viernes, 19 de agosto de 2011

PORQUE LA VIDA YO LA PREFIERO VIVIR ASI

¡Y el Papa ya está en España!". Por los altavoces de la plaza de Colón de Madrid, límite norte del territorio de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), un pinchadiscos anima a gritos a la muchedumbre. Cientos de miles de jóvenes aguardan el papamóvil. Hasta que llegue, con previsión de 36 grados y a pleno sol, toca mantener la alegría. "¡Que vea todo el mundo que los católicos no somos aburridos!", clama el dj.
 
    las grandes avenidas del centro, tomadas por los peregrinos, parecen una gigantesca discoteca light, con música y baile pero sin alcohol. Se suceden La Macarena ("¡aaaaay!"), Bamboleo ("porque mi vida yo la prefiero vivir así") y el Waka-waka, la más aclamada: "¡Porque esto es África!".
Las 27 pantallas de televisión retransmiten imágenes del Pontífice y el eslogan de "la fiesta de la fe". "Empapaos, cubríos enteros de agua", recomiendan. Hay operarios con mangueras que riegan a los asistentes y espontáneos que mojan al que quiere y al que no. Los servicios de emergencia atendieron a 279 personas ayer. De ellas, 12 fueron trasladadas a hospitales.
Ratzinger mostró en el avión su preocupación por el paro juvenil (que alcanza el 45% en España). Redes Cristianas, contraria al boato de la visita, criticó que la jerarquía eclesiástica no abriera asambleas a los jóvenes para saber qué quieren.
¿Qué le preocupa a la juventud del Papa? Diez peregrinos españoles enumeraron ayer durante la espera los que consideraban los tres principales problemas de su edad. Los que más se repetían, la falta de valores y el relativismo. Solo dos citaron el paro. El perfil del peregrino es un joven de 22 años, universitario y con trabajo, según los organizadores de la JMJ. Solo un 6% está desempleado. Casi como Belén Alonso, burgalesa de 21 años y profesora de música en una guardería. "Estamos acostumbrados a tenerlo todo, no sabemos qué es lo importante", reflexiona sentada a la sombra. A su lado, un grupo de portuguesas enseña un cartel tentador:  "Hugs Free" (ABRAZOS GRATIS)  Hay cola.
Antonio Jesús Guzmán, sacerdote malagueño de 31 años, dejó a su pareja porque le sabía a poco y enseguida tomó los hábitos. "Necesitaba darme en todos los sentidos". Le inquieta que los jóvenes no tengan "un futuro claro laboral y familiar". El pinchadiscos persiste: "¡Que griten los chicos!". Clamor. "¡Que griten las chicas!". Clamor más sonoro. Y pide una ola.
El voluntario David Bermejo, administrativo madrileño de 34 años, echa en falta "respeto". Es el encargado de cuidar un colegio de acogida. El miércoles, tras la manifestación laica que enfrentó a convocantes y peregrinos y acabó con ocho detenidos, sus huéspedes llegaron "aterrados". "Les tiraron condones a la cara", lamenta.

Legalizar el condón

"¡Esta es la juventud del Papa!", grita en una esquina abarrotada de Alcalá Ana Orejana (25 años, madrileña, profesora). "Tenemos que hacer de los jóvenes gente comprometida", pide. "Lo más importante es el encuentro con Jesucristo". Al otro lado de Cibeles, el joven Rubén -bachiller de 17 años de Campo de Criptana (Ciudad Real)- es más prosaico. "Lo peor es que nos gusta demasiado la fiesta". Y añade sin pausa: "La Iglesia debería legalizar el condón, porque eso sí que no es un problema". Cuatro parejas de scouts franceses repiten detrás los mismos pasos de baile canción tras canción.
Se acaba el pop. "El Papa sale de Nunciatura", anuncian desde el estrado. El Pontífice cruza el arco de la Puerta de Alcalá. Las chicas se suben a hombros de los chicos. Las banderas ondean. Los jóvenes gritan: "¡Benedicto!" conforme el coche oficial se acerca. Pasa despacito, con las ventanas abiertas y saludando. "¡Lo hemos visto, lo hemos visto!", se emocionan dos amigas. Todos miran sus móviles para ver cómo ha quedado la imagen del Pontífice para la posteridad.

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