La quinta columna judía.
Montini con el efod judío |
Juan Pablo II
y el gran
Rabino de Chile, 1 marzo de 1987
Ratzinger en la sinagoga de Roma el domingo 17 de enero de 2010. |
El rabino Sergio Bergman, Rabino Emanu El, Alejandro Avruj y Jorge Bergoglio. |
El triunfo constante de las revoluciones
judeo-masónicas y judeo-comunistas –desde fines del siglo XVIII hasta nuestros
días- se debe también, a que ni la Santa Iglesia Católica ni las Iglesias
separadas
han luchado eficazmente en contra de la quinta columna judía introducida en el
seno de ellas.
La quinta columna está formada por descendientes de
judíos que se convirtieron al cristianismo en siglos anteriores. Ellos
practicaban en público y en forma aparentemente fervorosa la religión de Cristo
mientras, en secreto, conservaban su fe judaica, llevando a cabo ocultamente
los ritos y ceremonias judías y organizándose en comunidades y sinagogas
secretas que han funcionado en la clandestinidad durante varios siglos en la
sociedad cristiana tratando de ella desde dentro, para lo cual han sembrado
herejías y disidencias, tratando incluso de apoderarse del clero en las
distintas Iglesias cristianas.
Para ello usan la estratagema de introducir
cristianos criptojudíos en el clero católico, los cuales podrían ir escalando
primero las distintas dignidades de la Santa Iglesia y posteriormente las
Iglesias disidentes. En los desacuerdos existentes entre dichas Iglesias, los
judíos clandestinos siempre han tenido gran influencia.
Mientras que la Iglesia de Roma, SS. SS. los Papas y
los concilios ecuménicos lucharon eficazmente durante el milenio de la Edad
Media en contra del judaísmo y sobre todo contra la quinta columna, los
movimientos revolucionarios –organizados para dividir y destruir a la
Cristiandad- fueron completamente vencidos y aniquilados. Así ocurrió desde los
tiempos de Constantino hasta finales del siglo XV. Desgraciadamente, la Santa
Iglesia –por razones que posteriormente se señalan- ya no pudo atacar en forma
eficaz a la quinta columna constituida por judíos clandestinos, introducidos en
su seno como fieles, como clérigos y hasta como dignatarios.
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