El pasado 20 de diciembre, un revoltijoinmundo de agrupaciones comunistas se dio cita en la Plaza de Mayo pararecordar la caída del funesto delarruismo, y la serie de oscuros episodios queenvolvió a aquella infeliz jornada.
En tales circunstancias se quemó impunemente un pesebre y un árbolnavideño, amén de consumarse las consabidas pintadas agraviantes sobre elfrente de la Catedral. Las imágenes del Nacimiento estabanbendecidas, y habían sido hechas por las piadosas manos de unas ex alumnas delColegio María Auxiliadora. En cuanto al árbol, y mas allá de la vulgarizacióncomercial que de él se ha hecho, no deja de ser un símbolo tradicional del lignumvitae, del leño de la vida, prefiguración del de la Cruz.
Nada cuesta deducir que el hecho tiene todos los caracteres de unsacrilegio y de una profanación.
Es cierto que aquellos manifestantes blasfemos expresaron suoposición al actual gobierno. Pero también es cierto que coinciden con él en losustantivo; esto es, en la subversión cultural, espiritual y moral, en virtudde la cual, unos y otros viven para ultrajar al Decálogo cada día.
Acaso como un símbolo procaz de lo que decimos, Fernando Esteche,uno de los visibles responsables de la manada agresora, es al mismo tiempoprofesor en la Universidad Nacional de La Plata, y en carácter de tal ocupó elpalco oficial con que las autoridades educativas kirchneristas premiaron a HugoChávez el 29 de marzo de 2011. La libertad de la que goza para consumarreiterados desmanes y delitos a la vista del público, es la prueba ilevantablede su condición de compañero de ruta de los actuales dueños del poder.
El Gobierno, pues, no es ajeno a este vejamen. No sólo porque no hace nada para contener el salvajismo o para castigarlo después, sino porque lo engendra y alimenta, lo acompaña y cultiva, toda vez que el desprecio a las enseñanzas de la Fe Católica es política de Estado.
El Ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, Diego Santili,se quejó por los ciento cincuenta mil pesos que costó reparar el daño alespacio público. ¡Insensato crapuloso! Como si la ofensa al Verbo Encarnadofuera una cuestión presupuestaria o una alteración del paisaje.
El Jefe deGabinete macrista, Horacio Rodríguez Larreta, twitteó “lamentarmuchísimo que volvieraa vivirse lo que justamente se estaba repudiando”. ¡Imbécil consumado!Como si diez años atrás las masas se hubieran movilizado para repudiar lapersecución a la Iglesia. Como si no hubiera un solo y único hilo conductorentre la gimnasia revolucionaria del marxismo, otrora y ahora, década mediante.
La DAIA condenó la afrenta “a un símbolo de la grey cristiana,representativo del espíritu de paz y armonía que las fiestas encarnan”, reafirmando “susprincipios permanentes de respeto a los símbolos de todos los credos, defortalecer los valores de promoción de la diversidad y la armónica convivenciade todos quienes conformamos el mosaico multicolor del tejido social argentino”.
¡Hipócritas! ¡Sepulcros blanqueados! Como si fueran equivalente elMisterio de la Encarnación y los falsos cultos, la Religión Verdadera con lasmendaces, la manifestación de Cristo con los tenebrosos enredos sectarios, elhorrísono Talmud con el Santo Evangelio, la Natividad del Redentor y lasmaquinaciones de los deicidas. Como si no fuera la causa de tanto estropicio “la promoción dela diversidad”, eufemismo vil utilizado para encubrir a los peoresdegenerados. Como si “el mosaico multicolor” no fuera otraelipsis para justificar la lenidad absoluta de cuanto pervertido ande suelto.
Cristina y su séquito peronoide, que parlan en cadena a cadainstante para inaugurar una cloaca con el nombre de “él”, o comunicarleal país los últimos estertores de su rencor indigno, callaron ante tamañairreverencia. ¡Miserable ella, de mil maneras merecedora de serllamada estulta, irreligiosa e infame. Antítesis de la mujer cristiana,deshonor para sus congéneres y encarnadura penosa de arrogancia y maldad.Heredera política al fin de aquel cínico impar que incendiaba los templos,enmandilaba sus leyes, judaizaba sus programas de gobierno y declaraba a la vezsu pertenencia a la grey católica.
Los obispos, por supuesto, también callaron. El Arzobispado deBuenos Aires repone elpesebre, vuelve a bendecir las imágenes, llama a la convivencia pacífica, a laconstrucción de una sociedad plural, al ecumenismo irrestricto de todas lascreencias, y todo sigue su curso. ¡Ciegos que guían a otros ciegos! ¡Pastoresdevenidos en lobos! ¿Qué más tiene que suceder para que tomen conciencia de latragedia que estamos viviendo? ¿Qué nueva conducta endemoniada tienen quepresenciar para que escudriñen y vean con claridad lo que está sucediendo, paraque reaccionen con firmeza, para que luchen con varonía, para que llamen a laresistencia activa y ardiente en defensa de la Cruz? ¿En que momento crucial desus carreras eclesiásticas fueron emasculados de consuno, para que nadie quieraquebrar la colegialidad cobarde, llamando al combate frontal contra losenemigos de Dios y de la Patria?
En cuanto a los incendiarios, llegan tarde y en vano al festín deldemonio. El Cristo que adviene ha derrotado al furente Herodes y ha dadocumplimiento a las profecías. Nace en la próxima, en las anteriores, en lasfuturas y en las eternas Nochebuenas. Él es el fuego, la lumbre, la llama,la brasa y el ardor.
Contra su ígnea divinidad se estrellan los Caifás y el Sanedrín enpleno. Contra su rostro irrefragable se tumban las teas de los caínes y losjudas. Sobre su pecho manso y viril habita el cirio de la Pascua Nueva, lascandelas lumínicas de María Santísima, el blandón de José, la promesa intactade venir a la tierra a arrojar fuego (Lc. 12, 49), y a desear que su combustiónamorosa y salvífica se extienda victoriosa sobre todas las naciones de latierra.
Antonio Caponnetto
Antonio Caponnetto
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