Fiesta del Sagrado Corazón
La Iglesia celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús en el viernes siguiente al segundo domingo después de Pentecostés.
En este Día de fiesta de la Iglesia concede una indulgencia plenaria para hacer un acto de reparación al Sagrado Corazón.
EL CORAZÓN DE CRISTO
ORACIÓN DE REPARACIÓN QUE SE DIJO EN LA FIESTA
El Corazón de Cristo
Abad Marmion OSB
El amor explica todos los misterios de Jesús
Todo lo que poseemos en el ámbito de la gracia nos viene de Cristo Jesús; “debido a su plenitud podemos todo”: De plenitude ejus nos omnes accepimus(1).
Destruyó el muro de separación que nos impedía ir hacia Dios; mereció
para nosotros, con una abundancia infinita, todas la gracias; jefe
divino del cuerpo místico, posee el poder de comunicarnos el espíritu de
sus estados y la virtud de sus misterios, con el fin de transformaros
en Él.
Cuando consideramos los misterios de Jesús, ¿Cuál de sus
perfecciones es la que vemos estallar particularmente? Si duda, el
amor. El amor realizó la encarnación: Propter nos… descendit de caelis, et incarnatus est(2);
el amor hace nacer a Cristo en una carne pasible y enferma, inspira la
oscuridad de la vida oculta, alimenta el celo de la vida pública. Si
Jesús entrega, por nosotros, a la muerte, es porque cede al “exceso de
un amor sin medida”(3); si resucita, es “para nuestra justificación”(4);
si sube al cielo, es como precursor que va prepararnos un lugar”(5) en
esa estancia de beatitud; envía al “Espíritu consolador”(6) para no
“dejarnos huérfanos”(7); instituye el sacramento de la Eucaristía como
memorial de su amor.(8) Todos esos misterios tienen su fuerza en el
amor.
Es necesario que nuestra fe en este amor de Cristo Jesús
sea viva y constante. ¿Y Por qué? Por que es uno de los principales
soportes de la fidelidad.
Veamos a San Pablo: nunca hombre alguno trabó ni se
prodigó como él por Cristo. Un día, en que sus enemigos atacaban la
legitimidad de su misión, fue movido, para defenderse, a esbozar él
mismo el cuadro de sus obras, sus laboras y sufrimientos. Este cuadro,
tan vivo, lo conocemos, sin duda, pero siempre es un gozo para el alma
releer este pasaje, único en los anales del apostolado. “A menudo, dice
el gran apóstol, vi la muerte de cerca; cinco veces sufrí el suplicio de
la flagelación; tres veces fui tundido con las varas; una vez fui
lapidado; naufragué tres veces, pasé un día y una noche mar adentro. Y
mis viajes, incontables, llenos de peligros; peligros en los ríos,
peligros por parte de los
bandidos, peligros por parte de los de mi
linaje, peligros por parte de los infieles; peligros en las ciudades,
peligros en los desiertos, peligros en el mar; mis trabajos y mis
sufrimientos, mis numerosas vigilias, las torturas del hambre y de la
sed, los ayunos múltiples, el frío de la desnudez; y dejando de hablar
de otras cosas, todavía recordaría mis preocupaciones diarias, la
solicitud por todas las iglesias que fundé(9). Aquí se aplica la palabra
del Salmista: “Por causa de ti, Señor, todo el día estamos entregados a
la muerte, se nos mira como ovejas destinadas a la carnicería…” Y, sin
embargo, ¿que agrega inmediatamente? Pero “en todos estos encuentros,
somos más que vencedores: Sed in his ómnibus superamus(10).
Y ¿dónde encuentra el
secreto de esta victoria? Preguntémosle por qué
soporta todo, incluso el “fastidio de vivir”(11), ¿por qué, en todas sus
pruebas permanece unido a Cristo con tan inquebrantable firmeza que “ni
la tribulación ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la
espada pueden separarlo de Jesús(12)? Les responderá: Propter eum, qui dilexit nos(13):
“por aquél que nos amó. Lo que lo sostiene, lo fortifica, lo ama, lo
estimula es su convicción profunda de que “el amor de Cristo lo mueve”: Dilexit me et tradidit semetipsum pro me(14).
Y, en efecto, el sentimiento que hace nacer el él esta
ardiente convicción es que “él no quiere vivir más para sí mismo”, - él
que blasfemó el nombre de Dios y persiguió a los cristianos(15) - “sino
por quien que lo amó al punto de dar la vida por él”. Caritas Christi urget me…(16)
“El amor de Cristo nos urge”, exclama. “Por eso me entregaré por él,
me prodigaré gustosamente, sin reservas, sin medida”; ¡me agotaré por
las almas que son su conquista: Libentissime impendam et superimpendar(17)!
Esta convicción de que Cristo lo ama da, verdaderamente, la clave de toda la obra del gran apóstol.
Nada empuja al amor como el saber y sentirse amado.
“Todas las veces que pensamos en Jesucristo, dice santa Teresa,
recordemos el amor con el que nos colmó con sus favores… el amor llama
al amor”(18).
Pero, ¿cómo conocer este amor que está en el fondo de
todos los estados de Jesús, que los explica, y cuyos motivos resume? ¿De
dónde sacar esta ciencia, tan fecunda, que San Pablo convertía en el
objeto de sus oraciones para sus cristianos? En la contemplación de los
misterios de Jesús. Si los estudiamos con fe, el Espíritu Santo, que es
el amor infinito, nos descubre sus profundidades y nos conduce al amor,
que es la fuente.
Esta es una fiesta que por su objeto nos recuerda, de
una mera general, el amor que el Verbo encarnado nos ha mostrado: es la
fiesta del Sagrado Corazón. La Iglesia, a partir de las revelaciones de
Nuestro Señor a santa Margarita María, cierra, por así decirlo, el ciclo
anual de las solemnidades del Salvador; como si la llegada, al término
de la contemplación de los misterios de su Esposo, no quedara sino
celebrar el amor mismo que los inspiró.
1 Joan. I, 16.
2 Credo de la misa.
3 Joan XIII.
4 Rom. IV, 25.
5 Joan. XIV, 18.
6 Hebr. Vi, 20.
7 Jan XIV, 18.
8 Luc XXII, 19.
9 II Cor. XI, 23-28.
10 Rom. VIII, 36-37.
11 II Cor I, 8.
12 Rpm. VIII, 35.
13 Ibid. 37.
14 .Gal II, 20.
15 Cf. Act. XXVI.
16 II Cor. V, 14.
17 II Cor. XII, 15.
18 Vida escrita por ella misma, cap. XXII, Obras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario