martes, 8 de junio de 2010

NUMEROS SIN SIGNIFICADO






PARA ENTRETENIMIENTOS SE VERAN LOS DESTACADOS DE ROMA

Hemos llegado ya a la clausura del Año Sacerdotal convocado por Benedicto XVI. Desde elcomienzo me di cuenta de que no incumbía sólo a los sacerdotes, sino a toda la Iglesia; también a nosotros, los laicos . ¿Qué seríamos, de hecho, sin el don extraordinario del sacerdocio? Ciertamente, no habíamos imaginado que estos meses iban a estar marcados por una prueba tan dolorosa causada por los propios sacerdotes. Pero también es cierto que Dios sabe cómo suscitar el bien desde el mal. La prueba ha desencadenado una profunda purificación, la llamada a una renovación, la urgencia de volver a la radicalidad del Evangelio.
Ya en 1970, Chiara Lubich subrayaba esta exigencia: «Hoy los tiempos exigen más que nunca la autenticidad». Y añadía: «Si el sacerdote vive antes lo que predica y luego habla (...) verá cómo la parcela de Iglesia que le ha sido confiada se convierte en un jardín; con cizaña, sí, y con odio, pero también con el amor fecundo que no detiene su irradiación al límite de su campo, sino que va más allá».


Durante este año se ha escrito y hablado mucho en términos fuertemente críticos sobre los sacerdotes de la Iglesia. De este sufrimiento ha nacido en mí una profunda conciencia de que todos nosotros somos Iglesia: el ama de casa y el diputado, el obrero y el estudiante. ¡Debemos hacer nuestro trabajo! He advertido una renovada pasión que hace resplandecer a la Iglesia en toda su belleza y que hace que los dones que el Espíritu ha dado para su renovación den su máximo fruto.


Recuerdo un momento especial de mi reciente viaje a Asia: fui a Manila, Filipinas, para dar mi testimonio en un encuentro con cinco mil sacerdotes de todo el país. ¡Cuántos jóvenes había entre ellos! Sentía el deseo de que se pudiese verificar un florecimiento semejante de vocaciones también en nuestra tierra.


Me han dado mucho que pensar estas palabras de Benedicto XVI: «Si los jóvenes ven sacerdotes aislados, tristes, cansados, piensan: “si este es mi futuro, no puedo con ello”. Se debe crear realmente esta comunión de vida que demuestra a los jóvenes: ¡sí, este puede ser también un futuro para mí, así se puede vivir!».


Es lo que deseo para los próximos días, en los cuales miles de sacerdotes se reunirán en Roma con el Papa. Junto a los sacerdotes del Movimiento de Schoenstatt y otras realidades eclesiales, los Focolares hemos preparado una tarde de testimonios y contribuciones artísticas con el título: «Sacerdotes, hoy». Verán cara a cara sus desafíos y se evidenciarán los nuevos caminos que el Señor está abriendo. Se destacará la fecundidad y la irradiación en la Iglesia y en la sociedad: el renacimiento de las comunidades cristianas, la instauración de relaciones de fraternidad, también en el ámbito civil. ¡Quién sabe si muchos jóvenes se sentirán atraídos como un imán por este sacerdocio, que fascina no por ser acomodaticio, sino porque ser gozoso, auténtico y exigente, precisamente porque lo pide todo!


personalmente , no creo que por ser un número importante de sacerdotes , traiga algún beneficio , ¿ a DIOS le interesa el número? si se quedaban en sus parroquias enseñando a los fieles la verdad, haciendo buenas penitencias e invitando a sus feligreses a unirse en oraciones, pedir perdón a Nuestro Señor por las ofensas que diariamente se le hacen, celebrando misas y procesiones , ¿como sería para los ojos de DIOS? ESTO QUE HACEN ES MUNDANO Y DE PASO HACEN TURISMO, DESPUÉS VEREMOS EL ÁLBUM DE cada uno como se sacrifican; por favor . POR EL REINADO SOCIAL DE CRISTO jorge

Opinióm:
  • Comentario por Un cura del montón (II) 08.06.10 | 21:35

    Quise decir: ... soy un cura que se queda en el tajo...

  • Comentario por Un cura del montón 08.06.10 | 21:26

    Breve, que los del montón nos enrrollamos poco. Mira, soy un cura que no se queda en el tajo, que no voy a Roma. Primero, porque el sueldo no me da para viajes internacionales, a no ser que me lo quite de cosas más necesarias. Segundo, porque no me dejo meter las dos patas por un calzón, y me resisto a creer que eventos y concentraciones suplan lo que no hay, porque no se cultiva. Allá vayan sumisos obispos y trepadores compañeros, que yo me quedo para atender otros frentes.
    Tercero, que no, que no. ¿Qué es eso de tanta comunión con el papa de Roma, al que conoces conoces de la tele y poco más, con el que nunca tratas ni tratarás de tú a tú, qué comunión es esa, si luego te tomas el chocolate de espaldas con el campañero-cura de la parroquia de al lado o con la mayoría de los vecinos de tu barrio o pueblo? ¡Que no! Que mientras Roma esté donde está, no me hace falta encaminarme hacia allí... Saludos a los que van, y que practiquen la comunión cuando vuelvan a sus puestos.



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