“Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos” (Mt 5, 14-16).Efectivamente ese ejemplo lo pone el Señor pues en aquella época para tener luz se utilizaban unas lámparas como la que aparece en la foto. Se mantenían con aceite, como también se cuenta en la parábola de las virgenes necias. Se ponían en lo alto de la casa para que alumbaran. Esta es una lámpara de la época. La pude fotografiar en Taybe que es el antiguo Efraín donde estuvo el Señor antes de la Pasión. Allí han hecho un museo que llaman de las parábolas. Hay todo tipo de objetos de la época del Señor. Entre ellos estaba esta lámpara de aceite de la época. Como dice el Señor en el evangelio la lámpara se pone en un candelero. El candelero es un utensilio que sirve para mantener derecha la vela o candela, y consiste en un cilindro hueco unido a un pie por una columnilla. En cambio no esta hecha para ponerla bajo un celemín, que es una vasija que se utiliza para medir cantidades de grano o de semillas. Es semejante a un cubilete, como se puede observar en la imagen. No tendría sentido poner la lámpara debajo de un celemín, pues quitaría toda la luz, cuando la función de la lámpara es precisamente iluminar.
La lámpara sobre el candelero es nuestro Señor Jesucristo, la verdadera luz del mundo. Esa luz que nos trae brilla para todos. El candelero es la Iglesia, porque la Palabra de Dios brilla a través de su predicación. Así los rayos de la Verdad pueden iluminar al mundo entero. Pero con una condición: no esconderla bajo el celemín, que sería vivir según la carne. Por el contrario, puesta sobre el candelero, la Iglesia, ilumina a todos los hombres.
La lámpara sobre el candelero es nuestro Señor Jesucristo, la verdadera luz del mundo. Esa luz que nos trae brilla para todos. El candelero es la Iglesia, porque la Palabra de Dios brilla a través de su predicación. Así los rayos de la Verdad pueden iluminar al mundo entero. Pero con una condición: no esconderla bajo el celemín, que sería vivir según la carne. Por el contrario, puesta sobre el candelero, la Iglesia, ilumina a todos los hombres.
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