La
alegría de la resurrección RS/ALEGRIA
1.
«Alégrate, Jerusalén y regocijaos con ella todos los que la amáis» (Is 66,
10a) pues Jesús ha resucitado. «Llenaos de alegría por ella todos los que por
ella hacíais duelo»2, al conocer los crímenes y delitos de los judíos. Pues
el que fue deshonrado por ellos en estos parajes ha sido devuelto de nuevo a la
vida. Y así como la conmemoración de la cruz aportó algo de tristeza, así la
fausta noticia de la resurrección debe alegrar a los aquí presentes. «Has
trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de
alegría» (Sal 30,12); «mi boca está repleta de tu alabanza y de tu gloria
todo el día» (71,8), por causa del que, después de su resurrección, dijo;
«Alegraos» (Mt 28,9). Sé que en los días pasados los que aman a Cristo
estaban tristes cuando, al terminar nuestro discurso sobre la muerte y la
sepultura, y sin hacer un anuncio de la resurrección, el ánimo estaba
expectante para oír lo que deseaba. Pero aquél, después de muerto, resucitó
«libre entre los muertos» y como libertador de los muertos. El que
ignominiosamente fue coronado en su paciencia con corona de espinas, al
resucitar se ciñó con la diadema de la victoria sobre la muerte.
La
resurrección en Sal 16 (Hech. 2,25 as) y Sal 30
4.
En primer lugar, pues, en el Salmo 12 dice: «por la opresión de los humildes,
por el gemido de los pobres, ahora me alzo yo, dice Yahvé» (12,6). Pero este
testimonio es para algunos todavía dudoso, pues a menudo se levanta airado para
tomar venganza de los enemigos (cf. 7,7). Acércate entonces al Salmo 16, que
claramente dice: «Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio» (16,1). Y, más
abajo: «yo jamás derramaré sus libámenes de sangre, jamás tomaré sus
nombres en mis labios» (16,4), puesto que, renegando de mí, hicieron del
César su rey9. Y, más abajo: «Pongo a Yahvé ante mí sin cesar; porque él
está a mi diestra, no vacilo» (16,8). Y, a continuación: «Por eso se me
alegra el corazón, mis entrañas retozan». Y después: «Pues no has de
abandonar mi alma al sheol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa» (16,9a.10)19.
No ha dicho «ni dejarás a tu amigo ver la muerte», pues en ese caso no
habría muerto, sino «la corrupción»11, puesto que no permaneceré en la
muerte. «Me enseñarás el camino de la vida» (16,11): claramente se anuncia
la vida después de la muerte. Ven ahora al Salmo 30: «Yo te ensalzo, Yahvé,
porque me has levantado; no dejaste reírse de mí a mis enemigos» (Sal 30,1).
¿Qué ha sucedido? ¿Has sido liberado de los enemigos o has sido soltado para
que te golpeasen? Lo dice con toda claridad: «Tú has sacado, Yahvé, mi alma
del sheol» (Sal 30,4). Decía proféticamente: «No dejarás...» (cf.
16,9.10). Pero aquí, hablando del futuro como cosa ya realizada, dice: «...has
sacado mi alma... me has recobrado de entre los que bajan a la fosa» (30,4).
¿En qué tiempo sucederá esto?: «Por la tarde, visita de lágrimas y, por la
mañana, gritos de alborozo» (30,6). Por la tarde estaban de luto los
discípulos, y por la mañana se alegraron de la resurrección.
2. Is 66,10 y su contexto se refieren primariamente a Jerusalén, dentro de un tono apocalíptico que sugiere claras actitudes de alegría y esperanza. Naturalmente, todo esto tiene mucho más sentido desde la realidad de la resurrección de Jesucristo.
9. Alusión a Jn 19,15, cuando en la acusación contra Jesús la gente grita: «No tenemos más rey que el César». Las palabras de Sal 16,4 las interpreta Cirilo como pronunciadas por Cristo -es muy frecuente en la tradición patrística entender numerosos salmos como dichos en primer lugar por Cristo, con lo que frecuentemente adquieren un sentido profético más acentuado. Así, en este caso, al señalar los acusadores de Jesús que su rey es el César romano -cuando, en realidad, odiaban la ocupación imperial- están renegando de Jesús. Es esto lo que proféticamente habría quedado dicho en Sal 16,4.
11. O «la fosa» en el texto original del salmo.
26. I Pe 3,18-22 es tal vez el texto que expresa de manera más bella que el rescate de Cristo tiene como destinatarios a los hombres de todas las épocas: «En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios» (19-20a). Los vv. 20b-21 utilizan el arca de Noé como imagen del bautismo, en el que el hombre se salva de ser engullido por las aguas de la muerte. El tema del «descenso a los infiernos» sigue así, vivo en el pensamiento de Cirilo.
Fuente: CATEQUESIS
XIV RESURRECCIÓN
Y ASCENSIÓNDE JESUCRISTO
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