Opiniones de un blog vaticanista de "Le Figaro"
Yo me abstengo absolutamente de opinar en un sentido u otro. Por ahora, todo dependerá verdaderamente de la respuesta romana a la respuesta de Monseñor Fellay.
Y nada indica que la Santa Sede no le vaya a satisfacer, visto que hasta ahora, por voluntad de Benedicto XVI, todas sus peticiones han sido concedidas (revocación de las excomuniones, aceptación de la misa según el rito antiguo, confrontación teológica sobre el Concilio Vaticano II). ¡Y a qué precio! ¿Es necesario recordar los daños causados por el asunto Williamson? En este sentido, en un cierto modo, Benedicto XVI que quiere la reconciliación, ya no tiene nada que perder.
¡También es sabido- es una paradoja en esta búsqueda del acuerdo- que Roma expresa un desacuerdo casi total respecto al tema del Concilio Vaticano II! Ha sido debidamente constatado, diría incluso científicamente constatado, tras las famosas discusiones teológicas entre expertos de las dos partes a propósito del objeto de la ruptura, el Concilio Vaticano II.
Este es el punto que desde fuera cuesta trabajo entender. Muchos piensan que este desacuerdo, del cual en la entrevista Monseñor Fellay da una imagen precisa, representa un punto de ruptura; sin embargo para Roma representa un punto de partida. El "preámbulo teológico", le fue propuesto a Monseñor Fellay con conocimiento de causa, en base a este desacuerdo.
Aquí inicia la parte verdaderamente seria, histórica.
Si Roma va en la dirección de las nuevas demandas de Monseñor Fellay - y la Santa Sede que no es un principiante en materia de negociaciones - se expone proponiendo este método progresivo de elaboración de un texto en común, entonces el cambio de dirección sobre" la hermenéutica " de la continuidad respecto al Concilio Vaticano II, realizado por Benedicto XVI, dejará de ser una intención para convertirse en un acto fundamental del pontificado y de la Iglesia Católica.
No es que la Iglesia Católica vaya a dar marcha atrás respecto al Concilio Vaticano II como Monseñor Fellay desearía, pero relativizaría el alcance de algunos de sus contenidos. Y esto en el marco de una "discusión legítima" –un concepto clave y nuevo que ha aparecido gracias a las recientes negociaciones con Ecône.
Con otras palabras, esto marcaría ya no "la victoria de los integristas sobre los progresistas", sino el final de una cierta "sacralización" del Concilio Vaticano II en la Iglesia Católica y el inicio de una reconciliación –que será larga- con su pasado reciente y su "tradición". En cualquier caso, exactamente el objetivo de Benedicto XVI.
Los Lefebvrianos, tienen todavía que entrar en esta inteligencia histórica del actual Papa.
Es favorable para ellos como para ningún otro miembro potencialmente elegible del actual colegio cardenalicio. Una ocasión como esta no se presentará ante ellos de nuevo. Si no regresan, la noción de "cisma" rechazada por los Lefebvrianos, retomará de modo inevitable con el tiempo una cierta importancia incluso siendo canónicamente discutible en la teoría. Antes o después, efectivamente, será necesaria una nueva ordenación de obispos sin la aprobación de Roma.
La entrevista de Monseñor Fellay indica que es consciente de lo que está en juego. Del mismo modo que es consciente de que la misión que se ha atribuido, de resistir en nombre de la "tradición" dentro o fuera de la Iglesia ha ganado no sólo en cuanto a credibilidad, sino también en cuanto... realidad. Tanto si se está a favor o en contra, como si se permanece indiferente, hay que reconocerlo como un hecho objetivo.
Desde luego esta batalla no tiene que ver con toda la Iglesia Católica, a menudo en Roma se la califica como "francesa". Pero simboliza la evolución actual de la Iglesia, y en este sentido no es banal ni anecdótica.
Para darse cuenta de ello, será suficiente el impacto que tendrá el anuncio, positivo o negativo del resultado de estas discusiones:
Negativo, será interpretado como uno de los mayores fracasos del pontificado, será visto desde luego, como el fracaso más evidente del pontificado.
Positivo, será interpretado como el mayor cambio de dirección de la Iglesia Católica de inicios del siglo XXI.
Desde este punto de vista, el margen de maniobra y de influencia que preocupa tanto a los Lefebvrianos en caso de que vuelvan al seno de la Iglesia Católica, sería, evidentemente, más importante dentro de la Iglesia que fuera de ella.
Porque también hay que darse cuenta de las consecuencias que acarrearía un rechazo: ¿Cual sería la credibilidad en el futuro de este movimiento, que ha recibido tanto del Papa por anticipado, pagando éste con su propia reputación, si al final volviera a cerrar las puertas? Con ese aislamiento, soberbio en el sentido latino, correría el riesgo de perder toda su audiencia que sin embargo es la razón de la existencia de los Lefebvrianos ya que tienen la ambición de dar testimonio a su alrededor y en la Iglesia de una cierta manera "de ser católicos".
Los protagonistas de esta negociación lo saben. Sin pronunciarme sobre la cuestión, me parece, de todos modos, demasiado pronto para pensar que esté resultando un fracaso. Pero soy muy consciente de que el eventual acuerdo se alcanzará en el último minuto.
El blog sul Figaro
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