Las antífonas marianas son preces dedicadas a la Santísima Virgen María, que se cantan o recitan al final de la hora canónica de completas. Son cuatro: una para Adviento y Navidad, otra para Cuaresma, la tercera para Pascua y la última para el tiempo después de Pentecostés. Constan de una antífona con versículo y responso y una oración. De ellas, la más conocida y popular es la Salve, que es lo que la gente suele interpretar en latín siempre que se trata de honrar a la Virgen y eso en su forma melódica simple, siendo así que existe la solemne que es de una belleza impresionante, pero que la pereza y el espíritu rutinario han relegado a un injusto olvido, como pasa con las demás antífonas marianas. Los fieles en general ignoran el gran tesoro piadoso y musical que pierden con ello, de modo que un apostolado litúrgico serio deberá intentar rescatar tales piezas del repertorio tradicional, que, además, son ideales para interpretar después de la misa cantada, cuando no se dicen las preces leoninas.
El comienzo del Adviento es oportunidad propicia para empezar esta tarea de recuperación de las antífonas marianas. Así pues, nos ocuparemos de la que lleva por nombre Alma Redemptoris Mater, que es la que corresponde a este tiempo y al de Navidad hasta el 2 de febrero, día de la Purificación de la Virgen o fiesta de la Candelaria. Se atribuye la creación de esta antífona al monje benedictino alemán Herman de Reichenau o Augiensis, más conocido como Herman Contracto (1013-1054). Se trataba de uno de esos extraordinarios personajes que surgieron en la tan denostada Edad Media, de saber poliédrico, que dominaban variadas disciplinas de la actividad y el conocimiento humanos, prefigurando así el ideal humanista. Además de cronista, poeta y compositor se dedicó a las matemáticas, la astronomía, la geografía y la medicina.
Herman Contracto compuso la antífona Alma Redemptoris Mater basándose en los escritos de san Ireneo de Lyon (130-202), san Epifanio de Salamina (315-403) y san Fulgencio de Ruspe (462/467-527/533). El primero de ellos, padre de la Iglesia al que puede considerarse casi apostólico (pues fue discípulo de san Policarpo de Esmirna, que lo fue, a su vez, del apóstol san Juan) fue quien habló de las dos Evas, asimilando María a la madre de todo el género humano: por ésta vino el pecado y por Aquélla la redención. San Epifanio (s. IV) fue el primero en usar la expresión “siempre virgen” para referirse a la Santísima Virgen. Por su parte, san Fulgencio destacó el importante papel desempeñado por María en la economía de la salvación como madre del Redentor. La antífona fue usada originalmente como canto procesional de la hora de Sexta del oficio de la Ascensión. Fue el papa Clemente VI quien en 1350 determinó su lugar actual en el rezo de las horas, asignándole el tiempo de Adviento y Navidad. Geoffrey Chaucer la menciona en sus Cuentos de Canterbury.
El Alma Redemptoris Mater ha inspirado hermosas composiciones musicales a lo largo de la Historia. Aparte de las melodías gregorianas (en tono solemne y en tono simple), destacan el coro de Leonel Power († 1442), la bellísima polifonía a seis voces de Orlando di Lasso (1532-1594) y el coro a capella de Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594). Ofrecemos el texto latino con su traducción española y este enlace con el audio para practicar el canto de la antífona:
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