En la capilla San Juan Diego, a metros del lugar de los enfrentamientos, el cardenal llamó a la unidad de los pueblos americanos
Lunes 13 de diciembre de 2010 | Publicado en edición impresa
Evangelina Himitian
LA NACION
A metros de la capilla San Juan Diego, una columna de humo negro divide los bandos. Detrás de la iglesia se extiende el parque usurpado. Delante de la capilla se levantan los edificios de los vecinos de Villa Soldati, dispuestos a todo para que los nuevos habitantes se vayan.LA NACION
Ese fue el lugar elegido ayer por el cardenal primado de la Argentina, monseñor Jorge Bergoglio, para celebrar una misa con motivo del Día de la Unidad de los Pueblos Americanos. Ocurrió pasadas las 19. Bergoglio llegó al lugar en su propio vehículo, sin operativos de seguridad. "Vengo a hacer un llamado, una invitación a la unidad de los pueblos americanos. Ese es el mensaje de la Virgen de Guadalupe", dijo Bergoglio.
La decisión de que el cardenal primado de la Argentina celebrara misa allí se tomó antes de que comenzara el conflicto. De hecho, San Juan Diego es el patrono del parque Indoamericano porque es el primer santo indígena. Cada año, el 11 y 12 de diciembre se festeja en la parroquia el Día de la Unidad de los Pueblos Americanos, del que participan distintas colectividades. Se suspendió la fiesta a raíz de los conflictos. Pero Bergoglio estuvo de acuerdo con participar de la misa, como un llamado a la reconciliación, explicó el padre Marcelo, el párroco. Finalizado el encuentro, el cardenal salió a saludar a los vecinos, mientras un hombre vociferaba pegado al cerco de alambre que rodea la capilla: "Acá murieron cuatro personas. No podés estar ajeno. Salí a dar la misa para todos".
El clima de agresividad impregnaba el ambiente. Un grupo de feligresas relató que una mujer boliviana que quiso ir a la misa llegó con la cara deformada porque le habían pegado los vecinos en el camino. "Toda la tarde se cansaron de pegarles a los morochos", contó un vecino por lo bajo.
Después de saludar, Bergoglio volvió a la capilla. Luego salió y se fue sin que nadie lo notara.
Pasadas las 20, la violencia recrudecía. A 200 metros, un grupo de vecinos arrojaba piedras a la fila de efectivos de la Prefectura que impedían el ingreso en el parque. Hubo gases lacrimógenos y corridas hacia la capilla. Un sacerdote salió y colocó candados en las puertas del cerco. Le pidió a la gente que se metiera dentro del templo. También salió a buscar a una familia boliviana que por esos momentos quería pasar por el predio en el que un grupo de vecinos pretendía entrar en el parque. "Los van a golpear, no crucen", le gritaban unas mujeres.
En las escalinatas, una joven lloraba y con la mano señalaba hacia el foco de los disturbios. "No lo puedo creer", decía. Ella hace trabajo social en la parroquia con muchos de los jóvenes que ayer se estaban enfrentando con la Prefectura. También con las familias de bolivianos que asisten a los talleres educativos y que por estos días acampan en el parque. "No puedo creer que se estén enfrentando así; acá hay gente infiltrada, gente que no es del barrio, que les está agitando. Pero ellos están ahí", decía sin consuelo.
Llegar a esa zona de Villa Soldati, pasadas las 18 fue todo un desafío. Los vecinos habían cortado la autopista Riccheri y unas cinco cuadras, antes de llegar a Castañares y Escalada, un grupo amenazaba a los automovilistas con destrozarles el coche si se atrevían a cruzar.
Ataques a periodistasA lo lejos, se oían bombas de estruendo. En medio del camino, ardían neumáticos y el nivel de violencia que exhalaban los vecinos era llamativo. Bastaba con que entrara un periodista, un fotógrafo o un camarógrafo para que lo rodearan y denunciaran que los medios no informaban lo que estaba pasando.
Los miembros de una iglesia evangélica que se encuentra a metros del foco del conflicto salieron al parque que hay delante del Indoamericano, con chalecos pintados con mensajes de paz. Formaron una ronda y cantaron: "Te pido la paz para mi ciudad,/ te pido perdón por mi ciudad./ Ahora me humillo y busco tu rostro./ ¿A quién iré, Señor, si no a ti?".
Dos horas más tarde, la situación seguía tensa. Un vecino montado a caballo se paseaba, cual caudillo, con una bandera argentina frente a los efectivos de Prefectura. Bastó que se acercaran los fotógrafos presentes para que los agitadores desataran una lluvia de cascotes contra los periodistas.
"¡Váyanse de acá!", gritaban. Esta cronista y tres fotógrafos de distintos medios debieron correr detrás de los escudos de los efectivos para ponerse a salvo. También volaron botellas desde los edificios. Para protegerse, hubo que correr por la avenida Castañares en un clima de violencia impensada, en el que, pasada la medianoche, persistía la tensión.
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