domingo, 2 de mayo de 2010

EL SILENCIO : Estatutos de la Orden Cartujana


El silencio

Dios ha conducido a su siervo a la soledad para hablarle al corazón ; pero sólo el que escucha en silencio percibe el susurro de la suave brisa que manifiesta al Señor. Aunque al principio nos resulte duro callar, gradualmente, si somos fieles, nuestro mismo silencio irá creando en nosotros una atracción hacia un silencio cada vez mayor.

Por eso, no les está permitido a los hermanos hablar indistintamente lo que quieran, con quienes quieran o el tiempo que quieran. Sin embargo, pueden hablar de lo que sea útil para su trabajo, pero en pocas palabras y en voz baja. Más allá de lo que corresponde a la utilidad del trabajo, sólo pueden hablar con permiso, tanto con los monjes como con los extraños.

Como la guarda del silencio es de suma importancia en la vida de los hermanos, es preciso que guarden cuidadosamente esta regla. En los casos dudosos no previstos por la ley, queda a la discreción de cada cual el juzgar si le está permitido hablar y cuánto, según su conciencia y la necesidad.

La devoción al Espíritu que habita en nosotros y la caridad fraterna piden que los hermanos cuenten y midan sus palabras cuando les está permitido hablar. Es de creer que un coloquio largo e inútilmente prolongado contrista más al Espíritu Santo y disipa más que pocas palabras, incluso ilícitas, pero en seguida interrumpidas. Frecuentemente, la conversación que comienza siendo útil, degenera pronto en inútil, para terminar siendo reprensible.

Los Domingos y Solemnidades, y también los días dedicados especialmente al retiro, guardan con más cuidado el silencio y la celda. Todos los días, desde el toque vespertino del Ángelus hasta Prima, debe reinar en toda la Casa un silencio perfecto, que no podemos quebrantar sin verdadera y urgente necesidad. Porque este tiempo de la noche, según los ejemplos de la Escritura y el sentir de los antiguos monjes, favorece de un modo especial el recogimiento y el encuentro con Dios.

No se permitan tampoco los hermanos dirigir la palabra sin permiso a los seglares que llegan, ni conversar con ellos ; únicamente se les permite devolver el saludo a los que encuentren al paso o se les acerquen, y responder brevemente a lo que les pregunten, excusándose con que no tienen permiso para hablar más.

La guarda del silencio y el recogimiento interior requieren una especial vigilancia de parte de los hermanos, que tienen tantas ocasiones de hablar. No podrán ser perfectos en este punto, si no procuran atentamente andar en la presencia de Dios.

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