre, podría ser el tramo más difícil, por lo que el resultado final no está asegurado. Se deduce de una frase que aparece en el comunicado que la misma Fraternidad difundió poco tiempo después de que se reunieran el superior lefebvriano, el obispo Bernard Fellay, y el cardenal William Levada, prefecto del ex Santo Oficio y presidente de la comisión Ecclesia Dei. El encuentro tuvo lugar el 13 de junio pasado.
Al día siguiente, una nota de la Sala de Prensa del Vaticano informó que durante las dos horas de entrevista, las autoridades vaticanas presentaron la evaluación de la Santa Sede sobre la propuesta del preámbulo que corrigió Fellay. Lo que llamaba la atrención del comunicado del Vaticano fue la noticia de la propuesta para transformar a la Fraternidad en una prelatura personal.
Después de la Sala de prensa vaticana, la Fraternidad publicó en su boletín oficial un comunicado que dice: «Durante este encuentro, monseñor Fellay escuchó las explicaciones y las indicaciones del cardenal Levada, a quien expuso la situación de la Fraternidad San Pío X y las dificultades doctrinales que presentan el Concilio Vaticano II y el Novus Ordo Missae. La voluntad de ulteriores aclaraciones podría implicar una nueva fase de discusión».
Es justamente esa referencia a una «nueva fase de discusión», ante las «dificultades doctrinales» sobre el Concilio y la liturgia que comenzó con la reforma post-conciliar, la que indica que todavía hay dificultades. De hecho, no habrían escrito estas palabras si el preámbulo doctrinal (propuesto por la Santa Sede, modificado por Fellay, discutido por los cardenales del ex Santo Oficio y revisado por el Papa) les hubiera parecido adecuado.
Al respecto, las palabras que pronunció el director de la Sala de prensa vaticana, el padre Federico Lombardi, durante el encuentro con los periodistas del 14 de junio, fueron iluminadoras: el texto del preámbulo que se entregó al superior de los lefebvrianos «no es la respuesta pura y simple que recibimos de Fellay en abril, sino el fruto de posteriores reflexiones. Ahora la respuesta depende de ellos. No es exactamente lo que habían escrito, de lo contrario no habría sido necesaria una nueva reflexión para profundizar. Está claro que el balón se encuentra ahora en el campo de la Fraternidad».
Es evidente que el Papa en su decisión tomó en cuenta las indicaciones, las sugerencias y las modificaciones al texto que hicieron los cardenales y miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe que se reunieron en la Cuarta Feria del 15 de mayo. Benedicto XVI pretende poner en marcha la reconciliación. En la carta a los obispos que acompañaba la publicación, de julio de 2007, del motu proprio “Summorun Pontificium”, el Papa recordando la historia expresó que «se tiene constantemente la impresión de que, en momentos críticos en los que la división estaba naciendo, no se hizo lo suficiente pr parte de los responsables de la Iglesia para conservar o conquistar la reconciliación y la unidad».
En 1988, como cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger vivió en primera persona las negociaciones y después la ruptura con Lefebvre, quien, tras haber firmado un acuerdo doctrinal con la Santa Sede decidió, en el último momento, no confiar en Roma y consagró ilegítimamente a cuatro nuevos obispos. Entonces, la fractura se dio no con respecto al acuerdo doctrinal, sino por una cuestión mucho más práctica: la de que el anciano arzobispo se asegurara un sucesor que continuara su obra. Hoy, en cambio, el escollo sigue siendo el preámbulo doctrinal. Benedicto XVI ha hecho de todo para llegar a un acuerdo con la Fraternidad: liberalizó la misa antigua, canceló las excomuniones que pesaban sobre los cuatro obispos lefebvrianos, autorizó un diálogo doctrinal entre la Santa Sede y el grupo tradicionalista.
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