Un rabino referente de la AMIA desconoció la representatividad de la DAIA. Y creció la polémica.
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Las diferencias entre la dirigencia de la comunidad judía en la Argentina volvieron a quedar al descubierto. En un nuevo capítulo del conflicto que envuelve a la dos máximas instituciones, la DAIA y la AMIA, el vicepresidente primero de la DAIA, Angel Schindel, rechazó los conceptos del rabino Samuel Levin quien había declarado que “la comunidad tiene una dirigencia y es el presidente de la AMIA, Guillermo Borger, y el Gran Rabino de la comunidad judía que es Ben Hamú”, desconociendo de esta manera la representatividad de la DAIA.
Ayer, Schindel aseguró que las declaraciones de Levin “no hacen más que confundir a la comunidad y a la sociedad argentina acerca de quienes sustentan la autoridad frente al Estado y a las instituciones comunitarias”. Schindel tomó la palabra ante la ausencia del titular de la DAIA, Aldo Donzis, quien acompañó a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su gira a Nueva York para asistir a la inauguración de la 65° Asamblea Anual de la ONU.
Los máximos dirigentes de la AMIA, en cambio, declinaron la invitación argumentando que el viaje coincidía con la celebración de una festividad religiosa.
La AMIA es la asociación mutual israelita argentina que se encarga de la agenda social de la colectividad. Es una de las 140 instituciones nucleadas bajo el paraguas de la DAIA, encargada de representar políticamente a los judíos.
Borger dirige la mutual desde junio de 2008. Días antes de asumir, en un reportaje concedido a Clarín , dijo que aspiraba a que la AMIA actuara como representante “de los judíos genuinos”. Esas declaraciones desataron un gran debate en el seno de la colectividad en torno a la identidad de los judíos. Desde entonces comenzó a generarse una fuerte tensión entre la AMIA y la DAIA. La mayoría de los sectores repudió las palabras de Borger, un representante de la ortodoxia en cuya gestión se intensificó el sesgo religioso de la entidad.
Uno de los pocos que se alineó con la postura de Borger fue Levin, quien, por otra parte, hace dos meses, al momento de aprobarse la ley de matrimonio igualitario, sostuvo que los homosexuales “son gente enferma”.
Anoche, en diálogo con Clarín , Schindel aclaró que si bien no vislumbra un clima de malestar en la colectividad reconoce que se vieron obligados a esclarecer a la opinión pública lo que ellos consideran que fue “una declaración intempestiva, terminante, como si fuera la voz final que hay que acatar”, dijo.
Ayer, Schindel aseguró que las declaraciones de Levin “no hacen más que confundir a la comunidad y a la sociedad argentina acerca de quienes sustentan la autoridad frente al Estado y a las instituciones comunitarias”. Schindel tomó la palabra ante la ausencia del titular de la DAIA, Aldo Donzis, quien acompañó a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su gira a Nueva York para asistir a la inauguración de la 65° Asamblea Anual de la ONU.
Los máximos dirigentes de la AMIA, en cambio, declinaron la invitación argumentando que el viaje coincidía con la celebración de una festividad religiosa.
La AMIA es la asociación mutual israelita argentina que se encarga de la agenda social de la colectividad. Es una de las 140 instituciones nucleadas bajo el paraguas de la DAIA, encargada de representar políticamente a los judíos.
Borger dirige la mutual desde junio de 2008. Días antes de asumir, en un reportaje concedido a Clarín , dijo que aspiraba a que la AMIA actuara como representante “de los judíos genuinos”. Esas declaraciones desataron un gran debate en el seno de la colectividad en torno a la identidad de los judíos. Desde entonces comenzó a generarse una fuerte tensión entre la AMIA y la DAIA. La mayoría de los sectores repudió las palabras de Borger, un representante de la ortodoxia en cuya gestión se intensificó el sesgo religioso de la entidad.
Uno de los pocos que se alineó con la postura de Borger fue Levin, quien, por otra parte, hace dos meses, al momento de aprobarse la ley de matrimonio igualitario, sostuvo que los homosexuales “son gente enferma”.
Anoche, en diálogo con Clarín , Schindel aclaró que si bien no vislumbra un clima de malestar en la colectividad reconoce que se vieron obligados a esclarecer a la opinión pública lo que ellos consideran que fue “una declaración intempestiva, terminante, como si fuera la voz final que hay que acatar”, dijo.
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