sábado, 24 de agosto de 2013

LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS 1° PARTE


El Futuro de un hombre se puede confiar en

Lo que recibió como niño

 

San Alfonso María de Ligorio
 
 
En agosto de 2013, el Apostolado de la Oración de la Vaticueva II  publicó( ver enlace) un comentario sobre la responsabilidad de los padres católico para educar a sus hijos. En ella había muchos mensajes progresistas y poco sana enseñanza, como es habitual en esta falsa religión Bergogliana.

Por ejemplo,a los padres se les dijo que la misión principal era ser "testigos de la solidaridad responsable" y que debe ser el "testimonio vivo de la calidez humana y humanizadora que todo niño tiene derecho a recibir." Nada se dijo sobre el deber a enseñar a los niños a practicar los Diez Mandamientos, la fe y la moral católica. Porque ellos abandonaron la fe católica

Ante este vacío, pensamos que es conveniente reproducir aquí el consejo para los padres de San Alfonso María de Ligorio (Doctor de la Iglesia, 1696-1787), que fue comentando en el versículo evangélico "Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo dar frutos buenos ". (Mt 07:18)

En la primera parte de su sermón, que se reproduce a continuación, enseña lo importante que es educar a los niños en los hábitos de la virtud.


  ADVERTENCIA A LOS PADRES (Y A QUIENES VAN A SERLO)

El Evangelio nos dice que un buen árbol no produce mal fruto, y que un árbol malo no puede producir fruto bueno. Lo que aprendemos de esto, es que un buen padre cría hijos buenos. Pero que si los padres son débiles, ¿cómo pueden ser sus hijos virtuosos?
 
 
 Higuera
 La buena fruta sólo puede venir de un árbol bueno y saludable
 
 ¿Acaso, dice Nuestro Señor, en el mismo Evangelio, se recogen uvas de los espinos, e higos de los abrojos? (San Mateo 7:16). Así es imposible, o de hecho muy difícil, encontrar hijos virtuosos, quienes hayan sido criados por padres inmorales. Padres, estad atentos a este sermón, de gran importancia para la salvación eterna de vosotros y de vuestros hijos. Estad atentos, jóvenes, hombres y mujeres que no habéis elegido aún vuestro estado de vida. Si deseáis casaros, aprended las obligaciones que se adquieren en la observancia de la formación de vuestros hijos, y aprended también, que si vosotros no las llenáis, traeréis sobre vosotros y sobre vuestros hijos la condenación. Dividiremos esto en dos puntos. En el primero, mostraremos lo importante que es formar en los hijos hábitos de virtud; y en el segundo mostraremos con qué cuidado y diligencia un padre debe trabajar para que crezcan bien.

EDUCAD EN LA VIRTUD

Un padre tiene dos obligaciones para con sus hijos; está obligado a proveerlos de sus necesidades corporales y de educarles en la virtud. No es necesario extendernos sobre la primera obligación, más que existen algunos padres que son más crueles que las más feroces bestias salvajes; aquellos que malgastan toda su fortuna o bienes en comer, beber y placeres y permiten que sus hijos mueran de hambre. Pero, discutamos sobre la formación que es la materia de nuestro artículo.

Ciertamente que la futuraUn buena o mala conducta de un hijo depende si se ha criado bien o pobremente. La naturaleza por sí misma enseña a cada padre atender la educación de su descendencia. Dios le da hijos a los padres, no para que pueden asistir a la familia, sino para que crezcan en el temor de Dios, y sean conducidos en el camino de la salvación eterna. “Tenemos, dice San Juan Crisóstomo, un gran depósito en los niños, atendámosles con gran cuidado”. Los hijos no han sido otorgados a los padres como un regalo, del que se pueda disponer a placer. Los hijos han sido confiados, por esta confianza, si se pierden por negligencia, los padres deberán rendir cuentas a Dios.
 
     
familia
Un niño se le da a los padres como un fideicomiso para lo cual deberán rendir cuentas a Dios
 
Un gran Padre de la Iglesia dijo, que en el día del juicio, los padres tendrán que rendir cuentas por todos los pecados de sus hijos (Nota de la Redacción: se entiende que de los derivados de una mala o incompleta formación, pues hay casos excepcionales de hijos muy bien educados que a pesar de ello viven como si no hubiesen tenido buena formación religiosa). Así que aquel que enseña a su hijo a vivir en el bien, tendrá una feliz y tranquila muerte. El que instruye a su hijo... cuando llegue la muerte no sentirá pena, porque deja a los suyos un defensor frente a sus enemigos. (Eclesiástico 30, 3, 5) Y podrá salvar su alma por medio de sus hijos, es decir, por la formación virtuosa que les dio. (La mujer)«Se salvará mediante su maternidad» (1Tim. 2:15)

Por otro lado, una difícil y triste muerte tendrán aquellos quienes solamente trabajaron para incrementar sus posesiones o multiplicar los honores familiares, o aquellos quienes vieron solo por dejar a sus hijos comodidad y placeres y no les procuraron valores morales. San Pablo dice que aquellos padres son peores que infieles. Quien no se preocupa de lo suyo, principalmente de los de su casa, ha renegado de la Fe, y es peor que un infiel. (1Tim.5: 8).

Aunque los padres lleven una vida de piedad y continua oración, y comunión diaria, se condenan si por negligencia descuidan la educación de sus hijos. (Nota de la Redacción: San Alfonso hace hincapié en la educación moral de los hijos como un deber esencial. Un descuido en esto es de una gravedad extrema que puede comprometer nuestra salvación. Una omisión en este sentido deberá ser confesada y reparada en la mayor medida posible, buscando resarcir el daño causado por medio de los consejos, el ejemplo y la oración por los hijos, para que alcancemos el perdón de Dios por tan grave daño).

Si todos los padres cumplieran con su deber de vigilar la formación de sus hijos, tendríamos muy pocos crímenes. Por la mala educación que los padres dan a su descendencia, causan que sus hijos, dice San Juan Crisóstomo, caigan en graves vicios; y los entregan así al verdugo. Así sucedió en un pueblo: un padre quien fuera la causa de todas las irregularidades de su hijo, fue justamente castigado por sus crímenes con gran severidad, más aún que sus hijos. Gran infortunio es para los hijos tener padres viciosos, incapaces de inculcar en sus hijos el temor a Dios. Aquellos que ven a sus hijos con malas compañías y en riñas, y en lugar de corregirles y castigarles, les toman compasión y dicen: “¿Qué puedo hacer? Son jóvenes, esperemos que cuando maduren se alejen de ello”. ¡Qué palabras tan débiles, qué educación tan cruel! ¿En verdad, esperan que cuando los hijos maduren lleguen a ser santos? Escuchad lo que Salomón dice: Mostrad al niño el camino que debe seguir, y se mantendrá en él aun en la vejez. (Prov. 22:6) Sus huesos, dice el santo Job, se llenarán con los vicios de su juventud, y dormirán con él en el polvo. (Job.20:11) Cuando una persona joven ha vivido con malos hábitos, los llevará a la tumba. Las impurezas, blasfemias y odios, a los que se acostumbró en su juventud, lo acompañarán hasta la tumba, y dormirán con él hasta que sus huesos sean reducidos a cenizas. Corrige a tu hijo mientras haya esperanza; sino, tu serás el responsable de su muerte (Prov. 19:18) Es muy sencillo, cuando son pequeños, entrenar a los hijos en la virtud, pero cuando llegan a la madurez, es igual de difícil corregirles, si han aprendido los hábitos del vicio.
Padres y madres, deben estar atentos a este sermón, que es de gran importancia para la salvación eterna de ustedes mismos y de sus hijos. Sean, jóvenes atentos y mujeres jóvenes, que aún no han elegido un estado de vida. Si quieres casarte, aprende este día las obligaciones que puedas contraer con respecto a la educación de sus hijos, y aprende también que, si no las cumples, ustedes y todos sus hijos pueden entrar a la condenación.

Chld delante de la TV Permitir la televisión a un niño es lo entregaremos a todos los vicios

Continuara
Desde San Alfonso María de Ligorio: "En la educación de los niños"
Sermones de San Alfonso María de Ligorio, Sermón 36,
Séptimo Domingo después de Pentecostés, Radio Vaticano Informe
Publicado 17 de agosto 2013
 
 
 

SAN LUIS REY DE FRANCIA




                    
           BAR

San Luis IX, rey
25 de agosto
1214-1270

Nace en Poissy el 25 de abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su padre, Luis VIII, es coronado rey de los franceses bajo la regencia de su madre, la española Doña Blanca de Castilla. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra, para santos y fieles discípulos del Señor. Las madres, las dos princesas hijas del rey Alfonso VIII de Castilla, y los hijos, los santos reyes San Luis y San Fernando.
En medio de las dificultades de la regencia supo Doña Blanca infundir en el tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde, pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. «Hijo -le venía diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».
Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX, el 5 de abril de 1234. Ya rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza. Ella sería la compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los peldaños de la santidad.
El reinado de San Luis se tiene como uno de los más ejemplares y completos de la historia. Su obra favorita, las Cruzadas, son una muestra de su ideal de caballero cristiano, llevado hasta las últimas consecuencias del sacrificio y de la abnegación. Por otra parte, tanto en la política interior como en la exterior San Luis ajustó su conducta a las normas más estrictas de la moral cristiana. Tenía la noción de que el gobierno es más un deber que un derecho; de aquí que todas sus actividades obedecieran solamente a esta idea: el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus súbditos.
Desde el principio de su reinado San Luis lucha para que haya paz entre todos, pueblos y nobleza. Todos los días administra justicia personalmente, atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. Desde 1247 comisiones especiales fueron encargadas de recorrer el país con objeto de enterarse de las más pequeñas diferencias. Como resultado de tales informaciones fueron las grandes ordenanzas de 1254, que establecieron un compendio de obligaciones para todos los súbditos del reino.
El reflejo de estas ideas, tanto en Francia como en los países vecinos, dio a San Luis fama de bueno y justiciero, y a él recurrían a veces en demanda de ayuda y de consejo. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y de Raimundo de Tolosa, a los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra. San Luis combate contra ellos y derrota a los ingleses en Saintes (22 de julio de 1242). Cuando llegó la hora de dictar condiciones de paz el vencedor desplegó su caridad y misericordia. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus privilegios y posesiones. Si esto hizo con los suyos, aún extremó más su generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento garantizara mejor la paz entre los dos Estados.
Padre de su pueblo y sembrador de paz y de justicia, serán los títulos que más han de brillar en la corona humana de San Luis, rey. Exquisito en su trato, éste lo extiende, sobre todo, en sus relaciones con el Papa y con la Iglesia. Cuando por Europa arreciaba la lucha entre el emperador Federico II y el Papa por causa de las investiduras y regalías, San Luis asume el papel de mediador, defendiendo en las situaciones más difíciles a la Iglesia. En su reino apoya siempre sus intereses, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que se entregaban algunos clérigos, coordinando de este modo los derechos que como rey tenía sobre su pueblo con los deberes de fiel cristiano, devoto de la Silla de San Pedro y de la Jerarquía. Para hacer más eficaz el progreso de la religión en sus Estados se dedica a proteger las iglesias y los sacerdotes. Lucha denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y hace por que desaparezca la herejía entre los fieles, para lo que implanta la Inquisición romana, favoreciéndola con sus leyes y decisiones.
Personalmente da un gran ejemplo de piedad y devoción ante su pueblo en las fiestas y ceremonias religiosas. En este sentido fueron muy celebradas las grandes solemnidades que llevó a cabo, en ocasión de recibir en su palacio la corona de espinas, que con su propio dinero había desempeñado del poder de los venecianos, que de este modo la habían conseguido del empobrecido emperador del Imperio griego, Balduino II. En 1238 la hace llevar con toda pompa a París y construye para ella, en su propio palacio, una esplendorosa capilla, que de entonces tomó el nombre de Capilla Santa, a la que fue adornando después con una serie de valiosas reliquias entre las que sobresalen una buena porción del santo madero de la cruz y el hierro de la lanza con que fue atravesado el costado del Señor.
A todo ello añadía nuestro Santo una vida admirable de penitencia y de sacrificios. Tenía una predilección especial para los pobres y desamparados, a quienes sentaba muchas veces a su mesa, les daba él mismo la comida y les lavaba con frecuencia los pies, a semejanza del Maestro. Por su cuenta recorre los hospitales y reparte limosnas, se viste de cilicio y castiga su cuerpo con duros cilicios y disciplinas. Se pasa grandes ratos en la oración, y en este espíritu, como antes hiciera con él su madre, Doña Blanca, va educando también a sus hijos, cumpliendo de modo admirable sus deberes de padre, de rey y de cristiano.
Sólo le quedaba a San Luis testimoniar de un modo público y solemne el gran amor que tenía para con nuestro Señor, y esto le impulsa a alistarse en una de aquellas Cruzadas, llenas de fe y de heroísmo, donde los cristianos de entonces iban a luchar por su Dios contra sus enemigos, con ocasión de rescatar los Santos Lugares de Jerusalén. A San Luis le cabe la gloria de haber dirigido las dos últimas Cruzadas en unos años en que ya había decaído mucho el sentido noble de estas empresas, y que él vigoriza de nuevo dándoles el sello primitivo de la cruz y del sacrificio.
En un tiempo en que estaban muy apurados los cristianos del Oriente el papa Inocencio IV tuvo la suerte de ver en Francia al mejor de los reyes, en quien podía confiar para organizar en su socorro una nueva empresa. San Luis, que tenía pena de no amar bastante a Cristo crucificado y de no sufrir bastante por Él, se muestra cuando le llega la hora, como un magnífico soldado de su causa. Desde este momento va a vivir siempre con la vista clavada en el Santo Sepulcro, y morirá murmurando: «Jerusalén».
En cuanto a los anteriores esfuerzos para rescatar los Santos Lugares, había fracasado, o poco menos, la Cruzada de Teobaldo IV, conde de Champagne y rey de Navarra, emprendida en 1239-1240. Tampoco la de Ricardo de Cornuailles, en 1240-1241, había obtenido otra cosa que la liberación de algunos centenares de prisioneros.
Ante la invasión de los mogoles, unos 10.000 kharezmitas vinieron a ponerse al servicio del sultán de Egipto y en septiembre de 1244 arrebataron la ciudad de Jerusalén a los cristianos. Conmovido el papa Inocencio IV, exhortó a los reyes y pueblos en el concilio de Lyón a tomar la cruz, pero sólo el monarca francés escuchó la voz del Vicario de Cristo.
Luis IX, lleno de fe, se entrevista con el Papa en Cluny (noviembre de 1245) y, mientras Inocencio IV envía embajadas de paz a los tártaros mogoles, el rey apresta una buena flota contra los turcos. El 12 de junio de 1248 sale de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen 40.000 hombres y 2.800 caballos.
El 17 de septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los cruzados. Allí pasan el invierno, pero pronto les atacan la peste y demás enfermedades. El 15 de mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. «Con el escudo al cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua hasta el sobaco», San Luis, saltando de la nave, arremetió contra los sarracenos. Pronto era dueño de Damieta (7 de junio de 1249). El sultán propone la paz, pero el santo rey no se la concede, aconsejado de sus hermanos. En Damieta espera el ejército durante seis meses, mientras se les van uniendo nuevos refuerzos, y al fin, en vez de atacar a Alejandría, se decide a internarse más al interior para avanzar contra El Cairo. La vanguardia, mandada por el conde Roberto de Artois, se adelanta temerariamente por las calles de un pueblecillo llamado Mansurah, siendo aniquilada casi totalmente, muriendo allí mismo el hermano de San Luis (8 de febrero de 1250). El rey tuvo que reaccionar fuertemente y al fin logra vencer en duros encuentros a los infieles. Pero éstos se habían apoderado de los caminos y de los canales en el delta del Nilo, y cuando el ejército, atacado del escorbuto, del hambre y de las continuas incursiones del enemigo, decidió, por fin, retirarse otra vez a Damieta, se vio sorprendido por los sarracenos, que degollaron a muchísimos cristianos, cogiendo preso al mismo rey, a su hermano Carlos de Anjou, a Alfonso de Poitiers y a los principales caballeros (6 de abril).
Era la ocasión para mostrar el gran temple de alma de San Luis. En medio de su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una suprema resignación. Hasta sus mismos enemigos le admiran y no pueden menos de tratarle con deferencia. Obtenida poco después la libertad, que con harta pena para el Santo llevaba consigo la renuncia de Damieta, San Luis desembarca en San Juan de Acre con el resto de su ejército. Cuatro años se quedó en Palestina fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando con profunda piedad y devoción a los Santos Lugares de Nazaret, Monte Tabor y Caná. Sólo en 1254, cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.
A su vuelta es recibido con amor y devoción por su pueblo. Sigue administrando justicia por sí mismo, hace desaparecer los combates judiciarios, persigue el duelo y favorece cada vez más a la Iglesia. Sigue teniendo un interés especial por los religiosos, especialmente por los franciscanos y dominicos. Conversa con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, visita los monasterios y no pocas veces hace en ellos oración, como un monje más de la casa.
Sin embargo, la idea de Jerusalén seguía permaneciendo viva en el corazón y en el ideal del Santo. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa, pocas esperanzas les iban quedando ya a los cristianos de Oriente. Los mamelucos les molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. Por si fuera poco, en 1261 había caído a su vez el Imperio Latino, que años antes fundaran los occidentales en Constantinopla. En Palestina dominaba entonces el feroz Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con los cristianos. El papa Clemente IV instaba por una nueva Cruzada. Y de nuevo San Luis, ayudado esta vez por su hermano, el rey de Sicilia, Carlos de Anjou, el rey Teobaldo II de Navarra, por su otro hermano Roberto de Artois, sus tres hijos y gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los infieles.
En esta ocasión, en vez de dirigirse directamente al Oriente, las naves hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. Tal vez obedeciera esto a ciertas noticias que habían llegado a oídos del Santo de parte de algunos misioneros de aquellas tierras. En un convento de dominicos de Túnez parece que éstos mantenían buenas relaciones con el sultán, el cual hizo saber a San Luis que estaba dispuesto a recibir la fe cristiana. El Santo llegó a confiarse de estas promesas, esperando encontrar con ello una ayuda valiosa para el avance que proyectaba hacer hacia Egipto y Palestina.
Pero todo iba a quedar en un lamentable engaño que iba a ser fatal para el ejército del rey. El 4 de julio de 1270 zarpó la flota de Aguas Muertas y el 17 se apoderaba San Luis de la antigua Cartago y de su castillo. Sólo entonces empezaron los ataques violentos de los sarracenos.
El mayor enemigo fue la peste, ocasionada por el calor, la putrefacción del agua y de los alimentos. Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles. El 3 de agosto muere el segundo hijo del rey, Juan Tristán, cuatro días más tarde el legado pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo San Luis, que, como siempre, se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de reinado.
Pocas horas más tarde arribaban las naves de Carlos de Anjou, que asumió la dirección de la empresa. El cuerpo del santo rey fue trasladado primeramente a Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio, de París. Desde este momento iba a servir de grande veneración y piedad para todo su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1297, era solemnemente canonizado por Su Santidad el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).
San Luis IX es el Patrono de la Tercera Orden Franciscana u Orden Franciscana Seglar.Fue uno de los más grandes de todos los reyes de Francia y encarna los más altos ideales de la realeza medieval en los cuarenta y cuatro años de su gobierno.

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Letanía
La Letanía de San Luis, rey de Francia,
Protector, Tercera Orden Franciscana


Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Cristo, escúchanos.
Oh Cristo, escúchanos.
O Dios Padre, del Cielo:
ten misericordia de nosotros.
Oh Dios Hijo, Redentor del mundo:
Oh Dios, el Espíritu Santo:
O Santísima Trinidad, un solo Dios:
ten misericordia de nosotros.
Santa María:
Ruega por nosotros.
Virgen Inmaculada:
Madre y Maestra de la Orden:
Ruega por nosotros.
St. Luis, rey cristianísimo,
Ruega por nosotros.
St. Luis, valiente soldado de Jesucristo:
St. Luis, nuestro Hermano Franciscano suave:
St. Luis, hijo obediente de una buena madre:
St. Luis, fiel esposo de una esposa digna:
St. Luis, tierno padre de una familia cristiana:
St. Luis, sabio gobernante de un reino feliz:
St. Luis, generoso constructor de templos de Dios:
St. Luis, hijo obediente de la santa Iglesia:
St. Luis, amante protector de la cristiandad:
St. Luis, apóstol del Evangelio de Jesús:
St. Luis, mártir del Santo Sepulcro:
St. Luis, confesor de la fe:
St. Luis, casto y templadas en el cuerpo:
St. Luis, devota y piadosa del alma:
St. Luis, rico en bienes espirituales:
St. Luis, exaltada por la humildad:
St. Luis, coronado de gloria en el cielo;
Ruega por nosotros.
Oh Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
Perdónanos, Señor.
Oh Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
escúchanos, Señor.
Oh Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
ten piedad de nosotros.
V. Ruega por nosotros, bendito Luis. Aleluya.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo. Aleluya.

Oremos.
Elija una de las siguientes Colectas.
O santo Rey St. Luis, digno hijo de nuestro Padre San Francisco y patron de la Tercera Orden, intercede por mí a nuestro Padre Celestial. Obtened para mí la gracia de seguir tus pasos, para ser siempre un niño obediente de San Francisco, y observar exactamente, todos los días de mi vida, esa regla sagrada que has amado con tanto ardor y mantuviste fielmente. Sé mi guía y protector, pora que nunca me aparte de la senda de la virtud, sino que aumente cada día en santidad y perfección, y, finalmente, el mérito de ser contados entre los elegidos de nuestro Seráfico Padre en el Cielo. Amen.
Oh Dios,  tú que exaltas al bendito Luis  confesor de un reino terrenal a la gloria de tu reino celestial: concédenos, te ruego, para que por sus méritos e intercesión seamos herederos del Rey de Reyes, tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.
   
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jueves, 22 de agosto de 2013

EL LOBBY GAY DE DE LA IGLESIA DE BERGOGLIO

ESTA ES LA FALSA IGLESIA DE BERGOGLIO, ¡ SE PUEDE TODAVÍA PENSAR QUE ESTOS DEGENERADOS SEAN CATÓLICOS?
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Mons. Vera aseguró que la homosexualidad está relacionada a una "conformación anatómica que no corresponde con su conformación hormonal".
El Obispo mexicano recordó una conversación con una madre de un joven con tendencia homosexual, en la que esta le expresó al Prelado su preocupación por la conducta de su hijo y sus amistades.
El Prelado respondió diciéndole a la mujer que ella era "la perversa primera".
"Yo le dije ‘pues condénate tú misma, porque tu hijo se formó así en tu vientre, y no se formó como un degenerado ni como un perverso, se generó como una composición que tú te haces bolas’", recordó.
En la entrevista con el sitio web Terra, en la que se manipuló las declaraciones del Papa Francisco en el vuelo de retorno de Río de Janeiro al Vaticano, reduciéndolas a "¿quién soy yo para juzgar a los gays?", el Obispo mexicano aseguró que "el Santo Padre seguramente sabe" en referencia a su supuesta explicación científica de la homosexualidad.
Sobre la frase manipulada del Papa, Mons. Vera aseguró que el Santo Padre "dijo algo muy sensato, dijo el Evangelio".
Lo que verdaderamente hizo el Papa Francisco en el vuelo de retorno al Vaticano fue ratificar la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad, asegurando que "si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo?".
"El Catecismo de la Iglesia Católica lo explica de forma muy bella esto", indicó el Santo Padre.
Precisamente el Catecismo de la Iglesia Católica desmiente al Obispo de Saltillo, pues enseña que los actos homosexuales "son contrarios a la ley natural" y "no pueden recibir aprobación en ningún caso".

La ciencia también da la espalda al Obispo de Saltillo en su defensa del estilo de vida homosexual, pues, como lo ha explicado la psiquiatra peruana Maíta García Trovato, no existe el "gen gay" ni se nace homosexual.
Sin embargo, Mons. Raúl Vera insistió en que "tenemos que releer con más cuidado en el contexto histórico y en el contexto real los textos bíblicos" en los que se critica el estilo de vida gay.
Aquí el Obispo mexicano se enfrenta nuevamente con la doctrina católica, pues el Catecismo señala que "apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’".
ACI Prensa ha intentado repetidamente comunicarse con la oficina de Mons. Raúl Vera, pero hasta el cierre de esta edición no obtuvo respuesta.
El Obispo de Saltillo y la promoción del estilo de vida gay
El apoyo de Mons. Raúl Vera a la promoción del estilo de vida gay fue reportado por ACI Prensa desde marzo de 2011, cuando la diócesis de Saltillo organizó el 4º Foro de Diversidad Sexual, Familiar y Religioso, de la mano del grupo de activismo homosexual San Elredo.
En esa ocasión, el Padre Robert Coogan, asesor espiritual de San Elredo, manifestó el completo respaldo de Mons. Vera a su trabajo, y cuestionó las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad, pues a su criterio "no es adecuado" pedirles a las personas homosexuales, como hace el catecismo, que vivan el celibato.
ACI Prensa también recogió el pesar de diversos católicos en Saltillo por la promoción de la homosexualidad realizada por el Obispado.
En julio de 2011, manifestantes no identificados pidieron "un Obispo católico" para la diócesis de Saltillo, a través de mensajes en mantas colgadas en el perímetro de la catedral de la ciudad.
Mons. Raúl Vera también ha expresado su apoyo a la despenalización del aborto en México y lidera actualmente dos organizaciones abortistas.
Debido a sus polémicas posturas, la Santa Sede le pidió explicaciones al Obispo de Saltillo sobre su relación con el grupo gay San Elredo y le exigió que escriba una aclaración pastoral sobre su posición ante el tema de la homosexualidad.
En su breve "Nota sobre cuestiones de la doctrina de la Iglesia que es indispensable salvaguardar en la pastoral con personas homosexuales", publicada el 30 de agosto de 2012, un año después de que fuera requerida por la Santa Sede, Mons. Vera se limitó a repetir brevemente la enseñanza de la Iglesia en la materia, asegurando que la aplica en su trabajo pastoral.
Pero la promoción del estilo de vida gay realizada por Mons. Vera no quedó ahí, por lo que el sacerdote James Alison, teólogo gay e inspirador de la Comunidad San Elredo, le agradeció en agosto de 2012 por su "presencia hermana" y apoyo durante los últimos 30 años en el "proyecto de vida cristiano" que lleva adelante a favor de la homosexualidad.
En enero de este año, con ocasión del 25 aniversario de su ordenación episcopal, Mons. Vera decidió celebrar junto a dos líderes de la teología marxista de la liberación (TML), el dominico Gustavo Gutiérrez y el jesuita Jon Sobrino, ambos reprendidos por la Congregación para la Doctrina de la Fe de la Santa Sede.
El respeto de la diócesis que dirige Mons. Vera a la Santa Sede y al Papa se vio envuelta en polémica en abril de este año, luego de conocerse que la revista Voces de Esperanza, semanario de la diócesis de Saltillo, publicó artículos de abierta crítica al hoy Obispo Emérito de Roma, Benedicto XVI, al Papado y al Vaticano, en el que se dijo que existe una "podredumbre interna".
Ese mismo mes, a pesar de que el sacerdote Adolfo Huerta Alemán, conocido como "Padre Gofo", admitiera en una revista mexicana que tiene relaciones sexuales frecuentemente y que la existencia o no de Dios le "vale madres", Mons. Raúl Vera decidió no realizar ningún proceso canónico, pues "estoy hablando con él y sólo con él, no tengo por qué meter eso en otro ambiente".

No fue hasta que la Congregación.




 ( EL PECADO HOMOSEXUAL ES UN VICIO, NO ES UNA ENFERMEDAD, NI SE NACE ASÍ, DE POR SÍ ES UN CASTIGO DE DIOS)

domingo, 18 de agosto de 2013

LA PEREZA


                                                    




BAR
LA CURACIÓN DE PEREZA
BAR

Padre Reginald Garrigou-Lagrange, OP
Imprimatur y Nihil Obstat, 1948
Entre los pecados capitales, hay una, la pereza espiritual se llama también acedia, que se opone directamente al amor de Dios y la alegría que se deriva de la generosidad en su servicio. Debemos hablar de ello con el fin de completar lo que hemos dicho sobre la purificación activa de la voluntad y señalar exactamente las graves confusiones hechas por los quietistas sobre este punto.
 


Vamos a ver, en primer lugar, la naturaleza general de la pereza espiritual, la gravedad de este mal y la manera de curarla. [ 1 ]
LA NATURALEZA DE pereza espiritual, --- O ACEDIA
Pereza en general, pigritia, es una repugnancia voluntaria y culpable al trabajo, al esfuerzo, y por lo tanto una tendencia a la ociosidad, o por lo menos a la negligencia, a la pusilanimidad, [ 2 ] que se opone a la generosidad o magnanimidad.
La pereza no es la languidez o entumecimiento en la acción que viene de una mala salud, es una mala disposición de la voluntad y de los apetitos sensibles, por lo que se teme y rechaza esfuerzo, desea evitar todos los problemas, y busca una dolce farniente Ella. a menudo se ha señalado que el perezoso es un parásito que vive a
expensas de los demás, tan tranquilo como una marmota cuando está tranquilo en su ociosidad, y de mal humor cuando se hace un esfuerzo para obligar a trabajar. Este vicio comienza con indiferencia y la negligencia en el trabajo, y se manifiesta por una aversión progresiva para todo trabajo serio, físico y mental. Cuando la ociosidad afecta el cumplimiento de los deberes religiosos necesarios para la santificación, se llama acedia. [3] Es una tristeza el mal opuesto a la alegría espiritual, que es el fruto de la generosidad en el amor de Dios. La acedia es un disgusto por las cosas espirituales, un disgusto que lleva a realizarlas con negligencia, para acortar, o de omitir ellos bajo pretextos vanos. Es la causa de la tibieza.
Esta tristeza, que se opone radicalmente a la de contrición, deprime el alma y lo abate, ya que no reacciona como debiera. Luego se llega a un disgusto voluntario para las cosas espirituales, porque exigen mucho esfuerzo y autodisciplina.
Considerando la devoción, que es la prontitud de la voluntad en el servicio de Dios, eleva el alma hasta, la pereza espiritual pesa abajo y machaca el alma y termina haciendo que se encuentra el yugo del Señor insoportable y para huir de la luz divina, que recuerda que de sus funciones. St.
Agustín dice: "La luz que es tan agradable para los ojos puros, se hace odioso a los ojos enfermos que ya no puede soportarlo."
Esta tristeza deprimente, el resultado de la negligencia, y este disgusto, que es por lo menos indirectamente voluntario, son muy diferentes de la aridez sensible o espiritual que, en los juicios divinos, se acompaña de una verdadera contrición por nuestros pecados, por temor de ofender a Dios, por un agudo deseo de perfección, por la necesidad de la soledad, de recogimiento y de la oración de la mirada simple.
San Juan de la Cruz, en referencia a la condición del hombre espiritual en la purificación pasiva de los sentidos, dice:
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No encontramos consuelo en las cosas de Dios, y no también en las cosas creadas ... pero el recuerdo habita normalmente en Dios con una dolorosa ansiedad y congoja, el alma piensa que no es servir a Dios, pero yendo hacia atrás, porque ya no es consciente de ninguna dulzura en las cosas de Dios. En ese caso, es evidente que este cansancio de espíritu y la aridez no son el
resultado de la debilidad y la tibieza, por la peculiaridad de la tibieza es la falta de seriedad en el, y de la solicitud de interiores para las cosas de Dios hay, por lo tanto,. una gran diferencia entre la sequedad y tibieza, ya que éste consiste en un gran descuido y la debilidad de la voluntad y del espíritu, de la falta de todo afán de servir a Dios.
La verdadera sequedad purgativa es acompañada en general por una dolorosa ansiedad, ya que el alma piensa que no es servir a Dios .... Porque cuando la mera indisposición corporal es la causa, todo lo que hace es producir repugnancia y la ruina de la salud del cuerpo, sin el deseo de servir a Dios, que pertenece a la aridez purgante. En esta aridez, aunque la parte sensual del hombre sea muy deprimido, débil y lento en las buenas obras, a causa de la poca satisfacción que proporcionan, el espíritu es, sin embargo, listo y fuerte. [ 4 ]
En otras palabras, este juicio divino es la privación de la devoción accidental sola y no de devoción substancial, que consiste en la voluntad de entregarse con generosidad y prontitud en el servicio de Dios. [ 5 ] pereza espiritual o acedia, por el contrario, es , con motivo de negligencia culpable, la privación de la misma y por lo menos indirectamente voluntaria disgusto por las cosas espirituales, debido a la abnegación y esfuerzo exigen devoción substancial.
                                 
Mientras que en el juicio divino de la que estamos hablando, una persona sufre porque no tiene distracciones y se esfuerza por reducir su número, en el estado de la pereza espiritual, un hombre los acoge, deja deslizan fácilmente en pensamientos inútiles, y no reacciona contra ellos . Cuando este es el caso, las distracciones que son al menos indirectamente voluntaria pronto invaden la oración casi por completo, el examen de conciencia, que se ha vuelto molesto, se suprime; pecados ya no se tienen en cuenta, y el alma desciende más y más a lo largo de la pendiente de tibieza. Se cae en la anemia espiritual en el que poco a poco, con los defectos que brotan de ella, las tres concupiscencias despiertan.
La confusión de la pereza espiritual con el juicio divino de la aridez fue uno de los principales errores de los quietistas. Por esta razón los dos siguientes proposiciones de Molinos fueron condenados: "El asco por las cosas espirituales es bueno, por que se purifica el alma, libre de amor propio." "Cuando el alma interior siente repugnancia por la meditación discursiva de Dios, porque las virtudes, cuando se queda frío, y no experimenta ningún fervor, es una buena señal." [ 6 ]                  
                                        
Estas proposiciones fueron condenadas como ofensivo y peligroso en la práctica. El hecho del asunto es, sin duda que disgusto por las cosas espirituales no es para nada bueno, que es un mal y un pecado en cuanto es voluntaria, ya sea directa o indirectamente, así, a causa de la negligencia. St. Paul escribe a los Romanos: "Os ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios .... Y amándoos mutuamente en la caridad de la hermandad, con honrar a la prevención de los otros, en el cuidado no perezosos, fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación, constantes en la oración ". [ 7 ] ¿Hasta qué punto estas palabras son del quietismo de Molinos!
Este último confundió la pereza espiritual con la aridez y sequedad de pruebas divinas, no observar que el alma que lleva bien estos ensayos, lejos de ser perezoso, tiene un gran deseo de Dios y de la perfección, por lo que conserva una verdadera devoción sustancial del voluntad en ausencia de devoción sensible de la que se le priva. Molinos confunde la repugnancia sensible y absolutamente involuntaria de las cosas divinas con el asco que es al menos indirectamente voluntaria y culpable a causa de la pereza y negligencia.
                                          
San Juan de la Cruz, por el contrario, en la noche oscura da una descripción excelente de la pereza espiritual. Escribir acerca de las imperfecciones de los principiantes, dice:                        
En cuanto a la pereza espiritual, principiantes acostumbran a encontrar a sus ocupaciones más espirituales molesto y evitar dichas prácticas tan repugnante a su gusto, porque, al ser tan dado a la dulzura en las cosas espirituales, que detestan estas ocupaciones cuando no encuentran dulzura. Si pierden una vez que esta dulzura de la oración, que es su alegría, --- es conveniente que Dios les priva de ella con el fin de probarlos --- que no reanudarlo, en otras ocasiones se omiten, o volver a que de mala gana. Por lo tanto, bajo la influencia de la pereza se olvidan el camino de la perfección --- que es la negación de su voluntad y placer de Dios --- para la satisfacción de su propia voluntad, que sirven en lugar de la voluntad de Dios. Muchos de ellos lo tendrán que Dios debe querer lo que
quiere, y se ven afectados cuando se debe querer lo que Él quiera, a regañadientes la presentación de su propia voluntad a la voluntad de Dios.
Como resultado, a menudo se imaginan que lo que no es conforme a su voluntad, tampoco está de acuerdo con la voluntad de Dios, y, por otro lado, cuando están satisfechos, ellos creen que Dios se complace Ellos lo miden por sí mismos. y no ellos mismos por él. ... También les resulta tedioso a obedecer cuando se les manda a hacer lo que les gusta, y porque caminan en el camino de la consolación y la dulzura espiritual, son demasiado débiles para las pruebas difíciles de la perfección. Son como las personas que evitan delicadamente alimentados con grandes corazones todo lo que es duro y resistente, y se ofenden ante la cruz en la que las alegrías del espíritu consisten. Cuanto más espiritual del trabajo que tienen que hacer, más molesto ¿Sienten que sea. Y debido a que insisten en tener su propio camino y se en las cosas espirituales, que entrará en el "camino estrecho que lleva a la vida" (Mateo 16:25), de la cual Cristo habla con repugnancia y pesadumbre. [ 8 ]  
                                                 
Algunos dicen que abandonan la oración, con el fin de encubrir la pereza espiritual: "La dulzura de la oración debe ser sacrificada a la austeridad de estudio o de trabajo Si una persona realmente generosa hizo esta declaración, significaría:". Hay que saber sacrificar . la dulzura de la oración, especialmente la devoción sensible, a la austeridad del estudio o el trabajo necesario para la salvación de las almas "Pero si esta afirmación es hecha por alguien que está perdiendo toda verdadera devoción, no tiene sentido, por ejemplo un ser de ninguna manera sacrificar los placeres de la oración, que no lo experimenta, y que sólo está tratando de ocultar su pereza espiritual bajo el velo de la misma obra relativamente exterior en el que se busca a sí mismo. Ese hombre huye de obras en el interior debido a la pereza espiritual . Cierto contemplación y la unión con Dios deben, está claro, no se sacrificarán para el estudio, que está subordinado a ellos, para ello sería sacrificar el fin de los medios más, no estudio inspirado por el amor de Dios y del. almas, desde el punto de vista espiritual, siendo
verdaderamente inútil. En resumen, cuando un hombre dice: "La dulzura de la oración debe ser sacrificada a la austeridad de trabajo", quiere olvidar que la oración es a menudo seco. Esta es la razón es más difícil de llevar a las almas a una verdadera vida de oración profunda y perseverante de la inducción a leer y hablar sobre los libros que aparecen en el tema. Finalmente, la pereza espiritual no crece con poca frecuencia de una actividad física excesiva, santificada en el que un persona toma la complacencia en lugar de buscar a Dios y el bien de las almas en el mismo.

LA GRAVEDAD DE LA PEREZA ESPIRITUAL Y SUS RESULTADOS      
La pereza espiritual es un pecado grave cuando se alcanza el punto de renunciar a los deberes religiosos necesarias para nuestra salvación y santificación: por ejemplo, cuando se llega al extremo de omitir la audiencia de la misa del domingo. [ 9 ] Cuando se nos lleva a omitir los actos religiosos de menor
importancia sin una razón, el pecado es sólo venial, pero si no luchamos contra esta negligencia, se hace más grave, lo que nos sitúa en un auténtico estado de tibieza o espiritual relajación.
Este estado es un tipo de anemia moral, en el que las malas tendencias despiertan poco a poco, tratar de prevalecer, y se manifiestan por numerosos pecados veniales deliberados, que nos disponen de fallas aún más graves, como la anemia corporal prepara el camino para la invasión de el germen de una enfermedad, el comienzo de una enfermedad grave.
Espiritual pereza o acedia es aún, como San Gregorio [ 10 ] y St. Thomas [ 11 ] muestran, un pecado capital, la raíz de muchos otros. ¿Por qué es esto? Porque el hombre busca consuelo materiales con el fin de huir de la tristeza, y la repugnancia que inspiran las cosas espirituales en él a causa de la renuncia y la auto-disciplina que exigen. Como dice Aristóteles, "Nadie puede permanecer mucho tiempo en la tristeza sin alegría", [ 12 ] y el que priva de todo gozo espiritual a través de su propia negligencia y pereza, no tarda en buscar placeres inferiores.
    
En consecuencia, los resultados desastrosos siguen disgusto por las cosas espirituales y de la obra de santificación, un pecado que se opone directamente al amor de Dios ya la santa alegría derivada de los mismos. Cuando la vida no se eleva hacia Dios, desciende o cae en la tristeza del mal que oprime el alma. De este mal tristeza, dice San Gregorio (loc. cit.), Nacen malicia --- y ya no sólo la debilidad --- rencor hacia el prójimo, la pusilanimidad ante el deber de ser realizada, desánimo, apatía espiritual, incluso el olvido de los preceptos, y por último, la disipación del espíritu y la búsqueda después de las cosas prohibidas. Esta búsqueda después de lo ilícito se manifiesta por la externalización de la vida, por la curiosidad, locuacidad, inquietud, inestabilidad y agitación estéril. [ 13 ] Así, una persona llega a la ceguera espiritual y el progresivo debilitamiento de la voluntad.
Descendente esta pendiente, muchos han perdido de vista la grandeza de la vocación cristiana, han olvidado las promesas que hicieron a Dios, y han tomado el camino descendente, lo que a primera vista parece amplia, pero que crece más y más estrecho, mientras que el camino estrecho, que conduce hacia arriba, se hace cada vez más amplio, inmenso como el mismo Dios a quien se dirige.
En la Subida al Monte Carmelo, San Juan de la Cruz dice al respecto: "La disipación de las engendra mente en su pereza espiritual vuelta y tibieza, que crecen en el cansancio y la tristeza de las cosas divinas, por lo que al final llegamos a los odio ". [ 14 ]
LA CURA PARA LA PEREZA ESPIRITUAL  
Casiano [ 15 ] declaró que la experiencia demuestra que una persona triunfa sobre la tentación de la pereza espiritual, no huyendo de ella, sino por la resistencia previa en este tema Santo Tomás observa:. "El pecado es siempre ser evitado, pero los ataques del el pecado debe ser superado, a veces por vuelo, a veces por la resistencia, por la fuga, cuando un pensamiento continuo aumenta el incentivo al pecado, al igual que en la lujuria; ... por la resistencia, cuando la perseverancia en el pensamiento disminuye el incentivo al pecado, que surge de incentivos de cierta consideración trivial. Este es el caso de la pereza, ya que cuanto más pensamos en los bienes espirituales, más agradables se vuelven a nosotros, y sin demora la pereza se desvanece ". [ 16 ]
Debemos, por lo tanto, vencer la pereza espiritual al verdadero amor de Dios, con verdadera devoción de la voluntad, que debe subsistir a pesar de la aridez sensible. Tenemos que volver una y otra vez a la consideración prolongada de los bienes eternos que nos se les promete.
   
Y para recuperar el espíritu de la fe, el entusiasmo y la generosidad en el amor de Dios, debemos todos los días con valentía imponer algunos sacrificios en nosotros mismos, en aquellos asuntos en los que somos más débiles. Es el primer paso que los costos, pero una espués de una semana de esfuerzo de la tarea se vuelve fácil: por ejemplo, aumentando a la hora señalada y se obliga a todo el mundo. Todos los autores espirituales dicen que uno de los remedios para la tibieza es la sinceridad con nosotros mismos y con nuestro confesor, un serio examen de conciencia todos los días con el fin de subir de nuevo, la práctica asidua de nuestros deberes religiosos, junto con nuestros deberes de estado, la fidelidad a la oración y para la ofrenda de la mañana, lo que debemos hacer a Dios de todas nuestras acciones durante el día. Y puesto que tenemos poco para presentar a Dios, hagamos lo ofrecemos con frecuencia la preciosa Sangre de Jesús y el acto interior de oblación siempre vivo en Su corazón. Bienaventurados los que renovar esta ofrenda al escuchar la huelga de horas, y que ofrecen la horas fugaz para que dé frutos para la eternidad, que en el momento que está pasando puede permanecer en el instante eterno que no pasa.
 
Por encima de todo, algunos sacrificios diarios serán restaurar el vigor y el tono de nuestra vida espiritual. Por lo tanto vamos a recuperar poco a poco fervor considerable, prontitud de la voluntad en el servicio de Dios, aun cuando la devoción sensato es deficiente, una privación que debemos aceptar con el fin de reparar las ofensas del pasado.  
 
Para conquistar la pereza espiritual y para evitar la inestabilidad espiritual, debemos determinar el trabajo religioso de nuestro tiempo: por ejemplo, separar el día de la recitación de las partes del Oficio Divino o del Rosario. Algunas almas interiores dividen la semana de acuerdo a los misterios de la fe, la regla de nuestra vida: Domingo se consagró a Dios por especial devoción y acción de gracias a la Santísima Trinidad. Lunes es consagrada al misterio de la Encarnación recordando el Ecce venio de Cristo y el Ecce ancilla Domini de María. Martes está dedicado a la idea de la vida oculta de nuestro Salvador. Miércoles se dedica a su vida apostólica. Jueves recuerda la institución de la Eucaristía y del sacerdocio. Viernes se consagra a vivir la Pasión dolorosa, a pedir amor a la cruz. Sábado está dedicado a la idea de los privilegios de María, sus penas y su papel como Mediadora y Corredentora.
                         
Así, en lugar de perder el tiempo que huye, recuperamos y ganamos por toda la eternidad. Y poco a poco recuperamos la alegría espiritual, aquello de lo que St. Paul habla cuando escribe a los Filipenses:.. "Regocijaos en el Señor siempre; otra vez digo: ¡Regocijaos Deje que su modestia sea conocida de todos los hombres El Señor está cerca Be. nada solícito, pero en toda ocasión, con oración y ruego, con acción de gracias, deje que sus peticiones sean conocidas a Dios Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guarde vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús "[.. 17 ]

1. Cf. St. Thomas, IIa IIAE, q. 35, De malo, q. 11, San Juan de la Cruz, La noche oscura, Bk. I, cap. 7.
2. Cf. Ibid., Q. 133, a.2.
3. Desde ACEDIOR, sufrir con impaciencia, a lamentarse por el propio pecado, porque uno no puede hacer un esfuerzo para lo que es bueno.
4. The Dark Night, Bk. I, cap. 9.
5. Cf. IIa IIAE, q. 82, col
6. Denzinger, nos. 1248 f.
7. Rom. 11:01, 10 f.
8. Bk. I, cap. 7.
9. Cf. IIa IIAE, q. 35, a. 3. Santo Tomás llega a decir (De malo, q 11, a 3 ad 6um..): "Ese hombre debe deleitarse en Dios, cae bajo el precepto, al igual que el hombre debe amar a Dios, porque el amor sigue deleite."
10. Morales, Bk. XXXI, cap. 17.
11. Cf. IIa IIAE, q. 35, a. 4.
12. Ética, Bk. VIII, cap. 5.
13. Cf. IIa IIAE, q. 35, a. 4 ad 3 um.
14. Subida al Monte Carmelo, Bk. III, cap. 11.
15. De instit. Monasteriorum, Bk. X, cap. ULT.
16. Cf. IIa IIAE, q. 35, a. 1 anuncio 4um.
17. Phil. 4:4-7.

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