domingo, 14 de febrero de 2010

¿ CASTIGA DIOS?


LOS CASTIGOS QUE DIOS MANDA A LOS PAÍSES Y NACIONES QUE ABANDONAN AL SEÑOR 75. ¿Castiga Dios en esta vida a las Naciones culpables?
Es bastante difícil responder de manera clara y completa a esta pregunta. Entre los católicos impregnados de liberalismo, no se acepta la teoría del castigo infligido a los países culpables. 76. ¿En qué se fundan los católicos para afirmar que la expiación tiene lugar en este mundo por las Sociedades?
La teoría en la que nos fundamos es la siguiente: los individuos que han cometidos faltas, pueden expiarlas en este mundo. Si no los expían aquí, las expiarán en la eternidad. Los individuos serán castigados en la medida de los pecados que hayan cometido, sea en el Purgatorio, reparando por ellos, o en el infierno, padeciendo tormentos eternos. Las Sociedades en cuanto tales, no entran en la eternidad. Si se han hecho culpables, solamente pueden ser castigadas en este mundo. Y puesto que su pecado es un pecado contra la justicia, éste pide una reparación. Por esto, los países que han abandonado al Señor, deben expiar y reparar en esta aquí, en este mundo, por lo que la Sabiduría de Dios debe infligir a los Pueblos los castigos conformes a sus designios eternos. 77. ¿Cuáles son los castigos conformes a los designios eternos?
Los países y pueblos, como toda Sociedad, le deben a Dios, en estricta justicia, si son culpables, una reparación y expiación. La medida de esta expiación, sobre todo cuando ésta debe tener su cumplimiento por medio los castigos divinos, está en manos de la sabiduría y decretos divinos. Dios no está obligado a infligir un castigo social por el hecho de que se haya merecido este castigo. Muy a menudo, puede decirse incluso que siempre, Dios se Comporta con los pueblos según sus designios de misericordia y amor, guiado por su deseo de salvar a las almas. En un castigo social, preparado, querido y puesto en acción por El, encontramos siempre la voluntad salvífica de Dios. Por el castigo social, Dios quiere mover las almas y regresarlas a Sí. Por esta razón, no es fácil conocer los proyectos eternos de Dios en el castigo con el que hiere a los países. Lo que debemos considerar es que Dios puede castigar, que de hecho castiga, y que para evitar estos castigos es necesario que el Orden Social entero se someta a Él. 78. Lo dicho parece justo. Pero, ¿pueden confirmarse estas enseñanzas con palabras y doctrinas enunciadas por las Autoridades que gobiernan la Iglesia?
Los Papas y los Obispos hablaron muy claramente y sin lugar a duda pronunciaron su pensar. Escribía el Papa Pío XI en su primera encíclica: “Mucho antes de que la guerra pusiera fuego a Europa, la causa principal de tantos males obraba ya con una fuerza creciente, tanto por la falta de los particulares como por la de las naciones; causa que el horror mismo de la guerra hubiese suprimido si todos hubiesen comprendido el significado de estos terribles acontecimientos... A causa de haberse miserablemente separado de Dios y de Jesucristo, los hombres han decaído de su felicidad pasada en este abismo de males; por la misma razón, todos los programas que tramaban para reparar las pérdidas y salvar lo que queda entre tanta ruina, han caído en una casi completa esterilidad. Como se excluyó a Jesucristo de la legislación y de los asuntos públicos, las leyes perdieron la garantía de las sanciones reales y eficaces”... En su alocución consistorial de¡ 24 de diciembre de 1917, el Papa Benedicto XV declaró solemnemente: “Así como el desarreglo de los sentidos en otro tiempo precipitó las más célebres ciudades en un mar de fuego, también en nuestros días la impiedad de la vida pública, el ateismo puesto como sistema de pretendida civilización han precipitado el mundo en un mar de sangre”. El mismo Papa en la misma alocución afirma que “las calamidades presentes no se acabarán hasta que el género humano se vuelva hacia Dios”.
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79. ¿Con qué castigos Dios aflige a las Naciones culpables?
Todas las calamidades que puedan conducir a los Pueblos a la reflexión sirven para el cumplimiento de los planes de Dios. La guerra, las enfermedades, las catástrofes de toda clase y por encima de otra cosa, las calamidades de orden intelectual y moral pueden afectarlos y conducirlos al arrepentimiento. Nuestro Señor Jesucristo nos habla de todos estos males. Habla sobre todo del gran mal de la ceguera. Dirigiéndose a los judíos: Este pueblo no comprenderá, decía, porque no puede comprender, y no puede comprender porque no quiere comprender. Estas palabras deben comprenderse en el sentido de un castigo social. No hay nada peor como el ser uno mismo la causa de su propio mal a causa de no querer comprender. Los Judíos -y Nuestro Señor les hizo el reproche- no comprenden que El es el Mesías, el Hijo de Dios, siendo que para la Nación judía el único medio de salvación es el reconocimiento y la profesión de la y Divinidad de Jesucristo. Sin embargo, el pueblo judío se obstina en su firme voluntad de no comprender que esa es la realidad, y Dios le habla de esta manera: Oh pueblo que eres mí Pueblo, sólo hay para ti un medio de Salvación: Jesucristo. Acéptalo y te salvarás. Y el Pueblo responde: No quiero comprender que esa sea la realidad. Y Dios te replica: Puesto que no quieres comprenderlo, acepto tu voluntad: no lo comprenderás. Este es el castigo que te doy. Lo mismo ocurre con la Sociedad Católica de nuestros días. Para salvar el Orden Social y los Pueblos, éstos deben empezar por comprender que solo Jesucristo es su Salvación. Pero no lo quieren comprender. Dios se conforma con su obstinada voluntad. No comprenden, no ven, ni pueden ver en Jesucristo solo, su Salvación: tal es su castigo. A este punto de vista general, se añaden muchos otros, de orden más especial, No se comprende que es necesario suprimir en el Orden Social los principios del Derecho Moderno, las grandes libertades modernas. No se comprende la necesidad de negársele a cada quien la libertad de opinión. No se comprende que es necesario, cueste lo que cueste, oponerse a la invasión de los principios perversos y que se deba favorecer la sola verdad católica. No se comprenden una gran cantidad de cosas. Todo esto denota el carácter y marca de un castigo que aflige los Países y los conduce a su perdición. El Papa León XIII escribía en 1881: “Por una consecuencia fatal de la guerra hecha a la Iglesia, la Sociedad civil se halla actualmente expuesta a los más graves peligros, puesto que las bases del Orden público han sido tambaleadas, los pueblos y sus jefes no ven ante ellos sino amenazas y calamidades”. Y el mismo Papa escribía también: “De todos los atentados cometidos contra la religión católica han venido y seguirán viniendo sobre las Naciones los peores y más numerosos males”. 80. De esta manera, ¿acepta usted que Dios se sirve de los acontecimientos, desorganizaciones y desórdenes sociales para castigas a los países?
Evidentemente Dios recurre a todos estos medios para hacerle sentir al hombre que Él, el Infinito y el Creador, no necesita de nadie y que, al contrario, el hombre necesita de Dios. Así, los asuntos de orden económico pueden contribuir enormemente a hacer comprender que si los desastres afligen a los países es para desapegar a los habitantes de los bienes de este mundo y enseñarles que todas las riquezas dependen de Dios y no deben servir sino a su amor. Las riquezas deben contribuir a mantener a Dios y Jesucristo en toda sociedad y, por consiguiente, deben servir a establecer y desarrollar la Realeza Social de Jesucristo en el universo entero.

tomado de STAT-VERITAS

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