por Hno. Pedro Dimond O.S.B.
“RESPONDIÓ JESÚS: EN VERDAD, EN VERDAD TE DIGO QUE QUIEN NO RENACIERE DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU, NO PUEDE ENTRAR EN EL REINO DE LOS CIELOS” (JUAN 3, 5)
La Iglesia católica es la guardiana e intérprete de las Sagradas Escrituras. Ella sola ha recibido el poder y la autoridad para determinar infaliblemente el verdadero sentido de los textos sagrados.
Papa Pío IX, Primer Concilio Vaticano, sesión 3, cap. 2 sobre la Revelación, 1870: “… Nos, renovando el mismo decreto, declaramos que su mente es que en materias de fe y costumbres que atañen a la edificación de la doctrina cristiana, ha de tenerse por verdadero sentido de la Sagrada Escritura aquel que sostuvo y sostiene la santa madre Iglesia, a quien toca juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Escrituras santas; y, por tanto, a nadie es lícito interpretar la misma Escritura Sagrada contra este sentido ni tampoco contra el sentir unánime de los Padres.
Pero no toda Escritura es entendida por la Iglesia católica en el sentido literal. Por ejemplo, en Mateo 5, 29, nuestro Señor Jesucristo nos dice que si nuestro ojo nos escandaliza debemos arrancarlo, porque es mejor perderlo a que todo nuestro cuerpo caiga en el infierno.
Mateo 5, 29: “Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor te es que perezca uno de tus miembros a que todo el cuerpo sea arrojado a la gehena”.
Pero las palabras de nuestro Señor aquí no son entendidas literalmente. Sus palabras están hablando figurativamente para describir una ocasión de pecado o algo en la vida que pueda escandalizarnos y ser un obstáculo para nuestra salvación. Tenemos que arrancarlo y cortarlo, dice nuestro Señor, porque es mejor no tenerlos que perecer por completo en el infierno.
Por otra parte, otros versículos de la Escritura son entendidos por la Iglesia en sentido literal. Por ejemplo:
Mateo 26, 26-28: “Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo. Y tomando un cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre de la alianza, que será derramada por muchos para remisión de los pecados”.
Cuando nuestro Señor Jesucristo dice en Mateo 26, 26: “Éste es mi cuerpo”, y en Mateo 26, 28: “Ésta es mi sangre”, sus palabras son entendidas por la Iglesia católica exactamente como están escritas porque sabemos que nuestro Señor Jesucristo estaba en efecto refiriéndose a su cuerpo y sangre real, no como una figura o símbolo.
Por lo tanto, la cuestión es: ¿Cómo entiende la Iglesia católica las palabras de Jesucristo en Juan 3, 5 – “En vedad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de los cielos”? ¿La Iglesia católica entiende estas palabras tal como están escritas o de una manera distinta? ¿Entiende la Iglesia católica estas palabras en el sentido de que cada hombre debe nacer de nuevo del agua y del Espíritu Santo para salvarse, como dice nuestro Señor? La respuesta es clara: toda declaración dogmática que ha emitido la Iglesia católica, sin excepción, que trata de las palabras de nuestro Señor en Juan 3, 5, son entendidas literalmente, tal como están escritas.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Exultate Deo”, 22 de noviembre de 1439, ex cathedra: “El primer lugar entre los sacramentos lo ocupa el santo bautismo, que es la puerta de la vida espiritual, pues por él nos hacemos miembros de Cristo y del cuerpo de la Iglesia. Y habiendo por el primer hombre entrado la muerte en todos, ‘si no renacemos por el agua y el Espíritu’, como dice la Verdad, ‘no podemos entrar en el reino de los cielos’ [Juan 3, 5]. La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural"
Esto significa que la declaración de nuestro Señor Jesucristo que ningún hombre puede salvarse sin haber nacido de nuevo del agua y del Espíritu Santo es un dogma literal de la Iglesia católica.
Papa Pablo III, Concilio de Trento, canon 2 sobre el Sacramento del Bautismo, sesión 7, 1547, ex cathedra: “Si alguno dijere que el agua verdadera y natural no es necesario en el bautismo y, por tanto, desviare a una especie de metáfora las palabras de nuestro Señor Jesucristo: ‘Si alguno no renaciere del agua y del Espíritu Santo’ [Juan 3, 5], sea anatema”
Papa Pablo III, Concilio de Trento, canon 5 sobre el Sacramento del Bautismo, sesión 7, 1547, ex cathedra: “Si alguno dijere que el bautismo [el sacramento] es libre, es decir, no necesario para la salvación (Jn. 3, 5), sea anatema”
Papa Pablo III, Concilio de Trento, sobre el pecado original, sesión V, ex cathedra: “Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte (…) para que en ellos por la regeneración se limpie lo que por la generación contrajeron. ‘Porque quien no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios’ [Juan 3,
Papa San Zosimo, Concilio de Cartago XVI, sobre el pecado original y la gracia: “Porque cuando el Señor dice: ‘quien no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no entrará al reino de Dios’ [Juan 3, 5], qué católico dudará de que él será un compañero del diablo que no ha merecido ser un coheredero de Cristo. Porque él, que no está en la parte derecha sin duda correrá a la izquierda”
Papa Gregorio IX, Cum, sicut ex, 8 de julio 1241, a Sigurdo de Nidaros:
“Como quiera que, según por tu relación hemos sabido, a causa de la escasez de agua se bautizan alguna vez los niños de esa tierra con cerveza, a tenor de las presentes te respondemos que quienes se bautizan con cerveza no deben considerarse debidamente bautizados, puesto que, según la doctrina evangélica, ‘hay que renacer del agua y del Espíritu Santo’ (Juan 3, 5)”
Notas:
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