miércoles, 1 de agosto de 2012

EL PESO DE LA CRUZ

¿Cuánto pesaba la Cruz de Jesús?




Dice el Antiguo Testamento sobre Dios: “Tú todo lo dispusiste con medida, número y peso” (Sb 11,20). No sorprende, entonces, que el Señor dijera con tal precisión en el  que el siervo: “le debía diez mil talentos” (Mt. 18, 24) a su rey. Recordemos que en esos tiempos esa cantidad representaba el salario de 150 mil años. Cuando Roma le exigió a Cartago esa cantidad al final de la II Guerra Púnica (201 a.C.), 10.000 talentos eran unas 270 toneladas de plata.

Tan imposible era que alguien pagara esa suma por su cuenta, como que un ser humano corriente pudiera reparar a Dios la ofensa cometida por un solo pecado. Sin embargo, Dios se hizo hombre en la persona de Jesucristo para que el Señor “pagara” nuestra deuda con su propia sangre sobre la cruz que llevó Él mismo al Calvario. ¿Cuánto pesaba la Cruz de Jesús?

Según Aciprensa.com, las cruces utilizadas por los romanos en las crucifixiones solían pesar más de 300 libras (136 kilos), o sea que se piensa que los condenados llevaban el travesaño o patíbulum (entre 75 y 125 libras / 34 a 57 kilos). Pero, el peso físico de la cruz (aumentada por la debilidad del Señor tras tanta pérdida de sangre en Su Pasión) no era lo único que cargaba sobre sus hombros. Si un talento era equivalente al peso del agua que se necesitaría para llenar un ánfora (aprox. 1 pie cúbico), el Señor midió los diez mil talentos que debíamos cada uno con Su Amor a Dios Padre y Su Propia Sangre lo necesario para llenar el vacío de desobediencia que nuestros pecados crearon.

Cada uno de nosotros debe cargar con su cruz también para seguir los pasos del Señor. Pero, según S. Luis María de Montfort en “Amigos de la Cruz”, podemos elegir nuestra cruz:
Escógete una cruz de las tres del Calvario;
escoge sabiamente, puesto que es necesario
padecer como santo o como penitente,
o como sufre un réprobo que pena eternamente.’

“Lo que significa que, si no queréis sufrir con alegría, como Jesucristo; o con paciencia, como el buen ladrón, tendréis que sufrir, mal que os pese, como el mal ladrón; […] tendréis que llevar todo el peso de vuestra cruz sin la ayuda poderosa de Jesucristo. Además, tendréis que llevar el peso inevitable que el demonio añadirá a vuestra cruz por la impaciencia a la que os arrastrará.”
Tenemos que discernir como Sta. Elena cuál es la verdadera Cruz del Señor en nuestras vidas. El demonio quiere añadir peso a nuestra cruz por medio de nuestros pecados poquito a poco, de tal forma que no nos demos cuenta de la carga que nos vamos poniendo. S. Agustín nos urge a reflexionar sobre esto antes de que sea demasiado tarde:
“Porque si llevasen sobre sus espaldas alguna carga pesada, como de piedras, de madera o de alguna ganancia (v. gr. : trigo, vino o también dinero), se darían prisa para líberarse de su carga. Llevan el peso de sus pecados, y no quieren acelerar su paso. Hay que darse prisa para líbrarse de esa carga, porque aplasta y hunde.” (“Trat. Evang. S. Juan”, 1).
Más aún, nos advierte S. Juan Crisóstomo: “[El demonio…] insinua en nuestros corazones sentimientos de desaliento más pesados que el plomo. Si les damos acogida, ese mismo peso nos arrastra, nos soltamos de la cadena [de esperanza] que nos sujetaba y rodamos hasta el fondo del abismo.” (“Exhortación a Teodoro”, 1).
El Señor llevó una pesada carga por nosotros para ayudarnos por el camino si elegimos Su Cruz. Físicamente las tres cruces sobre el Calvario (la del Señor y las de los dos ladrones) podrían ser muy semejantes en peso, pero S. Agustín nos revela que no es así para nuestras almas:
“Cualquier otra carga te oprime y abruma, mas la carga de Cristo te alivia el peso. Cualquier otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas parece que le alivias del peso, pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el peso de sus alas y verás cómo vuela.” (“Sermón 126”)
Este Doctor de la Iglesia descubrió el secreto de cómo se aligera la Cruz que nos pide llevar el Señor:”Cada uno es movido por su peso y tiende a su lugar. […] Mi peso es mi amor; él me lleva doquiera soy llevado.” (“Confesiones” 13, 10) Que el Amor de Dios nos ayude a elegir en todo momento la Cruz de Cristo, por amor de Ntro. Ssmo. Redentor.
[Foto de pájaro en vuelo de Wikimedia Commons: Berkeley T. Compton]

Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]
: ¿Qué considera una de sus mayores cargas en estos momentos? ¿A qué medida compararía el Amor de Dios?

 fuentes: María Lourdes y otras

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