jueves, 8 de julio de 2010

A TRES AÑOS DEL MOTU PROPRIO SUMMORUM PONTIFICUM

La Voz de la Tradición Católica – 24 horas on-line para que Cristo Reine

A TRES AÑOS DEL MOTU PROPRIO SUMMORUM PONTIFICUM

Miércoles 7 Julio 2010
por Radio Cristiandad


LA DIALÉCTICA DE LA MISA

¿HACIA UNA SÍNTESIS?

Por el P. Juan Carlos Ceriani

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Un poco de historia

Después de implementar sagaces reformas preparatorias, en abril de 1969 se publica un Novus Ordo Missae. Desde entonces, dos Misas dividen trágicamente a los católicos.

Desde 2007, Benedicto XVI, por medio del Motu proprio Summorum Pontificum, da la impresión de querer preparar oficialmente una “tercera misa”, es decir, la síntesis entre la Misa Romana y el fruto de la reforma protestantizante de Pablo VI.

¿Cómo hemos llegado aquí?

Pablo VI quiso, explícitamente y de hecho, reemplazar el Ordo Tradicional por el des-Ordo Nuevo; hacer que el Novus Ordo Missae ocupase de hecho el lugar del Antiguo.

Pero, de derecho, Pablo VI nunca abrogó la Misa Romana, e incluso ni siquiera la prohibió.

Contrariamente a lo que muchos querían hacer creer y otros muchos creían, la Misa Romana continuó siendo, desde un punto de vista estrictamente jurídico y canónico, la Misa oficial y única del Rito Latino Romano de la Iglesia Católica.

El Misal Romano no había sido abrogado.

Hasta el 7 de julio de 2007, era claro, para quien lo quisiera ver, que todo sacerdote tenía el deber (y por lo tanto el derecho) de rezar la Santa Misa conforme a ese Misal.

Pero de hecho, desde 1969, los sacerdotes que deseaban mantener la Misa Romana fueron brutalmente perseguidos por los partidarios de la Nueva Misa.

Por lo tanto, el mantenimiento del Misal Romano tuvo que llevarse a cabo en una aparente y creciente desobediencia: fundación de seminarios y prioratos, ocupación de iglesias, construcción de centros de Misa, ordenaciones sacerdotales, consagraciones episcopales…

Fue entonces, y sólo para obstaculizar y reabsorber esta legítima reacción, que el Vaticano se interesó por la Misa Romana.

Las medidas adoptadas por la Roma modernista y anticristo tendían realmente a sofocar y eliminar el Misal Romano, y no a conservarlo y difundirlo.

En octubre de 1984, Juan Pablo II firmó un primer indulto, por el cual autorizaba a los obispos conceder, bajo ciertas condiciones, la Misa Romana.

De hecho, fue una acción de ahogo y de opresión, dado que la Misa Romana nunca había sido abrogada, y porque las condiciones impuestas para permitirla no eran, pues, necesarias.

Aceptar esas condiciones, equivalía reconocer la abrogación del Misal Romano.

Además, esos requisitos llevaban su veneno, porque el indulto se podía conceder únicamente a aquellos que no tenían nada en común (nullam partem) con los católicos que cuestionan la rectitud doctrinal y canónica de la Nueva Misa.

Por lo tanto, se los privaba completamente de todo argumento para el día que se decidiese retirar el indulto, la grosera e insultante autorización.

La maniobra fue tan evidente, la trampa tan poco disimulada, que muy pocos se dejaron atrapar.

En julio de 1988, debido a las consagraciones episcopales realizadas por Monseñor Marcel Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer, la operación es nuevamente intentada.

En los papeles, las condiciones son las mismas de 1984: no se declara obligatoria la Misa Romana; ni siquiera se la permite universalmente, sino sólo para algunos grupos de fieles y para algunos sacerdotes.

Además, tanto unos como otros son impelidos a admitir la nueva misa protestantizante.

En julio de 2007, en el Motu proprio de Benedicto XVI, encontramos una vez más el mismo desprecio por la Misa Romana… Pero este desdén ha sido capaz de adaptarse a las circunstancias y ha sabido aceptar, con sagacidad sibilina, la realidad de la defensa del Misal Romano y del rechazo del Nuevo Misal.

De este modo, se busca distorsionar esa defensa y ese rechazo, al mismo tiempo que se ofrecen componendas.

Pero, el objetivo es siempre el mismo: eliminar el Misal Romano.

Lo veamos o no, nos guste o no, lo aceptemos o no, el hecho es innegable: la Misa Romana y el Novus Ordo Missae son irreconciliables; uno excluye a la otra y viceversa. Si se adopta uno, eso conduce necesariamente al rechazo de la otra.

Debemos convencernos: la misa bastarda de Pablo VI no tiene otra razón de ser que la supresión de la Misa Romana.

Por lo tanto, no existen dos ritos frente a frente; el enfrentamiento es aparente: sólo existe el Rito Romano enfrentado a su destrucción…

Los dos indultos de 1984 y 1988, verdaderos insultos a la Misa Romana, fueron simples etapas de esa destrucción.

Algunos sacerdotes y laicos ilusos cayeron en la trampa de estos pasos intermedios…, necesarios al proceso revolucionario.

De todos modos, una cosa es cierta: lo que estaba bloqueando el funcionamiento de la máquina revolucionaria era el grupo de irreductibles, que mantenía la defensa de la Misa Romana y el rechazo de la bastarda, sin aceptar compromisos.

La prioridad de los revolucionarios, la supresión de la Misa Romana, los llevó a establecer una pausa, rebobinar e incluso hacer concesiones más grandes…, todo lo necesario para eliminar el grano de arena que impide que el engranaje lleve a cabo su obra funesta.

La dialéctica ratzingeriana

Todas las revoluciones avanzan del mismo modo: a la posición tradicional la denominan tesis; la enfrentan con lo que llaman la antitesis, que asusta por su carácter radical.

A continuación, proponen a los reaccionarios conservadores un acuerdo, una conciliación, la síntesis

Esta síntesis, aceptada por los conservadores ilusos, rápidamente se convierte en nueva tesis, a la cual, a su vez, se enfrenta con otra antitesis…, etc.…, y la Revolución continúa avanzando.

Comprender este derrotero por pasos, estas pausas que la Revolución está obligada a hacer para digerir su presa, es entender el retorno aparente al orden…, es comprender lo quimérico y engañoso de la luz de esperanza, de la pequeña ola, de la restauración ya comenzada

Para la Revolución es necesaria la sucesión de anarquía y reorganización; reorganizar es indispensable para establecer su objetivo, como el Código de Napoleón, de apariencia conservadora, sirvió para legalizar los logros de 1789.

Este progreso dialéctico puede hacerse tan lentamente como sea necesario; lo único que importa es que se haga en la dirección correcta.

La Revolución Conciliar permitirá, si es necesario incluso por largo tiempo, que los sacerdotes celebren la Misa Romana, porque lo esencial es que acepten un rito ambiguo. El resto vendrá después. Todas las concesiones son posibles para lograr ese objetivo. Y si es necesario proceder por etapas para lograrlo, se hará.

Mientras la Revolución reine en la Liturgia y en la Iglesia, sólo el Rito Romano sigue siendo la referencia absoluta; y cualquier reconocimiento del rito ilegítimo es un compromiso, y, por lo tanto, una ayuda prestada a los destructores.

A la luz de estas reflexiones podemos juzgar el Motu proprio de Benedicto XVI.

La función del Motu proprio

La fórmula según la cual la Misa Romana nunca ha sido abrogada en cuanto forma extraordinaria de la liturgia del Rito Romano es una de las ideas más inteligentes para armonizar la Misa Romana con la doctrina modernista.

La realidad es que, si Benedicto XVI pretendía legitimar la misa bastarda, no podía seguir afirmando que la Misa Romana había sido abrogada.

Por lo tanto, era necesario resolver el problema con inteligencia, y hacer creer que la nueva misa es la continuación y expresión legítima de la Liturgia del Rito Romano.

Era imperioso decir que El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la “Lex orandi” de la Iglesia católica de rito latino.

Además, en su afán de síntesis dialéctica, no era posible que Benedicto XVI dejase transparentar la más mínima sospecha de ruptura o cisma litúrgico.

Era ineludible decir que:

El Misal Romano promulgado por San Pío V y reeditado por el bienaventurado Juan XXIII debe considerarse como la expresión extraordinaria de la misma “Lex orandi” y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo.

Era forzoso afirmar que Estas dos expresiones de la “lex orandi” de la Iglesia no inducen ninguna división de la “lex credendi” de la Iglesia; son, de hecho, dos usos del único rito romano.

En consecuencia, aparece claramente lo que constituye la verdadera razón de la declaración de la no abrogación de la Misa Romana como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia: es el famoso “un paso atrás, dos pasos adelante”.

Sería ridículo pensar que el cambio de posición en el terreno de combate es debido a un inicio de restauración… Es una estrategia de acercamiento hacia la Tradición, ¡sí!…, pero para intentar envolverla y destruirla…

No se trata de una restauración. Es todo lo contrario: consolidar y legitimar la nueva misa y el Concilio Vaticano II, sin fracturas trágicas o dramáticas; hacer creer que se trata de una evolución suave, y asegurarse de que ambos sean universalmente reconocidos, aceptados y admitidos de forma pacífica.

Quienes pretenden demostrar que el Concilio Vaticano II no es un cisma doctrinal, del mismo modo quieren probar que la Nueva Misa no es un cisma litúrgico; antes bien, que ambos son el resultado de un desarrollo vital, que debe ser asumido y aceptado.

Para comprender la estrategia de Benedicto XVI con su Motu proprio, hay que referirse al discurso que dio ante la Curia Romano el 22 de diciembre de 2005.

Al leerlo y reflexionarlo, aparece claro que Benedicto XVI intenta hacer creer que entre la Doctrina Infalible de Iglesia y la nueva doctrina conciliar no hay ninguna discontinuidad. En pocas palabras, nos dice que la Lex credendi hodierna e innovadora es la misma que la tradicional y perenne.

Ahora bien, sabemos muy bien que la Lex orandi es la expresión litúrgica de la Lex credendi.

Por lo tanto, después de haber resuelto en 2005 la cuestión de la Lex credendi, era necesario zanjar la cuestión de la Lex orandi.

Esta fue la misión del Motu proprio de 2007.

Algunas personas, clérigos y laicos, creyeron que la batalla por la Misa se había ganado, y que ahora se debía librar la batalla por la doctrina.

Pero, considerando bien todas las cosas, lo que aparece con claridad es que para Benedicto XVI se cerró el capítulo… No se trata de un comienzo, sino del término del debate: la nueva doctrina conciliar es la misma que la Doctrina Tradicional; del mismo modo, la nueva liturgia conciliar es coherente con la antigua Liturgia Romana.

El artículo 1º del Motu proprio

Aunque resulte redundante, debemos analizar en detalle este artículo 1º, que comienza de este modo:

El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la “Lex orandi” de la Iglesia católica de rito latino.

El Misal Romano promulgado por San Pío V y reeditado por el bienaventurado Juan XXIII debe considerarse como la expresión extraordinaria de la misma “Lex orandi” y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo.

Estas dos expresiones de la “lex orandi” de la Iglesia no inducen ninguna división de la “lex credendi” de la Iglesia; son, de hecho, dos usos del único rito romano.

Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgada por el bienaventurado Juan XXIII en 1962, y nunca abrogada, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia.

El Rito Romano de la Santa Misa nunca ha perdido su derecho.

Si se reconoce el Motu proprio del 7 de julio de 2007, es necesario aceptar que el Rito Romano perdió, de jure, su condición de única forma ordinaria y oficial.

La Roma anticristo y modernista, por medio del Motu proprio, humilló el Rito Romano de la Santa Misa, intentando relegarlo a la condición de “forma extraordinaria” y uniéndolo al “rito bastardo”, que sería la “forma ordinaria” del único Rito Romano.

Si se reconoce el Motu proprio del 7 de julio de 2007, es necesario aceptar que el Misal Romano ya no es la expresión ordinaria; y que, por lo tanto, al menos de manera implícita, debe ser considerado abrogado como expresión ordinaria de la Liturgia Romana de la Iglesia.

Debemos resaltar que el Motu proprio permite una doble lectura:

a) Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgada por el bienaventurado Juan XXIII en 1962, y nunca abrogada, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia.

(Proinde licet celebrare Sacrificium Missae iuxta editionem typicam Missalis Romani a B. Ioanne XXIII anno 1962 promulgatam et nunquam abrogatam, uti forman extraordinariam Liturgiae Ecclesiae.)

Y esto es una confirmación de la conclusión anterior: el Misal romano promulgado por S. Pío V debe darse como abrogado en cuanto forma ordinaria de la Liturgia de la Iglesia.

b) Por eso es lícito celebrar, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia, el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgada por el bienaventurado Juan XXIII en 1962, y nunca abrogada.

(Proinde licet celebrare, uti forman extraordinariam Liturgiae Ecclesiae, Sacrificium Missae iuxta editionem typicam Missalis Romani promulgatam a B. Ioanne XXIII anno 1962, et nunquam abrogatam.)

Pero, ¿por qué es lícito celebrar como forma extraordinaria y no como forma ordinaria?

Se conoce la respuesta…: pues como forma ordinaria ha sido abrogada…

Para ajustarse a la realidad, aquellos que aceptan el Motu proprio deberían sacar algunas conclusiones inexorables, pues es sabido que, puestas las premisas, se siguen las conclusiones.

Estimado lector, usted conoce ya esas conclusiones, pero, por las dudas, las resumo ahora:

La Misa Romana no se abrogó nunca como forma extraordinaria.

La Misa Romana se abrogó como forma ordinaria.

Está permitido celebrar la Misa Romana como forma extraordinaria.

Está prohibido celebrar la Misa Romana como forma ordinaria.

Por lo tanto, el estado de Derecho de la Misa Romana, como Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia, es el siguiente:

1) Hasta 1969, la Misa Romana era la única Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia.

2) Desde 1969 hasta el 7 de julio de 2007, en la realidad y en la verdad del Derecho, la Misa Romana continuó siendo la única Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia.

3) Según el Motu Proprio y la Carta a los Obispos de julio de 2007, la Misa Romana ya no sería la Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia. Sería la forma extraordinaria…

La Carta a los Obispos

Leamos ahora el artículo 1º del Motu proprio a la luz de la Carta a los Obispos:

A) Dice el Motu proprio:

El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la “Lex orandi” de la Iglesia católica de rito latino.

A’) Dice la Carta a los Obispos:

Es necesario afirmar, en primer lugar, que el Misal publicado por Pablo VI y reeditado después en dos ediciones sucesivas por Juan Pablo II, obviamente es y permanece la Forma normal – la Forma ordinaria – de la Liturgia Eucarística.

B) Dice el Motu proprio:

El Misal Romano promulgado por San Pío V y reeditado por el bienaventurado Juan XXIII debe considerarse como la expresión extraordinaria de la misma “Lex orandi” y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo.

B’) Dice la Carta a los Obispos:

La última redacción del Missale Romanum, anterior al Concilio, que fue publicada con la autoridad del Papa Juan XXIII en 1962 y utilizada durante el Concilio, podrá, en cambio, ser utilizada como Forma extraordinaria de la Celebración litúrgica (…) El nuevo Misal permanecerá, ciertamente, la Forma ordinaria del Rito Romano, no sólo por la normativa jurídica sino por la situación real en que se encuentran las comunidades de fieles.

C) Dice el Motu proprio:

Estas dos expresiones de la “lex orandi” de la Iglesia no inducen ninguna división de la “lex credendi” de la Iglesia; son, de hecho, dos usos del único rito romano.

C’) Dice la Carta a los Obispos:

No es apropiado hablar de estas dos redacciones del Misal Romano como si fueran “dos Ritos”. Se trata, más bien, de un doble uso del mismo y único Rito.

No hay ninguna contradicción entre una y otra edición del Missale Romanum.

Por lo demás, las dos Formas del uso del Rito romano pueden enriquecerse mutuamente

D) Dice el Motu proprio:

Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgada por el bienaventurado Juan XXIII en 1962, y nunca abrogada, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia.

D’) Dice la Carta a los Obispos:

Por lo que se refiere al uso del Misal de 1962, como Forma extraordinaria de la Liturgia de la Misa, quisiera llamar la atención sobre el hecho de que este Misal no ha sido nunca jurídicamente abrogado y, por consiguiente, en principio, ha quedado siempre permitido.

E) Dice el Motu proprio:

Sin embargo, las condiciones para el uso de este Misal establecidas en los documentos anteriores “Quattuor abhinc annis” y “Ecclesia Dei”, se sustituirán como se establece a continuación.

E’) Dice la Carta a los Obispos:

Obviamente para vivir la plena comunión los sacerdotes de las Comunidades que siguen el uso antiguo no pueden, en principio, excluir la celebración según los libros nuevos. En efecto, no sería coherente con el reconocimiento del valor y de la santidad del nuevo rito la exclusión total del mismo.

¿Complicidad?

Los Superiores de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X estaban al tanto de la distinción entre forma ordinaria y forma extraordinaria.

Tenemos 6 pruebas de ello, las cuales presento en forma cronológica, a pesar de que, como ya lo he explicado con anterioridad, la llegada a mi conocimiento no ha sido en ese orden.

DICI No 94, octubre de 2004. Se reseña la entrevista del Presidente de Una Voce Internacional con el Cardenal Castrillón Hoyos.

El Presidente resume la visita: “El 13 de marzo, estaba en Roma donde tuve la ocasión de hacer la vuelta por los dicasterios del Vaticano.

Encontré a Su Eminencia, el cardenal presidente de la Comisión Ecclesia Dei. (…) El cardenal nos recibió muy cordialmente y nos consagró una hora entera. Destacó que él apreciaba el antiguo rito que él mismo había celebrado desde 1952, fecha de su ordenación, hasta 1965.

El cardenal rechazó la opinión que considera el antiguo rito como un rito separado, como, por ejemplo, el rito bizantino o el rito armenio.

“Sólo hay un único rito romano”, insistió, “y este rito romano tiene distintas formas”.

Así, pues, según su modo de ver, el antiguo rito no es un rito propio, pero el antiguo y el nuevo son dos formas de uno sólo y mismo rito.”

Cor Unum Nº 85, octubre de 2006. Palabras de Monseñor Bernard Fellay:

“Los preliminares se convierten en instrumentos para hacer avanzar hacia este objetivo.

Reintroducir, volver a dar todos sus derechos a la Santa Misa y dejar actuar su poder de gracia. ¿Nos atreveríamos hablar de nuestro Caballo de Troya?

(…) Y mientras se nos anuncia la llegada de un motu proprio que sustituiría el de 1988 para dar aún más libertad a la misa, un derecho igual a la nueva misa, mientras que el Instituto del Buen Pastor indica orgullosamente a su “derecho exclusivo” a la antigua misa, el firmante del decreto de erección, Mons. Perl, va al Barroux para fustigar a los sacerdotes refractarios a la nueva misa y empujarlos a ella…”

Homilía de Mons. Bernard Fellay, para los 30 años de la restitución de la iglesia Saint-Nicolas-du-Chardonnet, domingo 18 de febrero de 2007. DICI del 10 de marzo de 2007:

“Se dice, y se puede pensar que es así, que Benito XVI quiere volver a dar a la Iglesia el culto tradicional. A pesar de muchas vacilaciones, a pesar de oposiciones feroces, no abandonó su proyecto que debería un día comunicársenos en forma de un motu proprio.

¿Cuándo llegará eso? No sabemos nada.

¿Cuáles son las disposiciones de este texto? No sabemos nada.

Según lo que se nos dice, se podría esperar encontrar una igualdad de derecho entre la antigua y nueva misa.

Obviamente no es suficiente. Pero es un primer paso. Y probablemente, humanamente hablando, un paso necesario.

Si eso se hace, no pienso que sea necesario esperar un movimiento de masa de vuelta a la antigua misa.

Es una situación en primer lugar de derecho que se restablece y que debería permitir a los que en la Iglesia lo desean, de tener un acceso más fácil a esta misa.

Pero para que llegue a imponerse actualmente contra la obstrucción de los obispos, sería necesaria una energía feroz que hasta ahora no se ve en Roma.

Por el contrario, ¿quién sabe si esta energía no se encontrará en los beneficiarios – en los fieles, en los sacerdotes – que desean esta misa?

¡Quién sabe si poco a poco, retomando gusto por la antigua misa, los sacerdotes crecerán en gran número, y finalmente – después de Dios sabe cuánto años! verá el antiguo rito suplantar el nuevo, encontrar de verdad su lugar en la Iglesia. No creo que eso se hará en un día. Es necesario desconfiar de ilusiones.”

Benedicto XVI y los tradicionalistas (Padre Grégoire Celier – O. Pichon. Libro editado en febrero de 2007; página 201):

“Según los ruidos autorizados que han corrido estos últimos meses, Roma consideraría ahora que, del único rito romano, existe una forma ordinaria (la nueva liturgia) y una forma extraordinaria (la liturgia tradicional) ambas teniendo derecho de ciudadanía.”

Intervención del cardenal Castrillón Hoyos en el Va Asamblea de los obispos de América Latina, el 18 de mayo de 2007:

“El Santo Padre piensa que llegó el tiempo de facilitar, como lo había querido la primera Comisión Cardenalicia en 1986, el acceso a esta liturgia, haciendo de ella una forma extraordinaria del único rito romano.”

Nouvelles de Chrétienté Nº 106, julio-agosto de 2007:

Pregunta: Monseñor, aunque el Motu proprio, que debe dar alguna libertad a la misa tridentina, se haga esperar, ¿piensa usted, a la luz de las declaraciones recientes del cardenal Castrillón Hoyos a los obispos de Sudamérica, que esta libertad corresponderá a esto que usted espera como primer preliminar en el marco de sus debates con Roma?

Respuesta: “Si se lee el texto del cardenal Castrillón, afirma apenas – pero no es poco – una igualdad de ritos.

Uno extraordinario, y el otro, la nueva misa, es considerada como el modo ordinario.

En esta distinción, el modo extraordinario es un poco disminuido, como dejado de lado.

Se lo saca del armario para algunas ocasiones, y se encarniza a afirmar: “No es en absoluto una vuelta atrás, no es un cuestionamiento de la reforma litúrgica”, se toman todas las advertencias oratorias para desactivar el argumento que diría que el papa actual está descartando la nueva misa.”

Relaciones entre la Fe y la Liturgia

Se habla mucho de la llamada “liberalización de la misa por el papa Benito XVI”.

Se la presenta, incluso, como un indicio de restauración en la Iglesia y como el primer paso de una vuelta a la fe para numerosos sacerdotes y laicos.

¿Qué debemos pensar de esto?

Rezar o celebrar la Misa Romana no significa, de modo absoluto, adherir a toda la Doctrina Tradicional y rechazar todo los errores del concilio Vaticano II y del modernismo.

Por lo tanto, a partir del Motu proprio, nos vemos obligados a distinguir a los sacerdotes según su doctrina y no ya solamente según la Misa que celebran. Ahora la distinción es más sutil y difícil. Hasta ahora bastaba saber qué misa celebraban.

Por otra parte, no hay que caer en la seductora ilusión de que el rezo de la Misa Romana, por sí solo, pueda suministrar al sacerdote y a los laicos la sana doctrina.

Como prueba de esto tenemos a los ortodoxos, que nunca han cambiado la liturgia desde hace siglos y que, con todo, permanecen fuera de la Iglesia, cismáticos y herejes.

Sabemos que durante el Concilio Vaticano II todos los obispos celebraban la Misa Romana, y con todo se infiltró a este concilio un espíritu y unos principios contrarios a la Tradición de la Iglesia.

Más recientemente, los institutos que se acogieron a los indultos de 1984 y 1988 y entraron en la Comisión Ecclesia Dei, después de su acuerdo con Roma, poco a poco, aceptaron la rectitud canónica, doctrinaria e incluso práctica de la Nueva Misa, así como las nuevas doctrinas resultantes del concilio Vaticano II, celebrando, al mismo tiempo, la Misa Romana.

Todos estos hechos muestran que la santidad de la Misa no basta para conservar la fe o recuperarla.

¿Cuál es la razón?

Se puede conservar del rito y de las ceremonias de la Misa lo que aportan a la sensibilidad religiosa, a las preferencias estéticas por un rito antiguo, al “deseo espiritual” y a las “justas aspiraciones” de un alma sedienta de cosas bellas y sagradas.

Pero allí no se tiene en cuenta la doctrina, ni incluso la religión. Sólo cuenta lo que satisface a algunos deseos y aspiraciones religiosas. Es el sentimiento el que guía y no la fe. No se ve o no se quiere ver la relación entre el la liturgia y la doctrina.

Se podrá objetar que la buena liturgia está necesariamente vinculada con doctrina buena, según el proverbio Lex orandi, lex credendi es decir, la ley del rezo, es la ley de la fe.

Sí, los dos están vinculados, pero no en el sentido que se querría hacernos admitir. La verdad es que la ley de la fe es la que establece la del rezo, pero no a la inversa, salvo que sea para deformar la fe por medio de una liturgia espuria.

Pio XII lo señaló muy bien en su encíclica Mediator Dei:

El derecho incuestionable de la jerarquía eclesiástica es corroborado aún por el hecho de que la liturgia sagrada está en conexión íntima con los principios doctrinales que son enseñados por la Iglesia como puntos de verdad cierta, y por el hecho de que ella debe ajustarse a los preceptos de la fe católica decretados por el magisterio supremo para garantizar la integridad de la religión revelada de Dios.

A este respecto, juzgamos deber sacar a la luz exacta esto que no ignoráis seguramente, Venerables Hermanos: a saber, el error de los que consideraron la liturgia como una especie de experiencia de las verdades que deben retenerse como de fe; de modo que si una doctrina hubiera producido, por medio de los ritos litúrgicos, frutos de piedad y de santificación, la Iglesia la aprobaría, y que la rechazaría en el caso contrario. De ahí procedería el axioma Lex orandi, lex credendi; la norma del rezo es la norma de la creencia.

Pero no es eso lo que enseña, no es eso lo que prescribe la Iglesia. El culto que es dado por ella a Dios santísimo, como lo dice de manera expresiva san Agustín, es una profesión continua de fe católica y un ejercicio de esperanza y caridad.

En la liturgia sagrada profesamos la fe católica expresa y abiertamente, no sólo por la celebración de los misterios, la realización del sacrificio, la administración de los sacramentos, sino también recitando o cantando el “Símbolo” de la fe, que es como la marca distintiva de los cristianos, y así mismo leyendo los otros textos, y sobre todo las Sagradas Escrituras inspiradas por el Espíritu-Santo. Toda la liturgia, pues, contiene la fe católica, en cuanto ella testimonia públicamente la fe de la Iglesia.

Esta es la razón por la que, cada vez que se trató de definir una verdad divinamente revelada, los Soberanos Pontífice y los concilios, cuando exploraban en las “fuentes teológicas”, extrajeron muchos argumentos de esta disciplina sagrada; tal, por ejemplo, Nuestro Predecesor de inmortal memoria Pío IX, cuando decretó la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

Y así mismo la Iglesia y los santos Padres, cuando discutían de alguna verdad dudosa y controvertida, no descuidaban pedir explicaciones a los venerables ritos transmitidos desde la antigüedad.

De allí viene el axioma conocido y respetable: Legem credendi lex statuat supplicandi, que la norma del rezo establezca la norma de la creencia.

Así pues, la santa liturgia no designa y no establece la fe católica absolutamente y por su propia autoridad, sino más bien, siendo una profesión de las verdades celestiales sujetas al supremo magisterio de la Iglesia, ella puede proporcionar argumentos y testimonios de gran valor para decidir un punto particular de la doctrina cristiana.

Que si se quiere distinguir y determinar de una manera absoluta y general las relaciones entre la fe y la liturgia, se puede decir a justo título: Lex credendi legem statuat supplicandi, que la norma de la creencia establezca la norma del rezo.

Y es necesario hablar así mismo cuando se trata de las otras virtudes teologales: In… fide, spe, caritate continuato desiderio semper oramus, rogamos siempre y con un ardor continuo, en la fe, la esperanza y la caridad.

Se ve, pues, por este texto de Pío XII, que la Liturgia está en dependencia de la Fe y no al revés: se puede honrar a Dios por la Liturgia, si se tienen de antemano la Fe recta, la Esperanza verdadera y la Caridad genuina.

Dicho de otro modo: la Liturgia y la Misa no pueden hacer profesar y alimentar la Fe sino en los que ya la poseen.

Es importante recordar que la Misa no tiene por finalidad enseñar. Esto corresponde a los cursos de Catecismos y a los sermones.

La finalidad de la Misa es unir al sacrificio de Jesucristo al que ya cree en este misterio.

Es prácticamente imposible que cumplan con los cuatro fines del Sacrificio de la Misa, y sobre todo con la adoración y la satisfacción por los pecados, los que deformados por el Vaticano II sólo honran al progreso de la Humanidad y ya no creen en el pecado y sus penas.

Por otra parte, si bien la Misa da a conocer algunas verdades de la fe, conocer no es creer. Todo depende de las disposiciones del que asiste a la Misa o la reza.

Si en una mentalidad modernista y liberal introducimos lo que la Misa Romana enseña sobre la Fe y la doctrina, el resultado será semejante (con la diferencia abismal que existe) a lo que sucedería si ponemos un buen vino en una botella que contenía perfume o nafta.

Esto da una mala mezcla, que no es otra cosa que el Vaticano II: la relativización de toda verdad.

Teniendo cada uno su herencia, sus valores y su sensibilidad (para hablar como lo hacen los modernistas, con Juan Pablo II y Benedicto XVI a la cabeza), ese perfume y esa nafta relativizarán y echarán a perder aquello con lo cual la Misa Romana pudiese enriquecerlos.

Conclusión

La Misa no basta para corresponder a la Fe.

¿Por el birritualismo, la vuelta a la Fe?

¡No!, sino más bien, por la verdadera Fe, la vuelta a la única Misa Romana.

Si las autoridades oficiales de la Iglesia no regresan a la profesión íntegra de la Fe, sin rupturas con la Tradición, su dialéctica con el Misal Romano no dejará de ser una diabólica astucia.

Por esta razón, después de librarse de la trampa del Protocolo y de haber transmitido el episcopado por las consagraciones de junio de 1988, hablando sobre las posibles futuras relaciones con Roma, Monseñor Marcel Lefebvre dijo:

Plantearía la cuestión a nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con las grandes Encíclicas de todos los Papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están en plena comunión con estos Papas y con sus afirmaciones? ¿Aceptan aún el Juramento Antimodernista? ¿Están a favor del Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo?”

Si no aceptan la doctrina de sus antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio considerando la doctrina de estos Papas que los precedieron, no hay diálogo posible. Es inútil. Las posiciones quedarían así más claras.

No es una pequeña cosa la que nos opone.

No basta que se nos diga: “pueden rezar la Misa antigua, pero es necesario aceptar esto”.

No, no es solamente eso lo que nos opone, es la Doctrina. Queda claro.

Creíamos que había quedado claro…

Pero, desde el año 2000, las cosas se enturbiaron…

Más particularmente, desde el 7 de julio de 2007, las cosas son muy oscuras…

Y después de la aceptación del levantamiento de las excomuniones, en enero de 2009, la situación tiene un negro porvenir.

Ahora la Fraternidad Sacerdotal San Pío X reconoce abiertamente que, manteniendo las relaciones doctrinales con Roma, se aparta de esas palabras del fundador después de las consagraciones de junio de 1988 (*).

Nosotros, junto con Monseñor Marcel Lefebvre, queremos seguir la Tradición doctrinal y litúrgica: No es una pequeña cosa la que nos opone.

No basta que se nos diga: “pueden rezar la Misa antigua, pero es necesario aceptar esto”.

No, no es solamente eso lo que nos opone, es la Doctrina.

(*) En efecto, en el artículo Roma y Ecône: Preguntas y Respuestas, publicado en la revista Fideliter Nº 189, mayo-junio de 2009, páginas 64-66, que he analizado en septiembre de 2009, se lee:

Aquello en lo cual la Fraternidad se aparta es que, allí donde Monseñor Lefebvre preconizaba un cuestionamiento de orden doctrinal, veinte años después, la Fraternidad ha optado por tres etapas, de las cuales:

la primera es a la vez disciplinar y litúrgica (libertad para la misa),

la segunda disciplinar (decreto del 21 de enero),

la tercera a la vez doctrinal y experimental (discusiones doctrinales).

Ver en:

http://radiocristiandad.wordpress.com/2009/09/17/comentarios-sobre-fideliter-189-por-el-p-juan-carlos-ceriani/

Miércoles 7 Julio 2010
por Radio Cristiandad


LA DIALÉCTICA DE LA MISA

¿HACIA UNA SÍNTESIS?

Por el P. Juan Carlos Ceriani

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Un poco de historia

Después de implementar sagaces reformas preparatorias, en abril de 1969 se publica un Novus Ordo Missae. Desde entonces, dos Misas dividen trágicamente a los católicos.

Desde 2007, Benedicto XVI, por medio del Motu proprio Summorum Pontificum, da la impresión de querer preparar oficialmente una “tercera misa”, es decir, la síntesis entre la Misa Romana y el fruto de la reforma protestantizante de Pablo VI.

¿Cómo hemos llegado aquí?

Pablo VI quiso, explícitamente y de hecho, reemplazar el Ordo Tradicional por el des-Ordo Nuevo; hacer que el Novus Ordo Missae ocupase de hecho el lugar del Antiguo.

Pero, de derecho, Pablo VI nunca abrogó la Misa Romana, e incluso ni siquiera la prohibió.

Contrariamente a lo que muchos querían hacer creer y otros muchos creían, la Misa Romana continuó siendo, desde un punto de vista estrictamente jurídico y canónico, la Misa oficial y única del Rito Latino Romano de la Iglesia Católica.

El Misal Romano no había sido abrogado.

Hasta el 7 de julio de 2007, era claro, para quien lo quisiera ver, que todo sacerdote tenía el deber (y por lo tanto el derecho) de rezar la Santa Misa conforme a ese Misal.

Pero de hecho, desde 1969, los sacerdotes que deseaban mantener la Misa Romana fueron brutalmente perseguidos por los partidarios de la Nueva Misa.

Por lo tanto, el mantenimiento del Misal Romano tuvo que llevarse a cabo en una aparente y creciente desobediencia: fundación de seminarios y prioratos, ocupación de iglesias, construcción de centros de Misa, ordenaciones sacerdotales, consagraciones episcopales…

Fue entonces, y sólo para obstaculizar y reabsorber esta legítima reacción, que el Vaticano se interesó por la Misa Romana.

Las medidas adoptadas por la Roma modernista y anticristo tendían realmente a sofocar y eliminar el Misal Romano, y no a conservarlo y difundirlo.

En octubre de 1984, Juan Pablo II firmó un primer indulto, por el cual autorizaba a los obispos conceder, bajo ciertas condiciones, la Misa Romana.

De hecho, fue una acción de ahogo y de opresión, dado que la Misa Romana nunca había sido abrogada, y porque las condiciones impuestas para permitirla no eran, pues, necesarias.

Aceptar esas condiciones, equivalía reconocer la abrogación del Misal Romano.

Además, esos requisitos llevaban su veneno, porque el indulto se podía conceder únicamente a aquellos que no tenían nada en común (nullam partem) con los católicos que cuestionan la rectitud doctrinal y canónica de la Nueva Misa.

Por lo tanto, se los privaba completamente de todo argumento para el día que se decidiese retirar el indulto, la grosera e insultante autorización.

La maniobra fue tan evidente, la trampa tan poco disimulada, que muy pocos se dejaron atrapar.

En julio de 1988, debido a las consagraciones episcopales realizadas por Monseñor Marcel Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer, la operación es nuevamente intentada.

En los papeles, las condiciones son las mismas de 1984: no se declara obligatoria la Misa Romana; ni siquiera se la permite universalmente, sino sólo para algunos grupos de fieles y para algunos sacerdotes.

Además, tanto unos como otros son impelidos a admitir la nueva misa protestantizante.

En julio de 2007, en el Motu proprio de Benedicto XVI, encontramos una vez más el mismo desprecio por la Misa Romana… Pero este desdén ha sido capaz de adaptarse a las circunstancias y ha sabido aceptar, con sagacidad sibilina, la realidad de la defensa del Misal Romano y del rechazo del Nuevo Misal.

De este modo, se busca distorsionar esa defensa y ese rechazo, al mismo tiempo que se ofrecen componendas.

Pero, el objetivo es siempre el mismo: eliminar el Misal Romano.

Lo veamos o no, nos guste o no, lo aceptemos o no, el hecho es innegable: la Misa Romana y el Novus Ordo Missae son irreconciliables; uno excluye a la otra y viceversa. Si se adopta uno, eso conduce necesariamente al rechazo de la otra.

Debemos convencernos: la misa bastarda de Pablo VI no tiene otra razón de ser que la supresión de la Misa Romana.

Por lo tanto, no existen dos ritos frente a frente; el enfrentamiento es aparente: sólo existe el Rito Romano enfrentado a su destrucción…

Los dos indultos de 1984 y 1988, verdaderos insultos a la Misa Romana, fueron simples etapas de esa destrucción.

Algunos sacerdotes y laicos ilusos cayeron en la trampa de estos pasos intermedios…, necesarios al proceso revolucionario.

De todos modos, una cosa es cierta: lo que estaba bloqueando el funcionamiento de la máquina revolucionaria era el grupo de irreductibles, que mantenía la defensa de la Misa Romana y el rechazo de la bastarda, sin aceptar compromisos.

La prioridad de los revolucionarios, la supresión de la Misa Romana, los llevó a establecer una pausa, rebobinar e incluso hacer concesiones más grandes…, todo lo necesario para eliminar el grano de arena que impide que el engranaje lleve a cabo su obra funesta.

La dialéctica ratzingeriana

Todas las revoluciones avanzan del mismo modo: a la posición tradicional la denominan tesis; la enfrentan con lo que llaman la antitesis, que asusta por su carácter radical.

A continuación, proponen a los reaccionarios conservadores un acuerdo, una conciliación, la síntesis

Esta síntesis, aceptada por los conservadores ilusos, rápidamente se convierte en nueva tesis, a la cual, a su vez, se enfrenta con otra antitesis…, etc.…, y la Revolución continúa avanzando.

Comprender este derrotero por pasos, estas pausas que la Revolución está obligada a hacer para digerir su presa, es entender el retorno aparente al orden…, es comprender lo quimérico y engañoso de la luz de esperanza, de la pequeña ola, de la restauración ya comenzada

Para la Revolución es necesaria la sucesión de anarquía y reorganización; reorganizar es indispensable para establecer su objetivo, como el Código de Napoleón, de apariencia conservadora, sirvió para legalizar los logros de 1789.

Este progreso dialéctico puede hacerse tan lentamente como sea necesario; lo único que importa es que se haga en la dirección correcta.

La Revolución Conciliar permitirá, si es necesario incluso por largo tiempo, que los sacerdotes celebren la Misa Romana, porque lo esencial es que acepten un rito ambiguo. El resto vendrá después. Todas las concesiones son posibles para lograr ese objetivo. Y si es necesario proceder por etapas para lograrlo, se hará.

Mientras la Revolución reine en la Liturgia y en la Iglesia, sólo el Rito Romano sigue siendo la referencia absoluta; y cualquier reconocimiento del rito ilegítimo es un compromiso, y, por lo tanto, una ayuda prestada a los destructores.

A la luz de estas reflexiones podemos juzgar el Motu proprio de Benedicto XVI.

La función del Motu proprio

La fórmula según la cual la Misa Romana nunca ha sido abrogada en cuanto forma extraordinaria de la liturgia del Rito Romano es una de las ideas más inteligentes para armonizar la Misa Romana con la doctrina modernista.

La realidad es que, si Benedicto XVI pretendía legitimar la misa bastarda, no podía seguir afirmando que la Misa Romana había sido abrogada.

Por lo tanto, era necesario resolver el problema con inteligencia, y hacer creer que la nueva misa es la continuación y expresión legítima de la Liturgia del Rito Romano.

Era imperioso decir que El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la “Lex orandi” de la Iglesia católica de rito latino.

Además, en su afán de síntesis dialéctica, no era posible que Benedicto XVI dejase transparentar la más mínima sospecha de ruptura o cisma litúrgico.

Era ineludible decir que:

El Misal Romano promulgado por San Pío V y reeditado por el bienaventurado Juan XXIII debe considerarse como la expresión extraordinaria de la misma “Lex orandi” y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo.

Era forzoso afirmar que Estas dos expresiones de la “lex orandi” de la Iglesia no inducen ninguna división de la “lex credendi” de la Iglesia; son, de hecho, dos usos del único rito romano.

En consecuencia, aparece claramente lo que constituye la verdadera razón de la declaración de la no abrogación de la Misa Romana como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia: es el famoso “un paso atrás, dos pasos adelante”.

Sería ridículo pensar que el cambio de posición en el terreno de combate es debido a un inicio de restauración… Es una estrategia de acercamiento hacia la Tradición, ¡sí!…, pero para intentar envolverla y destruirla…

No se trata de una restauración. Es todo lo contrario: consolidar y legitimar la nueva misa y el Concilio Vaticano II, sin fracturas trágicas o dramáticas; hacer creer que se trata de una evolución suave, y asegurarse de que ambos sean universalmente reconocidos, aceptados y admitidos de forma pacífica.

Quienes pretenden demostrar que el Concilio Vaticano II no es un cisma doctrinal, del mismo modo quieren probar que la Nueva Misa no es un cisma litúrgico; antes bien, que ambos son el resultado de un desarrollo vital, que debe ser asumido y aceptado.

Para comprender la estrategia de Benedicto XVI con su Motu proprio, hay que referirse al discurso que dio ante la Curia Romano el 22 de diciembre de 2005.

Al leerlo y reflexionarlo, aparece claro que Benedicto XVI intenta hacer creer que entre la Doctrina Infalible de Iglesia y la nueva doctrina conciliar no hay ninguna discontinuidad. En pocas palabras, nos dice que la Lex credendi hodierna e innovadora es la misma que la tradicional y perenne.

Ahora bien, sabemos muy bien que la Lex orandi es la expresión litúrgica de la Lex credendi.

Por lo tanto, después de haber resuelto en 2005 la cuestión de la Lex credendi, era necesario zanjar la cuestión de la Lex orandi.

Esta fue la misión del Motu proprio de 2007.

Algunas personas, clérigos y laicos, creyeron que la batalla por la Misa se había ganado, y que ahora se debía librar la batalla por la doctrina.

Pero, considerando bien todas las cosas, lo que aparece con claridad es que para Benedicto XVI se cerró el capítulo… No se trata de un comienzo, sino del término del debate: la nueva doctrina conciliar es la misma que la Doctrina Tradicional; del mismo modo, la nueva liturgia conciliar es coherente con la antigua Liturgia Romana.

El artículo 1º del Motu proprio

Aunque resulte redundante, debemos analizar en detalle este artículo 1º, que comienza de este modo:

El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la “Lex orandi” de la Iglesia católica de rito latino.

El Misal Romano promulgado por San Pío V y reeditado por el bienaventurado Juan XXIII debe considerarse como la expresión extraordinaria de la misma “Lex orandi” y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo.

Estas dos expresiones de la “lex orandi” de la Iglesia no inducen ninguna división de la “lex credendi” de la Iglesia; son, de hecho, dos usos del único rito romano.

Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgada por el bienaventurado Juan XXIII en 1962, y nunca abrogada, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia.

El Rito Romano de la Santa Misa nunca ha perdido su derecho.

Si se reconoce el Motu proprio del 7 de julio de 2007, es necesario aceptar que el Rito Romano perdió, de jure, su condición de única forma ordinaria y oficial.

La Roma anticristo y modernista, por medio del Motu proprio, humilló el Rito Romano de la Santa Misa, intentando relegarlo a la condición de “forma extraordinaria” y uniéndolo al “rito bastardo”, que sería la “forma ordinaria” del único Rito Romano.

Si se reconoce el Motu proprio del 7 de julio de 2007, es necesario aceptar que el Misal Romano ya no es la expresión ordinaria; y que, por lo tanto, al menos de manera implícita, debe ser considerado abrogado como expresión ordinaria de la Liturgia Romana de la Iglesia.

Debemos resaltar que el Motu proprio permite una doble lectura:

a) Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgada por el bienaventurado Juan XXIII en 1962, y nunca abrogada, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia.

(Proinde licet celebrare Sacrificium Missae iuxta editionem typicam Missalis Romani a B. Ioanne XXIII anno 1962 promulgatam et nunquam abrogatam, uti forman extraordinariam Liturgiae Ecclesiae.)

Y esto es una confirmación de la conclusión anterior: el Misal romano promulgado por S. Pío V debe darse como abrogado en cuanto forma ordinaria de la Liturgia de la Iglesia.

b) Por eso es lícito celebrar, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia, el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgada por el bienaventurado Juan XXIII en 1962, y nunca abrogada.

(Proinde licet celebrare, uti forman extraordinariam Liturgiae Ecclesiae, Sacrificium Missae iuxta editionem typicam Missalis Romani promulgatam a B. Ioanne XXIII anno 1962, et nunquam abrogatam.)

Pero, ¿por qué es lícito celebrar como forma extraordinaria y no como forma ordinaria?

Se conoce la respuesta…: pues como forma ordinaria ha sido abrogada…

Para ajustarse a la realidad, aquellos que aceptan el Motu proprio deberían sacar algunas conclusiones inexorables, pues es sabido que, puestas las premisas, se siguen las conclusiones.

Estimado lector, usted conoce ya esas conclusiones, pero, por las dudas, las resumo ahora:

La Misa Romana no se abrogó nunca como forma extraordinaria.

La Misa Romana se abrogó como forma ordinaria.

Está permitido celebrar la Misa Romana como forma extraordinaria.

Está prohibido celebrar la Misa Romana como forma ordinaria.

Por lo tanto, el estado de Derecho de la Misa Romana, como Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia, es el siguiente:

1) Hasta 1969, la Misa Romana era la única Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia.

2) Desde 1969 hasta el 7 de julio de 2007, en la realidad y en la verdad del Derecho, la Misa Romana continuó siendo la única Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia.

3) Según el Motu Proprio y la Carta a los Obispos de julio de 2007, la Misa Romana ya no sería la Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia. Sería la forma extraordinaria…

La Carta a los Obispos

Leamos ahora el artículo 1º del Motu proprio a la luz de la Carta a los Obispos:

A) Dice el Motu proprio:

El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la “Lex orandi” de la Iglesia católica de rito latino.

A’) Dice la Carta a los Obispos:

Es necesario afirmar, en primer lugar, que el Misal publicado por Pablo VI y reeditado después en dos ediciones sucesivas por Juan Pablo II, obviamente es y permanece la Forma normal – la Forma ordinaria – de la Liturgia Eucarística.

B) Dice el Motu proprio:

El Misal Romano promulgado por San Pío V y reeditado por el bienaventurado Juan XXIII debe considerarse como la expresión extraordinaria de la misma “Lex orandi” y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo.

B’) Dice la Carta a los Obispos:

La última redacción del Missale Romanum, anterior al Concilio, que fue publicada con la autoridad del Papa Juan XXIII en 1962 y utilizada durante el Concilio, podrá, en cambio, ser utilizada como Forma extraordinaria de la Celebración litúrgica (…) El nuevo Misal permanecerá, ciertamente, la Forma ordinaria del Rito Romano, no sólo por la normativa jurídica sino por la situación real en que se encuentran las comunidades de fieles.

C) Dice el Motu proprio:

Estas dos expresiones de la “lex orandi” de la Iglesia no inducen ninguna división de la “lex credendi” de la Iglesia; son, de hecho, dos usos del único rito romano.

C’) Dice la Carta a los Obispos:

No es apropiado hablar de estas dos redacciones del Misal Romano como si fueran “dos Ritos”. Se trata, más bien, de un doble uso del mismo y único Rito.

No hay ninguna contradicción entre una y otra edición del Missale Romanum.

Por lo demás, las dos Formas del uso del Rito romano pueden enriquecerse mutuamente

D) Dice el Motu proprio:

Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgada por el bienaventurado Juan XXIII en 1962, y nunca abrogada, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia.

D’) Dice la Carta a los Obispos:

Por lo que se refiere al uso del Misal de 1962, como Forma extraordinaria de la Liturgia de la Misa, quisiera llamar la atención sobre el hecho de que este Misal no ha sido nunca jurídicamente abrogado y, por consiguiente, en principio, ha quedado siempre permitido.

E) Dice el Motu proprio:

Sin embargo, las condiciones para el uso de este Misal establecidas en los documentos anteriores “Quattuor abhinc annis” y “Ecclesia Dei”, se sustituirán como se establece a continuación.

E’) Dice la Carta a los Obispos:

Obviamente para vivir la plena comunión los sacerdotes de las Comunidades que siguen el uso antiguo no pueden, en principio, excluir la celebración según los libros nuevos. En efecto, no sería coherente con el reconocimiento del valor y de la santidad del nuevo rito la exclusión total del mismo.

¿Complicidad?

Los Superiores de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X estaban al tanto de la distinción entre forma ordinaria y forma extraordinaria.

Tenemos 6 pruebas de ello, las cuales presento en forma cronológica, a pesar de que, como ya lo he explicado con anterioridad, la llegada a mi conocimiento no ha sido en ese orden.

DICI No 94, octubre de 2004. Se reseña la entrevista del Presidente de Una Voce Internacional con el Cardenal Castrillón Hoyos.

El Presidente resume la visita: “El 13 de marzo, estaba en Roma donde tuve la ocasión de hacer la vuelta por los dicasterios del Vaticano.

Encontré a Su Eminencia, el cardenal presidente de la Comisión Ecclesia Dei. (…) El cardenal nos recibió muy cordialmente y nos consagró una hora entera. Destacó que él apreciaba el antiguo rito que él mismo había celebrado desde 1952, fecha de su ordenación, hasta 1965.

El cardenal rechazó la opinión que considera el antiguo rito como un rito separado, como, por ejemplo, el rito bizantino o el rito armenio.

“Sólo hay un único rito romano”, insistió, “y este rito romano tiene distintas formas”.

Así, pues, según su modo de ver, el antiguo rito no es un rito propio, pero el antiguo y el nuevo son dos formas de uno sólo y mismo rito.”

Cor Unum Nº 85, octubre de 2006. Palabras de Monseñor Bernard Fellay:

“Los preliminares se convierten en instrumentos para hacer avanzar hacia este objetivo.

Reintroducir, volver a dar todos sus derechos a la Santa Misa y dejar actuar su poder de gracia. ¿Nos atreveríamos hablar de nuestro Caballo de Troya?

(…) Y mientras se nos anuncia la llegada de un motu proprio que sustituiría el de 1988 para dar aún más libertad a la misa, un derecho igual a la nueva misa, mientras que el Instituto del Buen Pastor indica orgullosamente a su “derecho exclusivo” a la antigua misa, el firmante del decreto de erección, Mons. Perl, va al Barroux para fustigar a los sacerdotes refractarios a la nueva misa y empujarlos a ella…”

Homilía de Mons. Bernard Fellay, para los 30 años de la restitución de la iglesia Saint-Nicolas-du-Chardonnet, domingo 18 de febrero de 2007. DICI del 10 de marzo de 2007:

“Se dice, y se puede pensar que es así, que Benito XVI quiere volver a dar a la Iglesia el culto tradicional. A pesar de muchas vacilaciones, a pesar de oposiciones feroces, no abandonó su proyecto que debería un día comunicársenos en forma de un motu proprio.

¿Cuándo llegará eso? No sabemos nada.

¿Cuáles son las disposiciones de este texto? No sabemos nada.

Según lo que se nos dice, se podría esperar encontrar una igualdad de derecho entre la antigua y nueva misa.

Obviamente no es suficiente. Pero es un primer paso. Y probablemente, humanamente hablando, un paso necesario.

Si eso se hace, no pienso que sea necesario esperar un movimiento de masa de vuelta a la antigua misa.

Es una situación en primer lugar de derecho que se restablece y que debería permitir a los que en la Iglesia lo desean, de tener un acceso más fácil a esta misa.

Pero para que llegue a imponerse actualmente contra la obstrucción de los obispos, sería necesaria una energía feroz que hasta ahora no se ve en Roma.

Por el contrario, ¿quién sabe si esta energía no se encontrará en los beneficiarios – en los fieles, en los sacerdotes – que desean esta misa?

¡Quién sabe si poco a poco, retomando gusto por la antigua misa, los sacerdotes crecerán en gran número, y finalmente – después de Dios sabe cuánto años! verá el antiguo rito suplantar el nuevo, encontrar de verdad su lugar en la Iglesia. No creo que eso se hará en un día. Es necesario desconfiar de ilusiones.”

Benedicto XVI y los tradicionalistas (Padre Grégoire Celier – O. Pichon. Libro editado en febrero de 2007; página 201):

“Según los ruidos autorizados que han corrido estos últimos meses, Roma consideraría ahora que, del único rito romano, existe una forma ordinaria (la nueva liturgia) y una forma extraordinaria (la liturgia tradicional) ambas teniendo derecho de ciudadanía.”

Intervención del cardenal Castrillón Hoyos en el Va Asamblea de los obispos de América Latina, el 18 de mayo de 2007:

“El Santo Padre piensa que llegó el tiempo de facilitar, como lo había querido la primera Comisión Cardenalicia en 1986, el acceso a esta liturgia, haciendo de ella una forma extraordinaria del único rito romano.”

Nouvelles de Chrétienté Nº 106, julio-agosto de 2007:

Pregunta: Monseñor, aunque el Motu proprio, que debe dar alguna libertad a la misa tridentina, se haga esperar, ¿piensa usted, a la luz de las declaraciones recientes del cardenal Castrillón Hoyos a los obispos de Sudamérica, que esta libertad corresponderá a esto que usted espera como primer preliminar en el marco de sus debates con Roma?

Respuesta: “Si se lee el texto del cardenal Castrillón, afirma apenas – pero no es poco – una igualdad de ritos.

Uno extraordinario, y el otro, la nueva misa, es considerada como el modo ordinario.

En esta distinción, el modo extraordinario es un poco disminuido, como dejado de lado.

Se lo saca del armario para algunas ocasiones, y se encarniza a afirmar: “No es en absoluto una vuelta atrás, no es un cuestionamiento de la reforma litúrgica”, se toman todas las advertencias oratorias para desactivar el argumento que diría que el papa actual está descartando la nueva misa.”

Relaciones entre la Fe y la Liturgia

Se habla mucho de la llamada “liberalización de la misa por el papa Benito XVI”.

Se la presenta, incluso, como un indicio de restauración en la Iglesia y como el primer paso de una vuelta a la fe para numerosos sacerdotes y laicos.

¿Qué debemos pensar de esto?

Rezar o celebrar la Misa Romana no significa, de modo absoluto, adherir a toda la Doctrina Tradicional y rechazar todo los errores del concilio Vaticano II y del modernismo.

Por lo tanto, a partir del Motu proprio, nos vemos obligados a distinguir a los sacerdotes según su doctrina y no ya solamente según la Misa que celebran. Ahora la distinción es más sutil y difícil. Hasta ahora bastaba saber qué misa celebraban.

Por otra parte, no hay que caer en la seductora ilusión de que el rezo de la Misa Romana, por sí solo, pueda suministrar al sacerdote y a los laicos la sana doctrina.

Como prueba de esto tenemos a los ortodoxos, que nunca han cambiado la liturgia desde hace siglos y que, con todo, permanecen fuera de la Iglesia, cismáticos y herejes.

Sabemos que durante el Concilio Vaticano II todos los obispos celebraban la Misa Romana, y con todo se infiltró a este concilio un espíritu y unos principios contrarios a la Tradición de la Iglesia.

Más recientemente, los institutos que se acogieron a los indultos de 1984 y 1988 y entraron en la Comisión Ecclesia Dei, después de su acuerdo con Roma, poco a poco, aceptaron la rectitud canónica, doctrinaria e incluso práctica de la Nueva Misa, así como las nuevas doctrinas resultantes del concilio Vaticano II, celebrando, al mismo tiempo, la Misa Romana.

Todos estos hechos muestran que la santidad de la Misa no basta para conservar la fe o recuperarla.

¿Cuál es la razón?

Se puede conservar del rito y de las ceremonias de la Misa lo que aportan a la sensibilidad religiosa, a las preferencias estéticas por un rito antiguo, al “deseo espiritual” y a las “justas aspiraciones” de un alma sedienta de cosas bellas y sagradas.

Pero allí no se tiene en cuenta la doctrina, ni incluso la religión. Sólo cuenta lo que satisface a algunos deseos y aspiraciones religiosas. Es el sentimiento el que guía y no la fe. No se ve o no se quiere ver la relación entre el la liturgia y la doctrina.

Se podrá objetar que la buena liturgia está necesariamente vinculada con doctrina buena, según el proverbio Lex orandi, lex credendi es decir, la ley del rezo, es la ley de la fe.

Sí, los dos están vinculados, pero no en el sentido que se querría hacernos admitir. La verdad es que la ley de la fe es la que establece la del rezo, pero no a la inversa, salvo que sea para deformar la fe por medio de una liturgia espuria.

Pio XII lo señaló muy bien en su encíclica Mediator Dei:

El derecho incuestionable de la jerarquía eclesiástica es corroborado aún por el hecho de que la liturgia sagrada está en conexión íntima con los principios doctrinales que son enseñados por la Iglesia como puntos de verdad cierta, y por el hecho de que ella debe ajustarse a los preceptos de la fe católica decretados por el magisterio supremo para garantizar la integridad de la religión revelada de Dios.

A este respecto, juzgamos deber sacar a la luz exacta esto que no ignoráis seguramente, Venerables Hermanos: a saber, el error de los que consideraron la liturgia como una especie de experiencia de las verdades que deben retenerse como de fe; de modo que si una doctrina hubiera producido, por medio de los ritos litúrgicos, frutos de piedad y de santificación, la Iglesia la aprobaría, y que la rechazaría en el caso contrario. De ahí procedería el axioma Lex orandi, lex credendi; la norma del rezo es la norma de la creencia.

Pero no es eso lo que enseña, no es eso lo que prescribe la Iglesia. El culto que es dado por ella a Dios santísimo, como lo dice de manera expresiva san Agustín, es una profesión continua de fe católica y un ejercicio de esperanza y caridad.

En la liturgia sagrada profesamos la fe católica expresa y abiertamente, no sólo por la celebración de los misterios, la realización del sacrificio, la administración de los sacramentos, sino también recitando o cantando el “Símbolo” de la fe, que es como la marca distintiva de los cristianos, y así mismo leyendo los otros textos, y sobre todo las Sagradas Escrituras inspiradas por el Espíritu-Santo. Toda la liturgia, pues, contiene la fe católica, en cuanto ella testimonia públicamente la fe de la Iglesia.

Esta es la razón por la que, cada vez que se trató de definir una verdad divinamente revelada, los Soberanos Pontífice y los concilios, cuando exploraban en las “fuentes teológicas”, extrajeron muchos argumentos de esta disciplina sagrada; tal, por ejemplo, Nuestro Predecesor de inmortal memoria Pío IX, cuando decretó la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

Y así mismo la Iglesia y los santos Padres, cuando discutían de alguna verdad dudosa y controvertida, no descuidaban pedir explicaciones a los venerables ritos transmitidos desde la antigüedad.

De allí viene el axioma conocido y respetable: Legem credendi lex statuat supplicandi, que la norma del rezo establezca la norma de la creencia.

Así pues, la santa liturgia no designa y no establece la fe católica absolutamente y por su propia autoridad, sino más bien, siendo una profesión de las verdades celestiales sujetas al supremo magisterio de la Iglesia, ella puede proporcionar argumentos y testimonios de gran valor para decidir un punto particular de la doctrina cristiana.

Que si se quiere distinguir y determinar de una manera absoluta y general las relaciones entre la fe y la liturgia, se puede decir a justo título: Lex credendi legem statuat supplicandi, que la norma de la creencia establezca la norma del rezo.

Y es necesario hablar así mismo cuando se trata de las otras virtudes teologales: In… fide, spe, caritate continuato desiderio semper oramus, rogamos siempre y con un ardor continuo, en la fe, la esperanza y la caridad.

Se ve, pues, por este texto de Pío XII, que la Liturgia está en dependencia de la Fe y no al revés: se puede honrar a Dios por la Liturgia, si se tienen de antemano la Fe recta, la Esperanza verdadera y la Caridad genuina.

Dicho de otro modo: la Liturgia y la Misa no pueden hacer profesar y alimentar la Fe sino en los que ya la poseen.

Es importante recordar que la Misa no tiene por finalidad enseñar. Esto corresponde a los cursos de Catecismos y a los sermones.

La finalidad de la Misa es unir al sacrificio de Jesucristo al que ya cree en este misterio.

Es prácticamente imposible que cumplan con los cuatro fines del Sacrificio de la Misa, y sobre todo con la adoración y la satisfacción por los pecados, los que deformados por el Vaticano II sólo honran al progreso de la Humanidad y ya no creen en el pecado y sus penas.

Por otra parte, si bien la Misa da a conocer algunas verdades de la fe, conocer no es creer. Todo depende de las disposiciones del que asiste a la Misa o la reza.

Si en una mentalidad modernista y liberal introducimos lo que la Misa Romana enseña sobre la Fe y la doctrina, el resultado será semejante (con la diferencia abismal que existe) a lo que sucedería si ponemos un buen vino en una botella que contenía perfume o nafta.

Esto da una mala mezcla, que no es otra cosa que el Vaticano II: la relativización de toda verdad.

Teniendo cada uno su herencia, sus valores y su sensibilidad (para hablar como lo hacen los modernistas, con Juan Pablo II y Benedicto XVI a la cabeza), ese perfume y esa nafta relativizarán y echarán a perder aquello con lo cual la Misa Romana pudiese enriquecerlos.

Conclusión

La Misa no basta para corresponder a la Fe.

¿Por el birritualismo, la vuelta a la Fe?

¡No!, sino más bien, por la verdadera Fe, la vuelta a la única Misa Romana.

Si las autoridades oficiales de la Iglesia no regresan a la profesión íntegra de la Fe, sin rupturas con la Tradición, su dialéctica con el Misal Romano no dejará de ser una diabólica astucia.

Por esta razón, después de librarse de la trampa del Protocolo y de haber transmitido el episcopado por las consagraciones de junio de 1988, hablando sobre las posibles futuras relaciones con Roma, Monseñor Marcel Lefebvre dijo:

Plantearía la cuestión a nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con las grandes Encíclicas de todos los Papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están en plena comunión con estos Papas y con sus afirmaciones? ¿Aceptan aún el Juramento Antimodernista? ¿Están a favor del Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo?”

Si no aceptan la doctrina de sus antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio considerando la doctrina de estos Papas que los precedieron, no hay diálogo posible. Es inútil. Las posiciones quedarían así más claras.

No es una pequeña cosa la que nos opone.

No basta que se nos diga: “pueden rezar la Misa antigua, pero es necesario aceptar esto”.

No, no es solamente eso lo que nos opone, es la Doctrina. Queda claro.

Creíamos que había quedado claro…

Pero, desde el año 2000, las cosas se enturbiaron…

Más particularmente, desde el 7 de julio de 2007, las cosas son muy oscuras…

Y después de la aceptación del levantamiento de las excomuniones, en enero de 2009, la situación tiene un negro porvenir.

Ahora la Fraternidad Sacerdotal San Pío X reconoce abiertamente que, manteniendo las relaciones doctrinales con Roma, se aparta de esas palabras del fundador después de las consagraciones de junio de 1988 (*).

Nosotros, junto con Monseñor Marcel Lefebvre, queremos seguir la Tradición doctrinal y litúrgica: No es una pequeña cosa la que nos opone.

No basta que se nos diga: “pueden rezar la Misa antigua, pero es necesario aceptar esto”.

No, no es solamente eso lo que nos opone, es la Doctrina.

(*) En efecto, en el artículo Roma y Ecône: Preguntas y Respuestas, publicado en la revista Fideliter Nº 189, mayo-junio de 2009, páginas 64-66, que he analizado en septiembre de 2009, se lee:

Aquello en lo cual la Fraternidad se aparta es que, allí donde Monseñor Lefebvre preconizaba un cuestionamiento de orden doctrinal, veinte años después, la Fraternidad ha optado por tres etapas, de las cuales:

la primera es a la vez disciplinar y litúrgica (libertad para la misa),

la segunda disciplinar (decreto del 21 de enero),

la tercera a la vez doctrinal y experimental (discusiones doctrinales).

Ver en:

http://radiocristiandad.wordpress.com/2009/09/17/comentarios-sobre-fideliter-189-por-el-p-juan-carlos-ceriani/

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